Escrito por Luis Roca Jusmet
Viajar es muy útil, hace
trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje
es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte.
Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una
simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y además, que
todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos. Está al otro lado
de la vida.
Louis Fedinand
Céline
En un condensado texto Julián Marías reflexiona
sobre el significado de la palabra ilusión en la lengua español. En
él plantea diferentes sentidos del término, extraídos tanto de la tradición
filosófica como de la literaria: El término ilusión presenta varios significados, nos dice, pero el que acaba dominando es el de engaño.
En nuestra lengua hay un añadido lingüístico que enriquece el concepto al
vincularlo a un sentido positivo: entusiasmo, víspera de gozo (por
utilizar la expresión poética de Pedro Salinas). Hay igualmente una perspectiva de futuro en
el sentido de ligarlo a un proyecto, que es lo genuinamente humano. En la
anticipación hay siempre una recreación.La ilusión se presenta también como
una realización proyectiva del deseo, en la que se presenta una sucesión
temporal en la que la ilusión es siempre posterior al deseo. Podríamos definir
entonces la ilusión como un deseo con argumento. Siempre hay que
tener en cuenta que deseo e ilusión
pertenecen a diferentes planos y que el desenlace de la relación entre
ambos puede llevar a la desilusión. La
ilusión también se vive como referida a una ausencia: es una incitación
a que se manifieste algo que está ausente y por lo tanto exige como resultado
satisfactorio la presencia del objeto. Julián Marías presenta además como ejemplificación de esta proceso la
obra de Pedro Calderón de la Barca La vida es sueño, donde los dos
términos (vida/sueño) no se presentan como antagónicos, tal cómo lo aparecerían
en sus significados más convencionales. Más bien hay que entenderlos como una
paradoja que apunta al enigma de la
condición humana.
El sentido que me interesa aquí es el de la
ilusión entendida como engaño o
autoengaño. Pero sin perder de vista su relación con las ideas de proyecto,
deseo, gozo y ausencia. Hay un autoengaño que
crea unas falsas expectativas. Desde el deseo distorsionamos la realidad y
aparece por tanto como un obstáculo cognitivo. Julián Marías coincide aquí en
su análisis de la ilusión con lo que plantea Sartre referido al
imaginario. Ello en el triple sentido que la vincula al engaño, al proyecto
orientado por el deseo y a la ausencia. Podemos incluso hacer un paralelismo
inesperado con Lacan cuando Julián Marías relaciona ilusión con la exigencia de la presencia del objeto y la
satisfacción consiguiente. Para Lacan la frustración se ubica
exclusivamente en el registro imaginario, como plantea en su seminario sobre
las relaciones de objeto. Considera
que nos sentimos frustrados cuando nos falta un objeto real que está ausente y que lo deseamos presente. Éste es precisamente el
fenómeno que genera la ilusión. Pero si
nos referimos a la
tradición psicoanalítica hay que volver
al viejo Freud. Trata el tema de la ilusión en un escrito tardío,
donde lo define de una manera muy precisa: “Una creencia que está motivada,
sobre todo, por el anhelo de cumplir un deseo, prescindiendo de su relación con
la realidad, de la misma manera que la ilusión renuncia a cualquier garantía de
realidad”. La realización imaginaria de un deseo infantil inconsciente. Cómo tal es
indestructible y sostiene con su energía todo lo que queremos a lo largo de
nuestra vida. La ilusión, según
Freud, está cerca del delirio, aunque
se diferencia de éste en que la primera es más simple y no se manifiesta en
abierta contradicción como el segundo. Una ilusión no es un error, ya que no señala una falsedad desde
el punto de vista fáctico, pero tampoco es una imposibilidad lógica, ya que es
tan irrebatible como indemostrable.
