Escrito por Luis Roca Jusmet
Frente a esto, los tormentos personales que constituyen el tema de “Edad de hombre” son, sin duda, poca cosa: cualquiera que haya sido en el mejor de los casos, su fuerza y sinceridad, el sufrimiento íntimo del poeta no tiene el peso frente a los horrores de la guerra y se parece a un dolor de muelas del que no estaría bien quejarse. ¿ Qué puede representar, en la enorme confusión torturada del mundo, ese humilde gemido referido a dificultades estrictamente humanas e individuales
Frente a esto, los tormentos personales que constituyen el tema de “Edad de hombre” son, sin duda, poca cosa: cualquiera que haya sido en el mejor de los casos, su fuerza y sinceridad, el sufrimiento íntimo del poeta no tiene el peso frente a los horrores de la guerra y se parece a un dolor de muelas del que no estaría bien quejarse. ¿ Qué puede representar, en la enorme confusión torturada del mundo, ese humilde gemido referido a dificultades estrictamente humanas e individuales
Michel Leiris
Los
escritos autobiográficos quizás son un intento de transformar la
propia vida en literatura, en un relato, como decíamos interesante.
Sin pretender formular una teoría sobre una posible raíz cristiana
de este tipo de escritos si podríamos vincularlo a esta tradición,
tanto desde el punto de vista de la confesión ( Agustín de Hipona)
como de la dramatización de la propia existencia ( lo cual nos
podría remontar a Grecia).
Los
escritos autobiográficos son una manera de transformar la propia vida en literatura. Los típicos son el diarios y las memorias.
Personalmente prefiero los diarios. Las memorias tienen para mí un
doble defecto : una que muchas veces tienen el carácter pretencioso
de presentarse como testimonio de una época y otro el de la
idealización que posibilita el que uno filtre su propio pasado. Esto
no quita que haya que negar el carácter efectivo de testimonio que
tienen unas memorias inteligentes ( un ejemplo claro sería Un
mundo de ayer
de Stefan Zweig ) y que en otros casos el carácter trágico de unas
memorias borren cualquier idealización ( como El
porvenir es largo
en el que Althusser intenta explicarse a sí mismo con una
desgarradora sinceridad). Pero siempre se escriben para darles
publicidad y por tanto de justificarse a uno mismo delante de los
otros, o de Otro indeterminado.
Pero
los diarios tienen una frescura y una autenticidad porque no se
escriben, en principio, para publicarlos.. Pero lo que me interesa
más de los diarios es que son un registro de lo cotidiano. Josep
Pla, en sus famosos dietarios de juventud recogidos en El
quadern gris nos
da el ejemplo de un estilo claro y seco, muy descriptivo y poco
intimista. Pla habla de su experiencia pero desde el punto de vista
de las cosas que le pasan. Las cosas que le pasan quiere decir quiere
decir los paisajes rurales y urbanos que ve, del tiempo y del clima
del día que hace, de las cosas que come. También describe los
personajes, próximos o extraños, con los que se cruce,
reproduciendo a veces sus conversaciones y formulando, siempre como
nota al margen y sin excesos, sus interpretaciones o comentarios. A
veces lo que piensa, sea de temas personales, locales o de alta
política. Pla representa el estilo más descriptivo del diario, en
el que sin caer en una falsa neutralidad quiere registrar lo que ve
desde la sencillez y el sentido común del hombre de campo, apegado a
la tierra y a lo material, que observa con una cierta ironía la
condición humana y una cierta estupidez que se desprende de su
vanidad. Podríamos contraponerlo a Fernando Pessoa, igualmente
escéptico y solitario, pero que expresa en su Libro
del desasosiego
un registro entre intimista y metafísico, casi impresionista en el
sentido que sus notas son solo un registro subjetivo en el que
cualquier acontecimiento, por otra parte tan cotidiano como el de
Pla, sirve para expresar su interioridad.
