viernes, 31 de marzo de 2017

LA REALIDAD, ENTRE LO IMAGINARIO Y LO SIMBÓLICO

Resultat d'imatges de imaginario y simbolico

La cuestión a resolver aquí es la siguiente : ¿ Seguirá esto percibiéndose como “realidad” ? Para un ser humano ¿ No está “la realidad “ ontológicamente definida por un grado, aunque sea mínimo, de resistencia ( real es aquello que se resiste, que no es completamente maleable por los caprichos de la imaginación )?
Slavoj Žižek

Helen Keller, nacida en EEUU a principios del siglo XX, fue una niña que con pocos meses de vida se quedó ciega y sorda por una infección vírica aparentemente inofensiva. El caso es paradigmático por lo que tiene de extraordinario : considerada prácticamente una deficiente mental a causa de su grave limitación sensorial, acabó escribiendo libros e inventando un método de aprendizaje del lenguaje para los niños sordociegos. En una película de los años setenta, dirigida por Arthur Penn y titulada El milagro de Annie Sullivan, se muestra como esta niña de nueve años, absolutamente primaria en todos los aspectos, realiza con la ayuda de su maestra un duro aprendizaje para entrar en el orden simbólico del lenguaje y de la ley. Es el esfuerzo de su maestra para inscribirla en el lenguaje porque es la única vía de acceso al mundo humano. que no es otro que el estructurado por el lenguaje, el universo de la palabra.. Porque de lo que se trata, como su muy bien entiende su maestra, no es enseñarle la relación entre una cosa y un signo, ya que esta asociación puede conseguirse con un método adecuado hasta con algunos primates. Tampoco es cuestión de adiestrarla, como podemos hacer con un perro, y conseguir así cambiar su conducta salvaje por unos hábitos socialmente aceptables. Lo que hay que poner en juego es una mediación que nos permita establecer un vínculo simbólico ( es decir lingüístico) entre nosotros y el mundo exterior, que básicamente son los otros. Hay una pérdida, una alineación en este Gran Otro ( Código del lenguaje y de la ley a la que nos hemos de someter) que nos separa de lo inmediato, lo natural. Pero es la única opción porque un organismo humano, con un sistema nervioso hiperplástico, con conciencia de yo e hipersensible a los estímulos, está condenado a la locura sino es capaz de reconstruir otro vínculo, diferente del natural y que es el de la sociedad. Ésta le permite establecer una nueva relación a través de esta mediación simbólica y crear un mundo humano que sustituye al medio animal. Y lo que ganamos con esta pérdida es una distancia que posibilita la libertad humana, es decir, la capacidad de decidir.
Helen Keller, antes de aprender el lenguaje simbólico, tiene un imaginario individual que no participa de un imaginario social porque no está articulado por lo simbólico. Su imaginario es una red de imágenes y de afectos que es el sustrato de una mente desestructurado ( por la falta de este lenguaje simbólico). También algunos animales tienen un imaginario individual, ya que en su mente hay imágenes ligadas a emociones, como podemos comprobar con diferentes ejemplos. Si tomamos la película Perro blanco, dirigida por el gran Samuel Fuller, comprobamos a través del caso de un perro adiestrado para agredir a personas negras. Si el animal las ataca ( y no puede dejar de hacerlo) es porque la imagen perceptiva de una persona con la piel negra que capta visualmente se encadena en su cerebro con una imagen mental guardada en la memoria y cargada con una emoción intensa de rabia, la cual le provoca una conducta agresiva para la cual no estaba instintivamente preparado. Cuando para modificar su conducta se condiciona una relación diferente, que es la asociación de una persona de color negro con su propia supervivencia, para hacer que éste aparezca como un salvador y no como un agresor, lo que ocurre es que en su imaginario ésta se le sobrepone a la imagen anterior pero sin eliminarla totalmente , ya que puede reaparecer en cualquier momento. Y esto sucede cuando la percepción de algún detalle conduce directamente a la imagen primitiva. Podemos aceptar entonces que hay animales que tienen un vida mental, y por tanto un Imaginario, pero manteniendo una diferencia radical con el ser humano, ya que éste tiene conciencia y sobre todo tiene un lenguaje simbólico. Pero no hay que entender las imágenes como el lenguaje de los símbolos sino a éstos como los significantes lingüísticos que articulan las imágenes.