Si salimos del psicoanálisis para volver a la tradición filosófica es quizás
Clemence Rosset, el autor que ha elaborado de la manera más original la
contraposición entre las nociones de realidad y de ilusión. Este
planteamiento lo inicia Rosset con un
libro titulado Lo real y su doble, que precisamente subtitulará Ensayo
sobre la ilusión. Los humanos, dice, tenemos poca tolerancia con
lo real y éste se vuelve insoportable cuando nos resulta excesivamente
desagradable. Entonces rechazamos lo real de diversas maneras. Lo hacemos en el
límite con soluciones trágicas, que van de la autoaniquilación física (el
suicidio) hasta la destrucción mental (la psicosis). Pero hay también una
solución de compromiso, menos trágica y que consiste en la pérdida parcial de lo realidad insoportable a
través de la represión. Recordemos a Freud cuando nos habla de que no solo hay pérdida de realidad en la psicosis sino también en la neurosis.
Rosset, en este texto, estudia una manifestación sofisticada y opaca de la
ilusión que es la que él llama la creación de un doble, que es la
elaboración de una percepción inútil (aunque errónea). No hay que considerar
aquí el doble como el fenómeno anómalo y patológico propio de la esquizofrenia
sino de algo mucho más común y cotidiano. El estudio se centra entonces en las manifestaciones culturales a
través de las cuales se manifiesta este fenómeno: la ilusión oracular
(vinculada a la tragedia griega), la ilusión metafísica (propia de las
filosofías idealistas) y la ilusión psicológica ( que es la del
hombre y su doble). El análisis de Rosset
tiene un planteamiento que me parece algo forzado, ya que de lo que nos
habla es de construcciones culturales que considero que tienen un carácter muy
parcial, aunque vale la pena entrar en algunas de sus sugerencias. La
ilusión oracular de la que nos habla no es de lo que parece, que es la de
una supuesta capacidad de predicción del futuro, sino una implacable afirmación
del carácter necesario y asfixiante del presente, de lo que ocurre ahora. No
hay nunca un doble del acontecimiento porque la realidad es idiota; esta
palabra, si nos remitimos a su etimología griega quiere decir simple, singular y por tanto
insignificantemente, absurdamente única. Pasamos a continuación de la
ilusión oracular, que sería un doble del acontecimiento, a la ilusión
metafísica, que nos lleva a duplicar lo real. Este mecanismo funciona
creando Otro mundo que se considera más real que éste. El planteamiento,
evidente en el cristianismo, nos remite desde la tradición filosófica a Platón.
Esta ilusión nos llevaría a afirmar que lo real no tiene un sentido propio,
sino en que hay que buscarlo en otra parte. Lo real inmediato y físico, desde
el discurso platónico, se considera como el un remedo engañoso de otro más
perfecto, al que sólo podemos acceder a través de la razón y que es la que le da
sentido. El pensamiento metafísico se funda en un rechazo visceral de lo
presente, que solo puede ser visto como la representación de Otra Cosa, de
Otro Mundo. De la ilusión metafísica pasa Rosset a la ilusión
psicológica en la cual el yo es visto como el doble de otro, pero
ésta me parece una especulación demasiado artificiosa para desarrollarlo aquí.
Lo que me interesa recoger de Rosset es la
función que atribuye a la ilusión como protección frente a lo real.
