jueves, 9 de diciembre de 2021

CÓMO HACER COSAS CON FOUCAULT

 Reseña de

Cómo hacer cosas con Foucault. Instrucciones de uso

Francisco Vázquez García´

Dado ediciones, Madrid, 2011.

Escrito por Luis Roca Jusmet







 Francisco Vázquez García es uno de los filósofos españoles que mejor conocen la propuesta de Michel Foucault y mejor han investigado a partir del horizonte que dejó abierto. El libro que nos ocupa no es uno más sobre Foucault: es una guía, tan clara como precisa, sobre cómo utilizar su método arqueogenealógico. Afortunadamente Vázquez García lo hace sin excesos retóricos, como es habitual con su estilo claro y preciso. Es una invitación que nos hace de la mejor manera posible, compartiendo su experiencia, centrado en su estudio, recientemente publicado, titulado Pater infamis. Genealogía del cura pederasta en España (1880-1912). 

 Lo primero que reivindica el ensayo es lo que llama “una lectura de autor”, es decir una lectura pragmática, híbrida, “impura”, de los textos de Foucault. La cual se contrapone a una lectura hermenéutica de los textos, según la propuesta heideggeriana, y que acaba, como sabemos, en la concepción académica de la filosofía entendida como comentario texto. Lo que propone este trabajo no es entender lo que el filósofo francés quiere decir en sus textos ni descubrir su logos interno. La pregunta es cómo puedo utilizarlo, en una línea que estaría más en la línea de lo que sugieren Wittgenstein o el sociólogo Pierre Bourdieu. Esto nos remite a la famosa “caja de herramientas” que nos propuso Foucault como manera de leerle a partir de la ocurrencia que surgió en su conversación con Gilles Deleuze. Pero esto no quiere decir que podamos hacer cualquier cosa, ya que, siguiendo la metáfora, hay que saber utilizar bien una herramienta para hacerla trabajar adecuadamente. Hay que evitar el abuso descontextualizado o dándole el sentido inverso a su orientación crítica y conventirlo en una ideología para reforzar el poder, por ejemplo.  Para orientarnos en el empeño, Francisco Vázquez García nos propone tres aspectos a la hora de abordar el método arqueogenealógico y los dos polos en que se mueve: por un lado, el análisis de las formaciones discursivas y por otro el de sus transformaciones y sus aplicaciones como tecnologías de poder, sea sobre uno mismo o sea sobre los otros. También es importante una matización respecto a la posición del que problematiza. Si bien es cierto que no hay pretensiones de “imparcialidad” o “neutralidad”, ya que hay necesariamente una posición crítica de cuestionar lo que nos aparece como evidente. por su familiaridad, también hay que hacer una suspensión del juicio valorativo. Al ser un trabajo de investigación necesita lo que el sociólogo Jean-Claude Passeron llamó “la administración de la prueba”. Esto significa que la línea interpretativa debe ser compatible con los trabajos de los historiadores. 

 El primer aspecto es el del análisis de las problematizaciones o historia del presente. Hay que evitar caer en las trampas habituales que se dan en este registro. La primera es la del finalismo, como si el pasado fuera una preparación del presente. En lugar de esta banalización se trata de potenciar una actitud de interrogación sobre la singularidad del presente, que no hemos de ver como una repetición de un fenómeno universal. Esto nos lleva a lo que Foucault llama hacer una “eventualización”, que consiste en relacionar diversas contingencias en lugar de buscar cadenas causales. Eliminar las causas subyacentes y “transhistóricas”, buscando siempre explicar un acontecimiento en base a la confluencia de series heterogéneas que coinciden de manera azarosa. 

 El segundo aspecto es el análisis de los discursos o arqueología. La primera condición es tratar el discurso no de manera lingüística sino como una práctica. Tanto el sujeto como el objeto son productos de la práctica discursiva. No se trata de interpretar, sino de describir los hechos discursivos. No todo es discurso, por supuesto, pero todo se expresa a través del discurso: sujetos, objetos, normas, efectos de verdad. Para ello hay que discernir la relación entre lo visible y lo decible. Sin cuerpos visibles no hay discurso, pero sin discurso no hay cuerpos visibles. Los discursos están formados por enunciados, que siguen unas reglas de formación (patrones) que delimitan los objetos del discurso. Es un estilo de habla o de razonamiento que reconoce temas clave vinculados a palabras o imágenes, que nos ayudan a ver relaciones entre enunciados o entre enunciados y acontecimientos no discursivos. Se plantea aquí otra cuestión, que es la posición del sujeto respecto a los enunciados, que establece lo que Foucault llama una práctica divisoria entre formas marcadas y no marcadas. Otra operación arqueológica importante es la descripción de las “superficies de emergencia”, que quiere decir los lugares donde los sujetos del discurso son designados. Las instituciones donde aparecen los discursos, los contradiscursos que se le confrontan, los que son acreditados y desacreditados en la circulación del discurso. Están finalmente las “rejillas” de especificación.  Hay enunciados sobre mundos sociales diversos y algunos entran en tensión entre sí o pueden llegar a ser contradictorios.  Todo ello da lugar a unos mecanismos discursivos que producen pautas de veridicción y de prescripción. 

 El tercer y último aspecto es el de la genealogía o análisis de las relaciones de poder. Partimos de la base que es una estrategia inseparable de la anterior, que actúan ambas de forma simultánea y combinada. La genealogía tiene una dimensión claramente temporal, pero no es historia. O mejor dicho, es lo que Nietzsche llamaba “una historia crítica” que elimina la ilusión de una “realidad” subyacente la formación histórica, de una identidad que se complace en el `presente y de una verdad “ahistórica”. Las comparaciones se basan en una discontinuidad como instrumento analítico, que implica dos estrategias. La primera es prescindir de una conceptualización previa, señalando en cambio cómo se va construyendo históricamente. La segunda es sustituir la causalidad lineal por los análisis de tipo rizomático, entendiendo sujeto y objeto como configuraciones que aparecen de manera emergente por encuentros aleatorios. El punto fundamental de la genealogía es, de todas maneras, las relaciones de poder, que par Foucault son siempre intencionales, que no quiere decir que responda a voluntades subjetivas, sino a objetivos estratégicos.  Poder que, como sabemos, para Foucault atraviesa los cuerpos, tiene una dinámica propia y no es una superestructura de un ámbito más básico, y es productivo más que represivo. El poder es una práctica que funciona a través de tecnologías que se inscriben en un dispositivo, al que no hay que entender como despliegue de una planificación sino como resultado de dinámicas que se cruzan. Siempre dándole un carácter inmanente y contingente. Hay también una mención interesante a las tecnologías del yo. 

 Francisco Vázquez García también nos previene de algunas lecturas precipitadas y simplificadas de Foucault, como la de considerar que se pasa del poder soberano al disciplinario y de este a la sociedad de control. Son tres formas de dominio que coexisten, aunque hay que ver las líneas de fuerza y la que predomina en cada sociedad. 

 Todo lo dicho puede parecer abstracto y lo es. Hay que leer el libro para ver como se concreta, como he dicho al principio, y aquí encontramos también su valor, aparte de la magnífica y didáctica síntesis que realiza Francisco Vázquez García. Los ejemplos no son exclusivos del estudio del propio autor sobre el cura pederasta, sino que se apoya también en los de Nikolas Rose. Aunque no hay una escuela foucaultiana, en el sentido ortodoxo (el mismo Foucault creó las condiciones para que no sucediera) si hay muchas investigaciones que siguen el horizonte abierto por él y que utilizan su caja de herramientas. Tanto Vázquez García como Rose son un buen ejemplo de ello. 


domingo, 5 de septiembre de 2021

SOBRE LA VERDAD



Escrito por Luis Roca Jusmet

Hay una definición de verdad, sencilla y válida como punto de partida, pero que también hay que profundizar. Verdad se aplica a la proposición, de entrada. Es decir, una proposición es verdadera si se adecua a aquello de lo que habla, a los hechos a los que se refiere. Esta definición parte de Aristóteles. Partiremos de ella.

Una proposición es verdad si coincide con los hechos y falsa si no coincide. Pero el problema es radical. ¿ Cómo sabemos lo que son los hechos? o incluso más ¿ qué entendemos por hechos? El hecho es una abstracción de un proceso, ya que al hablar de "hecho" lo deslíganos del conjunto. Por lo tanto "los hechos" son reales o no, pero en cualquier caso para entenderlos, para saber sus causas y consecuencias, hay que ir más allá. Respecto a lo que son los hechos, deberíamos fiarnos de la percepción. ¿ Que ocurre cuando hacemos afirmaciones generales, como hace la ciencia o la filosofía, o cuando afirmamos hechos que no son visibles, como deseos, afectos..?

