Escrito por Luis Roca Jusmet
En este vídeo expongo las líneas maestras del utilitarismo de John Stuart Mill. Podemos comprobar que una cosa son los epígonos y otra los auténticos maestros. Mill elabora una teoría muy consistente sobre la justificación de la moral desde sus efectos prácticos. No es razón instrumental sino también finalista porque establece como finalidad de la vida humana la felicidad. Y una felicidad que nos es otra cosa que lo que cada cual quiere para sí. Nadie quiere la infelicidad, dice Mill, y si hacemos cosas que nos hacen infelices es por falta de voluntad ( la maldita acidia, que decían los antiguos) o por error. Error de cálculo o falsa creencia de que nos hará felices algo que realmente nos hace infelices. Antes que Mill ya Spinoza habló de que lo bueno es lo que es útil para nuestra felicidad y lo malo es lo inútil, lo que genera tristeza y odio. Los dos entienden la libertad como no ser dominado ni por los otros ni por las propias pasiones. La diferencia es que Mill es mucho más prosaico en su concepción de la felicidad, que entiende como el frágil equilibrio en que dominan las cosas que nos causan satisfacción. No hay salvación posible, como apunta Spinoza con su estado de felicidad permanente o beatitud. A Mill le falta esta dimensión mística.
Aunque Marx tenía razón cuando apuntaba que la inmensa mayoría de los trabajadores tenían cuestiones más urgentes que resolver y solo podían emanciparse a partir de una sociedad más igualitario, esto no quita razón al planteamiento de Mill. Nada que ver, por supuesto, con el llamado neoliberalismo económico que ha dominado el tardocapitalismo devastador. Mill ofrece una buena moral para el hombre común, que puede ser altruista sin renunciar a su egoismo.
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