Rosset sigue aquí la línea de Freud al considerar que lo ilusorio no es un
error sino la proyección improbable de
un deseo. Pero le da un
giro al plantear que la ilusión representa no sólo una escapatoria frente a lo
real sino también una defensa frente a ella. La ilusión de la que hablamos no
es la generada por los sentidos, ya que si fuera éste el caso entonces quedaría
reducida a un error perceptivo o de juicio. Todas las formas de contestación de
lo real, plantea Rosset, sean las de ayer o las de hoy, se apoyan de diferentes
formas en un doble ideal. El filósofo francés continúa su elaboración teórica
en otro libro, titulado Lo Real, en el
que insiste sobre el carácter idiota, carente de sentido e
insignificante de lo real. Lo demás, dice, significa mirar a otro lado. De la
negación de esta evidencia vital, accesible a cualquier humano, es de donde sacamos que la vida tiene un
sentido. Queremos negar que la realidad es producto del azar y de la necesidad,
pero no tiene finalidad. Lo real es lo
que es y no puede ser otra cosa, con su insistente monotonía o arbitraria
incoherencia, y esto es lo que no estamos dispuestos a aceptar. Son los
ilusionistas los que niegan esta devaluación generalizada, esta
disconformidad de lo que hay con sus
significaciones idealizadas. Rosset plantea aquí un tema crucial, que es el de la transformación
estética de lo real a través de la escritura. Rosset se centra en lo que él
llama la grandilocuencia, que sería el intento de tratar lo real a
través de una retórica ideológica, que aparentemente lo amplifica pero que en
realidad lo escamotea. Me parece una cuestión de enorme importancia, que tiene
que ver con lo que hoy llamamos la corrección ideológica y que siempre
se ha tratado con otro término, que es el de eufemismo.
Pero la cuestión que se plantea aquí en profundidad
es la relación entre lo real y su representación. Lo real, nos dice Rosset,
tiene poca brillantez y no se deja ni
fijar ni atrapar por sus formas de representación, sea la imagen o, sobre todo,
la palabra. Si las representaciones brillan excesivamente, entonces sustituyen
con su esplendor a la opacidad de lo real y de esta forma lo enmascaran; hay
que acercarse a lo real mirando con una cierta distancia, de reojo, sin
intención porque sino acabamos dándole cualquier finalidad, distorsionándola según
nuestro deseo de ocultar lo que tiene de propio, que es su idiotez. La realidad
tiene una densidad que señala la plenitud idiota de la vida cotidiana la del
aquí y ahora, y si no queremos o podemos aceptarla en su absurdidad miramos
hacia otro lado, que es el de la ilusión,
que tiene una brillantez tan propia como falsa. Clemence Rosset continua
la misma línea de reflexión pero abordando de una manera inesperada la
relación entre lo real y el imaginario. Comienza desmarcándose radicalmente del
tópico según el cual asociamos el imaginario a lo irreal; el rechazo de lo real no tiene así nada que
ver con el imaginario, ya que la percepción de lo real y la representación imaginaria tienen la misma filiación, en la
medida que el imaginario es la Otra escena de lo real, tal como pone de
manifiesto su manifestación más paradigmática que es el arte. Para Rosset los
dos dominios no sólo compatibles, sino incluso complementarios. Es lo ilusorio
lo que se contrapone a lo real por la ambigüedad radical que lo caracteriza, ya
que el lugar que pretende ocupar es el que pertenece a lo real. Pero aquí
Rosset aparece como inconsecuente: ¿No es el arte una transformación estética
de lo real para huir de su opacidad, de su idiotez ? Quizás aquí la única
posición coherente sería la de Rimbaud, que antes de los veinte años deja de
escribir para sumergirse en esta estupidez de lo real ya que no quiere
escaparse de ella.
Otra cuestión interesante que plantea Rosset
en este estudio es que la
representación más fiel de lo real no es la que funciona simultáneamente a la
percepción sino la que le sigue. ¿Cómo justifica esta afirmación, que de
entrada puede parecer una boutade? De una manera muy clara, que es
planteando que la realidad no es accesible directamente a través de los sentidos.