Decía que la verdad como correspondencia es solamente clara cuando tenemos una percepción de algo que podamos contrastar con lo que afirmamos. Pero entendamos percepción como relación empírica, práctica con algo. No entendamos la percepción en sentido visual, ni siquiera por otro contacto sensorial que lo pueda sustituir. Es el manejo de algo, sobre todo, porque no estamos originariamente en el mundo como espectadores, sino como actores. Esto ya lo señaló Heidegger. Incluso la ciencia, que contrasta leyes universales, aunque sean estadísticas, se basa en experimentos, que es algo que se manipula, o en el funcionamiento tecnológico de sus aplicaciones.

En la vida cotidiana experiencia es para nosotros una prueba de verdad. También que aceptamos como verdadero aquello establecido por la concepción moderna de la ciencia, basado en el modelo matemático, en el experimento y en la comprobación en la técnica. ¿ Cómo sabemos que es verdad una afirmación filosófica? Es problemático. La filosofía habla de la verdad, como hago ahora, y es una paradoja preguntarnos como sabemos si es verdad lo que decimos sobre la verdad. La filosofía puede hablar de ontología, que quiere decir lo que son las cosas. Aquí tenemos desde la tradición empirista-positivista que lo niega, hasta los metafísicos que lo afirman basándose en la capacidad demostrativa de la razón. En medio, Kant plantearía que aunque siempre nos preguntamos lo que son las cosas y podemos argumebtarlo mejor o peor no hay un criterio de verdad definitivo.

¿ Podemos hablar de una verdad psíquica? Se podría plantear a dos niveles. Una sería la realidad psíquica entendida como el entramado de representaciones ligadas a afectos. La mente de Spinoza o de Antonio Damasio. Consciente o con posibilidad de serlo. Aquí la verdad también se entendería como correspondencia entre lo que afirma una proposición y esta realidad. Pero a esta realidad solo llegaríamos por introspección. El autoengaño o las dificultades de una introdpección serían los obstáculos. Solo podríamos saber si una proposición es verdad o no si nos referimos a lo propio. Respecto a lo ajeno, los conductistas tienen razón al decir que es una "caja negra". Y ellos no aceptarían el criterio de verdad de la introspección por no ser observable ni objetivo, por lo tanto no es científico. Diferente es la crítica de los psicoanalistas, ya que para ellos la realidad psíquica fundamental es inconsciente, que como tal es inaccessible.

Existe una verdad ética ? "Por sus actos los conoceréis". Sabia afirmación. Pero lo que decimos también puede ser un acto. Hay que entender esta afirmación contra los "postureos", los discursos para lucir, las declaraciones de intenciones, las posturas ideológicas... Los actos son ética. La verdad ética es la coincidencia entre lo que declaramos y lo que hacemos. Lo demás son imposturas, falsedades desde el punto ético Aceptando, claro está, la posibilidad puntual de contradicciones. Es la conducta, es decir la manera de conducirse, lo que importa

lunes, 30 de agosto de 2021

SOBRE EL CUERPO

 



Escrito por Luis Roca Jusmet

La concepción hegemónica sobre el cuerpo es la que nos da la biología, considerada científica y por tanto probada. Pero esta oscila entre una visión mecanicista heredada de Descartes ( piezas y mecanismos : anatomía y fisiología) y otra vitalista ( autopoiesis: procesos de autoconstrucción interactivos) como la de biólogos renovadores como Mauratana. de Pero hay otras concepciones coherentes, fuera de nuestra tradición como la china. Igualmente el psicoanálisis nos ofrece una rica conceptualización,La pregunta filosófica es : ¿ somos un cuerpo subjetivado o somos un sujeto con un cuerpo?

 Somos un cuerpo, no tenemos un cuerpo. La segunda opción es la dualista, que seguramente y a pesar de las apariencias sigue dominando el imaginario occidental. Parte de que hay una substancia que es independiente del cuerpo, que nos da identidad y que no tiene algo que es el cuerpo. A este sujero con cuerpo le podemos llamar "espíritu", "alma", "mente", "yo" o como queramos. Hay que problematizar el nombre, no la conceptualización. Acabar con la concepción dualista es plantear que es el cuerpo el que se subjetiviza, el que piensa sobre sí mismo. Podemos decir que el cuerpo tiene alma si nos referimos a un principio vital, podemos decir que tiene espíritu si nos referimos a que va más allá de lo bioquímico, podemos hablar de mente si nos referimos a la red de imágenes y afectos, podemos hablar de "yo" si nos referimos a una identidad que vamos construyendo desde la experiencia y du recuerdo. Pero este cuerpo que somos es la única identidad real de la que podemos hablar. Y que surge de la continuidad estructural y de la relación.

La vida se nos presenta a cada uno de nosotros en forma de cuerpo, de nuestro cuerpo. Somos conscientes de nuestra vida desde nuestro cuerpo. Somos conscientes de nuestra muerte porque sabemos que nuestro cuerpo es caduco. Experimentamos, sentimos y nos relacionamos desde el cuerpo. También es nuestro cuerpo el que habla. Incluso podemos decir que pensamos desde el cuerpo. El cuerpo se subjetiva en la medida que tiene capacidad reflexiva. No es un sujeto vacío, es un sujeto que habla desde la experiencia de un cuerpo sintiente y pensante mediatizado por el lenguaje simbólico.

Un cuerpo no es una entidad que se mueve en el espacio y se relaciona con otros cuerpos. Un cuerpo es un conjunto de relaciones internas y externas que es afectado por estas interacciones. Estamos atravesados por las relaciones con otros cuerpos. Nuestra vida no deja de ser la historia de encuentros y desencuentros con otros cuerpos.

El enigma del cuerpo es el enigma de la vida. Es en nuestra corporalidad donde la vida se manifiesta. Un cuerpo viene a ser vida estructurada, delimitada pero al mismo tiempo abierta. La vida que fluye pero se mantiene en unos límites. Autónoma y dependiente. No podemos entender el cuerpo como algo muerto que recibe vida. El cuerpo es lo vivo. Me ha gustado mucho leer, estos últimos meses, a Emanuele Coccia. Un gran descubrimiento. "La vida sensible", "La vida de las plantas" y "Metamorfosis"

Es significativo que las culturas que llamamos " orientales" entiendan el trabajo espiritual no como una disciplina contra el cuerpo sino del cuerpo. Lo vemos en el Yoga en la India, en el Zazen en el Japón o en el Tai Chi en China. La espiritualidad es del cuerpo. La meditación se entiende como silencio de la mente para concentrarse en el cuerpo.etamorfosis" me han abierto una óptica nueva sobre la vida e, indirectamente, sobre el cuerpo."

SOBRE LA LIBERTAD

 






Escrito por Luis Roca Jusmet

Libertad es un término muy ambiguo. Lo primero que hay que diferenciar es entre libertad interna y externa. La externa es la que tiene una dimensión social y política. La polémica actual está centrada, creo, en la concepción liberal republicana y la neoliberal. La primera está defendida por Philippe Pettit y se entiende como no dominación, es decir en defender que nadie puede privarte de tu libertad de manera arbitraria. Aquí se podría justificar, por ejemplo, las medidas restrictivas por el Covid. Los límites de la libertad son el bien común. La visión neoliberal considera que cualquier restricción va contra la libertad y solo puede limitarse por actos delictivos. La liberal republicana se basa en Spinoza. La neoliberal se basa más, aunque lo radicaliza, en Locke y en Mill.

Continuando con la libertad externa diré que es aquella con la que se encuentra un sujeto en una circunstancia histórica, en un tiempo y lugar determinados. Supone de entrada una determinada libertad política, que son las posibilidades de acción política que te permite una sociedad, que se niegan en una dictadura y se permiten en una democracia. Así lo entendemos los modernos. Luego están las libertades civiles, que es el marco de elección que te permite una sociedad. En estos momentos el régimen de los talibanes en Afganistán parece la expresión más clara de lo que es la falta de libertad, entiéndase esta en un sentido más liberal o más republicano.

El problema filosófico sobre la libertad no hace referencia a la libertad externa sino a la interna. Convencionalmente la pregunta es si estamos determinados a actuar de una determinada manera o estamos solo condicionados. En el primer caso el planteamiento es que nuestros actos están determinados, sea por un factor ( genético, social) o multifactorial. Nunca podemos hacer nada diferente de lo que hacemos aunque debamos asumir las consecuencias de nuestros actos, si no moralmente si penalmente. En el segundo se plantea que tenemos libre albedrío o libertad de la voluntad. En este caso, se plantea que por muy condicionados que estemos, siempre elegimos y podemos hacer algo diferente de lo que hacemos. Este es, para Kant, un postulado que aunque no podamos demostrar hay que asumir como condición para poder afirmar la naturaleza moral del ser humano. Me parece que hay que plantear el problema en otros términos. La libertad interna no creo que deba plantearse en términos de si estamos determinados o no. Lo estamos siempre, pero la libertad es este margen en el que podemos crear una distancia con todos los condicionamientos y dar un condicionamiento propio, algo que provenga de nosotros. En el sentido que apunta Spinoza, el del deseo que no es un puro automatismo, que aparece como conciencia de lo que necesitamos realmente para aumentar nuestra potencia vital. Es la razón que elige lo mejor para nuestra existencia singular.

