Luis Roca Jusmet
Cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y
Ciencias de la Educación, el curso 1981-2 tuve a un profesor muy brillante que
me resultó muy estimulante. Era Miguel Morey y su asignatura era “Teorías del
sujeto en el post-estructuralismo”. Su clase era un diálogo con Gilles Deleuze,
que me parecía sugerente pero al que no acababa de coger el hilo, y con Michel
Foucault, al que empecé a leer de manera sistemática. Sobre todo estuve
trabajando a fondo el primer volumen (“La voluntad de saber”) de su Historia de
la sexualidad, que acababa de publicarse traducido al español.Me pareció un
ensayo muy renovador y original ( en el buen sentido de la palabra). Leí
también “La historia de la locura en la época clásica” y “El nacimiento de la
locura”. Eran unos temas que siempre me habían interesado y el punto de vista
de Foucault abría un horizonte crítico muy fecundo. Aunque me pareció que
utilizaba una escritura demasiado barroca. Pero me pareció muy riguroso por su
parte el que evitara que sus trabajos se pusieran al servicio de modas como “la
antipsiquiatría” o “la antimedicina”. Foucault no quería dar respuestas, ni
mucho menos recetas ideológicas. Quería dar la palabra a los enfermos y a los
locos y cuestionar el poder institucional de médicos y psiquiatras. También me
impresionó la lectura de “Vigilar y castigar” y su compromiso de dar la palabra
a los presos comunes. Recordaba como cuatro años antes los presos comunes de la
Modelo de Barcelona, coordinados en la C.O.P.E.L. ( Presos en lucha) con el
resto de España, habían iniciado un motín que dió mucho que hablar. Su método
genealógico, entendido cómo un buscar desde el presente unos precedentes en el
pasado que nos permita entenderlo mejor. No contra la historia, que intenta
reconstruir el pasado, pero tampoco como ella. Aceptando que buscamos un hilo
conductor en una línea determinada. Menos me interesaba su teorización sobre la
arqueología del saber ( y “Las palabras y las cosas”). Lo cierto es que
Foucault me había dejado una marca en mi manera de pensar. Pasaron unos veinte
años hasta que mis lecturas de Pierre Hadot me llevaron de nuevo, de manera
inesperada, a Michel Foucault. Mi descubrimiento de Hadot tenía que ver con su
visión de la filosofía como forma de vida y como ejercicio espiritual de
transformación de sí. Es decir a la filosofía como cuidado de uno mismo y de
los otros, y también a la recuperación del estoicismo. ¿ Qué tenía esto que ver
con Foucault? Parecía que nada, ya que las trayectorias biofilosóficas de Hadot
y de Foucault, aunque fueran de la misma generación, no tenían absolutamente
nada que ver. Pero Foucault era un espíritu libre, no estaba subordinado a su
imagen ni a las demandas de sus seguidores. De esta manera había dado un giro
muy importante a sus planteamientos, por mucho que hubiera, cómo insiste en
decir, un hilo conductor en sus investigaciones. Hilo conductor que, según dice
el propio Foucault, que no tiene que ver con el poder sino con la relación
entre sujeto y verdad. Hay que leer las últimas entrevistas para ver esta coherencia
La cuestión es que en junio de 1984 Foucault había muerto de SIDA. Poco antes
de morir había publicado el segundo y el tercer volumen de su Historia de la
sexualidad: “El uso de los placeres” y “La inquietud de sí”. Eran libros que yo
no había leído. Es en estos textos donde se comprueba el encuentro con Pierre
Hadot. Pero lo realmente importante para mí fue la publicación póstuma de las
transcripciones de los cursos que dió Michel Foucault en el Collège de France
entre 1970-1 a 1983-4, el mismo año de su inesperada muerte a los 57 años.
Estos cursos son un ejemplo de libertad y a la vez rigor en la investigación.
Dos de ellos me parecen imprescindibles. Uno es el que dió enel curso 1977-8,
“Seguridad, territorio, población” y otro el curso 1981-2, “La hermenéutica del
sujeto”. El primero es clave para entender la lógica del Estado moderno en las
sociedades liberales, que pasan de la lógica del poder disciplinario ( este que
tanto había estudiado en sus estudios de microfísica del poder) al poder de la sociedad
del control. “La hermenéutica del sujeto” ha sido para mí un libro totalmente
inspirador en mis investigaciones sobre lo que significa hoy construirse como
sujeto ético. Y muy importantes también las críticas de Pierre Hadot a la
manera como Michel Foucault quiere recuperar las propuestas éticas de las
escuelas alejandrinas y romanas. Desgraciadamente la muerte de Foucault no le
permitió conversar con Hadot sobre sus apreciaciones, por otra parte muy
respetuosas. A raíz de ello escribí mi libro “Ejercicios espirituales para
materialistas. El diálogo (im) posible entre Pierre Hadot” y Michel Foucault”.
Finalmente publiqué el año pasado “Manifiesto para una vida verdadera” con una
buena dosis de mis lecturas de Foucault. Todo mi agradecimiento hacia él: me ha
permitido abrir los horizontes de mi pensar. Todo esto supone que para mí
Michel Foucault fue realmente una caja de herramientas, como él pretendió ser.
Y lo fue para otros muchos. El mejor ejemplo, que yo conozca, son las
investigaciones del sociólogo inglés Nikolas Rose. O mucho más cercano, el
filósofo español Francisco Vàzquez García. Lo que nos aporta Foucault es un
trabajo en curso, en el que cada cual coge lo que le interesa. Los peores
obstáculos para apreciar este rico legado de Foucault me parece que son
bastantes. Diré cuatro. En primer lugar el convertirlo en un objeto académico
que lo desmenuza hasta hacer de él un cadáver. En segundo, hacer de él un
ideólogo del LGTB. Foucault siempre problematizó las identidades, sean binarias
o trans. También los antifoucaultianos se han alimentado de los tópicos y
malentendidos y la mayoría ni siquieran han hecho una lectura seria de sus
textos. Dejo de lado la sordidez de las acusaciones de los que quieren ganar
prestigio a cambio de acusaciones de las que no puede defenderse. Finalmente el
mal que le hacen los “foucaultianos” que quiere construir una escolástica en
torno a su obra. Celebremos con alegría no la muerte de Foucault sino la
herencia que nos ha dejado que, como todas, hay que saber administrar y
transformar en algo diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario