Signatura rerum. Sobre el método
Giorgio Agamben
( traducción de Flavia Costa y Mercedes Ruvituso )
Anagrama, 2010, 150 páginas, 2010
Artículo escrito por Luis Roca Jusmet
Giorgio Agamben ( 1942) forma parte del conjunto de los grandes filósofos vivos. Discípulo de Heidegger, traductor de Benjamin al italiano y muy influenciado por Michel Foucault, que es el punto de partida del presente libro. De entrada ya hay que advertir que este ecrito, uno de los últimos del filósofo, pertenece a su obra menor. Su obra clave continua siendo la serie de Homo sacer , tan polémica cómo fecunda. Pero Agamben tiene la virtud de no estancarse en la temática que le ha dado más reconocimiento y producir siempre nuevos y variados trabajos filosóficos. En esta ocasión utiliza la filosofía de Foucault, como éste mismo recomendaba, como caja de herramientas. No se centra en la problemática habitual de las relaciones de poder o del cuidado de sí, que son los temas que ocupan el interés actual sobre Foucault sino sobre su primera temática, la de la arqueología del saber.
El título del libro parece algo equívoco, ya que hace alusión a lo que plantea exclusivamente en el segundo capítulo. Porque de lo que trata globalmente Agamben es de lo que dice el subtítulo, del método. No para plantear una fórmula, una vía, sino más bien para poner de manifiesto la imposibilidad de un Método, con mayúsculas. No se trata de negar que hay un camino posible para el conocimiento, sino de plantear una complejidad necesaria que nunca podemos resolver del todo, que siempre deja un resto no resuelto. En la introducción ya nos avisa Aganbem que en toda doctrina hay siempre interpretación, que nunca es pura y que además siempre hay un punto oscuro, algo no dicho que hay que asumir porque no puede ser explicitado.
Precisamente la noción de signatura rerum señala muy bien, en el pensamiento renancentista, la manera como estructuramos lo significativo. ¿ Qué es lo que hace que delimitemos las cosas de una determinada manera ? Porque ya sabemos que conceptualizar es delimitar y siempre hay una función implícita que posibilita hacerlo de una manera y no de otra. En el segundo capítulo, el titulado Signatura rerum lo ejemplifica en el contexto medieval-renacentista-barroco, que se disuelve en la Ilustración. Pero lo que resulta algo desconcertante del libro es pasar del planteamiento crítico del primer capítulo ( que continuará en el último) a analizar los presupuestos de la astrología o de la cábala, cómo hace en el segundo. Éste es bastante una prueba de fuego para el lector, que por un momento duda que el libro tenga un hilo conductor consistente y no se disperse en elucubraciones puramente retóticas. Pero hay que superar éste obstáculo porque con paciencia captamos, ya en el último capítulo, la lógica global del ensayo. Así la noción de arquelología filosófica que aparece al final del libro enlaza muy bien con las nociones de paradigma y episteme de la primera parte. Arqueología filosófica que, cómo bien nos recuerda. fue inventada por Kant y plantea siempre la paradoja de querer ser a la vez una historia empírica y pero también racional, ya que le atribuimos el desarrollo de la lógica interna de la propia filosofía.
Resulta muy interesante la reflexión sobre la noción de paradigma, inicialmente muy renovadora pero hoy convertida en tópico. Sobre toda la precisión con que diferencia el aspecto de matriz disciplinar aspecto de ejemplo significativo, que no es otra cosa que una relación analógica, no lógica, con lo que representa. Es interesante la pregunta sobre la relación de esta noción con la de episteme, que es la que utiliza Foucault. También lo es la reflexión sobre lo que posibilita que un enunciado tenga sentido, lo cual sin saber exactamente lo que es, no puede reducirse ni a las pautas de la percepeción ni a las reglas del lenguaje. Lo mejor que tiene toda la reflexión epistemológica de Aganbem es mostrar como siempre hay un resto, algo que se nos escapa pero que no podemos ni debemos negar.
El tema es espinoso, el análisis es conceptualmente muy denso y siempre estamos en el eterno problema que plantean este tipo de filósofos, que es el de dudar sobre si realmente lo que dicen tiene un sentido real, es decir que lo podemos entender de manera concreta, o se pierde en galimatias retóricos. Finalmente creo que hay que darle el voto de confianza de considerar que, aunque a veces nos perdemos por la propia densidad conceptual y hemos de volver pacientemente sobre lo dicho, el libro tiene una coherencia y un interés. Pero sólo lo puedo recomendar con una doble condición. Por una parte la de tener una cierta familiaridad con la problemática epistemológica de la que habla ( sobre todo las nociones de paradigma, episteme y arqueología filosófica ). Y por otra parte la de tener una afinidad con este grupo de filósofos que, como Foucault y Aganbem, tienen un aire de familia muy peculiar, que despierta en algunos entusiasmo y en otros rechazo. En este sentido y cómo no me canso de repetir en estos casos, ni lo uno ni lo otro me parecen aceptables, ya que hay que mantener este sentido crítico pero a la vez recpetivo que, yendo más allá del sistema de filias y fobias a las que tan acostumbrados nos tiene el sectarismo de las escuelas filosóficas, recogan lo mejor de cada una sin dejarse fascinar por ella.
