Escrito por Luis Roca Jusmet
Para Spinoza somos parte de una Substancia única, en la que no hay ni
una Trascendencia ni una finalidad. No hay causas finales y las cosas,
simplemente pasan de la única manera que pueden hacerlo porque son lo
que son y no otra cosa. Las cosas son los cuerpos y también son los
pensamientos .
Existen en la duración y son manifestaciones de la Substancia. Son
manifestaciones finitas de una Realidad infinita a la que llama Dios. El
Dios
de Spinoza es un enigma. Es una realidad primordial que se manifiesta a
través
de la materia. Puede ser, por ejemplo, el Vacío cuántico. Pero en todo
caso no
es un Espíritu, como tampoco lo es el pensamiento. Los ejercicios
espirituales
son el trabajo interior para acceder a una verdad que nos transforma
porque nos
conduce a un estado de serenidad. Una serenidad alegre.
La ética es, para
Spinoza, el arte de vivir, el camino que nos conduce a esta serenidad alegre a
partir de nuestro conatus. El conatus es nuestra potencia vital,
expansiva, creativa. Cuando desarrollamos nuestras capacidades somos activos,
tenemos poder y estamos contentos. Desarrollamos nuestra esencia singular. No
somos siervos ni esclavos de los otros ni de las circunstancias. Porque los
otros y las circunstancias nos encadenan a través de las pasiones tristes. Las
pasiones tristes nos deprimen ( la tristeza en todas sus manifestaciones ) o
nos envenenan a través del odio hacia el otro o hacia nosotros mismos. Odiamos
a quien consideramos causa de nuestra tristeza : odio, ira, venganza, envidia,
crueldad. O nos odiamos a nosotros mismos a través de la culpa, pero no hay
nada más cobarde que no asumir los propios actos. También la compasión es una
pasión triste porque nos encadena al sufrimiento del otro. Hemos de aceptarnos
querernos en la justa medida, sin defecto ( inhibición, vergüenza) no exceso (
vanidad, arrogancia). Estamos determinados, pero la libertad es entenderlo (
distancia) y hacer lo necesario para afirmar nuestra potencia. La esperanza, el
miedo, la indignación, la seguridad son pasiones que en un determinado momento
puede ser útiles para evitar males mayores : la desesperación, el peligro, la
injusticia, la inestabilidad.
El bien y el mal no existen, las cosas son
buenas o malas en función de su utilidad y la utilidad es lo que nos hace
felices y hace felices a los otros. La
moral no es un código de leyes ni un sentido del deber, la moral es el deseo de
hacer el bien al otro. Es nuestra alegría la que nos orienta hacia la
generosidad. La moral es, por tanto, una consecuencia de la ética. No se trata
de seguir unas leyes ni un sentido del deber. Somos buenos porque nuestro
carácter nos hace actuar bien, no porque lo sometemos a una ley.
El deseo, que es el conatus hecho
consciente, es el motor de nuestra vida, pero debe ser guiado por la razón. El
hombre sabio vive en un estado de serena alegría. ¿ Como conseguirlo ? Para Spinoza el ejercicio es el de la razón.
Pero la razón de Spinoza no es la del cálculo ni la de la deducción. Es la de
la intuición. Es la capacidad de captar las cosas tal como se manifiestan en el pensamiento, es decir como ideas
adecuadas. Es un trabajo interno radical y continuado. Responde a una
determinada posición delante de las pasiones: la actitud de la distancia. Su
enemigo principal son las pasiones, que son las afecciones de los cuerpos que
vienen del mismo cuerpo o de otros cuerpos. Las pasiones producen ideas
inadecuadas porque brotan de como nos afectan las cosas, por lo cual son
siempre parciales y distorsionadoras. Pero la razón humana puede crear otros monstruos,
que son las ilusiones. Inventamos ficciones como el libre albedrío o las causas
finales. La razón imagina ficciones que generan ideas inadecuadas. Imaginamos
que las cosas son contingentes y no entendemos que están determinadas, que todo
está determinado por lo anterior, que el tiempo es el despliegue lo que está
escrito. La libertad es solo entender lo que pasa y porque pasa. Este entender
lo que pasa, lo que nos pasa y lo que queremos es lo que nos hace libres. Son
estas ideas adecuadas las que nos dan serenidad. Las cosas pasan de la única
manera que pueden pasar y hemos de aceptarlas. Es nuestro deseo el que nos
orienta y lo único que hay que hacer es seguirlo. Pero Spinoza no habla de
estos pequeños deseos superficiales sino de lo que realmente queremos, que es
el desarrollo de nuestra esencia. Esencia que es singular, que es la propia de
cada cual. Ser libre es aceptar ser quien somos. Esta actitud debería
conducirnos a la acción, que no es otra cosa que la autodeterminación. Pero la
autodeterminación no es otra dinámica que la de dejarse llevar por el propio
deseo, el impulso vital consciente.
Al cabo de casi un siglo y medio aparece Nietzsche. El filósofo alemán se refiere a
Spinoza de manera ambivalente, que no es poco. No es poco porque Nietzsche
quiere derribar ídolos y no perdona a nadie : normalmente lo descuartiza. Que
reconozco lo que tiene de bueno es ya un síntoma de respeto por parte de
Nietzsche. A veces se ríe de Spinoza porque no soporta su ideal de conocimiento
basado en el Amor de Dios. Aquí Nietzsche, cegado por su agresividad contra
cualquier forma de deísmo cae en la trampa y no es capaz de una lectura más
sutil. Pero en su correspondencia Nietzsche señala lo mucho que le une a
Spinoza.