La libertad es, entonces, no estar dominado por ti mismo ni por los otros. Dominio significa un poder que anula la conducta propia. No puedes actuar según tu visión porque o no tienes una visión propia o porque no puedes llevarla a cabo. Te limitas a repetir o a obedecer. Tus automatismos internos te llevan a dar una respuesta mecánica. La diferencia entre actuar y reaccionar. Es complejo, lleno de matices y de preguntas. Pero creo que la cosa va por aquí. La libertad no es una facultad que tenemos, sino un espacio que los humanos, en cuanto sujeto reflexivos con voluntad, podemos crear. No es algo que nos viene dado a los humanos. Es algo que hemos de arrancar a un Otro que, por otra parte, es absolutamente necesario sostener. Hablo del ser humano, pero de un ser humano que no es abstracto sino contemporáneo, que es el único que conocemos. Lo dijo muy bien Antonio Machado : "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Esto es, para mí, ser libre. Ir haciéndose un camino. No es poco y no es fácil. El problema no es solo un Otro que nos niega esta posibilidad. Los grandes obstáculos, lo dijo Kant de forma muy clara en su texto sobre la Ilustración, son la pereza y el miedo. Porque para ir haciéndose este camino lo primero es aprender a pensar por uno mismo.

lunes, 16 de agosto de 2021

DE LA ÉTICA A LA POLÍTICA


Escrito por Luis Roca Jusmet

De la ética pasamos a la política. La política debe garantizar el derecho universal. El derecho tiene como función garantizar el que cada cual pueda tener un vida material y éticamente digna. La política debe concretar el derecho en ley y hacer que esta sea efectiva. El Estado es el conjunto de instituciones que lo hace posible.

No creo que la política resuelva la cuestión ética de la buena vida, que cada cual ha de resolver, aunque sea con los otros. No creo tampoco en las promesas de un "hombre nuevo" desde la política. Mi experiencia y mi reflexión me lleva a un escepticismo moderado. Hay mejores y peores formas de gobierno, pero todas tienden al dominio, sea de súbditos ( en el peor de los casos) o de los ciudadanos ( en el mejor). No creo que la ética sea un problema político, aunque si creo que la ética necesita de la política para la emancipación del sujeto. Pienso que lo que se plantea hoy son tres cuestiones: la primera el dilema entre un Estado que se alia con los poderes económicos o un Estado que garantiza derechos a los ciudadanos. La segunda entre un Estado burocrático y un Estado democrático. La tercera entre un Estado que es una red clientelar de privilegios para los gobernantes o es una institución eficiente y transparente para los ciudadanos. Tres cuestiones que están directamente ligadas.

Las mejores referencias políticas que conozco, que están históricamente determinadas, son la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Estado democrático y social de derecho. Me parece que recoge lo mejor del republicanismo, del liberalismo y del socialismo. Se concreta en un Estado que tiene como función la garantía de los derechos que aparecen en la declaración. Incluyen la idea del ciudadano como unidad política básica y consideran que el ciudadano es consecuencia del Estado de derecho. Implica la idea de contrato social. Por supuesto que la declaración de derechos humanos es una idea regulativa, una ficción necesaria. Se supone que tenemos estos derechos. Igual que es ficticio el contrato social: se supone que existe este contrato y que todos debemos respetarlo. No digo que no hayan otras opciones sino que son las mejores que conozco.

Tampoco me consta que exista un sistema político mejor que la democracia liberal como marco para garantizar un Estado democrático y social de derecho que garantice al máximo los derechos humanos. Pero no es suficiente. Es necesario una cultura democrática y una voluntad política de los gobernantes y de los gobernados para que sea efectiva. Es anticapitalista en su lógica, aunque exista en el capitalismo en estado de tensión, porque va contra su lógica, que es el del aumento incesante del capital. Y porque los derechos han de entrar también en la empresa .

La democracia liberal debería ser constitucionalista y republicana. Es necesaria una Constitución que blinde los derechos fundamentales y no dependa de mayorías políticas. Republicana quiere decir separación de poderes, participación política y libertades políticas. También excluye la figura de una monarquía, aunque no sea lo más importante. Hay monarquías más republicanas que supuestas "repúblicas" sin rey pero sin las condiciones importantes que he expuesto.

Es imprescindible ir hacia alguna forma de Estado mundial porque es la única manera de garantizar derechos, sobre todo laborales, y combatir las estrategias del gran capital. También para frenar la devastación de la naturaleza. La riqueza solo puede redistribuirse de manera justa con un sistema fiscal equilibrado a nivel internacional. No puede hacerse con un Estado mundial centralizado sino con formas federales y confederales.

Para mí, al contrario que en Platón como en Aristóteles, la ética no se realiza en la política. Tampoco pienso, como Epicuro, que la ética se realice al margen de la política. Pienso que la política es necesaria para que la ética sea posible. Reconozco aquí la línea de Spinoza entre los modernos y Michel Foucault entre los contemporáneos. La ética tiene un aspecto singular, porque cada cual elige el camino de su vida. Pero también está el elemento universal que señalaba Kant entre los modernos y Axel Honneth entre los contemporáneos, que lleva al reconocimiento del otro y a la universalidad de los derechos. Esto nos lleva al derecho universal. La política tiene algo de universal, en la medida en que lo que debe hacer es garantizar estos detechos, pero también algo de particular, porque las formas políticas que lo hacen no son siempre, en todo tiempo y lugar, las mismas. Pero el elemento democrático, tal como señalaba Spinoza, siempre debe estar presente.


sábado, 7 de agosto de 2021

UNA PROPUESTA ÉTICA PARA LOS TIEMPOS ACTUALES





 Escrito por Luis Roca Jusmet

Hay un intento interesante en algunos filósofos modernos y contemporáneos de recuperar el sentido de ética cono referido a la buena vida y no como un código normativo de obligaciones y prohibiciones, que se asocia con la palabra "moral". La ética como arte de la buena vida recupera esta dimensión práctica, ligada a la vida, que otros quieren también restaurar a la filosofía. El primer problema es, por supuesto, clarificar que es una buena vida. Ver si es lo mismo, o no lo es, que una "vida satisfactoria", "una vida feliz", "una vida placentera". Ver la relación que tiene con "una vida digna", con "una vida con sentido". Y finalmente, la relación de la ética, entendida de esta forma, con la política. Voy a hacer el ejercicio, por si alguién me quiere seguir o quiere participar, de ir analizando estos aspectos. De entrada señalar que me desmarco de planteamientos religiosos por su carácter trascendente, en el sentido que subordinan esta vida a algo que la supera, que es la primesa de una vida futura o la necesidad de someterse a una Ley divina. En estos casos si hablaría de moral, en el sentido que hemos de subordinarnos, hemos de obedecer un código superior. Parto de una ética inmanente, desde esta vida y sin otros supuestos.

Pensar una teoría ética entendida como arte del buen vivir. Lo cual no quiere decir proponer un camino universal sino dar una caja de herramientas para que cada cual lo vaya pensando. Entiendo por herramientas problemarizaciones, conceptualizaciones y argumentaciones. Los materiales que utilizo surgen de lo que he escuchado, de lo que he leído, de lo que he pensado y de lo que he vivido. Todo esto constituye "mi experiencia". Porque la prueba de una teoría ética es "la prueba de la vida". Me parece que el discurso filosófico debe estar ligado a lo que uno vive. Mis referencias filosóficas para esta teoría ética son : Aristóteles, Epicuro, Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, Spinoza, David Hume, Immanuel Kant, John Stuart Mill, Friedrich Nietzsche, Pierre Hadot, Michel Foucault y François Jullien. No digo que sean los más importantes sino los que me han influido ( y que ahora recuerdo), lo cual siempre es producto del encuentro, determinado por el azar y la necesidad.

¿ Es lo mismo una buena vida que una vida placentera? En el sentido que damos hoy a la palabra "placer" ( sensación agradable contrapuesta al dolor) hemos de responder que no. Cuando filósofos como Epicuro o John Stuart Mill hablaban de placer era en un sentido mucho más amplio que el que le damos hoy. El placer tiene que ver con una buena vida, pero no la define. El placer, como decía Nietzsche, es más profundo que el dolor, porque quiere permanecer. Pero una buena vida no se basa en el placer porque implica otros elementos que iremos viendo. Pero el placer, en sí mismo, es bueno, y el dolor, en sí mismo, es malo. Aunque el placer no es "lo bueno" ni el dolor "lo malo". Iré planteando cuales son los elementos ligados a una buena vida que no se reducen al placer, al que por otra parte, insisto, tampoco hay que renunciar.

