Escrito por Luis Roca Jusmet
Nuestra vida es una interacción con los otros. Interacciones que están reguladas por unas normas más o menos explícitas, más o menos rígidas. La sociología del interaccionismo simbólico lo ha estudiado a fondo.
Dentro de estas repeticiones a veces sucede un acontecimiento. El acontecimiento es cuando se transforman estas interacciones o se produce una pérdida, o un desencuentro y cortamos una de estas interacciones.
Un encuentro es cuando aparece alguien que genera un efecto en nosotros.El encuentro, previsto o imprevisto, siempre cambia algo de nuestra vida. Para bien, para mal o de forma ambivalente.
La pandemia cambia, por una parte, la percepción del otro porque evitamos cualquier encuentro.O pasamos por el lado del otro sin interactuar o esta interacción nos provoca un mal encuentro, ya que el otro nos contagia el coronavirus. No solo es el confinamiento el que crea la distancia social, que se mantendrá mientras veamos al otro, en nuestro imaginario. Nos volvemos totalmente conservadores, en el mejor de los casos, con nuestras relaciones. En el peor, ni tan siquiera conservadores.
Por otra parte la percepción de las personas con las que tenemos vínculos se vuelve más angustiosa, en el sentido del peligro de una pérdida de trabajo, de una enfermedad o de una muerte.
Finalmente la distancia física con el otro es posible que se consolide y que, durante mucho tiempo, cualquier contacto con el cuerpo del otro se vea como un riesgo.
Veremos lo que dura y los efectos que tendrá en las interacciones sociales. En todo caso, esperemos que no produzca un incremento importante de lo que Spinoza llamaba las pasiones tristes.
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