La fauna de las falacias
Luis Vega Reñón
Madrid : Editorial Trotta, 2013
Escrito por Luis Roca Jusmet
El tema de las falacias no es una
cuestión baladí. No lo es, porque toca el núcleo de lo que es una
buena y una mala argumentación. Y el problema es cuando esta última
puede utilizarse para engañar y manipular a los ciudadanos. Si las
malas argumentaciones fueran evidentes no habría problemas. Solo los
muy incautos caerían en ellas. Pero como no es el caso, si se ha
elaborado, desde tiempos aristotélicos, diversas hipótesis sobre
las trampas en la argumentación. La cuestión es, por tanto, sútil
y compleja. Podemos considerar entonces una falacia como una
argumentación que pareciendo válida no lo es.
Hay una clasificación de
manual de los que son las falacias que, como señala el autor, es más
que discutible. Simplemente no es operativa. Empezando por la
diferencia entre falacias formales y no formales. ¿ Porqué no
considerar las falacias formales como errores lógicos ?
La
diferencia entre la parte formal y material de un argumento ya es
difícil de diferenciar en un razonamiento ordinario y mucho más en
las falacias. Las falacias no formales, además, están planteadas
fuera de contexto. Por ejemplo la falacia por autoridad
significaría impugnar toda nuestra confianza en los científicos. O
la falacia ad hominem nos impediría tener una duda razonable
delante de alguien que reiteradamente nos ha engañado. En todo caso
sí hay falacias, pero es muy difícil reglamentarlas. Existe, por
supuesto, una lógica formal, que es útil para determinados
razonamientos. Básicamente para los de las ciencias
físico-naturales. Pero no lo es demasiado para la vida ordinaria, ni
tan solo para la filosofía. No hay que olvidar que no pensamos según
las reglas formales de la lógica. Por el contrario, que hemos
establecido en la práctica una buena manera de pensar y a partir de
ella hemos formulado las normas formales. Igual que primero
elaboramos un lenguaje efectivo y después analizamos su
funcionamiento, no al revés.
Me parece que , en última
instancia, lo que funciona es la intuición. Podemos aceptar que el
pensar intuitivo es muchas veces una condensación de prejuicios,
como nos ha mostrado Daniel Khaneman en su interesante libro Pensar
rápido, pensar despacio. Pero es en el pensar intuitivo donde
finalmente determinamos la lógica o no lógica de un razonamiento.
Quiero decir que es siguiendo intuitivamente el proceso como lo
validamos o no. Incluso el razonamiento, el pensar lento, se encadena
lógicamente a partir de la intuición.
En el libro encontramos
un recorrido muy riguroso de como se ha construido la idea de
falacia. Lo hace a través de un seguimiento histórico y de una
selección de textos clásicos sobre las falacias muy valiosa. Pero
lo que hay de interés es, sobre todo, la formulación de cuales son
los problemas y las perspectivas del estudio actual de las falacias.
Luis Vega Reñón nos introduce inicialmente en el los cuatros tipos
de argumentación que hoy se aceptan. El primero es, por supuesto, el
lógico. De lo que trata es de como construimos los argumentos, de su
consistencia básica especialmente. Pero también hay que considerar
el aspecto dialéctico, que trata de como contrastamos nuestros
argumentos con los otros. La retórica trata, en tercer lugar, de
como convencemos al otro con la argumentación. Este terreno es el
más espinoso, porque convencer quiere decir seducir al auditorio, y
por tanto es una técnica que enseña a manipular a los oyentes.
Finalmente hay también el nivel socioinstitucional, que trataría de
los argumentos deliberativos sobre problemas públicos. Este elemento
es muy importante porque expresa la dimensión política de la
cuestión. Cada uno de los tipos de argumentación se complementa con
los otros y no hay una fórmula para diferenciar, a ningún nivel,
entre un argumento válido y otro que no lo sea. Porque lo que hay,
en definitiva, es una serie de proposiciones que relacionamos de una
determinada manera para llegar a una conclusión. Estas proposiciones
las extraemos de los procesos reales o bien son una conclusión de
otras argumentaciones, que finalmente nos llevarían a lo mismo.