Volviendo a Helen Keller podemos decir que sin lenguaje simbólico vive en un mundo que no es animal pero que tampoco le falta la estructura que posibilita el pensar, en el sentido más estricto de la palabra, y establecer una relación mediatizada con la realidad y construir un mundo humano. La primera Helen Keller se comunica por gritos, por golpes y por caricias y su inteligencia es concreta y puramente operativa pero a partir del momento que aprende lo que es la mediación simbólica del lenguaje no sólo es capaz de comunicarse por palabras de una manera precisa y clara sino también de pensar y de decidir. Antes le faltaban los recursos y la seguridad de los animales, ya que como han señalado numerosos biólogos y psicólogos el hombre es un animal prematuro, biológicamente deficitario y que nace tan desamparado que depende durante un larguísimo tiempo del Otro.
El cerebro humano es especialmente plástico y quedan grabadas en él numerosas huellas de las percepciones pasadas desde las que constituimos nuestro imaginario, pero éste se va articulando lingüísticamente desde lo simbólico. Si éste no se construye hay sólo imaginario desbocado porque al imaginario animal se le añade la autoconciencia sin capacidad de establecer cauces lingüísticos para canalizarlos. Seguramente la conciencia no tiene una función evolutiva, ya que darse cuenta que las cosas nos pasan a nosotros no nos sirve, en principio, para mejorar nuestras habilidades frente a la supervivencia en el medio natural. Pero, paradójicamente, y de manera totalmente contingente, la conciencia ha sido un azar evolutivo a partir del cual hemos construido este mundo artificial que es el humano, tan peculiar y peligroso al mismo tiempo. Un ser vivo no requiere ser consciente para sobrevivir, sólo necesita las pautas perceptivas y conductuales adecuadas para dar la respuesta correcta a los estímulos (internos y externos) que recibe en función de la supervivencia individual y específica.
¿ Para qué necesitamos saber que funcionamos si ya lo hacemos adecuadamente ? Quizás el hombre es este extraño animal que no funciona adecuadamente a nivel biológico pero al que al azar le ha dado una conciencia que le ha permitido generar su propia prótesis.
La conciencia abre un abismo, un mundo de locura del que solo podemos salir a través del vínculo social del lenguaje que nos permite construir socialmente el orden simbólico. El lenguaje es una construcción social compuesta por una serie de signos lingüísticos, a los que aquí llamamos símbolos, que están construidos y estructurados y que crean una realidad material propia pero que designan una realidad que le trasciende. Pero la lengua se construye como una estructura con unas leyes propias y cada palabra no representa una cosa, como bien mostró Saussure, sino que es un significante que representa un significado. De esta manera se van tejiendo palabras desde las que construimos la lengua que, aunque en un sentido es un instrumento que utilizamos, en otro sentido es ella la que nos atrapa en sus redes. Cuando Lacan, dando la vuelta a Saussure, plantea que lo determinante es el significante, nos plantea una reflexión interesante, ya que es cierto que éste es el elemento material y más consistente y que su relación con el significado es variable, pero tampoco podemos considerar el valor del significante como independiente del significado. El significante Justicia puede ser entendido de muchas maneras pero la significación individual o social que el damos está directamente ligado a su significado, que aquí tiene un sentido normativo ( que se puede concretar de muchas maneras, algunas antagónicas). No podemos decir por lo tanto en sentido estricto que el significante forma parte del orden simbólico y el significado al imaginario, porque así perdemos el sentido de las palabras en un planteamiento que al final resulta confuso o equívoco. Las palabras nos permiten distanciarnos de las cosas y construir el discurso mental organizado a través de esto que podríamos llamar, con reservas, la Razón común. Digo reservas porque es muy difícil discriminar esta racionalidad compartida de la ideología, que es justamente un imaginario social que siendo particular quiere pasar por universal. El lenguaje nos separa del mundo natural pero nos permite construir un mundo nuevo desde el