Escrito por Luis Roca Jusmet
La pandemia nos enfrenta a uno de los tabúes de la sociedad moderna: la muerte. De pronto, sin que nadie le haya invitado, la muerte aparece a la vuelta de la esquina, como un invitado molesto. Sabíamos que moriríamos pero creíamos que nos avisarían. Solo un infarto inesperado, que pensábamos que no nos tocaría a nosotros, parecía la excepción..Pero ahora se hace absolutamente presente. Pero todo esto ocurre solo en nuestro imaginario.En lo real estamos como siempre: somos seres mortales y vulnerables expuestos siempre a la enfermedad y la muerte. Lo mejor que podemos hacer, creo, en pensar en la vida y no en la muerte.En lo que tenemos, que en algún momento perderemos, y que no podemos desperdiciar.
David Hume decía que no podemos saber nada del futuro, pero para poder vivir hacemos como si lo supiéramos. En la vida personal de cada cual aparece lo disruptivo, un acontecimiento imprevisto que nos saca de esta seguridad. Esta vez es un acontecimiento mundial, casi universal. Un mal encuentro, el de un humano y un coronavirus, que desencadena exponencialmente miles de malos encuentros.El coronavirus es un enemigo invisible que nos amenaza con este mal encuentro.Y cada humano es un peligro porque es el posible portador de este mal encuentro.La percepción del otro cambia de significado. Los otros son vistos como amenaza. Cada cual refugiado en su casa pero sabiendo que también depende de los otros: personal sanitario, de servicios esenciales, productores de lo necesario. Y también de su interacción, de su contacto. Esta es una paradoja. Sabiendo que la seguridad depende del Estado, pero también que es un aparato gigantesco que puede controlarnos totalmente.Esta es otra paradoja.
En todo caso, frente al mito neoliberal del hombre emprendedor que lo puede todo si está capacitado, se pone de manifiesto lo vulnerable y precario que es cada ser humano y que sin sociedad no podemos, no ya vivir, sino ni siquiera sobrevivir.
La metáfora de la guerra no aporta claridad sobre la situación que vivimos. Al contrario, solo aporta confusión. Los antiguos, que vivieron muchas guerras y epidemias, nunca lo confundieron.
En primer lugar la noción de "guerra" sirve para tratar los enfrentamientos armados entre humanos. Aquí no hay humanos contra humanos. No hay el " ellos" y "nosotros", los aliados y los adversarios. Estamos todos en el mismo frente. Tampoco hay el miedo cotidiano a ser víctima de la violencia que hay en una guerra.
En segundo lugar, si esto fuera una guerra el enemigo sería el virus. Entendido así la batalla está perdida de antemano. El virus ha llegado para quedarse y se quedará.
De lo que se trata es de estar preparados para esta nueva compañía. El problema es que lo estamos. Se trata, por tanto, no de una guerra, sino de poner en marcha medidas para poder enfrentarnos de la mejor manera posible a este nueva compañía.
La situación excepcional del coronvirus nos pone de manifiesto la enorme complejidad de lo que quiere decir la palabra "libertad" Si partimos del planteamiento de Hobbes podríamos decir que nos quitan libertaf en nombre de la seguridad. Pero Spinoza y Kant no estarían de acuerdo.Para Spinoza es libre el que sigui la ley cuando es racional y en este caso mantener el confinamiento es un acto de libertad. Para Kant la libertad es seguir el deber contra nuestras inclinaciones y si para nosotros el deber consiste en no salir de casa por respeto a los otros, entonces no salir es un acto de plena libertad Quizás la mejor conceptualización es la de Philip Pettit: la l8bertad como no dominación.Esto quiere decir que nuestra libertad solo puede limitarse cuando está justificado por parte del Estado y nunca si lo es de manera arbitraria. Por supuesto que el problema es entonces el límite entre justificación y arbitrareidad. Personalmente lo considero justificado en nombre de un derecho cokectivo, que es el de la salud pública. Esto quiere decir que no considero estar confinado como una limitación a mi libertad.
Finalmente comentar algunos mensajes que circulan por las redes que me disgustan..El primero es el de culpabilizarnos a todos: del consumismo, de la injusticia, del individualismo insolidario, del cambio climático, de la contaminación... Pues no.Primero porque un sistema, en este caso la economía-mundo capitalista, funciona por mecanismos y por interacciones que van más allá de las voluntades o intenciones individuales.Segundo porque si hablamos de responsabilidades personales estas son miy desiguales y están en proporción directa al poder que se tiene. El segundo es el de pensar que nos volveremos todos más conscientes, más responsables y más comunitarios. Lo dudo.Pero aunque así fuera el problema es más político que moral.Y la política son juegos de poder.
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