Escrito por Luis Roca Jusmet
A finales de mayo y principios de
junio, Richard Sennett y Michel Foucault realizaron juntos un seminario
en New York. Los dos eran pensadores muy potentes de lo que
Foucault llamaría la "ontología del presente". Pensar, en definitiva, en que mundo estamos.
Sennett era, en términos convencionales, un sociólogo, y Foucault un filósofo. Pero los dos tenían una libertad de espíritu que les impedía encuadrarse en una disciplina convencional. Sennet era algo más joven que Foucault, el primero nació en 1943 y el segundo en 1926. Eran amigos desde los años 60 y ambos valoraron la experiencia común del seminario como muy interesante. Sennett compartió con Foucault los borradores de uno de sus grandes textos "Carne y piedra".
Sennett era, en términos convencionales, un sociólogo, y Foucault un filósofo. Pero los dos tenían una libertad de espíritu que les impedía encuadrarse en una disciplina convencional. Sennet era algo más joven que Foucault, el primero nació en 1943 y el segundo en 1926. Eran amigos desde los años 60 y ambos valoraron la experiencia común del seminario como muy interesante. Sennett compartió con Foucault los borradores de uno de sus grandes textos "Carne y piedra".
No he leído el seminario pero si el
prólogo que ambos publicaron, de cuya traducción al castellano se
hizo cargo un "Viejo Topo" de por aquellos años 80. He vuelto a leerlo en una vieja fotocopia amarillenta
que todavía conservo. Y me ha parecido muy sugerente.Se trata de establecer una conexión entre soledad y sexualidad en el mundo occidental.
Foucault problematiza la sexualidad en
los inicios del cristianismo y Sennett la soledad en los siglos XVIII
y XIX. Dos temas diferentes y dos épocas diferentes, pero que pueden cruzarse, ya que ambos
tienen que ver con la manera como Occidente ha configurado la
subjetividad.
En el momento del seminario Foucault está en un momento de cambio. De todas maneras el mismo Foucault dice que mantiene el hilo conductor de sus trabajos,que es la relación entre subjetividad y verdad. Pero lo que le interesa ahora no son las maneras como se constituyen los campos del saber o las redes del poder, sino como se construye la subjetividad.
No solo la subjetividad como sujeción, sino como construcción de una identidad. Arnold I. Davidson, uno de los mejores estudiosos de Foucault, ya plantea en sus trabajos sobre la sexualidad en Foucault, que éste cuestiona que la sexualidad tuviera que entenderse en términos de identidad. Esto fue lo que inventó el cristianismo en la antigüedad y continuó el psicoanálisis en la modernidad. Sennett está de acuerdo con Foucault en que, en la sociedad occidental, la sexualidad se ha convertido en algo demasiado importante y que a la que se le ha asignado una función que no le corresponde, que es el autoconocimiento, la conciencia de sí. Para conocerse se supone que hay que descifrar lo oculto de uno mismo y aquí siempre topamos con el deseo y detrás de él siempre está en la sexualidad.
La palabra deseo es clave en el psicoanálisis. Pero si Foucault, como dice Davidson, valora del psioanállisis su descubrimiento del inconsciente, no ocurre lo mismo con su manera de magnificar la sexualidad. A Foucault, al contrario que su amigo ( o ex-amigo) Deleuze, no le gusta la palabra deseo. Le gusta la palabra placer, que por su parte disgusta a Deleuze. En Oriente, dice Foucault, la sexualidad es el arte de producir o conseguir placer. Ni más ni menos. No tiene que ver ni con la subjetividad ni con la identidad. En Occidente, en cambio, es como una ciencia para el autoconocimiento. Tanto a Foucault como a Sennett les disgusta la sociedad íntima. Los dos se han desmarcado radicalmente de esta orientación moderna y después postmoderna de una sociedad orientada hacia lo íntimo y hacia lo privado. Para Sennett el proceso conduce a un narcisismo destructivo que se explica por el paso en los siglos XVIII y XIX de lo público a lo privado. Y se refuerza, como ha señalado más tarde, en la cultura del nuevo capitalismo. Se pierden los lazos orgánicos de la comunidad, la familia y el trabajo. Todo esto es analizado de manera impecable por Sennett en uno de sus grandes libros ( ya publicados cuando realiza el seminario) que se titula El declive del hombre público.