¿ Es lo mismo "una buena vida", objetivo de la ética, que una "vida satisfactoria"? Volvemos otra vez a la ambigüedad de los términos. Jeremy Bentham, fundador del utilitarismo, decía que sí, que los humanos, como todo ser viviente, aspiramos a la satisfacción, dándole a este concepto universal el contenido concreto que queramos. John Stuart Mill, que se consideraba como el anterior defensor del utilitarismo ( él inventó la palabra) decía que había que introducir un matiz. Si el término satisfacción valía para el resto de animales no era así con los humanos, que podían aspirar a algo más que la satisfacción de las necesidades. Así él prefería "un Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho." No coincido con lo que dice Mill. ¿ Porqué considerar a Sócrates un insatisfecho? ¿ Porque no se conformaba con la pura satisfacción de sus necesidades? En todo caso Sócrates estaba satisfecho con su vida, no considerando la satisfacción a un nivel de necesidades biológicas. Sustituir la palabra "satisfacción" por la de felicidad, como plantea Mill, no clarifica la cuestión. Parece que con ello Mill quiere dar un estatuto de superioridad espiritual al hombre. No estoy de acuerdo. En todo caso la diferencia del humano parece ser su capacidad reflexiva que lo constituye como sujeto y que le permite preguntarse si está satisfecho con su vida y buscar un sentido. Pero quizás hoy el término "felicidad" añade más confusión que el de "satisfacción." Primero por la banalización y mercantilización y de la industria que se ha montado alrededor suyo. Segundo porque puede percibirse como un ideal imposible. Me quedo entonces con "vida satisfactoria", dando a la palabra "satisfacción" una dimensión más amplia que la del placer. ¿ Es una buena vida una vida alegre? Si lo entendemos en el sentido de Spinoza, sí. Porque alegría quiere decir gozo de vivir y potencia vital. Pero "vida alegre" en nuestro imaginario social se asocia con evasión, con superficialidad. Digamos que en una buena vida debe predominar la alegría sobre la tristeza. Hablando de afectos. Pero la vida satisfactoria hace menos referencia al afecto dominante que a la manera como valoramos nuestra vida. Porque la buena vida lo es en cuanto nosotros la valoramos como tal. Por lo tanto hablamos del sentido y del valor que damos a nuestra vida. Aquí entra el sujeto y su capacidad reflexiva.

Una buena vida es entonces una vida a la que cada cual le encuentra un sentido y un valor. En una buena vida predomina la alegría y no la tristeza. Una buena vida se vive como satisfactoria. Lo que hace que demos un sentido y un valor a nuestra vida, lo que la hace satisfactoria, lo que nos hace que la vivamos con alegría, es algo que no es universal. Podríamos añadir la dignidad, entendiendo por ello este reconocimiento que da cada cual a su propia vida. En la medida que somos sujetos que establecemos una relación con nosotros mismos, en términos de conocimiento y de valoración, somos éticos. La ética es entonces, como afirmó Michel Foucault, la práctica reflexiva de la libertad. En cuanto que tenemos un margen respecto a lo que hacenos con nuestra vida, somos libres. Margen quiere decir que lo que hacemos no es la consecuencia automático de los condicionamientos anteriores y que por tanto nuestros actos no están determinados.

Lo que es esta buena vida, lo que da sentido y valor a nuestra vida, lo que la dignifica y nos aumenta la potencía y la alegría es algo que vamos elaborando en nuestra relación con los otros y que tiene como prueba de verificación la experiencia. Es así como vamos construyéndonos como sujetos éticos y haciendo de nuestra existencia algo verdadero.

Si la ética no tiene que ver solo con nosotros sino también con los otros hay que ver de qué manera se plantea esta relación. Podemos construir un mundo en el que cada cual se preocupe y se ocupe de sí y utilice a los otros como medios para su satisfacción. Esta es, me parece, la propuesta neoliberal. Si hemos de entender la vida como una empresa lo único que buscamos es nuestro beneficio. Pero aquí volvería s Kant cuando pone una condición para que nuestra ética sea aceptable : que no utilices al otro como un fin, que lo respetes como un sujeto que tiene su propio camino. Es el reconocimiento del otro como sujeto ético. También algo de lo que han hablado desde Confucio hasta Hume : la humanidad, el sentimiento que nos hace preocuparnos de los otros y ocuparnos de ellos. La conclusión es, siguiendo a lo que planteará Michel Foucault, que la ética implica un cuidado de sí pero también un cuidado de los otros.

Y esta propuesta ética está ligada, por supuesto, a la responsabilidad subjetiva. Cada sujeto es responsable de sus acciones y de las consecuencias previsibles para sí mismo y para los otros. Este es el supuesto, que estamos condicionados, no determinados. En esta medida hemos de responder delante de nosotros mismos y de los otros.


miércoles, 30 de junio de 2021

CRISIS PERMANENTE. ENTRE LA FRATERNIDAD HUÉRFANA Y UNA DEMOCRACIA INSURGENTE

Crisis permanente. Entre la fraternidad huérfana y una democracia insurgente

Jordi Riba

Barcelona: NED, 2021.







 Escrito por Luis Roca Jusmet

 Jordi Riba es profesor de filosofía de la UAB y también investigador asociado en el laboratorio “Logiques contemporaines de la phiolosophie” de la Universidad París VIII. El libro que nos ocupa continua un conjunto de ensayos que ha ido publicando los últimos años sobre un tema central sobre el que lleva mucho tiempo reflexionando: el papel del individuo en la renovación democrática y su articulación filosófica: “Republicanismo sin república” (2015) y “Crisis, fraternidad y democracia” (2018). Pro también hay que citar su traducción de “La democracia contra el Estado (2017), libro escrito por su maestro Miguel Abensour, no hace mucho fallecido y al que le dedica este libro. Ahora bien, no creo que sea todavía “el momento de concluir” sino que es todavía, siguiendo los tiempos lacanianos, “tiempo de comprender”. Quizás porque la única conclusión posible sobre la radicalidad democrática es que no hay conclusión definitiva, ya que todas las problemáticas que despliega quedan siempre, en algún sentido, abiertas.

 El libro se inicia con el despliegue en tres escenas de las crisis de la modernidad que estamos viviendo: en primer lugar, la crisis filosófica después de la muerte de Hegel, en segundo la crisis de la reproducción social en todas sus facetas (política, económica, institucional, ecológica) y finalmente la más paradójica de todas, que es la crisis “de la crisis y su futuro”. Pero la cuestión es que no hay que tratarlas como crisis puntuales que se dan en la modernidad, sino que son estructurales a la propia modernidad es una crisis permanente. Este es el signo de estos tiempos modernos en los que continuamos estando, en el que ya no hay tradición posible a la que acogerse ni una tierra prometida a la que llegar. Y este último punto es el que lleva a considerar que el ideal ilustrado también está agotado. Jordi Riba recurre a un filósofo francés del siglo XIX, Jean-Marie Guyau, no muy conocido, pero sí muy importante (y que el autor conoce muy bien) que plantea que para acogerse radicalmente a lo que implica la noción de la modernidad y sus consecuencias, hay que entenderla como irreligión en lugar de como secularización. Porque asumir la modernidad quiere decir aceptar la incertidumbre (buen momento para recordarlo) de la falta de fundamentos, del cuestionamiento no solo del progreso sino también de la identidad. Siguiendo la metáfora (un buen recurso, nos recuerda Jordi Riba, como dijeron Blumenberg o Wittgenstein) es como si estuviéramos en una embarcación sin timón, en la que no vemos ni de dónde venimos ni adónde vamos, pero en la que hemos de evitar la deriva y, por supuesto, el naufragio. ¿De que disponemos? De Nosotros mismos. Aquí aparece la expresiva noción de “fraternidad huérfana”, felizmente rescatada por Jordi Riba. Ya hace unos años Antoni Doménech nos lo recordó en su brillante ensayo “El eclipse de la fraternidad”. Ahora, el autor del libro vuelve a hacerlo desde una perspectiva renovada. ¿Que son la igualdad y la libertad sin la fraternidad? Algo limitado, que hace perder gran fuerza de este lema que ha inspirado los movimientos emancipatorios desde la revolución francesa. Y es un concepto que no puede sustituirse por el de solidaridad (ni mucho menos por el de “empatía”, añado yo). Porque la fraternidad es, por definición algo horizontal, entre iguales que cooperan, que comparten y se ayudan.  Y esta fraternidad huérfana ya no tiene Padre. Esto me sugiere desde “la Muerte de Dios” de Nietzsche hasta los aforismos de Norman O. Brown en su inclasificable y sorprendente libro “El cuerpo del amor”, que presenta la fraternidad como la única salida a la Muerte del Patriarcado y la caída de la Autoridad.

