Luis Roca Jusmet
En pocas semanas leo dos
noticias relativas al tema del suicidio :
La primera fue la muerte
de una prostituta explotada y agredida cotidianamente por su
marido-proxeneta. Su hijo pequeño vivía con los abuelos en el país
de origen.
La segunda que la primera
causa de muerte violenta en España es el suicidio.
Pero sobre lo que quiero reflexionar es sobre los comentarios que respectivamente hicieron dos poderes fácticos. El primero es de un jefe de
policía y el segundo de un psiquiatra.
El jefe de policía se
extrañaba que "una mujer joven, con un hijo pequeño y toda una
vida por delante, decidiera matarse." Es impresionante como se
puede tener esta ignorancia de la condición humana. Cuando se vive
en el infierno ¿ vale la pena vivir ? No es difícil imaginar la
vida de esta mujer. Trabajar a destajo con hombres que la trataban
como un objeto de placer, sin el más mínimo respeto. Angustiada por
cubrir el cupo para no recibir la plaza diaria ( igual la recibía de
todas maneras). Un hijo del que no podía disfrutar. Sin futuro.Aquí habría que plantearse las medidas cosméticas y no radicales con que se trata esta cuestión desde las instituciones.
En el segundo caso un
psiquiatra dice que los que suicidan son, en casi todos los casos
enfermos mentales. Hay que volver a Foucault para entender lo
terrible de este poder psiquiátrico, heredero del poder sacerdotal.
Si antes el mal era el pecado hoy lo es la anormalidad. Son los
psiquiatras y los psicólogos ( los poderes "psi") los que
deciden quien son anormales. Son los enfermos mentales o los que
sufren trastornos. El concepto de enfermo mental es discutible. Me
parece que las enfermedades son físicas y en este caso son del
cerebro. Los psiquiatras quieren, por supuesto, reducirlo todo a
causas físicas. Piensan que el que se suicida tiene una tara
genética.