En el momento del seminario Foucault está en un momento de cambio. De todas maneras el mismo Foucault dice que mantiene el hilo conductor de sus trabajos,que es la relación entre subjetividad y verdad. Pero lo que le interesa ahora no son las maneras como se constituyen los campos del saber o las redes del poder, sino como se construye la subjetividad.
No solo la subjetividad como sujeción, sino como construcción de una identidad. Arnold I. Davidson, uno de los mejores estudiosos de Foucault, ya plantea en sus trabajos sobre la sexualidad en Foucault, que éste cuestiona que la sexualidad tuviera que entenderse en términos de identidad. Esto fue lo que inventó el cristianismo en la antigüedad y continuó el psicoanálisis en la modernidad. Sennett está de acuerdo con Foucault en que, en la sociedad occidental, la sexualidad se ha convertido en algo demasiado importante y que a la que se le ha asignado una función que no le corresponde, que es el autoconocimiento, la conciencia de sí. Para conocerse se supone que hay que descifrar lo oculto de uno mismo y aquí siempre topamos con el deseo y detrás de él siempre está en la sexualidad.
La palabra deseo es clave en el psicoanálisis. Pero si Foucault, como dice Davidson, valora del psioanállisis su descubrimiento del inconsciente, no ocurre lo mismo con su manera de magnificar la sexualidad. A Foucault, al contrario que su amigo ( o ex-amigo) Deleuze, no le gusta la palabra deseo. Le gusta la palabra placer, que por su parte disgusta a Deleuze. En Oriente, dice Foucault, la sexualidad es el arte de producir o conseguir placer. Ni más ni menos. No tiene que ver ni con la subjetividad ni con la identidad. En Occidente, en cambio, es como una ciencia para el autoconocimiento. Tanto a Foucault como a Sennett les disgusta la sociedad íntima. Los dos se han desmarcado radicalmente de esta orientación moderna y después postmoderna de una sociedad orientada hacia lo íntimo y hacia lo privado. Para Sennett el proceso conduce a un narcisismo destructivo que se explica por el paso en los siglos XVIII y XIX de lo público a lo privado. Y se refuerza, como ha señalado más tarde, en la cultura del nuevo capitalismo. Se pierden los lazos orgánicos de la comunidad, la familia y el trabajo. Todo esto es analizado de manera impecable por Sennett en uno de sus grandes libros ( ya publicados cuando realiza el seminario) que se titula El declive del hombre público.
Para Sennet la
soledad del hombre moderno puede conducir al aislamiento, pero
también puede ser una oportunidad para elegir el tipo de relaciones
sociales que le resulten satisfactorias. Lo que ocurre que la
sexualidad como garantía psicológica de la verdad desorienta más
que centra. Parece que hay que saber la verdad del deseo para saber
quien eres delante del otro.
Foucault comienza
a reivindicar en este texto lo que serán las tecnologías del yo.
Frente a las tecnologías de producción, de significación o de
dominación de las que habla Habermas también hay unas tecnologías
del yo para transformarse a uno mismo. Pero estas tecnologías del
yo, en las cuales el sujeto se trabaja a sí mismo como un objeto
adquieren con el cristianismo un sentido especial. Es la búsqueda
interminable del yo, de su verdad. La confesión es la expresión de
la intimidad. Pero hay en el cristianismo una conexión entre el yo,
la sexualidad y la verdad. Para Foucault lo genuino del cristianismo
con respecto a la sexualidad no es la contención. Las escuelas
filosóficas del helenismo también lo proponía como una manera de
conseguir la libertad interna. Las pasiones nos
esclavizan y hay que dominarlas, reducirlas. El sexo forma parte de ellas.Lo especifico del
cristianismo es la relación entre sexualidad,yo y verdad. Uno debe
conocerse y hacerlo significa saber de nuestro deseo, que nos define.
Lo que hay que controlar no es nuestra conducta sexual, lo que
hacemos con el otro. Es la relación con nosotros mismos, con nuestro
deseo. El problema no es la penetración, el problema es la
erección. Hemos de controlarnos y vigilarnos al nivel del deseo
porque en él está el pecado. Aquí empieza la preocupación
obsesiva por la masturbación. Por aquí continúa su análisis
Sennet, en la obra del físico suizo Tissot, escrita en el siglo
XVIII, sobre la masturbación.
