Luis
Roca Jusmet
Las
identidades culturales en la modernidad son ilusorias. No vivimos en comunidades
cohesionadas por tradiciones. Vivimos en sociedades abiertas y en la que todo
lo cultural se mezcla. La identidad política debe basarse en un patriotismo
constitucional, es decir en la lealtad con una Constitución que esté en la base
de un Estado democrático y social de Derecho. Tenemos todos
identidades
culturales plurales y reivindicar una identidad cultural única es la base para
la negación de la disidencia interna en el grupo, del sectarismo hacia
los
otros y, en el límite, de un fundamentalismo que acaba justificando la violencia.
Son las dinámicas tribales.
Pero
parece que se mantiene como algo deseable y correcto propuestas políticas que
se basan en esta ficción. Una es vieja, la del multiculturalismo, y otra más
nueva, la del Estado plurinacional. El multiculturalismo parte de estas identidades
culturales supuestamente homogéneas y pide respeto y buena convivencia entre
ellas. No se da cuenta de que justamente esa potenciando
Un “nosotros
y ellos” ; que tiene los peligros que antes he mencionado. Si algo tiene de
bueno la modernidad es esta idea de ciudadano sin atributos al que el Estado le
facilita vivir según unos derechos y le exige cumplir unas
obligaciones.
Como sujeto individual que forma parte de una sociedad, no como miembro de una
comunidad. Este es el punto de partida. A partir de aquí puede formar parte de
muchas comunidades, las que elija. Pero en un contexto intercultural.
Comunidades abiertas, no cerradas. Mezclarse siempre ha dado mejores resultados
que encerrarse en un grupo. Las tradiciones, como tales, no son buenas ni
malas. Pero no pueden imponerse. A esta en propuesta la llamará “nterculturalismo”, no “multiculturalismo”.
Hablemos del Estado plurinacional y lo haré desde mi experiencia española. La
noción me parece, ya de entrada, contradictoria. Porque si defendemos el
Estado
de derecho y una sociedad basado en lo civil, es decir en la que el sujeto de
derechos y deberes es el ciudadano, entonces la única identidad de un Estado es
política. La noción habermasiana de “patriotismo constitucional” es bastante
útil. Uno es patriota en la medida en que se identifica con un país cuya
constitución defiende la libertad y la seguridad de todos. En España los
nacionalismos
periféricos se han ido imponiendo en las comunidades autónomas estipuladas en
la Constitución. Rompiendo la lealtad a la nación cívica. Potenciando una fobia
a la lengua española y eliminando el pluralismo
lingüístico
interno. Reclamando un supuesto “derecho a decidir” que solo es aplicable a las
colonias y no a las zonas ricas de un país. Hablando de Cataluña o de Euskadi
como naciones y de España como un Estado opresor (
incluso
pretendiendo sustituir de forma ridícula la palabra “España” como “Estado espanyol”.
Lo que hay detrás es un nacionalismo étnico en la que implícitamente se
considera pueblo a los que se identifican con unas
determinadas
prácticas y creencias. El Estado plurinacional es una vertiente más del
nacionalismo, en la que este se define por características culturales.
Llegamos
así a la democracia “iliberal” de tipo nacionalista que defienden Trump,
Bolsonaro y en Europa todo el nacionalismo populista de extrema
derecha.
La izquierda no puede entrar en estos
discursos. Debe defender un Estado que sea realmente de derecho, incluyendo los
derechos económicos para unas
condiciones
de vida digna dignas para cualquier ciudadano. Y un ciudadano es un sujeto de
derechos y deberes sin atributos. Es un sujeto vacío porque puede
serlo
cualquiera. El multiculturalismo y el plurinacionalismo
se basan en una idea de identidad que se basa siempre en elementos culturales y
que es, por
tanto,
excluyente. Habla de comunidades y con ello potencia lo particular (grupo)
frente a lo singular ( individuo) y lo universal ( lo común). Si hay algo
bueno
en la modernidad es justamente esta posibilidad del sujeto de seguir un
camino
que vamos trazando y no está estipulado, con los otros y desde el derecho común
de todos.
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