que elaboramos un vínculo social y lo hace en un sentido muy diferente al de la conciencia, que nos contrae en nosotros mismos y nos mantiene atrapados sin posibilitarnos la distancia que sólo nos procura el lenguaje simbólico. Este orden simbólico nos convierte en sujetos pero también en el sentido que estamos sujetados a este Gran Otro ( la lengua y la ley). ¿ Pero que es la ley en esta dimensión simbólica que no queremos reducir a las creencias, es decir a lo imaginario ? . No nos engañemos, es un imperativo categórico que interiorizamos y que desde aquí nos establece unos límites internos y un Ideal simbólico, desde la misma formación del carácter. Estamos asistiendo a una sociedad en que la caída del Otro simbólico está produciendo una juventud perversa en que la transgresión se ha convertido en la norma y en la que solo cuenta el principio del placer y la identidad se construye sobre esta personalidad narcisista que no quiere ni conoce límites. Y cuando se quiere salir de esta lógica individualista se acaba cayendo en identificaciones imaginarias de tipo absoluto ( religión, nación ) que acaban conduciendo al sectarismo y a la violencia. Faltan estructuras internas ( carácter) y externas ( Ideal ) que sólo pueden formarse desde el orden simbólico y la interiorización de la ley y ésta puede y debe. La moda de la teoría de los valores pienso que confunde más que aclara porque considera que la ética debe plantearse en el campo de las creencias y éstas sólo operan en el nivel superficial del imaginario, pueden ser mantenidas o cambiadas porque son simples identificaciones ideológicas. Pero es el carácter el que debe formarse de una manera sólida y este anclaje ha de ir más allá de las identificaciones imaginarias, que tiene unos principios los mantiene como tales, aunque cambie sus contenido. Son las actitudes y los hábitos son los que conforman la vida ética de la persona, como ya supo ver Aristóteles ( y es a partir de ellos que valoramos, con lo cual el valor es el efecto y no la causa de las valoraciones). Los grandes teóricos del psicoanálisis como Freud y Lacan ya entendieron la necesidad del superyo aunque éste no tenía que ser tan rígido como para ahogar el deseo, ya que éste es el que nos mueve y nos singulariza.
¿ Y que es la fantasía en esta doble red que es a la vez social e individual, simbólica e imaginaria ? Lo primero que hay que decir de la fantasía es que es consecuencia del imaginario pero que también es necesario que se inserte en el orden simbólico, que es el que posibilita el deseo. Con estímulos internos biológicos, como el hambre o el sexo, que producen una tensión interna desagradable lo que tenemos es una necesidad que eliminamos con una acción específica que nos da satisfacción. En el caso de imágenes producidas por el mundo animal no considero que exista deseo ( en el sentido fuerte de la palabra) en la medida que estas imágenes no son creadoras de un impulso independiente de los estímulos. Si consideramos que el deseo está siempre vinculado a la búsqueda de un placer podríamos pensar que el primero existe en la medida que es capaz de generar una acción sin que intervengan estímulos. En este sentido sí creo que es necesario la intervención de la conciencia y del yo, por una parte, y de un orden simbólico basado en el lenguaje, por otro, para crear las condiciones que garantizan la aparición de un deseo, que está ligado al imaginario en la medida que lo asociamos a una representación, y a lo simbólico en la medida en aparece con el límite de la ley y la articulación del lenguaje. A partir de aquí se constituye la fantasía como guión narrativo ( y por tanto simbólico) en la que escenificamos lo que deseamos. El lenguaje es una realidad material, una invención humana que tiene una estructura basada en la oposición y la diferencia entre los signos lingüístico, que son los significantes, es decir que son imágenes acústicas que tienen una significación. Esta es la gran aportación del psicoanálisis, la de entender que lo que sostiene el deseo es la falta, esta falta estructural que constituye el límite que produce la ley, ya que deseamos justamente lo que nos falta. Volviendo al viejo Platón recordemos que decía que el Amor como Deseo era Hijo de la Riqueza y la Pobreza, en el sentido de que queremos siempre lo que no tenemos.