Lo que hacemos es reproducirla en nuestra mente y desde aquí podemos
reconocerla. Lo que llamamos la representación es ni más ni menos que el
conocimiento como tal. Éste solo es
posible esta segunda vez, que se corresponde con el representar consciente de
la percepción no consciente. El que la representación sea posterior, que tenga
una antigüedad, hace que tenga siempre un carácter tardío. Curiosamente Rosset acaba
defendiendo, aunque sea bajo una perspectiva inesperada, la teoría de la
reminiscencia de Platón. La llegada de lo real a la conciencia no es un conocer
sino un reconocer. El filósofo catalán Pere Saborit formulará posteriormente, siguiendo en gran
medida la reflexión de Rosset, la siguiente hipótesis: la ilusión es una ficción consoladora a través de la cual los humanos
nos autoengañamos. Plantea aquí la cuestión fundamental, que es
la de la relación entre lo ilusorio y lo real y lo hacen a partir una
definición de los criterios que marcan la demarcación entre ambos. Pero se
mantiene también en una ambigüedad de la que es difícil salir: si lo ilusorio,
nos dice, consiste en dar una apariencia de realidad a lo no que no lo es ¿
cuál es el criterio de verdad que nos permite decir lo que es y denunciar lo
que no es ? Saborit nos señala
lúcidamente que uno está preso de una lógica realmente ilusoria si quiere explicar del todo la formación de
las ilusiones, es decir si pretende estar liberado totalmente de ellas.
Pero como el trabajo filosófico es convertir la respuesta en
una pregunta transformar las afirmaciones de Rosset en el interrogante
formulado por Žižek, a partir de
la consideración lacaniana sobre la realidad de la ilusión.
Dicho de otra forma: las ilusiones humanas tienen unos efectos reales,
muchas veces más potentes que la propia realidad. El filósofo esloveno plantea
la relación entre lo virtual y la realidad a partir de la obra de
Deleuze. Žižek
considera que este filósofo oscila entre una lógica del sentido y una
lógica del devenir como producción de seres. Según la primera lógica
del sentido lo virtual es producto de un proceso material independiente al
que le da sentido, por lo que podríamos decir que en este sentido lo virtual
constituye lo real. El ejemplo más claro donde esto se manifiesta es en el
cine, donde la imagen fílmica es un trozo material que adquiere realidad
a partir del sentido que le da la película. Pero por otra parte, en la
lógica del devenir como producción de seres adopta una óptica
materialista que plantea que la realidad física es la que constituye lo
virtual, aunque sea ésta la que le da un sentido. Žižek da la vuelta a la contradicción para formularla en términos
productivos : la realidad se constituye en la medida que se añade un
suplemento virtual a lo real
preontológico. En otras palabras, extraer lo virtual de lo real es
lo que nos permite construir la realidad tal como la constituimos. La realidad real,
por decirlo así, es la Cosa filtrada a través de lo virtual, es
decir, de lo simbólico.
Está bien que haya un real caótico, azaroso pues si no el real del que hablamos cae en la soberbia que es simbolizado por el lenguaje, categorizado, conceptualizado, quitando al azar y a la contingencia de nuestras vidas. Lo real, real, es eso.
ResponderEliminarPara finalizar, y intentando responder a una de tus preguntas: "El imaginario es la Otra escena de lo real, tal como pone de manifiesto su manifestación más paradigmática que es el arte … aquí Rosset aparece como inconsecuente: ¿No es el arte una transformación estética de lo real para huir de su opacidad, de su idiotez ?". A mi modo de entender, el arte no es una transformación estética de lo real. El arte no es sólo una transformación estética de lo real, ni mimesis, única y exclusivamente; a mi modo de entender, el arte es un juego metafórico, un ejercicio metafórico que habla del real pasado por la conceptualización, representación o interpetación humanas, no es mimesis ni quiere transformar lo real -aquí la tecné no es suficiente para recoger lo que la palabra arte significa-. Así pues, en mi opinión lo real no puede ser única y exclusivamente lo virtual simbólico.
Finalmente, recogo palabras del mismo Clément Rosset para seguir con la indagación...: "Lo que existe no existe tan sólo en calidad de hecho; también recorta todo lo que, en el hombre, se concibe en calidad de deseo" -página 53 de "lógica de lo peor"-.
Y ya que está aquí... Sobre el deseo... ¿Es posible Deseo-desear, sin objeto? SÍ.
Perdón, hubo un fallo al mandar mi escrito -se cortó la mitad primera-. Aquí está el completo.
