Revista Iniciativa Laicista ( Chile)
En esta
ocasión nuestro colaborador desde Concepción, el profesor Heber Leal, Doctor en
Literatura Latinoamericana y académico de la Universidad Mayor, dialoga con el
filósofo y escritor LUIS ROCA JUSMET (Barcelona,
1954), autor de los libros Redes y obstáculos y Ejercicios espirituales para
materialistas. El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault.
Luis Roca es, además, colaborador de las revistas «Dorsal», «Paideia»,
«Enrahonar» y «El Viejo Topo».
HL.- Michel Foucault ha sido uno de los autores que ha marcado con
mayor profundidad tu propia visión intelectual. En este sentido ¿cuáles han
sido las ideas que más vivamente te han llamado la atención y qué textos
consideras imprescindibles?
LR.-
Sí lo ha sido. Cuando estudié filosofía tuve como profesor a Miguel Morey, que
me inició en su estudio. En aquellos momentos eran, sobre todo, sus trabajos
sobre la genealogía del poder. Me interesó mucho su visión del poder como
relación y la microfísica de estas relaciones. También su arqueología del saber
y sus textos sobre la medicina, la locura y la sexualidad. Posteriormente me
han interesado, sobre todo, su concepción híbrida de la filosofía, sus estudios
sobre la gubernamentalidad y sobre el cuidado de sí. Lo he hecho
estudiando, sobre todo, las transcripciones de los últimos cursos del Collège
de France.
Hablar
de textos imprescindibles es muy difícil. Foucault investiga y cada libro es,
para él, y así lo dice, una experiencia. Considera que todo su trabajo tiene
como hilo conductor la relación entre sujeto y verdad. Incluso el tema del
poder. “Las palabras y las cosas” siguen siendo la referencia de su
primera etapa, la del estudio del saber. “Vigilar y castigar” es el texto
fundamental para entender el poder en la sociedad disciplinaria. Para el tema
de la gubernamentalidad y la biopolítica “Seguridad, territorio, población”.
Pero para mí el mejor libro es “Hermenéutica del sujeto”, que es la
transcripción del curso donde trata del cuidado de sí. “Historia de la
locura” e “Historia de la sexualidad” también son claves. Me gustan mucho
también las entrevistas. Como texto corto, “Sujeto y poder”, que es de los
últimos y tiene muchas referencias al conjunto de sus trabajos.
HL.- La biopolítica es uno de los temas foucaultianos de más larga
data en cuanto a su parafraseo. ¿Consideras que los intelectuales vigentes han sido
fieles a la interpretación original y por qué?
LR.-
Michel Foucault abre el horizonte de los estudios sobre biopolítica. Habla del
“biopoder” por primera vez en 1976, en el primer volumen de “Historia de la
sexualidad” (“La voluntad de saber”). En realidad, le dedicó solo dos cursos
“Seguridad, territorio, población” y “El nacimiento de la biopolítica”, aparte
de algún artículo o conferencia. Algunos discípulos suyos ya empezaron a
publicar estudios interesantes antes y después de su muerte. En estos momentos
me parecen más interesantes los estudios más empíricos, como los del inglés
Nikolás Rose o el español Francisco Vázquez García que los más especulativos de
Giorgio Agamben o Roberto Expósito.
HL.- Siempre se asocia a Foucault con la política por su
influencia en mayo del 68, pero gracias a los textos colaborativos que dejó,
entre otros, con Deleuze, nos hemos percatado de su gran propuesta estética.
¿Piensas que esa propuesta va de la mano con su filosofía política moral? Lo
pregunto porque tengo entendido que tu propia filosofía es estética en parte,
¿verdad?
LR.-
Me parece que Michel Foucault no tuvo tanta influencia en el mayo del 68.