Cuando hablamos del deseo y de la fantasía lo hacemos considerando que tanto pueden ser conscientes como inconscientes. Pero ¿existe el inconsciente ? ¿ si así fuera estamos entonces determinados por esta fantasía inconsciente ? A la primera pregunta contestaré que sí, porque me parece la hipótesis con más capacidad explicativa para entender el porqué de nuestra conducta, es decir la parte oculta de las significaciones psíquicas que los estímulos externos tienen sobre nosotros. No podemos entender la conducta humana si no es a partir de la la construcción simbólico-imaginario y la fantasía singular de cada sujeto que es el que le da sentido y permite explicarla. Nuestra experiencia, el análisis del otro y la propia clínica llevan a considerar este sistema como parcialmente inconsciente y tanto los sueños, como los síntomas psíquicos, los actos fallidos y la repetición de actos que ni nosotros entendemos son una pequeña muestra de hasta que punto hay unas fuerzas presentes en nuestro psiquismo de las que no somos conscientes. Como decía Freud la fantasía se produce por una combinación inconsciente de cosas vividas y cosas oídas, y hay algunas que tienen un carácter consciente y otro inconsciente, y quizás en la mayoría adquieren un carácter mixto difícil de delimitar. Shakespeare decía que la realidad y los sueños están hechos de la misma materia, lo que podemos traducir como que la diferencia entre la percibido y lo imaginado tiene relación con el origen pero no con su naturaleza, es decir con su peso en el psiquismo humano.
Hay que problematizar algunos planteamientos de Freud : en el peso exclusivo que da a la sexualidad en la fantasía y en su intento de justificar filogenéticamente unas fantasías pretendidamente universales, que es posible que tengan una raíz cultural generalizada pero que no son estructuralmente comunes al psiquismo humano ( si así lo consideramos, mal que nos pese, acabamos en la conclusión de un inconsciente colectivo basado en arquetipos universales). También cuando Lacan quiere reducir la fantasía a una fórmula y teoriza una fantasía fundamental reprimida a la que no podemos acceder y que tiene un carácter nuclear en nuestro psiquismo. Pero el exceso lacaniano se multiplica en Žižek por su furor explicativo, ya que traslada su discurso a la filosofía, al cine, a las ciencias sociales y a la política. Y aunque siempre tiene algo interesante y novedoso que decir, hay una perspectiva lacaniana inevitablemente dogmática.
Creo que todos tenemos un guión imaginario que se ha estructurado de manera inconsciente desde la infancia pero que vamos transformando a lo largo de nuestra vida. Esta fantasía ( que de hecho es un conjunto de fantasías ) determina nuestra conducta sin haberla elegido, porque sea consciente o sea inconsciente es siempre involuntaria. Y es en ella donde encontramos la paradoja humana que surge del antagonismo entre determinismo y libertad. Y de esta manera podemos interpretar el planteamiento de Spinoza de que la libertad es la conciencia de la necesidad porque lo que sí está claro es que el conocimiento de este guión imaginario es el que nos permite distanciarnos de él y , en la medida que lo hacemos, transformarlo en algo propio que manejamos sin que nos atrape. Como dice Damasio, hay una memoria del futuro posible, en el sentido de que a partir de los materiales de la memoria construimos los planes imaginarios de los acontecimientos futuros. A partir de aquí podemos formularnos simbólicamente, es decir a través del lenguaje y desde él un proyecto elaborado desde los deseos y las fantasías conscientes con lo cual somos un sujeto que sujeta y no es sujetado por ellas.