ResponderEliminarHola de nuevo Luís,
Iré al grano: Para Clément Rosset, a mi juicio, el doble el ideal es formulado por los humanos para no atreverse a enfrentarse a lo caótico, lo absurdo, lo azaroso, lo insignificante y, como bien dices, a la idiotez que es lo real. En su libro "Principios de sabiduría y locura", Rosset viene a decirnos que el único ser que hay es el de la existencia concisa, presente, el aquí y ahora. Que todo desplazamiento, rechazo y creación de otra realidad o ser es una ilusión, un engaño, una locura más o menos grave que va desde creer que lo que no existe existe verdaderamente o la de una locura suave que dice que sabiendo que lo irreal es un plus, un artificio para demostrar lo paradójico y heterogéneo de la existencia pero sabiendo que no existe verdaderamente. Es decir, la filosofía de Rosset critica una ilusión del doble concreta, la que no afirma lo real y únicamente lo real. Filosofía trágica.
Dice Rafael Hierro, traductor y especialista de la obra de Rosset -hizo su tesis doctoral sobre él- en su libro "El saber trágico": " Este segundo rasgo específico de la filosofía trágica que es la crítica del doble ... aportando ahora todo su maximalismo crítico contra la positividad de esa nada que es el doble, no hace sino probar la aprobación misma, ponerla a prueba desterrando de su horizonte todo tipo de ilusión idealista, racionalista y optimista, esto es, toda suerte de aprobación condicional de lo real, que consiste en la pura y simple negación de todo lo real en tanto que real,cruel, crudo, indigesto, no así en tanto que doble de lo real a imagen y semejanza del pensamiento y deseos humanos, pues sólo a condición de mostrarse en términos antropomórficos y proyectado a distancia en el espejo de la reflexión, podría lo real llegar a ser aprobado por la filosofía o por la sensibilidad común" -página 31, siento el uso de guiones pero no me funciona en mi teclado los paréntesis-.
Sigo con Rafael Hierro: "la crítica del doble es, encierto sentido, una anti-crítica, una crítica trágica que no se propone ninguna negación real, sino tan sólo hacer ver precisamente aquello que se propone negar lo real sin jamás lograrlo, aquello que quisiera negar tal o cual aspecto de lo real introduciéndose imaginariamente en la pura y simple irrealidad" -página 32-. Sigo: "el hecho de ser real y, por lo tanto, indeseable a la vez que impensable, y la piedad o capacidad de soportar la irremediable miseria que supone la imposibilidad de escapar a la crueldad de lo real, en particular cuando la inútil escapatoria pasa por la vía de la ilusión y la locura añadiendo crueldad a la crueldad, conforman justamente lo que Rosset considera un test para la aprobación, su prueba crucial, lo que la aprobación de lo real necesita para ponerse a prueba: el peor de los pensamiento -silencio y azar-.
ResponderEliminarPor tanto, cuando dices: "La realidad real, por decirlo así, es la Cosa filtrada a través de lo virtual, es decir, de lo simbólico". Si bien estoy de acuerdo en cierta parte con lo que dices, yo "hablo" y entiendo lo real en varios sentidos:
1. Lo real, todo lo real y nada más que lo real no puede ser conocido.
2. No obstante, lo seres humanos a través de lo simbólico, la conceptualización, lo virtual, etc. nos hacemos una cierta "impresión metafórica" de ese real para nuestros pensamientos y filosofías.
3. Por tanto, está lo real in-conocible que es puro azar y caos y que no es ni simbólico, ni imaginado, si no que es puramente los hechos, las cosas que pasan por sí mismas; y por otro lado, tenemos a lo real, digamos pre-intuido, metaforizado, representado, conceptualizado, interpretado...
Está bien que haya un real caótico, azaroso pues si no el real del que hablamos cae en la soberbia que es simbolizado por el lenguaje, categorizado, conceptualizado, quitando al azar y a la contingencia de nuestras vidas. Lo real, real, es eso.
