Escrito por Luis Roca Jusmet, filósofo
“Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un
soberano poderoso, un sabio desconocido- llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita,
es tu cuerpo.”
Friedrich Nietzsche
Lo que se pierde con lo virtual es el cuerpo, queda la imagen, pero no hay cuerpo.
Perdiendo el cuerpo perdemos la vida en su sentido fuerte. Vivir es experimentar
desde el cuerpo, gozar y sufrir desde el cuerpo. El cuerpo sintiente, pensante y
hablante. Perdemos la experiencia y esta queda reducida a una versión plana,
superficial y también ilusoria.
Pero en lo virtual queda la imagen, la que nos hace sentir, pensar y hablar.
Pero , no nos engañemos : es un simulacro. El cibersexo es un buen ejemplo.
Si alguien se masturba contemplando una escena erótica puede experimentar
una eyaculación y un orgasmo. Tiene una interacción manual con su cuerpo,
cierto. La imagen que contempla también es real, incluso desde el punto de
vista físico, pero todos sabemos que es un simulacro de relación sexual porque
no hay una relación entre cuerpos. Si uno habla con una persona querida por
Skype sabe perfectamente que este contacto es un sucedáneo de lo que sería
un encuentro entre cuerpos. Una clase virtual no permite la interacción entre
profesor/alumno, que está en la base de la buena comunicación entre ellos, por
mucho que a veces parece que se niegue.
Francisco J.Varela, Evan Thompson y Eleanor Rosch escribieron hace unos
años un libro muy interesante, cuyo título inglés “The Embodied Min, que
fue traducido con el equívoco título de “De cuerpo presente”. Equívoco
porque esta expresión se utiliza par el difunto, pero que hoy recupera su valor.
Porque lo presencial, que oponemos hoy a lo virtual, es la presencia corporal. E
ensayo defiende la eneacción, entendida como cognición corporizada. La idea
es que la percepción está guiada por los modelos sensorio-motores del cuerpo.
Es el cuerpo en acción el que percibe. La psicología genética de Jean Piaget
sería una prueba empírica de este enunciado, a través de la observación de l
proceso cognitivo desde la infancia. Conocer es el acoplamiento corporal que
hace emerger un mundo a través de una red que consiste en múltiples niveles
de subredes sensorio-motores conectadas entre sí. La cognición funciona en la
medida en que transformamos el entorno, ya que es nuestro cuerpo el que nos
el criterio de lo real. Entender la percepción como la captación, por parte de un
sujeto, de un determinado objeto, el que se muestra a través de la imagen, es
un error de planteamiento. Un elemento interesante es que Valera intenta
vincular esta concepción de la cognición corporizada con la vía media del
budismo. Quién esté familiarizado con el budismo zen, sobre todo la escuela
Soto de Dôgen, saben que la experiencia básica que proponen, que es el
zazen, es una meditación sentado donde la postura corporal y la respiración
son fundamentales.
El mismo Martín Heidegger puso de manifiesto lo ilusorio de este
planteamiento . El Dasein es el ente que puede preguntarse por el Ser, pero lo
hace desde la comprensión del mundo circundante en el que opera.
Es desde nuestro cuerpo que interactúa que nos hacemos las preguntas
del mundo del que formamos parte. Por su parte Nietzsche dice :“Dios ha muerto”
que quiere decir que los Valores, el ideal que había determinado la civilización
europea está en declive final. Civilización europea que surge de los valores
negativos del cristianismo, que combina el platonismo con el judaísmo para
darnos una concepción negativa de la vida. Esto se plasma en la negación de
este mundo, en función de otro que vendrá; y la negación del cuerpo en función
del alma. Subordinarse, en definitiva, a ficciones que justifican el poder del
sacerdote, que con sus valores niegan la vida y el cuerpo, las dimensiones
reales de nuestra experiencia en el mundo. Pero esta crisis, la provocada por
“La Muerte de Dios”, no da lugar a una afirmación de la vida y del cuerpo, como
podría pensarse. Porque después de siglos en que nos hemos acostumbrado a
pensar que el sentido de la vida está en lo que la trasciende, al caer la Idea de
Dios y (los Valores absolutos a él ligados), entonces la vida se nos aparece
como absurda, como sin sentido. Pasamos entonces de la voluntad de
negación a la negación de la voluntad. No es un juego de palabras. Quiere
decir que la voluntad del cristianismo era una voluntad contra la vida y que lo
que viene ahora, el nihilismo, es la negación de la voluntad, es decir de la
propia vida. Nietzsche planteará entonces que la única alternativa es la
transformación del nihilismo pasivo en uno activo, en que sea un tránsito para
crear valores afirmativos de la vida. Hemos de ser capaces de una apuesta
radical por la vida desde la inmanencia, hacer que la se justifique desde sí
misma, la propia experiencia, que pasa por el cuerpo gozante y sintiente. Cierto
que somos entes que piensan y que hablan, pero lo somos desde nuestros
cuerpos. Solamente desde la reivindicación del cuerpo podemos afirmar la vida
con plenitud. Si el cristianismo niega el cuerpo defendiendo una entidad
imaginaria que es el alma. ¿Cómo lo niega el nihilismo? Pues afirmando que la
vida no tiene sentido y, por tanto, no tiene valor. Nietzsche nos avisa del peligro
de la consolidación del nihilismo, de que el ser humano acabe acomodándose
a esta posición. Pasaríamos entonces de un nihilismo trágico al reino de la
insignificancia.