La idea de plasticidad neuronal como base de la huella psíquica que queda como resto de la percepción me parece aquí fundamental para entender el proceso de la formación del imaginario y de la fantasía singular de cada sujeto.. De esta forma el recuerdo es el material a partir del cual, por una cadena asociativa inconsciente (que neurológicamente puede justificarse) va elaborando de manera básicamente no-consciente este guión imaginario que en gran parte constituye nuestra realidad psíquica. Delante de una percepción, el sistema nervioso recibe entonces una doble excitación : la externa del estímulo y la interna de la fantasía ( la Otra escena ). No hay que olvidar aquí que cada percepción tiene lo que Damasio llama un marcador somático, que está vinculada a la imagen recibida y se va transfiriendo hasta la fantasía que, al activarse crea un estado carencia que provoca la descarga pulsional que puede incluso distorsionar nuestra percepción de la realidad y que modula indudablemente el juicio y la acción sobre ella. Algunas de estas fantasías son funcionales, en el sentido de que forman parte necesaria de nuestra realidad psíquica y que el máximo precio que hemos de pagar por ellas son una neurosis leve pero otras y pueden conducirnos a la perversión o a la devastación psíquica de una neurosis grave o una psicosis. La fantasía, efectivamente, puede ser desde el núcleo personal, la marca que damos a las cosas y que nos motiva en nuestra relación con ellas hasta una auténtica pesadilla que nos encadena a ellas. Aquí estaría el obstáculo, el que nos impida llevar a cabo esta buena vida que ha defendido la ética clásica, desde Aristóteles hasta Spinoza . La fantasía es por tanto esta red imaginaria a partir de la cual constituimos nuestro deseo y nos constituimos a nosotros mismos en una narración biográfica, que es la manera ( siempre una verdad-a-medias) como nos explicamos nuestra vida. No podemos ser los guionistas de nuestra vida pero sí somos los actores y podemos ser también, valga aquí la analogía cinematográfica, los directores. No sólo los materiales genéticos, ambientales, familiares nos vienen impuestos sino también este guión imaginario que se forma en nosotros en la infancia sin que seguramente seamos conscientes ello pero podemos ir adquiriendo la capacidad de transformarlo en algo creativo, satisfactorio. Esta es la medida de nuestra libertad y quizás también de nuestro carácter, aunque la creencia que cada uno es lo que quiere ser, es engañarse, caer en la ilusión. El obstáculo es, sobre todo, el estar atrapado, capturado por una fantasía que nos lleva a la infelicidad, a repetir el fracaso, al círculo vicioso.
Llegamos finalmente al tema de la identificación y con él al de la identidad. Hay en ésta un elemento permanente que es el de la conciencia, en el sentido de que, como plantea también Damasio, existe en el cerebro humano la configuración de un yo neuronal. Por lo tanto hay un elemento identitario que tiene la consistencia de lo real biológico y que está más allá del imaginario y de lo simbólico aunque no podemos entenderlo de una manera tan esotérica y ambigua como lo real en su formulación lacaniana. A partir de aquí construimos otra identidad que es la que Antonio Damasio denomina el yo narrativo y del que podemos diferenciar elementos simbólicos e imaginarios. La identidad simbólica es la que está relacionada con los elementos ideales que interiorizamos y a partir de los cuales asentamos una estructura, en el sentido que apunta Lacan cuando habla del Ideal del yo y que sería el carácter en la terminología del sociólogo Richard Sennett. La identificación imaginaria se mueve, en cambio, en el terreno de las identificaciones y éstas tienen siempre un carácter mimético y de engaño y es la ilusión que denuncian las sabidurías orientales cuando hablan del Ego como espejismo y raíz de pasiones tan nefastas como la vanidad y la envidia, que tanto definen por otra parte al hombre moderno. La identidad hay que entenderla entonces desde una base biológica a partir de la cual interiorizamos un Ideal y ocupamos una posición ( aspecto simbólico) y también como un conjunto de identificaciones a las que hemos de dar una carácter parcial y que en su conjunto forman una identidad imaginaria, que debe articularse en torno a lo simbólico. Evitar identificaciones absolutas con una autoimagen o con una imagen parcial y saber mantener la distancia con nuestras propias identificaciones asumiendo lo que tenemos de más singular.