La conclusión de
Foucault y Sennett es que el deseo como elemento central de nuestra
identidad es una herencia cristiana. De la que todavía no hemos
salido. Como tampoco de esta orientación hacia lo íntimo, hacia un
supuesto yo secreto que hay que descifrar.
Sennet filosóficamente
se define como un pragmatista y quizás Foucault no sea tan lejano
a esta corriente filosófica. Los dos fueron ( Sennet aún lo es)
inconformistas en lo social y en lo político. Pero no solo con las
estructuras, ideologías o instituciones conservadoras. También con
la izquierda ortodoxa. Se hacían constantemente preguntas,
problematizaba, investigaban, pensaban. ¿ como no iban a entenderse
? Políticamente podemos situarlos a los dos en el intento de renovar el discurso de la izquierda. Foucault derivó hacia un liberalismo republicano. Defendió la elección de la propia vida y la voz de los oprimidos a los que se les impedía vivir como querían. Foucault defendió el reconocimiento de los derechos individuales y el coraje de decir la verdad. Sennet se radicalizó en contra del individualismo narcisista y reivindicó cada vez más valores comunitarios, como la familia o el trabajo, la lealtad, el compromiso.
Quizás al final Foucault tuvo una cierta deriva neoliberal y la de Sennet sea neocomunitarista. Pero no quisieron nunca ofrecer soluciones. Solo ser coherentes, entender la realidad que vivían y comprometerse con ella. Tampoco fueron por ello almas bellas que se dedican a critica el sistema del que viven sin mancharse las manos. Los dos nos proporcionaron una excelente caja de herramientas para analizar la sociedad en que vivimos y pensar en mejorarla. El cuidado de sí y el cuidado del otro, en definitiva.
Pero quiero acabar con una referencia que, aunque puntual y quizás anecdótica, a mí me resulta interesante. Justamente en los libros que a mí me han gustado más de Michel Foucault y Richard Sennett ( La hermenéutica del sujeto y El artesano respectivamente) hay una referencia común al budismo zen a través de la práctica del tiro al arco ( kyudo). los dos buscan en este arte una manera ejemplar de entender el trabajo como algo que no hay que forzar, como algo que debe surgir sin buscarlo, de la repetición consciente y paciente, de no buscar un resultado. Al final, es en el soltarnos en una práctica, en el dejarnos ir con ella como conseguimos lo que queremos. Nunca es el resultado, siempre es el proceso.
Trabajo que es. para Foucault, trabajo para uno mismo. Pero el primer capítulo de Sennett se titula "El hombre como creador de sí mismo" ( ¿ homenaje oculto a Foucault al que no cita en ningún momento ?).
Quizás al final Foucault tuvo una cierta deriva neoliberal y la de Sennet sea neocomunitarista. Pero no quisieron nunca ofrecer soluciones. Solo ser coherentes, entender la realidad que vivían y comprometerse con ella. Tampoco fueron por ello almas bellas que se dedican a critica el sistema del que viven sin mancharse las manos. Los dos nos proporcionaron una excelente caja de herramientas para analizar la sociedad en que vivimos y pensar en mejorarla. El cuidado de sí y el cuidado del otro, en definitiva.
Pero quiero acabar con una referencia que, aunque puntual y quizás anecdótica, a mí me resulta interesante. Justamente en los libros que a mí me han gustado más de Michel Foucault y Richard Sennett ( La hermenéutica del sujeto y El artesano respectivamente) hay una referencia común al budismo zen a través de la práctica del tiro al arco ( kyudo). los dos buscan en este arte una manera ejemplar de entender el trabajo como algo que no hay que forzar, como algo que debe surgir sin buscarlo, de la repetición consciente y paciente, de no buscar un resultado. Al final, es en el soltarnos en una práctica, en el dejarnos ir con ella como conseguimos lo que queremos. Nunca es el resultado, siempre es el proceso.
Trabajo que es. para Foucault, trabajo para uno mismo. Pero el primer capítulo de Sennett se titula "El hombre como creador de sí mismo" ( ¿ homenaje oculto a Foucault al que no cita en ningún momento ?).
No hay comentarios:
Publicar un comentario