Pero
mi maestro en el arte de la autobiografía es Ernst Jünger. Su obra
autobiográfica comienza con un testimonio
estremecedor de la Primera Guerra Mundial vivida desde las trincheras
: Tempestades de Acero. Un Jünger juvenil, de veintipocos
años, nos describe con una frialdad sobrecogedora su experiencia
romántica de la guerra. Un relato cotidiano, heroico y trágico, de
la cercanía de la muerte, de la lucha directa en el frente vivida
como experiencia iniciática, de la que sobrevivirá con un cuerpo
atravesado por las balas. Podríamos cruzar este diario de guerra con
uno de paz que se desarrolla en el mismo contexto pero en el bando
contrario. Es el de André Gide, que en sus diarios de 1914-1918, que
ocupan por tanto los de la misma época que los posteriores de Jünger
que profundizaré : entre los cuarenta y cinco y los cuarenta y nueva
años. Gide, es una de las referencias jungerianas en el género del
diario pero mantiene una relación paradójica con esta escritura, ya
que algunos estudiosos del autor piensan que podrían tener una
cierta artificialidad en la medida que el autor los escribe con la
secreta opinión de publicarlos. Gide es un contrapunto con el
Jünger de la época ( pero no tanto con el Jünger del que luego
hablaremos, que a su edad escribe sobre las vivencias de la segunda
guerra mundial). sobre una guerra que le afecta como un peligro
externo y del que vive indirectamente sus nefastas consecuencias.
Todo esto mientras vive atormentado por sus conflictos internos. El
diario de Gide combina el intimismo con que vive estas tensiones con
los comentarios y las reflexiones críticas sobre el nacionalismo
irracional, fanático que se vive en Francia.
Pero
me parece que un ejercicio muy interesante es centrarse en los seis
diarios que en conjunto forman sus Radiaciones.
El nombre ya es sugerente y el propio Jünger nos explica en el
prólogo su procedencia : el nombre se le dio a un diario que se
recuperó de siete marineros que murieron en un naufragio cerca de la
Isla de San Mauricio ( en el Océano Glaciar). Pero la idea viene de
la impresión que dejan en el autor del diario tanto el mundo y sus
objetos como los otros seres humanos. Radiaciones que son claras y
oscuras y que por tanto reflejaban tanto la luz como la oscuridad.
Estas radiaciones están también dirigidas al lector y en este
sentido lo que hace el autor es un trabajo preliminar que armoniza y
valora las imágenes visibles según su rango invisible. Y aquí
elogia la Palabra como magia que actúa en la cripta, en las
profundidades como una especie de crisol de la experiencia vital que
contiene a la vez poder y sufrimiento.
Si
concretamos este conjunto de seis diarios vemos que ocupan casi diez
años de vida que se corresponden con la Segunda Guerra Mundial, sus
preliminares y su resto inmediato. Los diarios van desde la primavera
de 1944 hasta el invierno de 1953. La edad del autor va desde los 44
años recién cumplidos hasta el final de los 53 . El itinerario es
circular : va desde el avance alemán hacia territorio francés, (
“Jardines y carreteras”,1939-40), la primera estancia en el París
ocupado ( Primer diario de 1941-2), su brusca y peligrosa
participación en la incursión en el Cáucaso ( Anotaciones de
1942-3), su segunda estancia en el París ocupado ( 1943-4) hasta el
retorno de Francia a Alemania marcado por la derrota (Hojas de
Kirchhorst). Finalmente los años en la Alemania ocupada por el
ejército aliado ( La choza de la viña, 1945-8).
Lo
primero que llama la atención es un hilo conductor marcado por la
experiencia interna. El estilo de Jünger no es intimista, no se
recrea en las emociones pero al mismo tiempo y de forma paradójica
está marcado por lo interno no por lo externo. Los acontecimientos
externos son muy rápidos, muy fuertes y de unas dimensiones
imprevisibles y terribles. Pero Jünger no dramatiza, mantiene su
distancia aunque a veces manifieste su repulsión por los hechos,
pero también es una repulsa contenida. Jünger se mantiene fiel a sí
mismo pero al mismo tiempo es extraordinariamente adaptable. Esta
fidelidad a sí mismo es intelectual, ética y estética y se
mantiene en un hábito, que es el de la lectura, que Jünger mantiene
en situaciones de paz y de guerra, en un hotel o en una cabaña, en
casa o viajando, en el bosque o en la ciudad. Resulta paradójico que
Ernst Jünger, que ha fascinado a tantos intelectuales como hombre de
acción confiese reiteradamente, en diarios y entrevistas, que es la
literatura la que da sentido a su acción, la que le consuela en los
momentos más difíciles. Otro de los hábitos es la escritura, que
no solo se refleja en sus diarios sino también en su extensa obra.