La realidad es lo que se resiste, decía Dilthey. Esta realidad es la verdad con la que nos topamos y es contra ella que chocan finalmente todas las ilusiones, es decir, el imaginario cuando se convierte en el obstáculo para entenderla Pero como decía también Castoriadis la realidad es también lo que se transforma y el obstáculo en el conocer es también la ideología ( entendido como imaginario y fantasía sociales) que nos presenta como necesario lo que solo es posible y aquí podemos recuperar a Sartre cuando habla del imaginario como el horizonte de los posible, y por tanto de la libertad humana..Como dice Rosset afirmaré que la realidad es lo que hay y como tal no tiene ninguna finalidad y cualquier pretensión de dársela es ilusoria., lo cual llevado al límite conduce al delirio, como una reconstrucción absolutamente distorsionada de la experiencia que aunque no llegue a la alucinación pueden convertir cada identificación perceptiva en lo contrario de lo que es. La hermenéutica simbólica la sitúo entonces en el terreno de la ilusión de pensar que las cosas son en sí mismas un mensaje, que hay una realidad superior que nos trasciende y que de alguna manera se nos revela. Aquí hay que ubicar el lenguaje como lo que realmente es, una estructura arbitraria de significante completamente ligados entre sí que hacen perder al distinción que pierde Castoriadis al diluir el lenguaje en este imaginario radical. Pero esta separación conceptual es operativa porque permite matizar entre lo que es la estructura social como el lenguaje y la ley ( Otro Simbólico ) y lo que son las identificaciones del imaginario social.. Igualmente entre identidad imaginaria e identidad entendidas como identificación con la mirada y reconocimiento del otro o como identidad planteada a través de la función y la relación social, del lugar que ocupamos y los compromisos que adoptamos. En cuanto al registro de lo real lacaniano como aquello que se escapa a nuestra identidad simbólica-imaginaria y que constituye algo genuino y heterogéneo, que no puede ser dicho ni representado, pero que nos permite entendernos como incompletos, también vale la pena mantenerlo. Pero ya he señalado la confusión ontológica del término real, por lo que prefiero utilizar más modestamente otro término, como el de la realidad psíquica inconsciente que se mueve precisamente en el escenario de esta Otra escena. El imaginario es también un fondo no-racional sobre el que se enclava nuestra racionalidad teórica y práctica. y eliminarlo nos conduciría a la locura de la razón en el sentido de que nos convertiríamos en máquinas pensantes y no es seres vivos que sienten y piensan. El imaginario es una red necesaria para constituir nuestra realidad humana, que nos permite, como decía Unamuno, pensar lo que sentimos y sentir lo que pensamos. En este sentido sí que podemos entenderlo como un puente o enlace entre lo mental y lo corporal-emocional, pero sin aceptar la existencia de ningún reino intermedio de tipo ontológico como el que defiende Corbin. Este fondo imaginario también posibilita el deseo y contribuye a darnos una identidad, que debemos mantener articulada con lo simbólico y aceptando que siempre hay algo que se nos escapa y que ninguna identificación puede cubrir : somos un sujeto dividido e incompleto.
