Escrito por Luis Roca Jusmet
Entiendo por egoísmo el preocuparse y ocuparse de uno mismo y por altruismo el preocuparse y ocuparse del otro. Hay dos maneras sin salida de plantear la cuestión.
La primera es considerar que el dilema no existe porque en todo lo que hacemos nos mueve el egoísmo. Desde esta argumentación tan egoísta es el que maltrata al otro como el que le ayuda porque son dos maneras diferentes de buscar y encontrar satisfacción. Esta argumentación no lleva a nada porque da al concepto de egoísmo un sentido demasiado amplio. Es lo que plantean los curiosamente llamados moralistas franceses del siglo XVII. Si a nivel general esta afirmación es cierta, también lo es que para avanzar en la cuestión debemos matizar más. Matizar más quiere decir plantear el dilema justamente en los términos de la manera como encuentra cada cual la satisfacción, si es centrado en lo que le proporciona placer y dolor o si es capaz de abrirse al otro, a su placer y a su dolor. En este sentido podríamos decir que el altruismo nos abre al otro.
La segunda es plantear una elección entre egoísmo y altruismo. Las religiones, que niegan el valor del egoísmo y que plantean un camino exclusivo hacia el altruismo son un ejemplo de esta línea. También Kant cuando plantea una ley moral contrapuesta a la búsqueda de la satisfacción.Nietzsche, por ejemplo, plantearía el camino inverso, que es la defensa de unos valores egoístas que rechazan el altruismo como una forma de debilidad y de sometimiento a la propia potencia vital.
El único planteamiento que permite una salida universal, que no esté dirigida a los santos o los héroes, es el de buscar un equilibrio entre egoísmo y altruismo. El egoísmo es malo en la medida en que rechaza el altruismo, pero es bueno cuando lo incluye. Hay aquí muchos filósofos que pueden ayudarnos en esta línea: Aristóteles y Spinoza, por ejemplo. Pero el el camino abierto por Hume y por Mill el que nos permite situarlo mejor. Se trata de actualizar un sentimiento altruista innato, que hay que potenciar desde la educación y la sociedad, para que en nuestra felicidad, en nuestro placer, en nuestra satisfacción se incluya el del otro. A este sentimiento le podemos llamar humanidad, solidaridad, empatía, compasión. Yo me quedo con humanidad.
Esto nos permite entrar en el tema de una ética singular que incluye una moral universal. Es decir, que dentro de la ética que cada cual va elaborando en función de lo que realmente quiere, se debe incluir una moral para todos. hay que hacer un trabajo interior, en esto sigo al último Foucault, para la autoconstrucción ética. Pero cuestiono su rechazo de una moral universal. Rechazo que su propia práctica de defensa de los derechos humanos desmentía. Foucault hablaba más bien de derechos de los gobernados, pero no deja de ser una distinción retórica difícil de concretar en la práctica.
Kwane A. Appiah presenta esta cuestión de manera muy clara en su ensayo Cosmopolitismo. Una ética en un mundo de extraños. La ética dice, lo que yo llamo aquí moral, debe ser cosmopolita, que es lo que yo llamo universal. Los valores, dice son particulares, mientras yo digo que la ética es singular. Appiah, a pesar de ser un liberal, lo plantea en términos culturales y yo, que paradójicamente no soy tan liberal como él, lo formulo en forma más individual. Forma individual que acoge lo particular, porque la opción singular puede ser vinculada a un grupo siempre que éste no elimine nuestra singularidad. así, una persona puede adherirse, por ejemplo, a una religión o a un grupo político y vincular su opción individual a la de un grupo. La cultura, y él mismo lo señala, es heterogénea, y la libertad individual y las normas morales universales ( o cosmopolitas) pasan por encima de los valores culturales. Es la diferencia entre lo privado y lo público que señalaba J.S. Mill. La ética se da en el ámbito de lo privado y la moral en el de lo público. La primera debe ser más amplia pero debe incluir la segunda. Ahora bien estas normas morales deben tener un aspecto formal y otro empírico. El aspecto formal es que el respeto a la libertad y a los derechos del otro debe ser incondicional siempre que el otro respete las normas, La única condición es, por tanto, la reciprocidad. Pero si hablamos del compromiso, de la obligación de hacer respecto al otro aquí entramos en el terreno de lo empírico. Es decir que es cada caso particular el que marca el compromiso activo que tenemos con el otro. El mismo Appiah señala que este compromiso esta en función del vínculo personal y emocional que tenemos con el otro. No podemos pretender que tenemos la misma obligación de dejar dinero a un hermano que un desconocido. Entramos aquí en la diferencia que hace Mill entre moral y justicia. El compromiso moral hacia el otro depende de quien es el otro, pero el reconocimiento y el respeto del otro es necesario. Esto último es lo que Mill llamaba justicia.
Me parece que esta sería la mejor manera de complementar la ética y la moral, equilibrando lo egoísta y lo altruista, lo propio y lo ajeno.
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