Podemos comprobar en estos diarios como se concreta el proceso
de elaboración de una de sus obras capitales, que aquí llama La
reina de las serpientes
y que más tarde se haría famosa con el título de Sobre
los acantilados de mármol.
Y sus sugestivas reflexiones sobre el simbolismo de los sueños, el
que se destila de sus propios sueños.
Pero
más allá de lo personal estos diarios son un testimonio histórico
de primera mano sobre un sector del Ejército alemán que vivió el
nazismo de una manera diferente de los que conocemos ( los verdugos,
las víctimas). Jünger vive la experiencia del nazismo de una manera
desgarrada porque cada vez tiene más claro que la batalla, en
cualquier caso, está perdida. Gane o pierda Jünger vive cualquiera
de estas opciones como un desastre personal y nacional. La única
opción, cada vez más clara, es un golpe de Estado contra el poder
nazi. Las reflexiones políticas y metafísicas de Jünger tienen un
gran valor. Y también la experiencia personal de un altivo
nacionalista que empieza defendiendo la heroicidad de la guerra para
acabar en un escepticismo en la que solo resta una dignidad propia
individual y la humanidad delante del sufrimiento del otro.
Es
interesante cruzar este diario de Jünger con otro que transcurre en
una época que cubre los diarios junguerianos. Es el llamado diario
portugués de Mircea Elíade. Estos diarios contrastan con lo que
podríamos calificar como sus diarios oficiales, recogidos en los
Fragmentos
de un diario
que muestra un Mircea Elíade que se corresponde con su proyección
pública, mientras que los anteriores reflejarían un diario personal
publicado póstumamente que nos da una imagen humana, demasiado
humana. que contrastaría con la perspectiva espiritualizada de sí
mismo que nos da en el conjunto de entrevistas que recoge el
libro La
prueba del laberinto.
Las teorias de filósofos
sobre el tema son a veces sugerentes y están vinculados a lo que el
neurocientífico Antonio Damasio llama el yo narrativo. Paul
Ricoeur dijo que lo mejor que podíamos pretender es hacer de nuestra
vida un relato éticamente soportable. O hacer, dicen otros, de la
vida algo interesante, lo cual nos trasladaría al registro estético.
Pero quizás sería conveniente retomar el esfuerzo para superar esta
distinción entre lo ético y lo estético volviendo al planteamiento
radical de la antigüedad griega. Un ejemplo lo tenemos en Michael
Foucault, que plantea en sus últimos escritos convertir la propia
vida en una obra de arte reivindicando el trabajo sobre uno mismo.
Richard Rorty también insistió en la capacidad del ser humano de
hacer de la propia vida una narración. Polemizando con él,
Slavoj Žižek
advirtió lo que puede haber en esta propuesta de ilusoria porque nos
enfrentamos con la roca del inconsciente.
Finalmente podríamos recordar con Pierre Hadot el sentido que tenía para los antiguos el cuaderno de notas. No un sentido personal, autobiográfico, sino un recuerdo de los principios de conducta. Los cuadernos de notas de Marco Aurelio, publicados con el nombre de Meditaciones, son un buen ejemplo de ello.
¿La literatura un juego prohibido, el erotismo un juego prohibido?
ResponderEliminar¿Dónde está lo serio permitido?
Esto que dice Bataille es "literatura" y su visión del erotismo místico también es literatura...Erotismo místico en el poeta, pero para el poeta la lluvia puede ser mística. Para el hombre gris la literatura no es peligro y el erotismo solo es un deporte genital.
