La
cuestión a resolver aquí es la siguiente : ¿ Seguirá esto
percibiéndose como “realidad” ? Para un ser humano ¿ No está
“la realidad “ ontológicamente definida por un grado, aunque sea
mínimo, de resistencia ( real es aquello que se resiste, que no es
completamente maleable por los caprichos de la imaginación )?
Slavoj Žižek
Helen
Keller, nacida en EEUU a principios del siglo XX, fue una niña que
con pocos meses de vida se quedó ciega y sorda por una infección
vírica aparentemente inofensiva. El caso es paradigmático por lo
que tiene de extraordinario : considerada prácticamente una
deficiente mental a causa de su grave limitación sensorial, acabó
escribiendo libros e inventando un método de aprendizaje del
lenguaje para los niños sordociegos. En una película de los años
setenta, dirigida por Arthur Penn y titulada El milagro de Annie
Sullivan, se muestra como esta niña de nueve años,
absolutamente primaria en todos los aspectos, realiza con la ayuda
de su maestra un duro aprendizaje para entrar en el orden simbólico
del lenguaje y de la ley. Es el esfuerzo de su maestra para
inscribirla en el lenguaje porque es la única vía de acceso al
mundo humano. que no es otro que el estructurado por el lenguaje, el
universo de la palabra.. Porque de lo que se trata, como su muy bien
entiende su maestra, no es enseñarle la relación entre una cosa y
un signo, ya que esta asociación puede conseguirse con un método
adecuado hasta con algunos primates. Tampoco es cuestión de
adiestrarla, como podemos hacer con un perro, y conseguir así
cambiar su conducta salvaje por unos hábitos socialmente aceptables.
Lo que hay que poner en juego es una mediación que nos permita
establecer un vínculo simbólico ( es decir lingüístico) entre
nosotros y el mundo exterior, que básicamente son los otros. Hay una
pérdida, una alineación en este Gran Otro ( Código del
lenguaje y de la ley a la que nos hemos de someter) que nos separa de
lo inmediato, lo natural. Pero es la única opción porque un
organismo humano, con un sistema nervioso hiperplástico, con
conciencia de yo e hipersensible a los estímulos, está condenado a
la locura sino es capaz de reconstruir otro vínculo, diferente del
natural y que es el de la sociedad. Ésta le permite establecer una
nueva relación a través de esta mediación simbólica y crear un
mundo humano que sustituye al medio animal. Y lo que ganamos con esta
pérdida es una distancia que posibilita la libertad humana, es
decir, la capacidad de decidir.
Helen Keller, antes de aprender el lenguaje simbólico, tiene un
imaginario individual que no participa de un imaginario social porque
no está articulado por lo simbólico. Su imaginario es una red de
imágenes y de afectos que es el sustrato de una mente
desestructurado ( por la falta de este lenguaje simbólico). También
algunos animales tienen un imaginario individual, ya que en su mente
hay imágenes ligadas a emociones, como podemos comprobar con
diferentes ejemplos. Si tomamos la película Perro blanco,
dirigida por el gran Samuel Fuller, comprobamos a través del caso de
un perro adiestrado para agredir a personas negras. Si el animal las
ataca ( y no puede dejar de hacerlo) es porque la imagen perceptiva
de una persona con la piel negra que capta visualmente se encadena en
su cerebro con una imagen mental guardada en la memoria y cargada con
una emoción intensa de rabia, la cual le provoca una conducta
agresiva para la cual no estaba instintivamente preparado. Cuando
para modificar su conducta se condiciona una relación diferente, que
es la asociación de una persona de color negro con su propia
supervivencia, para hacer que éste aparezca como un salvador y no
como un agresor, lo que ocurre es que en su imaginario ésta se le
sobrepone a la imagen anterior pero sin eliminarla totalmente , ya
que puede reaparecer en cualquier momento. Y esto sucede cuando la
percepción de algún detalle conduce directamente a la imagen
primitiva. Podemos aceptar entonces que hay animales que tienen un
vida mental, y por tanto un Imaginario, pero manteniendo una
diferencia radical con el ser humano, ya que éste tiene conciencia
y sobre todo tiene un lenguaje simbólico. Pero no hay que entender
las imágenes como el lenguaje de los símbolos sino a éstos como
los significantes lingüísticos que articulan las imágenes.