 Visto lo anterior solo hay que dar un paso, que resulta evidente una vez lo hemos hecho, que es el de entender que la única expresión política coherente con esta fraternidad huérfana es la comunidad política democrática. Entramos aquí en los dos últimos capítulos, los más importantes en cuanto a la elaboración política de la propuesta, que son “El papel de la fraternidad huérfana en la renovación democrática” y “Pensamiento crítico y democracia insurgente”. Aquí vemos el peso inspirador que tiene el pensamiento de Abensour en la trayectoria de Jordi Riba. Pero también la presencia en ambos del imprescindible Claude Lefort. Pero la “democracia salvaje” de Lefort se transforma en la “democracia insurgente” de Abensour tomando como referencia una determinada lectura antiestatista de Marx. Abensour  insiste en el necesario impulso utópico de la democracia: democratizar la utopía y utopizar la democracia, nos sugiere. Y resulta aquí muy interesante la referencia a Enmanuel Lévinas de que el elemento utópico debe ser siempre “lo humano”, entendido como vínculo y como encuentro, tomando la amistad como referencia, no desde un humanismo abstracto. Lo imprescindible es, en esta línea, despojar a la utopía del elemento mitológico. La ilusión de la sociedad perfecta por llegar. El mismo Lefort ya nos avisó que frente a la pérdida de la tradición se abrían dos vías: la democrática y la totalitaria. Esta tierra firme imaginada es la que ha creado los totalitarismos, que vienen a ser aquello contra lo que Guyau nos prevenía: las religiones secularizadas. No, las creencias no sirven. Hemos de movernos en lo incierto, en este movimiento que nos impulsa a la emancipación colectiva. Hay que mantener el lugar vacío en el timón: en cuanto lo ocupa alguien ya restituimos la figura de Otro que nos guía.

 Pero los problemas que aparecen son muchos y profundos. Jordi Riba, afortunadamente no pretende tener la solución. No es esta la función de la filosofía, sino la de asumir el riesgo, la de abrirnos nuevos horizontes para entender el mundo en que vivimos y abrir caminos posibles, pero nunca seguros. Hablamos de una función crítica, no normativa, de la filosofía. Si aceptamos el planteamiento de Abensour y de Jordi Riba de una democracia sin Estado, entendiendo por esto último el aparato burocrático (cuestión que, por mi parte, como defensor del Estado de derecho, no acabo de compartir del todo), se presentan varias problemáticas:

1   ¿Cómo defender la comunidad política desde el respeto a la individualidad?

2  ¿Cómo transformar el movimiento democrático en institución para que pueda sostenerse sin caer un aparato estatal burocrático?

3   ¿Cuál es el papel de las leyes en esta institucionalización? ¿debe cristalizar en una Constitución? ¿Cómo garantizar su cumplimiento? ¿

   ¿Debemos considerar la sociedad civil como la sociedad política?

En todo caso hay que recoger la herencia (como hacen Lefort y Abensour) de Maquiavelo cuando plantea que las oligarquías (“los grandes”) tienden siempre a establecer relaciones de dominio y el pueblo debe estar siempre alerta para impedirlo. Me vienen aquí dos referentes complementarios, que son las de Philippe Pettit, en su definición de la libertad como no-dominación y Michel Foucault cuando reivindica los “derechos de los gobernados”. De todas maneras, xlas referencia del libro son múltiples, aparate de los citados: Habermas, Hanna Arendt, Merleau Ponty, Paul Ricoeur, Jacques Rancière, Alain Badiou, Pierre Rosanvallon… Un problema es que al no ser un libro muy extenso las alusiones a puntos sugerentes de estos pensadores no pueden ser desarrolladas.

 En todo caso, un libro muy interesante, como material de reflexión, sobre la apuesta democrática emancipatoria. Un buen libro para pensar la política desde la filosofía, no como algo de lo que deben ocuparse solo los políticos sino como algo que nos incumbe a todos. Este es el primer presupuesto de la democracia, que como nos decía Cornelius Castoriadis, no es un procedimiento formal sino una cultura.

                             

 

viernes, 18 de junio de 2021

EL MURCIÉLAGO Y EL CAPITAL

 


 

 

 El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social.

Andreas Malm

(traducción de Miguel Ros González)

Errata Naturae: Madrid, 2020.

                                                                                       Luis Roca Jusmet

 El libro que nos ocupa me parece fundamental para ser capaces de insertar la pandemia del covid-19 en lo que se ha llamado el Capitaloceno, es decir, el medio ambiente que ha generado el capitalismo. Es un libro militante pero no propagandista. El autor, Andreas Malm, es un periodista y escritor sueco que, aparte de un activista, sabe muy bien de lo que habla. El libro está dividido en tres partes que dan un conjunto bien estructurado. Empieza con “Coronavirus y cambio climático”, que es la problematización inicial. Continúa con “Una emergencia crónica”, que viene a ser el diagnóstico radical de la enfermedad que padecemos. Concluye con “Comunismo de guerra”, que sería el contundente remedio que nos propone para curarnos nosotros curando el planeta.

 La primera parte nos interpela con una pregunta incómoda: ¿Por qué ningún gobierno ha sido capaz de poner en marcha ni una mínima parte de los medios que han puesto en juego para frenar la pandemia? Malm desmonta las justificaciones ideológicas con argumentos contundentes, siempre para poner de manifiesto que enfrentarse seriamente al cambio climático significaría desmantelar el capitalismo, mientras que las medidas contra la pandemia son coyunturales y actúan contra un acontecimiento disruptivo que afecta, además a las clases altas y medias de los países ricos. La segunda parte del ensayo entra de lleno en el problema del cambio climático, señalando el capitalismo como su causa y situando la pandemia del covid-19 como una de sus manifestaciones. Las infecciones zoonóticas, que son las que cruzan las especies, se producen cuando se desmantela el hábitat de las especies salvajes. El análisis del autor del intercambio ecológicamente desigual y patológico es preciso y riguroso, con multitud de ejemplos significativos. Todo ello nos lleva a la formulación de un capital parasitario y devastador, con una dialéctica del desastre que nos lleva a un escenario presente y futuro cada vez más inquietante.  

 La tercera parte es, evidentemente, la más difícil y arriesgada, porque debe apuntar una solución. Andreas Malm lo hace sin medias tintas y con título provocador, ya que para reivindicar hoy el comunismo y además “de guerra”. hay que tenerlo claro y, además, ser muy valiente. Descarta, de entrada, el anarquismo como planteamiento, que es el que está de moda en los movimientos antisistema. El Estado, insiste Andreas, es necesario e imprescindible porque es el único que puede tomar las medidas para detener esta deriva suicida que al final será irreversible y nos hundirá a todos. Hacen falta acciones coordinadas a nivel mundial y la voluntad política para hacerlo, enfrentándose, eso sí, a las grandes multinacionales y acabando con lo que llama “el imperialismo ilimitado”. Respecto a la socialdemocracia señala su incapacidad histórica para enfrentarse a las élites económicas y las concesiones que siempre ha hecho al sistema. Pero no deja de reconocer la importancia de acciones como la de Lula en Brasil para parar la devastación de la selva amazónica. O las esperanzas de que puedan aparecer líderes como Bernie Sanders o Jeremy Corbin en sus filas. Muy interesante, me parece, sus reflexiones sobre el “comunismo de guerra” después de la revolución de octubre. Pero, sobre todo, es muy importante su esfuerzo por actualizar un “leninismo ecológico” aprendiendo de los errores del pasado.

 Un libro, en definitiva, que me parece un material muy valioso para una izquierda que quiera ser radical (en el mejor sentido de la palabra: “ir a la raíz”) y que al mismo tiempo sea capaz de entender bien lo que nos está ocurriendo. Cuestiono un concepto que utiliza que es el de Estado burgués, ya que me parece que hay que ver el Estado con una ambivalencia que esta nominación oscurece. Sería más crítico que él con la tradición comunista y menos con la socialista y me parece que falta un análisis del paso del viejo imperialismo al neoliberalismo. Pero todo esto son elementos de discusión y matices que en ningún sentido ensombrecen su lúcido trabajo de análisis y sus coherentes propuestas. No hay otra salida, nos dice, que la revolucionaria. Puede parecer utópica ¿Pero no es más utópica pensar que el capitalismo será capaz de resolver esta última crisis a la que nos aboca ?

 

 

 

 

sábado, 5 de junio de 2021

CONTRA EL NACIONALISMO

 



El complot de los desnortados

Joan Ferrán Srafini

 Ediciones Hildy, Barcelona, 2019

Bajo el murmullo de los alisios

Joan Ferrán Serafini

 Ediciones Hildy, Barcelona, 2020

 Sergio Fidalgo es un periodista y editor que decidió contrarrestar la sistemática propaganda nacionalista que vivimos en Cataluña, tanto desde los medios de comunicación públicos como desde la mayoría de la prensa. Para ello puso en marcha el diario elCatalán.es y la editorial EdicionesHildy. Voy a comentar dos de las últimas publicaciones, cuyo autor es Joan Ferran. Con una larga trayectoria militancia desde el franquismo en grupos libertarios acabó al inicio de la Transición en el PSC, donde ha tenido diversa responsabilidades orgánicas e institucionales. Se hizo famosa su expresión de que TV3 tenía una costra nacionalista, cuando era diputado del Parlament en el 2007. Podemos considerar a Joan Ferran como representante del sector del PSC menos impregnado de influencias nacionalistas. O si se quiere decir de otra manera, más beligerante contra el nacionalismo. En estos momentos se considera simplemente un afiliado del PSC , pero participa activamente en la lucha ideológica contra la hegemonía del nacionalismo en el imaginario social catalán. Comento aquí dos libros, uno en forma de crónica y otro de ensayo, que forman parte de esta batalla.