Hay que ver entonces como niega el cuerpo hoy este “último hombre” que
expresaría este nihilismo banal que Nietzsche intuía como el peor escenario
futuro. Estamos ahora en este futuro que anunciaba con pesar Nietzsche.
¿Cómo es este “último hombre” del siglo XXI? Vayamos al libro paradigmático
del filósofo alemán, “Así habló Zaratustra”. En el prólogo nos lo define en varias
características. “Nosotros hemos inventado la felicidad” dicen. “Un poco de
veneno de vez en cuando”, esto proporciona sueños agradables”.
¿De qué nos habla? Anticipaba así nuestra vida llena de antidepresivos y
ansiolíticos, que son por cierto el gran negocio de los mercados farmacéuticos.
Para anestesiarnos así el cuerpo pensante y sintiente. Se trata, entonces,de
vivir a mínimos, sin gozar ni sufrir demasiado. La vida no tiene sentido, pero
eliminemos el dolor (y con él la alegría y el placer en sentido fuerte). En otro
capítulo nos vuelve a hablar del último hombre: “De la virtud
empequeñecedora”. “Todo se ha vuelto más pequeño” dice Zaratustra
contemplando a este “último hombre por venir”.
Me quiero referir ahora a cómo este “último hombre” se ha convertido también,
por una vía diferente del cristianismo, en lo que Nietzsche llama, en otro
capítulo de su Zaratustra, “un despreciador del cuerpo”. La descorporización
del “último hombre” en los tiempos actuales. tuvo una primera fase que
consistía en anestesiar el cuerpo o en domesticarlo, utilizando desde los
sedantes hasta el culturismo. La segunda fase, que es la que nos encontramos,
pasa por el dominio de los dispositivos electrónicos y a través de ellos en
experimentar el mundo a través de las pantallas. Encerrarse con una pantalla
para gozar con los video juegos, sustituir la sexualidad como encuentro de
cuerpos por el cibersexo… Pero con la pandemia estamos dando un salto
cualitativo porque el cuerpo aparece directamente como peligroso y se van
potenciando a nivel laboral y educativo El teletrabajo y las clases virtuales
parece que han aprovechado la coyuntura para quedarse. En el campo
educativo me parece terrible. Ya lo fue la moda de los power points, que
sustituían muchas veces la clase auténticamente presencial por una mucho
más mortecina. Pero ahora se está perdiendo lo que el alma de la educación,
que es esta comunicación entre un cuerpo que habla y transmite y un cuerpo
que escucha. Algo vivo. Este hombre descorporizado va a ser la nueva
formulación de este nihilismo tecnológico y banal en el que vivimos. En lo
virtual el cuerpo queda reducido a su sombra. Cierto que también pasa cuando
leemos, escuchamos música o vemos una película. Pero estas experiencias las
recibe el cuerpo en un momento concreto y se enriquece para continuar con
sus encuentros, que siempre lo son del cuerpo. De lo que hablamos ahora es
de algo muy diferente: la transformación del sujeto corporal en un sujeto vitual.
Por aquí vamos, si no hacemos algo para evitarlo. Un proyecto ético
emancipador tiene que pasar hoy por la reivindicación del cuerpo.
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