Volviendo
a Helen Keller podemos decir que sin lenguaje simbólico vive en un
mundo que no es animal pero que tampoco le falta la estructura que
posibilita el pensar, en el sentido más estricto de la palabra, y
establecer una relación mediatizada con la realidad y construir un
mundo humano. La primera Helen Keller se comunica por gritos, por
golpes y por caricias y su inteligencia es concreta y puramente
operativa pero a partir del momento que aprende lo que es la
mediación simbólica del lenguaje no
sólo es capaz de comunicarse por palabras de una manera precisa y
clara sino también de
pensar y de decidir.
Antes le faltaban los recursos y la seguridad de los animales, ya que
como han señalado numerosos biólogos y psicólogos el hombre es un
animal prematuro, biológicamente deficitario y que nace tan
desamparado que depende durante un larguísimo tiempo del Otro.
El cerebro humano es especialmente plástico y quedan grabadas en él
numerosas huellas de las percepciones pasadas desde las que
constituimos nuestro imaginario, pero éste se va articulando
lingüísticamente desde lo simbólico. Si éste no se construye hay
sólo imaginario desbocado porque al imaginario animal se le
añade la autoconciencia sin capacidad de establecer cauces
lingüísticos para canalizarlos. Seguramente la conciencia no tiene
una función evolutiva, ya que darse cuenta que las cosas nos pasan a
nosotros no nos sirve, en principio, para mejorar nuestras
habilidades frente a la supervivencia en el medio natural. Pero,
paradójicamente, y de manera totalmente contingente, la conciencia
ha sido un azar evolutivo a partir del cual hemos construido este
mundo artificial que es el humano, tan peculiar y peligroso al mismo
tiempo. Un ser vivo no requiere ser consciente para sobrevivir, sólo
necesita las pautas perceptivas y conductuales adecuadas para dar la
respuesta correcta a los estímulos (internos y externos) que recibe
en función de la supervivencia individual y específica.
¿
Para qué necesitamos saber que funcionamos si ya lo hacemos
adecuadamente ? Quizás el hombre es este extraño animal que no
funciona adecuadamente a nivel biológico pero al que al azar le ha
dado una conciencia que le ha permitido generar su propia prótesis.
La
conciencia abre un abismo, un mundo de locura del que solo podemos
salir a través del vínculo social del lenguaje que nos permite
construir socialmente el orden simbólico. El lenguaje es una
construcción social compuesta por una serie de signos lingüísticos,
a los que aquí llamamos símbolos, que están construidos y
estructurados y que crean una realidad material propia pero que
designan una realidad que le trasciende. Pero la lengua se construye
como una estructura con unas leyes propias y cada palabra no
representa una cosa, como bien mostró Saussure, sino que es un
significante que representa un significado. De esta manera se van
tejiendo palabras desde las que construimos la lengua que, aunque en
un sentido es un instrumento que utilizamos, en otro sentido es ella
la que nos atrapa en sus redes. Cuando Lacan, dando la vuelta a
Saussure, plantea que lo determinante es el significante, nos plantea
una reflexión interesante, ya que es cierto que éste es el elemento
material y más consistente y que su relación con el significado es
variable, pero tampoco podemos considerar el valor del significante
como independiente del significado. El significante Justicia
puede ser entendido de muchas maneras pero la significación
individual o social que el damos está directamente ligado a su
significado, que aquí tiene un sentido normativo ( que se puede
concretar de muchas maneras, algunas antagónicas). No podemos decir
por lo tanto en sentido estricto que el significante forma parte del
orden simbólico y el significado al imaginario, porque así perdemos
el sentido de las palabras en un planteamiento que al final resulta
confuso o equívoco. Las palabras nos permiten distanciarnos de las
cosas y construir el discurso mental organizado a través de esto que
podríamos llamar, con reservas, la Razón
común. Digo reservas porque es muy
difícil discriminar esta racionalidad compartida de la ideología,
que es justamente un imaginario social que siendo particular quiere
pasar por universal. El lenguaje nos separa del mundo natural pero
nos permite construir un mundo nuevo desde el que elaboramos un
