Escrito por Luis Roca Jusmet
Es interesante como la psicología moderna ha eliminado lo que era la base de la psicología antigua, que era la teoría de las pasiones. Cuando digo la psicología moderna me refiero a la que es hegemónica, que es la cognitivo-conductista. Se habla de emociones en general, pero es una realidad que queda eclipsada por lo que es la conducta, por un lado, y los procesos cognitivos, por otro. La psiquiatría, por su parte, a través de su DSM cada vez va reduciendo los trastornos a un conjunto de síntomas básicamente mentales o conductuales de supuesta raíz genética. El psicoanálisis también ha creado un vocabulario muy rico y novedoso, pero que también excluye la teoría de las pasiones. Únicamente el eneagrama, que podemos incluir dentro de la psicología humanista, lo ha recuperado, aunque dentro de un sistema global más que discutible.
La teoría de las pasiones ha sido, por otra parte, una de las claves de la ética y de la psicología antiguas, tal como se comprueba en Aristóteles y en el estoicismo. Pasión viene de pathos, de donde viene también pasividad y patología. Pasividad porque las pasiones nos dominan, somos sus esclavos porque son emociones que nos atrapan, lo cual les da también su carácter patológico. En la filosofía medieval Tomás de Aquino recupera esta teoría para su reciclaje de lo antiguo desde la moral católica desde la escolástica. Pero ya antes, desde el cristianismo primitivo, se habían transformado en los pecados capitales; lo cual sería una prueba de lo que afirmó Michel Foucault, de que las bases de la moral cristiana hay que buscarlas en las escuelas filosóficas alejandrino-romanas y no en el judaísmo. En el siglo V Juan Casiano las define : gula, lujuria, avaricia y vanidad que tendrían que ver con el deseo de posesión ( comida-bebida, sexo, bienes y gloria) o con el deseo destructivo ( ira, envida), que engloba junto a la pereza como producidos por la frustración, la carencia. Hay que entender la pereza como acidia, que quiere decir indolencia, dejadez, tristeza... En el siglo VI Gregorio Magno los popularizará con estos nombres : Ira, envidia, vanidad, envidia, gula, lujuria y pereza. El mismo Dante, en su extraordinaria "Divina comedia" recogerá esta formulación para describir el purgatorio.
Será en el siglo S.XVII cuando encontraremos la teoría más rica y profunda de las pasiones en la Ética de Spinoza ( aunque algo antes, Descartes había escrito su Tratado de las pasiones). Spinoza describe un repertorio preciso de todas las pasiones humanas con un rigor y una precisión como nunca se había hecho y recoge el sentido de la pasión como el origen de nuestras servidumbres. Ser libre es distanciarnos de nuestros afectos y evitar así que se conviertan en pasiones. Pero todas las pasiones derivan de la alegría, la tristeza y el amor ( dirigido a lo que consideramos causa de nuestra alegría) y el odio ( dirigido a lo que consideramos causa de nuestra tristeza).
¿ De que nos puede servir hoy la teoría de las pasiones ? Pues de mucho, porque nos permite entender lo que hay de patológico en el psiquismo humano sin tener que recurrir a la idea de trastorno ( es decir, a su medicalización mecánica). Y a entender también el trabajo contra lo patológico como un trabajo interior ( con ayuda o sin) que no se somete ni a la farmacología ni al nuevo poder pastoral del psicólogo. Yo propongo una división operativa :
1. Las pasiones de la líbido : la lujuria como deseo compulsivo de sexo, que hoy se vive a través de la pornografía en todas sus formas).
2. Las pasiones del consumismo : el deseo compulsivo de consumir ( comer ).
Es decir, las adicciones en todas sus formas.
3. Las pasiones narcisistas : por exceso, el amor inmoderado a la propia imagen ( vanidad, soberbia, arrogancia ) o por defecto ( la falta de autoestima, la envidia).
4. Las pasiones del tener : codicia, avaricia.
5. Las pasiones agresivas : ira, violencia.
Queda la depresión, que es el nombre que podemos dar hoy a la acidia. Pero no la depresión estrictamente clínica sino la indolencia depresiva. lo que caracteriza lo que Nietzsche llamaba el último hombre, el nihilista pasivo.
Como podemos ver esta teoría de las pasiones nos permite incluso contextualizar como se producen hoy en el marco socioeconómico que vivimos : el sistema capitalista.
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