 “El complot de los desnortados. Tras la estela del naufragio. Revisión de una etapa política catalana” es una sustancioso diario de Joan Ferran que se inicia el marzo de 2018 y acaba el 11 de noviembre de 2019. Aunque en este tiempo Joan Ferran no estaba a primera línea de la política institucional, si lo estaba en la trastienda del PSC. Representa la línea de izquierdas más nítidamente no nacionalista en el PSC. Su línea política coherente y su libertad de juicio merecen una lectura atenta. Su formato de diario lo combina con anécdotas y lo hace más ligero de lectura. Ferrán es, de todas maneras, siempre conciso y poco retórico, lo cual es un valor añadido. Su aire no dogmático y su claridad de no hacer ninguna concesión al discurso nacionalista convierten este diario en una lectura obligada para aquellos que quieran construir una narrativa alternativa a la del nacionalismo, siempre desde la óptica de un socialismo democrático.

 “Bajo el murmullo de los alisios” es una novela corta, bien escrita y fácil de leer que tiene una doble pretensión. Por una parte, es un documento de la época que va desde la muerte de Franco hasta la convocatoria de las primeras elecciones, es decir desde noviembre de 1975 hasta junio de 1977. Se basa en la experiencia de un joven barcelonés, que ha estado en prisión por razones políticas, y que va a hacer el servicio militar en Canarias. Por otra parte, Joan Ferran quiere recoger la tradición del espíritu didáctico que tuvo la llamada “Novela ideal” que llevaron a cabo los anarquistas hará ahora un siglo más o menos. Tenía un aire algo folletinesco y pretendía transmitir a las clases populares un mensaje didáctico emancipador. En este caso es la crítica al nacionalismo. Lo original de la historia es que no coge el típico ejemplo vasco o catalán. Lo hace con el canario y con la breve aparición de un grupo armado la FAG (fuerzas armadas guanches) del MPAIAC (Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario).  Una historia interesante, bien contada y que se lee de manera fluida, que no es poco.

lunes, 10 de mayo de 2021

LA PANDEMIA Y SUS EFECTOS : ANÁLISIS DESDE LA FILOSOFÍA

 Reseña de 

Covidosofía. Reflexiones filosóficas para el mundo postpandemia.

Dulcinea Tomás Cámara (comp.)




Barcelona: Paidós, 2020.

 La filosofía, según Michel Foucault, tiene una dimensión que es la de ser una ontología de la actualidad. El ensayo es hoy el cuerpo vivo de la filosofía y su sentido es interpelar nuestras experiencias presentes para poder pensarlas de otra manera. Frente a los discursos ideológicos de todo tipo sobre la pandemia, que es el significante clave de lo que estamos viviendo, Dulcinea Tomás Cámara asume la arriesgada tarea de coordinar un libro donde diversos filósofos de habla hispana piensan sobre los efectos de la pandemia del COVID-19. No es fácil estructurar un libro coherente con tantas voces y tampoco lo es darle una perspectiva que no sea coyuntural. Pero lo ha conseguido, articulando la diversidad en cinco bloques que dan un conjunto coherente. La verdad es que todas las aportaciones son más que aceptables, pero como no puedo comentar los veinticinco textos que aparecen, me limitaré a dar una exposición general y hace un breve comentario de los que me han resultado más interesantes, subrayando el carácter subjetivo de la selección. Añado también que el prólogo de Walter D. Mingolo ( “Detrás de la escena. Los signos del cambio de época”) y la introducción de la coordinadora me parecen muy acertados.

 La primera parte se titula “Otro(s) Mundo(s)” y hay en él lo que llama cinco escolios.  En “Virus y mariposas”, Fernando Broncano nos sitúa en el escenario contradictorio en que nos ha colocado la pandemia y las tensiones que ha abierto. Cristian Andino, en “Confinamiento en el Sur o el asombro del colibrí” piensa sobre los postulados ético-políticos, económicos culturales y tecnológicos que abrirían una salida emancipatoria a la crisis abierta. Concha Roldán nos presenta, en “Cuando ruge la marabunta”, nos propone tender puentes hacia una sociedad intergeneracional y cosmopolita justa. Roberto r. Aramayo nos plantea un inventario provisional de las oportunidades que brinda la pandemia. Antonio Miguel Nogués, con su “Cuando todas las diferencias están aquí. La pandemia y la epistemología nacionalista”, cuestiona el sentido que tiene hoy el mantenimiento del estado-nación. En conjunto no me ha parecido la parte más interesante del libro, aunque si me parece mínimamente digna.

 La segunda parte, con otros cinco escolios y que lleva el nombre de “Contagio”, me ha parecido, en cambio, de las más sugerentes del libro. Empezando por el “¿Qué nos está pasando realmente?” de Santiago Alba Rico. Plantea y elabora una idea original, que es que el coronavirus nos confronta con lo real, lo cual puede provocarnos ponernos más a la defensiva y buscar salidas autoritarias o nos puede llevar a un punto de inflexión en el que nos permita buscar una salida creativa. Continúa Jaime Santamaría con “Tres reflexiones límites”, entre las que destaca las que hace del asunto de los cadáveres y el duelo. Joaquín Fortanet, con su “Un mundo enfermo” elabora uno de los artículos que me parecen más interesantes de todo el libro. Entra en un análisis crítico, a partir de Georges Canguilhem, Merleau Ponty y de Michel Foucault, sobre la conceptualización de la enfermedad, que le lleva a un diagnóstico sobre la enfermedad del propio mundo en que vivimos. Producto de la gubernamentalidad biomédica, tal vez sea la oportunidad de salir de él y construir un mundo común. En el escolio 9, Alejandro Escudero Pérez nos habla de “Reacción, catástrofe, acontecimiento”, que tiene, sobre todo, un inicio muy potente. Antonio Campillo plantea “Pensar la pandemia” una serie de apuntes que deberían servirnos para reconducir el futuro y cambiar radicalmente su rumbo.

 “Compañía” es la nominación de la tercera parte. José Carlos Ruiz empieza con “Sobre la ¿indigna? privacidad del consuelo”. En el que denuncia la industria de la supuesta felicidad que nos invade y que relega el duelo y el dolor a la privacidad, sin ninguna dimensión social y negando el consuelo. Viene después el texto de Ana María Martínez de la Escalera “¿Qué puede el acompañar? Comunidades y coronavirus”, en la que vuelve sobre la concepción que introduce Walter benjamín, fundamental hoy, sobre la deriva de la experiencia y la necesaria recuperación de la comunidad a través de gestos solidarios, ayuda mutua y las prácticas higiénicas tradicionales. Ernesto Castro nos propone una reflexión sobre diferentes aspectos de lo que implica “El aplauso sanitario”. El escolio de Jordi Claramonte llamado “Eulabeia” me ha parecido totalmente singular, en el mejor sentido de la palabra. Su invitación a la reverencia, la veneración y la gratitud me parecen perfectas como recuperación de lo mejor del mundo antiguo.

 “Fracturas” es la cuarta parte. Genial el primer artículo de Laura Llevadot “Sobrevivir: Investigaciones de una perra”. Una interpelación radical a la vida singular de cada cual, a una apuesta por la libertad contra todos los medios para normalizarnos anulando lo que tenemos de más propio e intenso, con o sin pandemia. Muy bueno me parece también, el texto siguiente es “ceci n´est pas une guerre. Alternativas al uso de la metáfora bélica, de Nantu Arroyo, en el que desmonta de manera certera la metáfora bélica aplicada a la pandemia. Le sigue “Perdere aude. Una apología del cuerpo mortal” de Diego S. Garrocho Salcedo nos invita a cuestionar el mito de la inmortalidad que parece dominar como negación de nuestra finitud. Finalmente un excelente, contudente y radical texto, “Pandemia, capitalismo, ideología” en el que Ricardo Espinoza Lolas arremete contra el Capitalismo y la soberanía de los Estados hacendales patriarcales que lo sostienen.

 Pasamos a la última parte sobre los “Futuros” que podemos imaginar. Ana Carrasco-Conde nos anima a “Humanizar la tecnología: ciencia y tecnología frente a la pandemia”.  Gonzalo Velasco nos propone “Mientras dura la pandemia: notas para un escepticismo constructivo”. Para José Antonio Pérez Tapias hay que elegir, como explica en “Alternativa: o común-ismo republicano o tanatopolítica”. Nuria Sanchez Madrid nos habla de “Patologías epistémicas: reflexiones sobre el daño social provocado por la crisis pandémica del COVID-19”. Finalmente Javier Echevarría formula los “Desafíos filosóficos a partir del COVID-19-2020.”