vínculo social y lo hace en un sentido muy diferente al de la
conciencia, que nos contrae en nosotros mismos y nos mantiene
atrapados sin posibilitarnos la distancia que sólo nos procura el
lenguaje simbólico. Este orden simbólico nos convierte en sujetos
pero también en el sentido que estamos sujetados a este Gran
Otro ( la lengua y la ley). ¿ Pero que
es la ley en esta dimensión simbólica que no queremos reducir a las
creencias, es decir a lo imaginario ? . No nos engañemos, es un
imperativo categórico que interiorizamos y que desde aquí nos
establece unos límites internos y un Ideal simbólico, desde la
misma formación del carácter. Estamos asistiendo a una sociedad en
que la caída del Otro simbólico
está produciendo una juventud perversa en que la transgresión se ha
convertido en la norma y en la que solo cuenta el principio del
placer y la identidad se construye sobre esta personalidad narcisista
que no quiere ni conoce límites. Y cuando se quiere salir de esta
lógica individualista se acaba cayendo en identificaciones
imaginarias de tipo absoluto ( religión, nación ) que acaban
conduciendo al sectarismo y a la violencia. Faltan estructuras
internas ( carácter) y externas ( Ideal ) que sólo pueden formarse
desde el orden simbólico y la interiorización de la ley y ésta
puede y debe. La moda de la teoría de los valores pienso que
confunde más que aclara porque considera que la ética debe
plantearse en el campo de las creencias y éstas sólo operan en el
nivel superficial del imaginario, pueden ser mantenidas o cambiadas
porque son simples identificaciones ideológicas. Pero es el carácter
el que debe formarse de una manera sólida y este anclaje ha de ir
más allá de las identificaciones imaginarias, que tiene unos
principios los mantiene como tales, aunque cambie sus contenido. Son
las actitudes y los hábitos son los que conforman la
vida ética de la persona, como ya supo
ver Aristóteles ( y es a partir de ellos que valoramos, con lo cual
el valor es el efecto y no la causa de las valoraciones). Los grandes
teóricos del psicoanálisis como Freud y Lacan ya entendieron la
necesidad del superyo
aunque éste no tenía que ser tan rígido como para ahogar el deseo,
ya que éste es el que nos mueve y nos singulariza.
¿ Y que es la fantasía
en esta doble red que es a la vez social e individual,
simbólica e imaginaria ? Lo primero que hay que decir de la fantasía
es que es consecuencia del imaginario pero que también es necesario
que se inserte en el orden simbólico, que es el que posibilita el
deseo. Con estímulos internos biológicos, como el hambre o el sexo,
que producen una tensión interna desagradable lo que tenemos es una
necesidad que eliminamos con una acción específica que nos da
satisfacción. En el caso de imágenes producidas por el mundo animal
no considero que exista deseo ( en el sentido fuerte de la palabra)
en la medida que estas imágenes no son creadoras de un impulso
independiente de los estímulos. Si consideramos que el deseo está
siempre vinculado a la búsqueda de un placer podríamos pensar que
el primero existe en la medida que es capaz de generar una acción
sin que intervengan estímulos. En este sentido sí creo que es
necesario la intervención de la conciencia y del yo, por una parte,
y de un orden simbólico basado en el lenguaje, por otro, para crear
las condiciones que garantizan la aparición de un deseo, que está
ligado al imaginario en la medida que lo asociamos a una
representación, y a lo simbólico en la medida en aparece con el
límite de la ley y la articulación del lenguaje. A partir de aquí
se constituye la fantasía como guión narrativo ( y por tanto
simbólico) en la que escenificamos lo que deseamos. El lenguaje es
una realidad material, una invención humana que tiene una estructura
basada en la oposición y la diferencia entre los signos lingüístico,
que son los significantes, es decir que son imágenes acústicas que
tienen una significación. Esta es la gran aportación del
psicoanálisis, la de entender que lo que sostiene el deseo es la
falta, esta falta estructural que constituye el límite que produce
la ley, ya que deseamos justamente lo que nos falta. Volviendo al
viejo Platón recordemos que decía que el Amor como Deseo era Hijo
de la Riqueza y la Pobreza, en el sentido de que queremos siempre lo
que no tenemos.