Muy certero Inés, muy certero. También podríamos separar lo que es la transgresión en el sentido de Bataille con la transgresión como norma de la sociedad actual, si seguimos a Zizek. En parte es cierto que la transgresión es norma en el sentido de normalizada. Hablo de la transgresión sexual, de costumbres, incluso del propio arte. La trasngresión de Bataille es peligro porque es un juego en el que el sujeto se lanza, se pierde. Para el hombre gris son juegos sin riesgo porque es consumo ( ja,ja, lo siento ha salido). Consumo de cliente, del que consume, no se consume. Este consumirse implica peligro aunque el yo debe protegerse tambiém sino quiere perderse del todo. Es complicado, no es un "a medias" tampoco. Es implicarse o no implicarse, por decirlo d euna forma no muy adecuada. pero no encuentro ninguna mejor.
ResponderEliminarContento de tenerte aquí, Inés
Gracias Luis.
ResponderEliminarEstá Deleuze que propone una esquizofrenia inducida, Bataille que se viste de transgresor...En definitiva la antipsiquiatría de los 60 ya se expidió y la actuó(terapeuta incluído)...Con drogas;cualquiera...Se levantan las represiones y ya...
El cliente Luis está aburrido (¡pobre!), si supiera que hacer con su osamenta dejaría de comprar "para mostrar a los demás"...Si no jugara lo social compararía menos,exhiben sus juguetes como los chicos...Ya está todo dicho, todo "superado", todo "hablado", todo transgredido ...Podrían ocuparse de ser más fuertes y dejar de llorar y cultivar la inteligencia, que de eso se trata...El "libre" drogado es un espanto, al igual que el estúpido que se hace el "free" tocando la pandereta arriba del obelisco,y el místico, un escapista que con su pretendido "abandono del yo", lo único que hace es pensar en "él" (hipócrita paradója"...Un abrazo Luis.(¿enojada Yo?.¡Nooo!)
¿Te enojaste tú , Luis?
ResponderEliminarJe suis desolée!
No inés, de verdad que no. He de salir, seguiremos..
ResponderEliminarun abrazo, querida amiga
M'ha recordat la cita, i ara després de dinar llegiré, si Déu vol, l'article, m'ha recordat a eixa ballarina que es lleva una prenda de roba cada vegada que el sultà pren neguit, fins que aquest, amb el seu "dolor de muelas" l'escabella.
ResponderEliminarAixí és la Història, i és la Dona nietzschiana, qui espenta d'un costat fins el possible escabellament, però no és que no sàpia dels horrors de la guerra que pot portar amb el descabellament, sinó que és el seu propi sino, és com una persona que té tot, dona, casa, menjar, pallasso, etc. I s'avorreix tant que envia al seu fill a una bronca, per a tenir un "lloc" on posar o descansar el seu avorriment, tot i saber que els problemes que li pot portar el seu fill són molt més grans que el que vol evitar, que ho és de gran, perquè és la representació del "no-res" d'eixe buit del que et parlava en altre comentari, i que vaig sentir en dos segons fatídics, però vaig esdevenir una planteta verda, no no es pot entrar en eixe buit, sinó que el sultà, la Dona, el pare envia al fill al conflicte. Com evitar-ho, se m'acudeix plorar per eixe anticrist, entendre'l, que no és una altra cosa que "plorar" per ell, "Compadir!".
Vicent
Per a mi, que no vaig a dir que no m'agrade publicar, però quan sóc massa llegit done un pas enrere i tanque un bloc, per exemple, per a mi escriure és parlar amb l'amo i amb l'esclau, uns escrits em serveixen per a ensenyar l'amo com és l'esclau i a l'inrevés i el meu únic objectiu és la vida, poder salvar el món, com a fill meu, que suposadament i en no tenir fills pren aquesta posició per a mi, és el Banquet de Plató on el món seria Poro, que pretén a la meua esposa, Margarita o Penia i jo Metis, el quart element, que no ix al Banquet podria ser l'amor o millor la Dona nietzschiana, de qui he parlat abans, i que a partir de 2012, d'abril de 2012 ha pres el paper de ser també la quarta interlocutora en el tercet de la comunicació i de l'amor, vist per uns o per altres.
ResponderEliminarVicent
De totes les maneres si és veritat que no es pot sentir tot, sota patir les conseqûències, tampoc no es pot dir tot, però la Humanitat ha de fer un salt cap endavant i ara, els déus ens obrin el quart element de la unitat, ens canvien el paradigma de la comunicació.
ResponderEliminarVicent