Aunque había escritos textos que tenían que ver con todo lo que podía bullir en
aquel momento, él mismo no participó directamente, ya que estaba de profesor en
Túnez. Desde mi punto de vista, Foucault plantea siempre opciones que son más
éticas que políticas. La política es una consecuencia de la ética. Aunque
militó en su juventud en el partido comunista francés por influencia de
Althusser, nunca se identificó del todo ni fue un militante activo. Quizás su
momento más político fue después del mayo del 68, en el que, sin militar,
estuvo vinculado al peculiar maoísmo libertario que apareció a raíz del
movimiento. Posteriormente tuvo alguna intervención muy polémica, como la
defensa de la revolución iraní. Se le ha criticado mucho por esto, ya que
cristalizó en la dictadura islámica de Jomeini. Pero el propio Foucault lo
explica bien. Él estuvo allí de reportero y vio la tremenda energía de millones
de personas que salían a la calle, jugándose la vida, contra la dictadura del
Sha. A él le sirvió para reflexionar sobre la necesidad de la sublevación sobre
lo insoportable. Tampoco se sabía que acabaría en el peor escenario. Foucault
se volvió muy anticomunista y realizó muchas acciones en defensa de los
disidentes del bloque soviético. Sus últimos años se interesó por las
corrientes autogestionarias del socialismo francés, siempre manteniendo una
distancia crítica.
Sus
relaciones con Deleuze fueron interesantes y complejas, aunque me parecen que
tienen dinámicas muy diferentes. Respecto a la palabra “moral” prefiero
más utilizar la de “ética”, justamente por la diferencia que establece Deleuze
al respecto de considerar la moral como algo normativo y la ética más un
planteamiento de vida. En cuanto a la palabra “estética”, Foucault la utiliza
para referirse a la “estética de la existencia” en el sentido de ser capaces de
elegir un estilo de vida propio. En este sentido, diría que la ética de
Foucault tiene una dimensión estética y una dimensión política. Pero, como he
dicho al principio, pienso que para él la política es el compromiso para
garantizar los derechos de los gobernados y que, entre otras cosas, cada cual
pueda elegir su camino, su estética de la existencia.
Respecto
a mi filosofía yo la llamaría también ética y en esto me ha influido Foucault,
al igual que Spinoza. Ética que, como he dicho antes, supone la construcción de
una subjetividad propia, sobre la base de lo recibido, claro, pero transformada
a partir de la propia experiencia. La palabra estética está bien, pero tiene el
peligro de confundirse con un dandismo. Debe entenderse como entender la propia
vida como una obra de arte. O quizás de artesanía, precisaría. En esto no solo
está la influencia de las escuelas helenísticas y romanas, como el epicureísmo,
el estoicismo y el cinismo, sino también de Nietzsche.
HL.- Uno de los grandes aportes hechos por Foucault ha sido la
reflexión sobre el conocimiento y su historicidad. ¿Consideras que su
pensamiento aún nos sirve para plantear el lugar del sujeto de estudio
filosófico versus los aportes que hacen las ciencias que él llamaba «humanas»
en Las palabras y las cosas?
LR.-
Aquí hay problemáticas muy complejas. Michel Foucault se escabulle de
definiciones. Incluso a veces dice que no es un filósofo. Pero lo cierto es que
plantea lo que hoy pueden considerarse las dos dimensiones fundamentales de la
filosofía. O el trabajo hermenéutico sobre los textos, lo que él llama análisis
de la verdad, o bien el ensayo, lo que Foucault llama la ontología del
presente. Para ello plantea el método arqueogenealógico. La genealogía es
diferente de la historia. La historia busca reconstruir el pasado de la manera
más imparcial. La genealogía es ir desde el presente hacia la procedencia, pero
siguiendo un hilo conductor posible, el que nos interese. La condición es que
no sea incompatible con la historia. La relación de Foucault con los
historiadores, especialmente con su amigo Paul Veyne, es muy interesante.
Foucault es muy estimulante para un científico social, me parece. Luego está su
relación con el psicoanálisis, que también es muy interesante.
Michel
Foucault me parece un pensador de una gran potencia. Para las ciencias sociales
y las propuestas emancipatorias éticas y políticas del siglo XXI. La condición
es no ser foucaultiano, es decir, no convertirse en seguidor de Foucault sino
utilizarlo críticamente, haciendo de sus textos una caja de herramientas.