Cuando hablamos del
deseo y de la fantasía lo hacemos considerando que tanto pueden ser
conscientes como inconscientes. Pero ¿existe el inconsciente ? ¿ si
así fuera estamos entonces determinados por esta fantasía
inconsciente ? A la primera pregunta contestaré que sí, porque me
parece la hipótesis con más capacidad explicativa para entender el
porqué de nuestra conducta, es decir la parte oculta de las
significaciones psíquicas que los estímulos externos tienen sobre
nosotros. No podemos entender la conducta humana si no es a partir de
la la construcción simbólico-imaginario y la fantasía singular de
cada sujeto que es el que le da sentido y permite explicarla. Nuestra
experiencia, el análisis del otro y la propia clínica llevan a
considerar este sistema como parcialmente inconsciente y tanto los
sueños, como los síntomas psíquicos, los actos fallidos y la
repetición de actos que ni nosotros entendemos son una pequeña
muestra de hasta que punto hay unas fuerzas presentes en nuestro
psiquismo de las que no somos conscientes. Como decía Freud la
fantasía se produce por una combinación inconsciente de cosas
vividas y cosas oídas, y hay algunas que tienen un carácter
consciente y otro inconsciente, y quizás en la mayoría adquieren un
carácter mixto difícil de delimitar.
Shakespeare decía que la realidad y los sueños están
hechos de la misma materia, lo que podemos traducir como que la
diferencia entre la percibido y lo imaginado tiene relación con el
origen pero no con su naturaleza, es decir con su peso en el
psiquismo humano.
Hay que
problematizar algunos planteamientos de Freud : en el peso exclusivo
que da a la sexualidad en la fantasía y en su intento de justificar
filogenéticamente unas fantasías pretendidamente universales, que
es posible que tengan una raíz cultural generalizada pero que no son
estructuralmente comunes al psiquismo humano ( si así lo
consideramos, mal que nos pese, acabamos en la conclusión de un
inconsciente colectivo basado en arquetipos universales). También
cuando Lacan quiere reducir la fantasía a una fórmula y teoriza una
fantasía fundamental reprimida a la que no podemos
acceder y que tiene un carácter nuclear en nuestro psiquismo. Pero
el exceso lacaniano se multiplica en Žižek por su furor
explicativo, ya que traslada su discurso a la filosofía, al
cine, a las ciencias sociales y a la política. Y aunque siempre
tiene algo interesante y novedoso que decir, hay una perspectiva
lacaniana inevitablemente dogmática.
Creo
que todos tenemos un guión imaginario que se ha estructurado
de manera inconsciente desde la infancia pero que vamos transformando
a lo largo de nuestra vida. Esta fantasía ( que de hecho es un
conjunto de fantasías ) determina nuestra conducta sin haberla
elegido, porque sea consciente o sea inconsciente es siempre
involuntaria. Y es en ella donde encontramos la paradoja humana que
surge del antagonismo entre determinismo y libertad. Y de esta manera
podemos interpretar el planteamiento de Spinoza de que la libertad es
la conciencia de la necesidad porque lo que sí está claro es que el
conocimiento de este guión imaginario es el que nos permite
distanciarnos de él y , en la medida que lo hacemos, transformarlo
en algo propio que manejamos sin que nos atrape. Como
dice Damasio, hay una memoria del futuro
posible, en el sentido de que a partir
de los materiales de la memoria construimos los planes imaginarios de
los acontecimientos futuros. A partir de aquí podemos formularnos
simbólicamente, es decir a través del lenguaje y desde él un
proyecto elaborado desde los deseos y las fantasías conscientes con
lo cual somos un sujeto que sujeta y no
es sujetado por ellas.