 Por supuesto que estos filósofos son una selección (bajo el arbitrio de la coordinadora) de entre otros muchos que podíamos haber colaborado. Pero todos los participantes abordan con rigor, cada uno con su estilo, una parte de este todo que resulta, finalmente, coherente. Lo más importante es que todos los textos tienen un recorrido, en el sentido que nos son análisis coyunturales que caduquen pronto. Son materiales para pensar muchas problemáticas en relación a lo que nos interpela la pandemia. Más allá de las declaraciones o textos de los filósofos mediáticos hay aquí un trabajo filosófico muy valioso.

 

 

jueves, 29 de abril de 2021

NEOLIBERALISMO Y BUROCRACIA : UNA ALIANZA PERVERSA

 






La burocratización del mundo en la era neoliberal

Béatrice Hibou

(Traducción de David J. Domínguez)

Madrid, Ediciones Dado, 2020

                                                                           Luis Roca jusmet

 Como ya sabemos, el neoliberalismo es algo más complejo que el proyecto económico en el que se privatiza lo público y se desregula el mercado.  Se ha analizado a partir de sus prácticas, de su imaginario, de su ideología, de sus implicaciones políticas, de las formas de interacción que inaugura. Se ha dicho mucho y era necesario hacerlo, ya que se está convirtiendo en lo hegemónico a nivel social global. Per faltaba decir algo y este libro lo dice. Se trata de la manera como el neoliberalismo, al contrario de lo que predica, nos atrapa en unas redes burocráticas que es una forma de gobernar pero que también va tejiendo muchos de los aspectos de nuestra vida laboral e incluso cotidiana. La referencia para su análisis es (y así lo explicita de manera muy precisa en el postfacio), Max Weber. Pero tiene muy buenos compañeros de viaje: Michel Foucault, Cornelius Castoriadis y Claude Lefort. El primero en sus lúcidos apuntes sobre el neoliberalismo y los últimos en sus análisis de la sociedad burocrática. Todos ellos muy presentes, con todo su potencial crítico, en la caja de herramientas teórica que utiliza la autora del libro, la brillante socióloga francesa Beatrice Hibou. También están presentes Hebert Marcuse ( con su análisis del hombre unidimensional en el capitalismo avanzado),  Paul Veyne ( con su análisis de los mitos) Karl Polanyi…

 El libro argumenta de manera muy consistente una hipótesis a primera vista sorprendente: la propuesta neoliberal, cada vez más materializada en más sociedades, supone una nueva burocratización que supera todas las anteriores. Lo que ocurre es que este nuevo control burocrático es difuso, fragmentario, y a veces imperceptible. Está formado por un conjunto de dispositivos normativos y procedimentales cuyo rasgo fundamental es la formalización, es decir la abstracción. Es un paso más, y muy importante, en lo que Max weber llamaba “la burocratización universal del capitalismo”. En esta fase hay dos rasgos característicos: el primero es que se diluye la diferencia entre lo privado y lo público, ya que es el modelo de gestión privado el que se impone por todas partes; el segundo es que la abstracción y la formalización se radicalizan al máximo, conduciendo a una especie de “ficción de la realidad”.

El orden neoliberal es un orden mercantil y empresarial que requiere una actualización permanente de sus sofisticados métodos de formalización. Es un gobierno empresarial que llega a las instituciones y regula la vida cotidiana. Todo debe gestionarse de manera rentable, cuantificando y calculando siempre bajo el dominio de la contabilidad. El control y el mando no se establecen de manera jerárquica piramidal, se efectúan de manera indirecta, a través de un sistema de normas, de reglas y de relaciones contractuales que implican prácticas burocráticas. La manera como se impone es en forma de incentivos. Es un sistema de índices y de cifras que implican, en su proceso de formalización, una pérdida importante de información y de todo lo que es singular y cualitativo. Lo que prolifera casi exclusivamente es la matematización del saber. Hay una transformación radical según un modelo de gestión privada, que se aplica también a lo público, en el que las finanzas forman parte de un proceso tan fragmentado y especializado que todo se vuelve opaco. Se impone al mismo tiempo la judicialización y la legalización del mundo empresarial y la búsqueda de seguros a toda costa.

 El nuevo espíritu del neoliberalismo es el de una sociedad totalmente burocratizada. Es una forma de gobierno a todos los niveles, desde la escuela hasta el Estado. Hay una burocratización neoliberal de la alianza público-privada según la contratación de la lógica jurídica privada. Hay una reinvención de la planificación de lo público centrada en la cuantificación de los resultados. Hay, paradójicamente, una exigencia de transparencia que finalmente lleva a la máxima opacidad, ya que casi nadie controla los medios sofisticados del proceso. El proceso burocrático continua en la búsqueda de certificación, que exige una auditoría del sistema y una verificación según la normativa. En el sector público hubo una des legitimización progresiva de la intervención pública directa y la necesidad, por actores privados, de ver el entorno modelado según sus intereses. Esta normalización se basa en el principio de trazabilidad, que es la capacidad de reconocer y remontarse a los procedimientos que permiten una producción de un producto o un servicio. Se trata, en todo caso, de una dominación en forma de normalización: oficinas de evaluación, de las agencias de calificación y sociedades de certificación que lo evalúan todo y califican cuando hay lo necesitan. El lugar por excelencia es la seguridad para el despliegue de las técnicas de control y vigilancia.

 Un elemento importante es la producción de la indiferencia social entre los ciudadanos, convertidos en clientes. La ética se convierte en algo puramente formal, en una adecuación a la racionalidad técnica y a la ingeniera burocrática. La ayuda humanitaria se convierte en algo burocrático que permite alcanzar el estatuto de víctima, que siempre remite a una lógica individualizante. La pobreza algo tipificado con unos criterios burocráticos que debe resolver el problema de integrar a los excluidos en el mercado. Es un diagnóstico técnico. La indiferencia es resultado de la despolitización. La burocratización se convierte en el lugar de enunciado de lo político. Hay una eliminación ficticia del conflicto, que se oculta y se esconde bajo el lenguaje del consenso y las técnicas de mediación y de resolución de conflictos. Lo que no se puede formalizar, que es lo heterogéneo, queda excluido. Pero no se trata de una descomposición de lo político sino de una reorganización de las formas de dominación. Si se quiere hacer un planteamiento emancipatorio hay que lidiar con esta cuestión, mucho más seria de lo que puede parecer.

 Con este breve resumen he intentado resaltar los elementos básicos de que desarrolla con rigor, precisión y claridad Béatrice Hibou en n libro que no dudo en calificar de imprescindible para entender un aspecto menos visible de lo que es el gobierno neoliberal de nuestras vidas.

 

 

domingo, 21 de marzo de 2021

CAMINANTE NO HAY CAMINO; SE HACE CAMINO AL ANDAR...




Escrito por Luis Roca Jusmet

  Vivir no es fácil, para nadie. Las dificultades no son las mismas para todos, por supuesto. El primer problema es sobrevivir. Algunos lo tenemos resuelto al nacer y otros no. Esta es la primera y radical injusticia de la humanidad. Quien necesita preocuparse por la supervivencia no se plantea otros problemas. Lo básico es lo primero. Los seres humanos somos animales complicados y una vez superada esta primera cuestión aparecen otro problema, que es el de cómo vivir.

En las sociedades tradicionales se transmitía un ideal, es decir unas creencias, unos valores, unas normas que asignaban a cada cual un status y un rol social determinados. Uno podía sentirse mejor o peor en este papel, pero los márgenes de decisión eran muy limitados. Había seguridad y poca libertad. Los que se rebelaban debían pagar un alto precio para hacerlo. Eran pocos. Los demás tenían un camino marcado, marcado por los otros, por las normas sociales. la dificultad de vivir estaba, sobre todo, en asumir de la mejor manera posible este papel social que te habían asignado.

Hoy no vivimos en una sociedad tradicional. Todo lo sólido se va disolviendo y la sociedad es cada vez más líquida. La sociedad moderna va avanzando en esta línea. Se pierde seguridad y se gana libertad. Los ideales caen. La responsabilidad se desplaza cada vez más de la sociedad al individuo. Esta es la dinámica social, nos guste o no, la valoremos de una manera o de otra. Todos estamos interpelados. Los totalitarismos ( ideológicos, religiosos, nacionalistas) son manera de escapar para refugiarnos en el grupo y en el líder que decide por todos. En el límite están las sectas, que radicalizan estas huidas hacia adelante.

