Reseña
AAVV La
calle es nuestra. La Transición en el País Vasco ( 1973-1982)
Bilbao, 2015
Con la colaboración
de varias instituciones (Gobierno vasco, Ayuntamiento de Bilbao) y
asociaciones vascas (Cultura abierta), Mikel Toral coordina este
libro, del que he de decir que me ha gustado, interesado y
emocionado. Colaboran en él, por una parte Mikel Alonso (que aporta
un valioso archivo fotográfico de la época), Antonio Rivera,
Santiago Burutxaga y Gaizka Fernández Soldevilla. Mikel Toral y Mikel
Alonso son antiguos militantes de la ORT, como puede comprobarse por el contenido de la mayoría de sus
fotos, y Santiago Burutxaga era militante de la EMK. Antonio Rivera era un luchador anarquista y todos ellos por lo tanto, petenecían a lo que muy ampliamente podríamos llamar la extrema izquierda. Lo interesante es que hablan desde una distancia que, sin desvalorizar el entusiasmo
juvenil de la época pero con una buena dosis de realismo,, aportan reflexiones muy interesantes. Antonio Rivera Sus
artículos “Jóvenes y revolucionarios” y “No estábamos solos
y no lo vimos” me parecen que centran muy bien el planteamiento del
tema. Se trata de buscar un punto de vista amplio y justo entre el
péndulo que fue de idealizar la transición a desacreditarla de
manera absoluta. Porque aunque no hubo ruptura sino reforma lo cierto
es que hubo una transformación de las instituciones que nos llevó
de una dictadura a una democracia parlamentaria. No fue un cambio
cosmético, aunque la iniciativa la llevaran los sectores renovadores
del franquismo y no la oposición antifranquista. Lo cierto es que
fueron los movimientos sociales los que estaban, en una buena parte,
detrás de este cambio. También es importante el señalar que el
entusiasmo y la energía de los jóvenes revolucionarios fue
fundamental, pero que afortunadamente se equilibró con una mayoría
que solo quería mejorar sus condiciones de vida y una sociedad más
democrática y no llevar a cabo los sueños revolucionarios de
aquellos jóvenes que si se hubieran llevado a la práctica hubieran
sido una pesadilla.
Finalmente Santiago Burutxaga escribe un epílogo interesante sobre la transición cultural.
Pero el cuerpo del libro está a cargo de Gaizka Fernández
Soldevilla, que debe ocuparse de sintetizar de la manera más clara y
objetiva (en la medida en que esta es posible, claro) los puntos
clave de esta transición, siempre en la tensión entre movimientos
sociales y cambios institucionales, aunque dando prioridad a los
primeros. Gaizka es un historiador que se ha atrevido con la historia
más reciente y espinosa del País Vasco. Ha publicado excelentes
trabajos, desde la historia de Euskadiko Ezkerra hasta la de ETA y su
entorno abertzale. Y lo ha hecho sin concesiones hacia el fenómeno
terrorista. Como lo hace aquí en el capítulo dedicado a las
víctimas, tanto de la extrema derecha, de la represión policial o
de ETA. Divide la etapa en cuatro períodos, lo cual es una
distinción convencional pero operativa: 1977-1979 (El
tardofranquismo. Estertores del régimen), 1975-1977 (Franquismo sin
Franco. Reforma o ruptura), 1977-1979 (Libertad, amnistía, estatuto
de autonomía),1979-1982 (Crisis económica, amenaza de involución y
cambio democrático). Se resaltan por una parte los movimientos
obrero, vecinal, por la amnistía, antinuclear y feminista, con dos
huelgas generales como culminación de sus movilizaciones
reivindicativas. Explica también los cambios institucionales, que
empezaron con la reforma política y acabaron en las elecciones
generales de 1982, pasando por la aprobación de la Constitución y
del estatuto de autonomía. Las graves dificultades del proceso: la
matanza de Atocha, el terrorismo de la extrema derecha y de ETA, los
excesos policiales, la crisis económica. Todo ello enmarcado en la
cuestión nacional y su radicalización con ETA y el movimiento
abertzale. El resultado me parece acertado: es imposible profundizar
en todo lo que merece hacerlo porque no es este el objetivo del
libro. Pero frente a tantos relatos distorsionados vale la pena
mantener una visión clara y objetiva sobre lo que realmente ocurrió.
Entender el proceso nos permite saber mejor donde estamos. Y nos cura
de los enterados del parchís que quieren explicarnos a los que lo
vivimos lo que realmente ocurrió. Yo formo parte de esta generación
de ex-militantes de la extrema izquierda que, como dicen Mikel,
Antonio y Santiago, pusimos nuestro entusiasmo en un sueño imposible
y poco deseable pero que constituyó una de las energías básicas
que hicieron posible una transformación que, con todas sus
limitaciones, nos llevó de una dictadura a una democracia liberal. Y
hay que haber vivido una y otra para apreciar las diferencias.
Este libro vale la
pena. Y valdría también el esfuerzo que entre los catalanes nos
animáramos a escribir una obra similar sobre la transición en
Cataluña (1973-1982). Teníamos de fondo la cuestión nacional, pero
de una manera diferente. Existía el nacionalismo conservador pero el
PSUC ( que en Cataluña si era mayoritario en CCOO y en el
movimiento antifranquista) supo integrar a la población inmigrante
que venía de España en la reivindicación del catalán y del
Estatut de Autonomía. Lo hizo con el lema: “es catalán quién
vive y trabaja en Cataluña”. También el Partit del socialistes
de Catalunya (PSC-PSOE) supo plantear un catalanismo integrador. Vale
la pena leer los libros de Martin Alonso editados por el viejo Topo)
para entender cómo se ha llegado a la polarización y al
despropósito actual. También habría que señalar lo que ocurrió
aquí con la CNT, que supo en el inicio del postfranquismo agrupar a
todos los sectores disidentes con la transición tal como se estaba
llevando.
Como
nota puntual pero que por conocimiento e implicación he de decir es
que falta entre los partidos citados la Liga Comunista, diferente de
la LCR-LKI. Era el partido en el que yo militaba, presente en el País
vasco, que me parece que aunque muy minoritario vale la pena resaltar
porque fue de los que denunciaron de una manera muy tajante a ETA en
el marco de la extrema izquierda. En algún momento en el libro se
dice que esta expresión no le parece adecuada. Yo diría grupos
izquierdistas, entendiendo por izquierdismo la enfermedad infantil
del comunismo ( que podemos traducir por la
izquierda).
Mis felicitaciones,
en definitiva, a los que han hecho posible esta exquisita edición. Y
mis ánimos a cualquier ciudadano interesado por la política ( ¿
cómo iba a ser de otro modo ) a leerlo.
Jo opine que la transició la va gestar en la primera gran cèl·lula viva Salvador Dalí, va ser la persona que imbuïda per la força d'allò espiritual va saber conjuminar l'antic règim dictatorial amb la democràcia liberal, i jo que he viscut els millors anys d'allò sé que hui visc, tot i amb dificultats, bé, no voldria perdre aquest estat de coses atiat per una joventut que torna als antics tambors, com diu el Raimon.
ResponderEliminarVicent