La idea de
plasticidad neuronal como base de la huella psíquica que queda como
resto de la percepción me parece aquí fundamental para entender el
proceso de la formación del imaginario y de la fantasía singular de
cada sujeto.. De esta forma el recuerdo es el material a partir del
cual, por una cadena asociativa inconsciente (que neurológicamente
puede justificarse) va elaborando de manera básicamente
no-consciente este guión imaginario que en gran parte constituye
nuestra realidad psíquica. Delante de una percepción, el sistema
nervioso recibe entonces una doble excitación : la externa del
estímulo y la interna de la fantasía ( la Otra escena ). No
hay que olvidar aquí que cada percepción tiene lo que Damasio llama
un marcador somático, que está vinculada a la imagen
recibida y se va transfiriendo hasta la fantasía que, al activarse
crea un estado carencia que provoca la descarga pulsional que puede
incluso distorsionar nuestra percepción de la realidad y que modula
indudablemente el juicio y la acción sobre ella. Algunas de estas
fantasías son funcionales, en el sentido de que forman parte
necesaria de nuestra realidad psíquica y que el máximo precio que
hemos de pagar por ellas son una neurosis leve pero otras y pueden
conducirnos a la perversión o a la devastación psíquica de una
neurosis grave o una psicosis. La fantasía, efectivamente, puede ser
desde el núcleo personal, la marca que damos a las cosas y que nos
motiva en nuestra relación con ellas hasta una auténtica pesadilla
que nos encadena a ellas. Aquí estaría el obstáculo, el que nos
impida llevar a cabo esta buena vida que ha defendido la ética
clásica, desde Aristóteles hasta Spinoza . La fantasía es por
tanto esta red imaginaria a partir de la cual constituimos nuestro
deseo y nos constituimos a nosotros mismos en una narración
biográfica, que es la manera ( siempre una verdad-a-medias)
como nos explicamos nuestra vida. No podemos ser los guionistas de
nuestra vida pero sí somos los actores y podemos ser también, valga
aquí la analogía cinematográfica, los directores. No sólo los
materiales genéticos, ambientales, familiares nos vienen impuestos
sino también este guión imaginario que se forma en nosotros
en la infancia sin que seguramente seamos conscientes ello pero
podemos ir adquiriendo la capacidad de transformarlo en algo
creativo, satisfactorio. Esta es la medida de nuestra libertad y
quizás también de nuestro carácter, aunque la creencia que cada
uno es lo que quiere ser, es engañarse, caer en la ilusión. El
obstáculo es, sobre todo, el estar atrapado, capturado por una
fantasía que nos lleva a la infelicidad, a repetir el fracaso, al
círculo vicioso.
Llegamos finalmente al tema de la identificación y con él al de la
identidad. Hay en ésta un elemento permanente que es el de la
conciencia, en el sentido de que, como plantea también Damasio,
existe en el cerebro humano la configuración de un yo neuronal. Por
lo tanto hay un elemento identitario que tiene la consistencia de lo
real biológico y que está más allá del imaginario y de lo
simbólico aunque no podemos entenderlo de una manera tan esotérica
y ambigua como lo real en su formulación lacaniana. A partir
de aquí construimos otra identidad que es la que Antonio Damasio
denomina el yo narrativo y del que podemos diferenciar
elementos simbólicos e imaginarios. La identidad simbólica es la
que está relacionada con los elementos ideales que interiorizamos y
a partir de los cuales asentamos una estructura, en el sentido que
apunta Lacan cuando habla del Ideal del yo y que sería el
carácter en la terminología del sociólogo Richard Sennett. La
identificación imaginaria se mueve, en cambio, en el terreno de las
identificaciones y éstas tienen siempre un carácter mimético y de
engaño y es la ilusión que denuncian las sabidurías orientales
cuando hablan del Ego como espejismo y raíz de pasiones tan
nefastas como la vanidad y la envidia, que tanto definen por otra
parte al hombre moderno. La identidad hay que entenderla entonces
desde una base biológica a partir de la cual interiorizamos un Ideal
y ocupamos una posición ( aspecto simbólico) y también como un
conjunto de identificaciones a las que hemos de dar una carácter
parcial y que en su conjunto forman una identidad imaginaria, que
debe articularse en torno a lo simbólico. Evitar identificaciones
absolutas con una autoimagen o con una imagen parcial y saber
mantener la distancia con nuestras propias identificaciones asumiendo
lo que tenemos de más singular.
