Escrito por Luis Roca Jusmet
John Stuart Mill me parece un filósofo con plena autoridad. El utilitarismo ha sido muy despreciado y quizás la formulación de Mill merezca más atención porque se pueden hacer lecturas más fecundas que la que dice el tópico. Pero el libro que hay que recuperar y que tiene una dimensión mucho más amplia que la del propio utilitarismo es el que tituló Sobre la libertad. Es un texto liberal en el sentido mejor y más noble de la palabra. Es el liberalismo que debería recuperar la izquierda. Debería hacerlo por su potente argumentación contra el totalitarismo y contra la biopolítica.
Mill queda impresionado por la lectura del libro de Alexis de Tocqueville La democracia en América. Tocqueville, liberal conservador, plantea una crítica muy seria a la democracia, la de convertirse en una tiranía de la mayoría. Una crítica superficial se escandalizaría : ¿ Es que vamos a defender una tiranía de la minoría cuando no hay consenso ?. Pero el tema es más complejo y Mill lo ve claramente. Se trata de los derechos de las minorías y de las libertades individuales. Las minorías deben tener unos derechos blindados porque de modo contrario serán siempre aplastados por las mayorías. Lo que hay que clarificar es, por supuesto, que le da a un grupo el estatuto de minoría y en segundo lugar como establecemos estos derechos irrenunciables. En el contexto de Mill está claro : se refería a las minorías religiosas. Hoy es más complejo.
Pero es sobre todo de las libertades individuales que quería hablar. Mill plantea que debe haber un límite que separa el ámbito que corresponde a la vida personal y en el que no puede entrar la sociedad y otro que sería aquel en el que la sociedad debe decidir. Este segundo ámbito es el de la moral y la política. La moral son un conjunto de normas interiorizadas cuya base es el respeto y el reconocimiento del otro como sujeto de derechos. Esta moral debe ser universal y se debe conseguir a través de la educación. la política debe ser, por supuesto, democrática. Entre todos debemos formular las leyes. Las normas morales y las leyes deben ser coincidentes porque van orientadas al mismo objetivo : la felicidad colectiva, único bien común aceptable.
El ámbito propio es el privado y el común es el público. ¿ Cómo separarlos ? No a partir de si afecta o no al otro. Todo, prácticamente, afecta al otro. La cuestión es que lo que afecta a los derechos del otro. Esta es la línea roja. No se trata, dice Mill, de despreocuparse del otro. Se trata de ocuparse en la medida en que nos deja hacerlo. El Estado no debe administrar la vida de los ciudadanos. Mill está contra el poder pastoral, del que habla Foucault, que es la base de la biopolítica. Por lo menos una de ellas, y con esta Mill es intransigente.
El ámbito privado es lo que yo llamo la ética de cada cual. Es algo singular o particular, si se sigue por ejemplo una religión como opción de grupo. Pero las bases morales y políticas deben ser universales. En este sentido pienso que Mill hubiera sido un radical defensor del derecho a la eutanasia, de la elección sexual, del aborto y de la legalización de las drogas.
Uno de los grandes aciertos de Mill para situar su liberalismo es un movimiento emancipatorio es el de situar lo público y lo privado en un ámbito simbólico, no físico. No se trata de que lo privado sea mi casa o mi empresa. Son también espacios de derechos de la mujer y del trabajador, que en su época no eran considerados sujetos de derechos plenos. Lo que hay que discutir son cuales son los derechos, no cuales son los espacios.
Respecto a los derechos sociales me parece que Mill también abre un camino para reconocerlos aunque hay que ampliar la concepción de lo público. Los derechos sociales son reconocidos en la medida en que la sociedad me proporciona los recursos, no solo en la medida en que me deja hacer mi vida. Ahora bien, la concepción de Mill es que todos tenemos una deuda con la sociedad y esta deuda la pagamos con el trabajo y con el respeto al otro. No hay un contrato social, dice Mill. Simplemente somos humanos porque hemos nacido en una sociedad que nos lo posibilita y esto exige un compromiso. En este sentido Mill no parece partidario de una renta básica incondicional si no a cambio de una aportación en trabajo. Otra cosa es lo que entendemos por trabajo, que se puede ampliar más allá de lo mercantil.
Este es el liberalismo que hay que incluir, no excluir en la tradición de la izquierda.
Totalmente de acuerdo. Pienso leer el libro. Cuando desde una perspectiva de izquierdas se habla de un reparto equitativo del empleo y la riqueza se tendría que añadir: "y de la libertad". Libertad que para serlo con autenticidad precisa de unos medios de vida básicos dignos.
ResponderEliminarContinuamos coincidiendo, Agustín. El libro es interesante y claro. Ya me dirás.
ResponderEliminarun abrazo
Esto es poderoso en las manos correctas, eso espero luego de buscar la verdad y elegir creer en algo. EN este caso, asi es. Cuando tenés el "qué" vienen "los comos".
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