Escrito por Luis Roca Jusmet
Freud era reacio a la especulación filosófica. Solamente asistió en su juventud a los cursos de Franz Brentano y posteriormente elogió a Fechner, que era un físico experimental que se pasó a la filosofía. Si seguimos avanzando en el movimiento psicoanalítico posterior a Freud, constatamos que, de forma inmediata, no hay un interés claro del movimiento psicoanalista por la filosofía. Sí se habían interesado, aunque de manera puntual, algunos discípulos suyos como Otto Rank o los disidentes Adler o Jung. Pero no lo harán, en cambio, los representantes de la segunda generación de psicoanalistas, ni siquiera los más brillantes ( Winnickok, Melaine Klein). Hemos de llegar a Jacques Lacan, es decir a la tercera generación, para toparnos con el encuentro fecundo entre filosofía y psicoanálisis. Lacan tiene una formación psiquiátrica, pero sus inquietudes adolescentes le habían llevado a lecturas apasionadas de filósofos ( como la de Spinoza o la de Nietzsche). Posteriormente participará en las reuniones parisinas, donde las mentes de jóvenes brillantes de la época, asistían a los seminarios de dos exiliados rusos, Kojève y Koyré. El primero les dará una concepción racionalista y crítica de la ciencia, que lo vacunará contra cualquier positivismo de forma o de fondo. El segundo le producirá una influencia, a partir de su lectura de Hegel, que nunca abandonará, que conservará superándola. Por otra parte, Lacan realizará una lectura apasionada y minuciosa de Heidegger, que le marcará sin lugar a dudas. En este sentido podemos hablar de condicionantes filosóficos en Lacan, no en el sentido de estar influido por la filosofía, sino por pensadores muy precisos que podemos considerar filósofos. Lacan conversará con diferentes filósofos, la mayoría muertos, en un diálogo crítico pero fecundo. Estos filósofos son Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Kierkegaard, Wittgenstein … Pero también lo hará en diálogos vivos, con contemporáneos próximos como Jean Hipollyte, Marcel Merlau-Ponty , Georges Bataille. Lacan es tan irónico y despectivo con la filosofía convencional ( zarandajas académicas dirá en algún momento) como el propio Freud. La diferencia es que, mientras Freud mantiene una reserva ( incluso hacia los autores que le pueden despertar más interés, como Nietztsche – al que ni siquiera leerá- y Shopenhauer) Lacan sí entra directamente en el estudio, en el diálogo y en la polémica con los filósofos de su época.
Si Lacan se define en algún momento como antifilósofo, esta afirmación, nos dice Alain Badiou, podemos entenderla en el mismo sentido que lo decían a veces Nietzsche o Wittgenstein, es decir, como una crítica a la filosofía establecida. Lacan hace aportaciones originales que tienen un evidente interés filosófico. En primer lugar desde el punto de vista epistemológico, como su análisis de la verdad. También la idea del Gran Otro y la los tres registros tienen repercusiones en múltiples sentidos. Finalmente, por supuesto, su ética del deseo. Hay que considerar también que "El reverso del psicoanálisis" es, en algún sentido, un intento de hacer una ontología del presente, sobre todo a partir de sus toe´ria de los cuatro discursos.
Lacan va a tener una clara influencia sobre filósofos que serán a la vez psicoanalistas, como Octave Mannoni o Cornelius Castoriadis.
Tenemos por otra parte a Paul Ricoeur, protestante y filósofo personalista y hermenéutico. Ricoeur desarrollará una reflexión filosófica sobre el concepto de cultura en Freud que se convertirá en un clásico. Ricoeur tuvo, por otra parte, una relación personal e intelectual intensa con Lacan. Éste se lamentaba de que no reconociera la influencia que él mismo tuvo en el contenido del libro.
Aparte del análisis de Ricoeur sobre la interpretación
de la cultura en Freud, hay otras reflexiones interesantes. Una es la epistemología del psicoanálisis. El filósofo francés hace un paciente trabajo analítico para ver cual es la justificación científica del psicoanálisis y como hemos de valorarla desde un punto de vista amplio, no restrictivo, de ciencia. Entendemos aquí por ciencia lo que se fundamenta en algún tipo de contrastación. Ricoeur marca aquí varias cuestiones imprescindibles para este abordaje. La primera es que es una ciencia hermenéutica, es decir, basada en la interpretación y no en la descripción. La segunda que la realidad de la que trata no es un hecho, es decir una realidad física. La verdad del psicoanálisis no puede ser así una adecuación a los hechos. Porque de lo que habla es de una realidad muy peculiar, que es la realidad psíquica. Esta realidad psíquica es, de alguna manera, una construcción narrativa del sujeto. La verdad será, por tanto, el acceso a esta fantasía que estructura el relato de cada cual. Para ello habrá que hacer una lucha contra las resistencias a aceptarla. Aquí vemos la conexión que se da en el psicoanálisis entre los conceptos teóricos, el procedimiento de investigación y el método terapéutico. Porque es a través de este método terapéutico cómo podemos acceder a la verdad psíquica de cada cual. Es decir, que solo es posible en el marco del propio análisis y de la comunicación intersubjetiva entre el psicoanalista y el paciente. La fantasía se articula a través del deseo porque éste es semántico, es significativo. El deseo es, de esta forma, específicamente humano. Se trata de buscar no las causas sino las motivaciones. Interpretando los sueños, los lapsus, los síntomas y las palabras. Siempre a través de la mediación simbólica del lenguaje, que le da una dimensión social y no únicamente privada. La segunda reflexión tiene que ver con el tema de la identidad, que aborda desde la noción del yo narrativo. Intenta formular una tercera vía que permite salir de la identidad sustantiva ( de la escolástica o de Descartes) y su opuesto, la identidad como ficción ( como plantea Hume o Nietzsche). Incluso el gran seudocientífico Antonio Damasio ha incorporado esta noción de yo narrativoen sus investigaciones sobre las funciones del cerebro humano. Para esta elaboración Ricoeur recurre a los clásicos : La “poética” de Aristóteles y el esquematismo de Kant. La vida es la configuración de una trama tejida por la manera como nos explicamos nuestra vida a nosotros mismos. Se trata de encontrar las estructuras fundamentales y el hilo conductor que expliquen lo que somos. En realidad, aunque no somos los autores ni los guionistas de nuestra vida sí podemos ser los narradores de nuestra historia. Quizás sea esta, dice Ricoeur, la función del tratamiento analítico : posibilitarnos hacer de nuestras experiencias, incluidos los traumas, un relato coherente. Incluso podríamos definir, dice, la psicopatología como la imposibilidad de escribir la propia historia. La narración, de todas maneras, es siempre incompleta. Porque ni podemos escribir el principio ( concepción, nacimiento) ni tampoco el final.