La realidad es lo que se resiste, decía Dilthey. Esta realidad es la
verdad con la que nos topamos y es contra ella que chocan finalmente
todas las ilusiones, es decir, el imaginario cuando se convierte en
el obstáculo para entenderla Pero como decía también Castoriadis
la realidad es también lo que se transforma y el obstáculo en el
conocer es también la ideología ( entendido como imaginario y
fantasía sociales) que nos presenta como necesario lo que solo es
posible y aquí podemos recuperar a Sartre cuando habla del
imaginario como el horizonte de los posible, y por tanto de la
libertad humana..Como dice Rosset afirmaré que la realidad es lo
que hay y como tal no tiene ninguna finalidad y cualquier
pretensión de dársela es ilusoria., lo cual llevado al límite
conduce al delirio, como una reconstrucción absolutamente
distorsionada de la experiencia que aunque no llegue a la alucinación
pueden convertir cada identificación perceptiva en lo contrario de
lo que es. La hermenéutica simbólica la sitúo entonces en el
terreno de la ilusión de pensar que las cosas son en sí mismas un
mensaje, que hay una realidad superior que nos trasciende y que de
alguna manera se nos revela. Aquí hay que ubicar el lenguaje como lo
que realmente es, una estructura arbitraria de significante
completamente ligados entre sí que hacen perder al distinción que
pierde Castoriadis al diluir el lenguaje en este imaginario
radical. Pero esta separación conceptual es operativa porque
permite matizar entre lo que es la estructura social como el lenguaje
y la ley ( Otro Simbólico ) y lo que son las identificaciones del
imaginario social.. Igualmente entre identidad imaginaria e identidad
entendidas como identificación con la mirada y reconocimiento del
otro o como identidad planteada a través de la función y la
relación social, del lugar que ocupamos y los compromisos que
adoptamos. En cuanto al registro de lo real lacaniano como
aquello que se escapa a nuestra identidad simbólica-imaginaria y que
constituye algo genuino y heterogéneo, que no puede ser dicho ni
representado, pero que nos permite entendernos como incompletos,
también vale la pena mantenerlo. Pero ya he señalado la confusión
ontológica del término real, por lo que prefiero utilizar más
modestamente otro término, como el de la realidad psíquica
inconsciente que se mueve precisamente en el escenario de esta Otra
escena. El imaginario es también un fondo no-racional sobre el
que se enclava nuestra racionalidad teórica y práctica. y
eliminarlo nos conduciría a la locura de la razón en el sentido de
que nos convertiríamos en máquinas pensantes y no es seres vivos
que sienten y piensan. El imaginario es una red necesaria para
constituir nuestra realidad humana, que nos permite, como decía
Unamuno, pensar lo que sentimos y sentir lo que pensamos. En
este sentido sí que podemos entenderlo como un puente o enlace entre
lo mental y lo corporal-emocional, pero sin aceptar la existencia de
ningún reino intermedio de tipo ontológico como el que defiende
Corbin. Este fondo imaginario también posibilita el deseo y
contribuye a darnos una identidad, que debemos mantener articulada
con lo simbólico y aceptando que siempre hay algo que se nos escapa
y que ninguna identificación puede cubrir : somos un sujeto dividido
e incompleto.