El imaginario se convierte en un obstáculo cuando invade la racionalidad y nos conduce a la ilusión, la idealización o, en el límite, al delirio. También cuando se fija en una Fantasía que nos conduce a la perversión o a una fijación patológica o a una identificación absoluta que tapona nuestra incompletud y esta división interna que constituye la condición humana, nuestra herida fundamental, aquella fisura que sólo podemos tapar con la ilusión de un yo sustancial. Pero, como dice Lacan, tanto en lo imaginario como en lo simbólico hay un agujero, lo cual quiere decir que cada registro es incompleto : el gran obstáculo, la locura del yo es querer abarcarlo todo, querer controlarlo todo.
El imaginario es una red psíquica que se entreteje con una estructura que es lo simbólico: imágenes con palabras, palabras con conceptos, emociones con representaciones, lo racional con lo no-racional. Lo simbólico a nivel psíquico es la interiorización de una estructura objetiva y material, que es la de la lengua y la ley que son materializaciones sociales transmitidas por las instituciones que existen más allá de los individuos y que es la estructura a partir del cual articulamos nuestra experiencia humano. Pero siempre queda un resto , por utilizar una afortunada expresión de Lacan, que no es enunciable ni representable y que está más allá de lo que podemos entender no podemos decir que está ni dentro ni fuera de nosotros y delante de él solo queda, como dijeron Lao Tse o Wittgenstein, el silencio. Por lo tanto descartemos la trampa de la hermenéutica simbólica cuando nos dicen que con imágenes simbólicas lo podemos evocar, ya que si entramos en este registro ya hablamos y entramos en la lógica del discurso, cuando lo que hay que hacer es callar y aceptar que hay algo enigmático que aparece en la fisura de la palabra, el símbolo o la imagen. Quizás sí hay un lenguaje que puede evocarlo que es el del Arte, en la medida que puede evocar una experiencia subjetiva que no tiene que ver ni con lo Inefable ni con la Revelación.
La gran pregunta sobre el Logos ( lo simbólico) es la de la posibilidad de una Razón común desde la que ejercer un pensar crítico que ni entienda la racionalidad como una pura construcción de ficciones ni como defensa incondicional del Sentido Común, tan impregnado por el Imaginario social, es decir por la ideología. Tampoco es una alternativa la solución de Gastón Bachelard tan popularizada hace unas décadas por Althusser de reivindicar la ciencia contra el sentido común, entendido éste como ideología : aquí la ciencia aparece idealizada, casi sacralizada y conduce a una posición elitista y sectaria en la que unos pocos acaban detentando la verdad.
Lo simbólico como estructura social produce un imaginario social ( sistema de creencias, incluidos los valores) y una red subjetiva de imágenes con un significado emocional que forman cada mente singular. Entre el orden simbólico, que es una estructura básicamente cerrada) y el imaginario, que es una red abierta, constituimos una subjetividad que debe evitar la polarización sino quiere caer en la rigidez o en la inconsistencia. Y esta subjetividad teje su propia fantasía que será más o menos socializada en función del peso que tenga lo simbólico.


Pero hay una reflexión final que sólo quiero apuntar pero que merece toda nuestra atención. La realidad virtual va sustituyendo cada vez la realidad corporal en el sentido que la base sobre la cual se apuntala lo simbólico y se teje lo imaginario y la fantasía es cada vez menos el cuerpo como unidad desde la cual desarrollamos nuestro psiquismo y cada vez más la pura virtualidad. Esto quiere decir que la realidad físico-biológica que somos va perdiendo terreno conjuntamente a la del Otro como garantía del orden simbólico. Y lo que va ganando terreno es el imaginario, en el sentido que se va tejiendo una red sin límites corporales ni simbólicos. Y la fantasía es cada vez menos esta articulación entre lo biológico /simbólico/ imaginario para ser un deseo sin límites que se desarrolla fuera de los límites del cuerpo (como demuestra por ejemplo el cibersexo). Este es el incierto futuro donde el psiquismo deberá ser analizado desde una nueva articulación entre lo simbólico, el imaginario y la fantasía y su inscripción conjunta en lo corporal. Nuevas redes, nuevos obstáculos. 

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