Giorgio Agamben
( traducción de Flavia Costa y Mercedes Ruvituso )
Anagrama, 2010, 150 páginas, 2010
Artículo escrito por Luis Roca Jusmet
Giorgio Agamben ( 1942) forma parte del conjunto de los grandes filósofos vivos. Discípulo de Heidegger, traductor de Benjamin al italiano y muy influenciado por Michel Foucault, que es el punto de partida del presente libro. De entrada ya hay que advertir que este ecrito, uno de los últimos del filósofo, pertenece a su obra menor. Su obra clave continua siendo la serie de Homo sacer , tan polémica cómo fecunda. Pero Agamben tiene la virtud de no estancarse en la temática que le ha dado más reconocimiento y producir siempre nuevos y variados trabajos filosóficos. En esta ocasión utiliza la filosofía de Foucault, como éste mismo recomendaba, como caja de herramientas. No se centra en la problemática habitual de las relaciones de poder o del cuidado de sí, que son los temas que ocupan el interés actual sobre Foucault sino sobre su primera temática, la de la arqueología del saber.
El título del libro parece algo equívoco, ya que hace alusión a lo que plantea exclusivamente en el segundo capítulo. Porque de lo que trata globalmente Agamben es de lo que dice el subtítulo, del método. No para plantear una fórmula, una vía, sino más bien para poner de manifiesto la imposibilidad de un Método, con mayúsculas. No se trata de negar que hay un camino posible para el conocimiento, sino de plantear una complejidad necesaria que nunca podemos resolver del todo, que siempre deja un resto no resuelto. En la introducción ya nos avisa Aganbem que en toda doctrina hay siempre interpretación, que nunca es pura y que además siempre hay un punto oscuro, algo no dicho que hay que asumir porque no puede ser explicitado.
Precisamente la noción de signatura rerum señala muy bien, en el pensamiento renancentista, la manera como estructuramos lo significativo. ¿ Qué es lo que hace que delimitemos las cosas de una determinada manera ? Porque ya sabemos que conceptualizar es delimitar y siempre hay una función implícita que posibilita hacerlo de una manera y no de otra. En el segundo capítulo, el titulado Signatura rerum lo ejemplifica en el contexto medieval-renacentista-barroco, que se disuelve en la Ilustración. Pero lo que resulta algo desconcertante del libro es pasar del planteamiento crítico del primer capítulo ( que continuará en el último) a analizar los presupuestos de la astrología o de la cábala, cómo hace en el segundo. Éste es bastante una prueba de fuego para el lector, que por un momento duda que el libro tenga un hilo conductor consistente y no se disperse en elucubraciones puramente retóticas. Pero hay que superar éste obstáculo porque con paciencia captamos, ya en el último capítulo, la lógica global del ensayo. Así la noción de arquelología filosófica que aparece al final del libro enlaza muy bien con las nociones de paradigma y episteme de la primera parte. Arqueología filosófica que, cómo bien nos recuerda. fue inventada por Kant y plantea siempre la paradoja de querer ser a la vez una historia empírica y pero también racional, ya que le atribuimos el desarrollo de la lógica interna de la propia filosofía.
Resulta muy interesante la reflexión sobre la noción de paradigma, inicialmente muy renovadora pero hoy convertida en tópico. Sobre toda la precisión con que diferencia el aspecto de matriz disciplinar aspecto de ejemplo significativo, que no es otra cosa que una relación analógica, no lógica, con lo que representa. Es interesante la pregunta sobre la relación de esta noción con la de episteme, que es la que utiliza Foucault. También lo es la reflexión sobre lo que posibilita que un enunciado tenga sentido, lo cual sin saber exactamente lo que es, no puede reducirse ni a las pautas de la percepeción ni a las reglas del lenguaje. Lo mejor que tiene toda la reflexión epistemológica de Aganbem es mostrar como siempre hay un resto, algo que se nos escapa pero que no podemos ni debemos negar.
El tema es espinoso, el análisis es conceptualmente muy denso y siempre estamos en el eterno problema que plantean este tipo de filósofos, que es el de dudar sobre si realmente lo que dicen tiene un sentido real, es decir que lo podemos entender de manera concreta, o se pierde en galimatias retóricos. Finalmente creo que hay que darle el voto de confianza de considerar que, aunque a veces nos perdemos por la propia densidad conceptual y hemos de volver pacientemente sobre lo dicho, el libro tiene una coherencia y un interés. Pero sólo lo puedo recomendar con una doble condición. Por una parte la de tener una cierta familiaridad con la problemática epistemológica de la que habla ( sobre todo las nociones de paradigma, episteme y arqueología filosófica ). Y por otra parte la de tener una afinidad con este grupo de filósofos que, como Foucault y Aganbem, tienen un aire de familia muy peculiar, que despierta en algunos entusiasmo y en otros rechazo. En este sentido y cómo no me canso de repetir en estos casos, ni lo uno ni lo otro me parecen aceptables, ya que hay que mantener este sentido crítico pero a la vez recpetivo que, yendo más allá del sistema de filias y fobias a las que tan acostumbrados nos tiene el sectarismo de las escuelas filosóficas, recogan lo mejor de cada una sin dejarse fascinar por ella.
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