Considerar que un argumento es válido en función de como
relacionamos las proposiciones con la conclusión significa dar
prioridad absoluta al elemento lógico, es decir a la cuestión
formal. Lo que se trata es de que un argumento es válido cuando nos
da una conclusión verdadera. El elemento lógico es un componente.
No tiene sentido que llamemos válido a un argumento que nos da una
conclusión falsa, aunque sea formalmente impecable. Esta cuestión
Vega Reñón no la plantea con firmeza a mi modo de ver.
Falacia es cuando partimos
de proposiciones falsas y llegamos lógicamente a una conclusión
falsa.
¿ Cómo llamar a esta argumentación
válida ? No podemos diferenciar ni la forma del contenido del
razonamiento, ni tampoco del contexto.
Está bien señalar, como hace el
título, que las falacias constituyen hoy una fauna para intentar
clarificarlas. Está igualmente bien el querer actualizarlas para
saber como nos pueden servir hoy. La falacia debe ser hoy un
instrumento que nos permita, entre otros, una función crítica sobre
las argumentaciones. Pero falta para mí en el libro una conclusión
clara de como hacerlo, aunque nos da muchos materiales para
formularla. Parece que el autor no se quiere arriesgar demasiado y la
segunda parte del libro se dedica a desarrollar una perspectiva
histórica y textos clásicos. Queda todo un poco en el aire y me
habría gustado más acabar con una conclusión más práctica y un
desarrollo menos académico.
En todo caso, un libro imprescindible
para cualquier estudio de las falacias y muy útil para cualquier
interesado en una teoría de la argumentación.
Hola Luís, en la uni me hicieron leer un libro muy básico pero útil y muy claro acerca de la argumentacón y las falacias. Seguramente ya lo conoces. Se titula "Las claves de la argumentación" y su autor es Anthony Weston. ¡Un abrazo! Toni
ResponderEliminarSi Toni, es un clásico. El libro que comento aporta nada nuevo pero recoge la problemática actualizada,lo cual es interesante.
EliminarUn abrazo
Luis
Es curioso que precisamente ahora saques a colación a Luis Vega, uno de los primeros que leyó mi experiencia. Gratos recuerdos en Salamanca. Tengo de él "Si de argumentar se trata" donde explica los famosos argumentos de la lógica y su significado.
ResponderEliminarParece que se ha desencantado de la distinción falacia material y falacia formal.
Aunque no tengamos una fórmula para distinguir un argumento falso de uno verdadero, es posible llegar a distinguirlos, quizá no a través de una fórmula sino del estudio, conocimiento y profundización en el tema del que se trate.
Lo más fácil es el plano lógico, a veces los argumentos fallan por ahí y es fácil de detectar.
El problema de los argumentos y su validez en el plano dialéctico está en que no se sabe quién es quién en el debate, que hay supuestos en unos y en otros que no salen a la luz y que penden. O cuando se oculta deliberadamente información o se cambian ligeramente las palabras y se da a entender lo que no es. Lo he pensado últimamente a raíz de la polémica sobre la doctrina jurídica que Estrasburgo ha echado abajo. Sin ser jurista y saber poco de qué estamos hablando, da la impresión de que se quiere colocar a otros el "mochuelo" de los propios fallos. Pero es sólo una impresión que no puedo verificar en toda su extensión. Y por otro lado interesante "Ableitung" o "traffic diverted" con respecto a temas de más trascendencia.
Me sobran argumentadores públicos siempre los mismos sobre todos los temas en España y echo en falta junto a esos debates de periodistas que saben de todo y no son eliminables, otros debates también públicos pero de gente que sabe más en profundidad de qué están hablando.
Ciertamente Ana, es una curiosa casualidad. El tema de la buena y la mala argumentación es clave en una sociedad democrática. Así nos va.
ResponderEliminarUn abrazo