Para finalizar, y intentando responder a una de tus preguntas: "El imaginario es la Otra escena de lo real, tal como pone de manifiesto su manifestación más paradigmática que es el arte … aquí Rosset aparece como inconsecuente: ¿No es el arte una transformación estética de lo real para huir de su opacidad, de su idiotez ?". A mi modo de entender, el arte no es una transformación estética de lo real. El arte no es sólo una transformación estética de lo real, ni mimesis, única y exclusivamente; a mi modo de entender, el arte es un juego metafórico, un ejercicio metafórico que habla del real pasado por la conceptualización, representación o interpetación humanas, no es mimesis ni quiere transformar lo real -aquí la tecné no es suficiente para recoger lo que la palabra arte significa-. Así pues, en mi opinión lo real no puede ser única y exclusivamente lo virtual simbólico.
Finalmente, recogo palabras del mismo Clément Rosset para seguir con la indagación...: "Lo que existe no existe tan sólo en calidad de hecho; también recorta todo lo que, en el hombre, se concibe en calidad de deseo" -página 53 de "lógica de lo peor"-.
Y ya que está aquí... Sobre el deseo... ¿Es posible Deseo-desear, sin objeto? SÍ.
bueno Alfonso. Gracias por el sustancioso comentario. Te iba a contestar ahora pero lo dejo pendiente para un moemnto más tranquilo, hay mucho que comentar.
ResponderEliminarun abrazo
Entro en el tema, Alfonso. En esto sigio siendo lacaniano. Lo simbólico virtual es la manera como captamos lo real pero hay algo que se escapa siempre. Lo que busca es deseo es, quizás, esto que se escapa, que está perdido y que nuca alcanzamos.
ResponderEliminarHola Luís, un placer volver a hablar contigo.
ResponderEliminarSabes Luís además de ser el deseo un tema filosófico, en mi opinión el deseo es algo tan personal, subjetivo, vital, distinto y a la vez diferente... Desde el deseo es por boca del cual te hablo.
Hoy en día, parece ser que abundan los libros de filosofía, de filósofos que hablan sobre el amor -manel cruz, Fco. Bengoechea...-. Y siguiendo a Spinoza en este asunto: ¿No te parece un poco triste que el deseo sea algo que "se escapa, que está perdido y que nunca alcanzamos", Luís? ¿El deseo es bueno entenderlo como carencia?
Cuando recuerdo y pienso en aquello que a lo largo de mi vida he vivido y he deseado, me pongo a pensar si no fue un deseo loco, romántico, idelista -por qué no?- ingenuo, que buscaba perderse en el absoluto el que me hizo desear, querer y hasta amar.
Una imaginación propia de una juventud púber: el deseo de otra realidad, alcanzar un climax; una ficción en definitiva, la única con la que te conformas, la única que deseas, la única que crees que te mereces, la única por la que quieres realmente luchar y soñar... En ese deseo idealista se desea porque se quiere, se necesita como el aire. Se desea-desear porque es lo único a lo que aspiramos, porque menos es, como diría Spinoza, la tristeza, el no alcanzar el amor; el final a la película.
Defiendo el deseo como exceso imaginativo del ser humano para soportar y vivir su experiencia vital, su vida. Deseo-imaginación, deseo producción, dicen que se desea imaginando... Un deseo no puede ser carencia, en mi humilde opinión. El desear es plenitud y no quiero ni deseo, que éste -mi deseo-, sea "producto" de una carencia.
Deseo escribir aquí no porque no encontré otros lugares, otras mesetas para escribir.
Deseo escribir aquí no porque la carencia de explicaciones y de sentido filosófico a esto que llamamos "lo real" me haga escribirte.
Deseo escribir aquí porque sueño que nuestro deseo ría, se alegre, en un mútuo deseo.
Un saludo.
Hola Alfonso. Encantado de conversar contigo. Tú hablas del deseo en el sentido de Spinoza o de Deleuze. Yo también apuesto por este deseo pero la carencia también está presente. Es la ambiavlencia de lo humano.
ResponderEliminarUn abrazo