de la cultura en Freud, hay otras reflexiones interesantes. Una es la epistemología del psicoanálisis. El filósofo francés hace un paciente trabajo analítico para ver cual es la justificación científica del psicoanálisis y como hemos de valorarla desde un punto de vista amplio, no restrictivo, de ciencia. Entendemos aquí por ciencia lo que se fundamenta en algún tipo de contrastación. Ricoeur marca aquí varias cuestiones imprescindibles para este abordaje. La primera es que es una ciencia hermenéutica, es decir, basada en la interpretación y no en la descripción. La segunda que la realidad de la que trata no es un hecho, es decir una realidad física. La verdad del psicoanálisis no puede ser así una adecuación a los hechos. Porque de lo que habla es de una realidad muy peculiar, que es la realidad psíquica. Esta realidad psíquica es, de alguna manera, una construcción narrativa del sujeto. La verdad será, por tanto, el acceso a esta fantasía que estructura el relato de cada cual. Para ello habrá que hacer una lucha contra las resistencias a aceptarla. Aquí vemos la conexión que se da en el psicoanálisis entre los conceptos teóricos, el procedimiento de investigación y el método terapéutico. Porque es a través de este método terapéutico cómo podemos acceder a la verdad psíquica de cada cual. Es decir, que solo es posible en el marco del propio análisis y de la comunicación intersubjetiva entre el psicoanalista y el paciente. La fantasía se articula a través del deseo porque éste es semántico, es significativo. El deseo es, de esta forma, específicamente humano. Se trata de buscar no las causas sino las motivaciones. Interpretando los sueños, los lapsus, los síntomas y las palabras. Siempre a través de la mediación simbólica del lenguaje, que le da una dimensión social y no únicamente privada. La segunda reflexión tiene que ver con el tema de la identidad, que aborda desde la noción del yo narrativo. Intenta formular una tercera vía que permite salir de la identidad sustantiva ( de la escolástica o de Descartes) y su opuesto, la identidad como ficción ( como plantea Hume o Nietzsche). Incluso el gran seudocientífico Antonio Damasio ha incorporado esta noción de yo narrativoen sus investigaciones sobre las funciones del cerebro humano. Para esta elaboración Ricoeur recurre a los clásicos : La “poética” de Aristóteles y el esquematismo de Kant. La vida es la configuración de una trama tejida por la manera como nos explicamos nuestra vida a nosotros mismos. Se trata de encontrar las estructuras fundamentales y el hilo conductor que expliquen lo que somos. En realidad, aunque no somos los autores ni los guionistas de nuestra vida sí podemos ser los narradores de nuestra historia. Quizás sea esta, dice Ricoeur, la función del tratamiento analítico : posibilitarnos hacer de nuestras experiencias, incluidos los traumas, un relato coherente. Incluso podríamos definir, dice, la psicopatología como la imposibilidad de escribir la propia historia. La narración, de todas maneras, es siempre incompleta. Porque ni podemos escribir el principio ( concepción, nacimiento) ni tampoco el final.
Ricoeur, protestante, no católico. tiene trascendencia, puesto que el estudio profundo de la Biblia está en la raíz de la hermenéutica
ResponderEliminarHeidegger es el católico, monaguillo de niño, cuyos padres ejercían de sacristanes en su pueblo natal. No quiere decir nada seguramente con respecto a las profundidades filosóficas que pocos son capaces de calibrar, pero por seguir con ellos 2, les separa la distancia entre alguien que fue prisionero de los alemanes cuando estos invadieron Francia y alguien que estuvo de rector con esos mismos alemanes innombrables.
Lo del yo narrativo que somos es desde luego una salida genial a las aporías del sustancialismo o el yo ficción, probablemente lo mejor que se ha dicho sobre el tema hasta ahora
En Ricoeur, la e va delante de la u.
Gracias Ana, Tanto por el comentario como por la correccion.
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