La libertad da miedo, pero pienso que hay que asumirla. Hemos perdido seguridad pero no podemos desperdiciar lo que hemos ganado. Saber lo que hacer para tener una buena vida lo vamos construyendo mejor o peor. Digo construir ( a veces es destruir) y no descubrir. Como dijo tan sabiamente Antonio Machado, "caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Cuando el camino está hecho es que lo han hecho los otros. Por esto considero que no hay que ir por la vida con un mapa ni con un plan cerrado. Pero esto no quiere decir que no necesitemos una brújula, que nos oriente hacia el norte. De esto se trata, de ir construyendo este Norte en cada uno de los aspectos de nuestra vida. Porque si no tenemos un Norte, o somos una bala perdida que no sabe dónde va o una veleta que va donde le llevan los otros

sábado, 13 de marzo de 2021

ECOLOGISMO CONTRA CAPITALISMO

 



Reseña de

El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital.

Jason W. Moore

Traficantes de Sueños, Madrid, 2020

Escrito por Luis Roca jusmet

  El libro que nos ocupa me parece muy importante para entender la dinámica y la crisis del capitalismo histórico.  Jason W. Moore, economista político e historiador medioambiental, parte, aunque él no lo diga, de la máxima de Spinoza: “No somos un imperio dentro del imperio”. Contra el dualismo cartesiano Hombre (Sociedad)/ Naturaleza. Por muy peculiares que seamos como especie, el ser humano y sus producciones son parte (por muy transformada que sea) de la Naturaleza. Desde esta perspectiva no podemos entender el Capitalismo como sistema económico activo que actúa sobre una Naturaleza pasiva. El Capitalismo es en la Naturaleza y la Naturaleza es en el Capitalismo: esta es la hipótesis fuerte de la doble internalidad que defiende Moore. Plantea así la necesidad de una revolución conceptual en la manera de entender (y criticar) el capitalismo histórico.  El concepto clave es el de oikeios, que es el medio ambiente que configuran los seres vivos (en este caso, y de manera más radical, los humanos). Una dialéctica en la que interviene la flora, la fauna, los ciclos y movimientos naturales, las modificaciones geológicas y las biosféricas. A partir de aquí surge la pregunta clave: ¿Cómo se unifica la Humanidad con la Naturaleza en el Capitalismo?.  El capitalismo histórico surge en el S.XVI, a partir de la transformación agrícola capitalista, la codificación simbólica y las revoluciones científicas, combinadas con el racismo como bandera para legitimar el esclavismo. La metáfora que utiliza Moore (para sustituir la noción de “norma estructural” para definirlo como sistema) es la de “arrecifes de coral”, en el sentido que las estructuras físicas, las percepciones y los modelos productivos se multiplican periódicamente. Se va creando un oikeios que va aniquilando el espacio por el tiempo, en el sentido que cada vez es mayor la velocidad de los flujos de capital y acelerar los tiempos de retorno, con lo cual podemos decir que el capital crea espacio. En el siglo XVII aparece el tiempo abstracto, la racionalización y la cuantificación de todo lo que hay para asegurar su control.  Tiempo lineal en un espacio plano y una naturaleza entendida como externa. La cartografía es muy importante. No solo la sociedad es histórica, también lo es la naturaleza. La geografía física y social van unidas, no las podemos separar. Jason W. More cuestiona la operatividad de la idea de Antropoceno para entender el impacto del hombre en la naturaleza. Propone sustituirlo por la noción de Capitaloceno, que se iniciaría en el siglo XV. Esta conceptualización le permite cuestionar también todo el mito de la revolución industrial, a la que considera simplemente una etapa de lo que ya se inició más de tres siglos antes. Propone (siguiendo, en parte a Arrighi) cinco etapas del capitalismo: 1) ciclo germánico-ibérico (1451-1648);2) ciclo encabezado Países Bajos (1560-1740);3) Ciclo encabezado por Gran Bretaña (1680-1910); ciclo encabezado por EEUU (1870-1980); ciclo neoliberal. Pero todas estas son crisis de desarrollo, que se resuelven por una capitalización y una apropiación renovadas. Las reglas del juego del capitalismo se establecen a mediados del siglo XVII, con más de un siglo de nacimiento de su dinámica. Parte de algo falso, que es que todo en la naturaleza se puede reponer. El capitalismo transforma en décadas lo que civilizaciones anteriores habían necesitado siglos.  El dinero es clave, ya que lo que hace es valorar el trabajo asalariado y devaluar el resto de la naturaleza, separar la explotación de la apropiación.

 

 Los estados, las clases, la producción de mercancías y la apropiación de naturaleza barata son procesos y proyectos que transforman lo humano y lo no humano. Se revoluciona el paisaje, la productividad del trabajo (que sustituye a la de la tierra) y las técnicas de apropiación global.  Es necesario replantearse la ley del valor, formulada por Marx, partiendo de cuatro enunciados que surgen de la reconstrucción del capitalismo como una ecología-mundo. Son estos: 1) La acumulación de capital supone la transformación de la Tierra (y de sus habitantes); 2) La sustancia del valor es el trabajo social abstracto, pero las relaciones de valor comprenden y unifican las relaciones de trabajo-energía, remuneradas y no remuneradas; 3) La ley de valor es también una ley de apropiación de la Naturaleza Barata;4) Las fronteras de la Naturaleza Barata se construyen de manera activa a través de la praxis simbólica y la transformación material. Se genera una naturaleza social abstracta a través de la cartografía, la botánica, la cuantificación y la medición del espacio geométrico y del tiempo lineal. El tema del valor, como sabemos desde Marx, es fundamental. Es el punto de partida de Moore. La pregunta es ¿cómo se transforma el trabajo-energía en valor? Una cuestión básica es que el capitalismo sobrevive por proyectos que hacen trabajar a la naturaleza duro y barato. Esto es la apropiación, más importante incluso que la explotación. La explotación es una mercantilización del trabajo de la que se extrae una plusvalía. Pero la apropiación es el trabajo no remunerado:  materias primas, energía, alimentos y fuerza de trabajo. Hablar de fuerza de trabajo no remunerada hace referencia sobre todo al trabajo doméstico que las feministas reivindican como trabajo olvidado y que recae básicamente en la mujer.  Lo que es valor, por otra parte, lo decide cada civilización. El capitalismo pasa del valor y productividad de la tierra al valor y productividad del trabajo.

 La savia del capitalismo es lo que Watson llama la Gran Frontera, que es el proceso de transformación de territorios para inclinar la balanza hacia la apropiación barata de recursos y aumentar la tasa de ganancia. Porque la tasa de ganancia no depende solo de los salarios (ligados lucha de clases) ni al precio de los materiales y maquinaria utilizado. Todo esto es lo capitalizado, lo que entra en la producción. Depende de que la apropiación tenga más peso que la capitalización.  Se internalizan espacios necesarios para acumular capital. Los límites del capitalismo son internos, provienen de que necesita aumentar infinitamente su apropiación cuando los recursos son limitados. Cuando disminuye la apropiación entonces hay una expansión financiera porque no se invierte en la producción. Hay reducción ecológica, falta de naturaleza para apropiarse y entonces se pone en marcha la triple hélice: capital, ciencia y poder. Todo ello al servicio de la técnica capitalista para movilizar y apropiarse de las fuerzas naturales. Es la Naturaleza Barata de la que necesita apropiarse continuamente para superar sus crisis. ¿Cuáles son las causas de las crisis del capitalismo? Para Moore hay que explicarlo a partir de la relación entre la mercantilización y la reproducción. Es decir, que mientras la tendencia del excedente del capital es hacia la subida, el excedente ecológico decrece. El excedente ecológico es lo que dispone el capital para apropiarse de la naturaleza de manera barata (materias primas, alimentos, energía, fuerza de trabajo). Es decir, que el capital accede de manera gratuita o casi gratuita a estos recursos naturales no mercantilizados. El problema es que después de cada crisis y recuperación el excedente ecológico se va reduciendo.

 La pregunta es, por supuesto, si la crisis actual es de desarrollo, es decir de una fase, o es epocal., es decir estructural. Un elemento importante en el análisis de las crisis capitalistas es que las crisis no solo son cíclicas sino acumulativas, es decir que la superación de cada crisis es cada vez más difícil porque los recursos naturales van disminuyendo. El autor plantea su hipótesis de que la crisis actual del capitalismo es epocal y no tiene, por tanto, salida. Para ello analiza el ascenso y el final de la Naturaleza barata. Lo que se problematiza son los mecanismos de reproducción del sistema. Para ello toma como referencia la larga evolución de la revolución verde, es decir, de la implantación mundial de la agricultura capitalista , el agotamiento de recursos y todo el valor negativo que va engendrando. El cambio climático es el más conocido, pero hay muchos más (¿ la pandemia?).

Sintetizando las aportaciones del marxismo, del ecologismo y, en parte, del feminismo. Tomando como referencia también a otros grandes, como Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi y David Harvey. Una síntesis coherente y novedosa. Un libro que no es fácil pero que merece el esfuerzo, ya que me parece imprescindible para entender donde estamos y los radicales desafíos a los que nos enfrentamos.

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