El imaginario se convierte en un obstáculo cuando invade la
racionalidad y nos conduce a la ilusión, la idealización o, en el
límite, al delirio. También cuando se fija en una Fantasía que nos
conduce a la perversión o a una fijación patológica o a una
identificación absoluta que tapona nuestra incompletud y esta
división interna que constituye la condición humana, nuestra herida
fundamental, aquella fisura que sólo podemos tapar con la ilusión
de un yo sustancial. Pero, como dice Lacan, tanto en lo imaginario
como en lo simbólico hay un agujero, lo cual quiere decir que cada
registro es incompleto : el gran obstáculo, la locura del yo es
querer abarcarlo todo, querer controlarlo todo.
El imaginario es una red psíquica que se entreteje con una
estructura que es lo simbólico: imágenes con palabras, palabras
con conceptos, emociones con representaciones, lo racional con lo
no-racional. Lo simbólico a nivel psíquico es la interiorización
de una estructura objetiva y material, que es la de la lengua y la
ley que son materializaciones sociales transmitidas por las
instituciones que existen más allá de los individuos y que es la
estructura a partir del cual articulamos nuestra experiencia humano.
Pero siempre queda un resto , por utilizar una afortunada expresión
de Lacan, que no es enunciable ni representable y que está más allá
de lo que podemos entender no podemos decir que está ni dentro ni
fuera de nosotros y delante de él solo queda, como dijeron Lao Tse o
Wittgenstein, el silencio. Por lo tanto descartemos la trampa de la
hermenéutica simbólica cuando nos dicen que con imágenes
simbólicas lo podemos evocar, ya que si entramos en este registro ya
hablamos y entramos en la lógica del discurso, cuando lo que hay que
hacer es callar y aceptar que hay algo enigmático que aparece en la
fisura de la palabra, el símbolo o la imagen. Quizás sí hay un
lenguaje que puede evocarlo que es el del Arte, en la medida que
puede evocar una experiencia subjetiva que no tiene que ver ni con lo
Inefable ni con la Revelación.
La gran pregunta sobre el Logos ( lo simbólico) es la de la
posibilidad de una Razón común desde la que ejercer un
pensar crítico que ni entienda la racionalidad como una pura
construcción de ficciones ni como defensa incondicional del Sentido
Común, tan impregnado por el Imaginario social, es decir por la
ideología. Tampoco es una alternativa la solución de Gastón
Bachelard tan popularizada hace unas décadas por Althusser de
reivindicar la ciencia contra el sentido común, entendido éste como
ideología : aquí la ciencia aparece idealizada, casi sacralizada y
conduce a una posición elitista y sectaria en la que unos pocos
acaban detentando la verdad.
Lo simbólico como estructura social produce un imaginario social (
sistema de creencias, incluidos los valores) y una red subjetiva de
imágenes con un significado emocional que forman cada mente
singular. Entre el orden simbólico, que es una estructura
básicamente cerrada) y el imaginario, que es una red abierta,
constituimos una subjetividad que debe evitar la polarización sino
quiere caer en la rigidez o en la inconsistencia. Y esta subjetividad
teje su propia fantasía que será más o menos socializada en
función del peso que tenga lo simbólico.
Pero hay una reflexión final que sólo quiero apuntar pero que
merece toda nuestra atención. La realidad virtual va sustituyendo
cada vez la realidad corporal en el sentido que la base sobre la cual
se apuntala lo simbólico y se teje lo imaginario y la fantasía es
cada vez menos el cuerpo como unidad desde la cual desarrollamos
nuestro psiquismo y cada vez más la pura virtualidad. Esto quiere
decir que la realidad físico-biológica que somos va perdiendo
terreno conjuntamente a la del Otro como garantía del orden
simbólico. Y lo que va ganando terreno es el imaginario, en el
sentido que se va tejiendo una red sin límites corporales ni
simbólicos. Y la fantasía es cada vez menos esta articulación
entre lo biológico /simbólico/ imaginario para ser un deseo sin
límites que se desarrolla fuera de los límites del cuerpo (como
demuestra por ejemplo el cibersexo). Este es el incierto futuro donde
el psiquismo deberá ser analizado desde una nueva articulación
entre lo simbólico, el imaginario y la fantasía y su inscripción
conjunta en lo corporal. Nuevas redes, nuevos obstáculos.
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