Escrito por Luis Roca Jusmet
En 1979 Michel Foucault publica un artículo polémico en Le Monde bajo el nombre de "¿ Es inútil sublevarse ?". A finales de junio1979 el joven libanés Farès Sassine, recién doctorado en filosofía, le escribe una carta a Michel Foucault pidiéndole una entrevista para el semanario An Nabar al'arabî addûwalî. El filósofo francés le concede la entrevista en agosto, sabiendo que se publicaría en árabe y no en francés. El apoyo de Foucault a la revolución iraní había generado una agria polémica que seguramente no volía continuar.
El artículo se publicaría en francés por primera vez ela ño 2013 en la revista francesa Rodeo. La traducción al español la hará Soledad Nivoli en un libro de la colección Conjeturas de la editorial Catálogo Libros, publicado el año 2016. El libro tiene su origen en el IV encuentro de equipos de Teoría Política organizado por el programa de estudios de Teoría Política de la Universidad Nacional de Córdoba ( Argentina). El libro contiene no el trabajo de traducción, muy riguroso, sino además un prólogo y unas notas muy interesantes.
La entrevista me parece que es extraordinariamente interesante para entender que la posición política de Foucault respecto al caso iraní no es ni el resultado de un error ni de una extravagancia. Responde a una reflexión que es resultado de una trayectoria de investigación y compromiso y que coloca además a Foucault en un impasse que le llevará a desplazar su centros de interés hacia la espiritualidad del primer cristianismo y las escuelas alejandrino-romanas. Foucault había desarrollado el año 1978 un trabajo periodístico, que dura entre cinco y seis semanas, para el diario italiano El Corriere della Sera sobre la revolución iraní. Lo hizo en dos viajes en los que realizó un trabajo de campo con múltiples entrevistas.
En la entrevista nos explica que su interés los acontecimientos de Irán vienen de la lectura de un libro de Ernest Bloch que Foucault lee mientras estaba convaleciente por las secuelas del atropello de un automóvil. El libro, no muy conocido, es El principio esperanza y plantea la aparición de la percepción colectiva que otro mundo mejor es posible en este mundo y que hay que transformar la sociedad para que sea posible. esta percepción se inicia en la Edad Media y derivará en los movimientos revolucionarios de la Edad moderna.
Foucault quiere entender la revolución iraní desde su propia lógica y no aplicando criterios externos a ella, comos serían los liberales o los marxistas. El Islam se le presenta no como un pretexto a falta de algo mejor ( una teoría política elaborada) sino como lo que da potencia a un movimiento ampliamente popular. Era una creencia religiosa y una aspiración religiosa sincera y profunda la que inspiraba la fuerza a millones de personas que arriesgaban su vida. Era un movimiento colectivo espontáneo que expresaba una especie de voluntad general que desbordaba cualquier intento de ser capitalizada por algún grupo concreto. Esta voluntad era escatológica, no la de un régimen islámico, sino la de un mundo transformado espiritualmente. Una nueva vida comunitaria, formas nuevas de vivir en la igualdad. Un movimiento democrático orientado hacia la utopía de una sociedad sin Estado. A esto Foucault le llama espiritualidad política. Pero dejando muy claro que él no lo ve como una solución, y menos en Occidente. Lo que ve es algo nuevo, que le interesa y le despierta simpatía porque se orienta contra un régimen corrupto, explotador y autoritario . Foucault, de todas formas, señala que lo que quiere es hacer un juicio de realidad, describirlo y explicarlo. No formular una teoría política basada en el espiritualismo político.
Foucault habla de sublevación y no de revolución porque considera que este último término está vinculado a una tradición occidental. Lo que le impresiona es que elijan la muerte antes que la vida. Hay una rebelión contra el amo.
Foucault insiste en su teoría como una red dinámica, una estructura de relación. Son redes de relaciones estratégicas que cristalizan en mecanismos de sujeción, en relaciones de dominación. No es contra el poder que hay que resistir ni sublevarse sino contra estas relaciones de dominio jerárquicas y verticales.
El gobierno siempre tiende al dominio y contra esta tendencia hay que resistir. Hay que poner límites al poder. ¿ En nombre de qué ? Los derechos humanos no son universales, tienen una historia. Pero el derecho sí es universal. Lo que ocurre es que la ley positiva también limita siempre los derechos. La lucha por los derechos siempre está viva, frente a cualquier gobierno.
Otra noción interesante que introduce en el diálogo Foucault de una manera bastante sorprendente es la de "voluntad", término que parece contradictorio con el discurso del filósofo francés. La voluntad como el querer hacer a partir de deseos o de razones. Lo que hay en el pueblo iraní que se moviliza es la voluntad de un sujeto que se posiciona delante de unos hechos y lo hace hasta el punto de jugarse la vida. Voluntad es lo que fija la voluntad de un sujeto, el acto puro que determina su subjetividad. Reivindica aquí la filiación de Fichte y la de Sartre.
Foucault aclara que su pensamiento no es normativa ni debe serlo. No es el papel que atribuye al intelectual. Lo que debe hacer es mostrar las contingencias de las normas y a partir de aquí que hay otras vidas posibles. Sublevarse es revindicar no seguir las normas impuestas. Pero se trata de una sublevación analítica y específica hacia algo concreto. Como gobernados siempre hay momentos en el que hay que sublevarse contra los que nos gobiernen. Esto existirá siempre, en cualquier gobierno, en mayor o menor grado. El intelectual específico que defiende Foucault da herramientas para romper las estabilidades, lo que se muestra como inamovible.
Como siempre Michel Foucault piensa las cosas de otra manera, no se conforma con los tópicos ni las soluciones fáciles, huye siempre de las zonas de confort: es imtempestivo. En este sentido es muy nietzscheano,
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