Escrito por Luis Roca Jusmet
Últimamente está de moda criticar a los opinantes. En mi caso concreto me encontré hace unos meses con un individuo , de cuyo nombre no quiero
acordarme, miembro de la ultraizquierda, que me llamó despectivamente un "opinante", dándole a
la palabra un sentido insultante. Me echaba en cara que
opinara sobre la renta básica sin haberme leído sus libros de "experto" en
el tema. No aceptaba que opinara sobre temas variados y que hiciera
reseñas de libros sin ser un experto en los temas que trataba. Me parece muy fuerte que se intente privar a alguien de sus opiniones. Sobre todo porque la base de la democracia es que todos tenemos una capacidad de opinar, con unas mínimas bases formativas e informativas.
Lo cual no quita que podamos hacer una crítica justa que va dirigida a los "opinantes" habituales de los mass media. Pero ¿ Qué les criticamos ? Yo les criticaría que cobren por opinar y también que sus opiniones acostumbran a ser poco interesantes. Pero la primera crítica es la que vale. Podemos opinar, en cualquier lugar ( en casa, en un café o por televisión) pero no creo que nadie deba cobrar por opinar. En todo caso quizás solo debe cobrar un experto porque tiene un oficio detrás. Pagamos, en este caso, por un saber transmitido.
Kant delimita muy bien lo que es un saber, una creencia y una opinión. El saber es algo de lo que estamos convencidos y que además podemos probar. La creencia es una convicción subjetiva que no puede probarse. La opinión es una posición que mantenemos con argumentos, pero que no implica una convicción subjetiva. Hoy podemos situar el saber en el registro de la experiencia inmediata o de la ciencia. Yo sé que estoy escribiendo aquí y ahora. También el científico sabe lo que dice. Los saberes se inscriben, por tanto, en el terreno de lo real. Las valoraciones, que son de lo que tratan habitualmente los debates, son creencias u opiniones. Objetivamente son opiniones que se han de argumentar, subjetivamente importa que tengamos una mínima convicción, pero los excesos llevan al sectarismo, al dogmatismo y al fanatismo.
Lo cual no quita que podamos hacer una crítica justa que va dirigida a los "opinantes" habituales de los mass media. Pero ¿ Qué les criticamos ? Yo les criticaría que cobren por opinar y también que sus opiniones acostumbran a ser poco interesantes. Pero la primera crítica es la que vale. Podemos opinar, en cualquier lugar ( en casa, en un café o por televisión) pero no creo que nadie deba cobrar por opinar. En todo caso quizás solo debe cobrar un experto porque tiene un oficio detrás. Pagamos, en este caso, por un saber transmitido.
Kant delimita muy bien lo que es un saber, una creencia y una opinión. El saber es algo de lo que estamos convencidos y que además podemos probar. La creencia es una convicción subjetiva que no puede probarse. La opinión es una posición que mantenemos con argumentos, pero que no implica una convicción subjetiva. Hoy podemos situar el saber en el registro de la experiencia inmediata o de la ciencia. Yo sé que estoy escribiendo aquí y ahora. También el científico sabe lo que dice. Los saberes se inscriben, por tanto, en el terreno de lo real. Las valoraciones, que son de lo que tratan habitualmente los debates, son creencias u opiniones. Objetivamente son opiniones que se han de argumentar, subjetivamente importa que tengamos una mínima convicción, pero los excesos llevan al sectarismo, al dogmatismo y al fanatismo.
Louis Athusser tuvo una influencia muy fuerte en la izquierda francesa
de finales de los sesenta ( y por mimetismo, en algunos círculos de la española). El que fue el libro de cabecera de de muchos militantes , "Los conceptos elementales del materialismo histórico" de
Marta Hanecker, era claramente althusseriano. Podríamos preguntarnos hoy, con la distancia del tiempo,
cual fue el elemento que llevó a esta fascinación. Quizás es
precisamente su formulación dogmática del materialismo histórico,
presentada como ciencia y contrapuesta a la noción de ideología, lo que
más nos sedujo por nuestra formación católica ( como la del propio Althusser). La definición de ideología, entendida como el sistema de
representaciones, valores y comportamientos dominantes en una sociedad,
tuvo un papel muy importante en la historia de las mentalidades y en las
ciencias sociales posteriores. Otra cosa es que Althusser parte de una
lectura muy dogmática de Marx cuando dice que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. Muchos autores marxistas, como E.H. Thompson, han planteando
críticas bien fundamentadas históricamente, que muestran que las clases
dominadas también son capaces de construir una ideología propia.
Althusser sostiene que el marxismo es la única teoría científica sobre
la sociedad, que es la única portadora de la verdad frente a las
concepciones ideológicas que la ocultan distorsionándola. Tuvo mucho
atractivo para los militantes marxistas de origen católico, que quizás
veíamos como podíamos invertir el mensaje de aquellas autoridades
eclesiásticas que tanto rechazábamos. Ya teníamos unos textos sagrados,
una escolástica y un catecismo alternativos y revolucionarios. Y todo
ello envuelto en una retórica sugerente que también era capaz de
satisfacer un cierto deseo de esnobismo que muchos teníamos y que nos
hacía sentir diferentes frente a la mediocridad cultural del mundo
establecido que nos asfixiaba.
Lo que defiende Rancière , ex- discípulo de Althusser, es justamente lo contrario, la emancipación
intelectual de los trabajadores como base de su capacidad política. Esto
queda expuesto ( entre otros textos ) en dos libros complementarios que
quiero comentar, que son El desacuerdo ( y El maestro ignorante.
En el primero sostiene que la democracia no es esencialmente un sistema
representativo sino la única propuesta política posible que no sea
policial : cualquiera puede gobernar. Las otras concepciones plantean (
abierta o veladamente ) es que solo una élite ( social, económica,
política ) puede gobernar; y esto plantea siempre el mantenimiento de
una jerarquía o desigualdad en el ejercicio del poder. En este sentido
toda propuesta que mantenga que solo una vanguardia puede gobernar sería
una filosofía del orden ( como la de Althusser y todas las propuestas
de la izquierda autoritaria que conformaron la casi totalidad del
movimiento antifranquista).
El Maestro ignorante,
que se publicó en francés en 1987 y pasó bastante desapercibido en
nuestro país cuando se tradujo el 2003, merece una reflexión un poco más
amplia. Rancière se inspira en un curioso profesor del S.XVIII llamado
Joseph Jacotot que después de una experiencia inesperada llega a la
conclusión que cualquier ser humano tiene la capacidad suficiente para
entender y aprender una explicación clara. El Maestro tiene la función
de dominar con su voluntad la inteligencia del alumno y esto no es otra
cosa que animarlo a desarrollar su propia inteligencia para aplicarla a
lo que quiere conocer. No es entonces el dominio de una inteligencia
sobre otra, ya que esto sería manipular, como sucede en el diálogo
socrático, donde el Maestro siempre lleva al interlocutor al lugar que
le interesa. Lo que reivindica Rancière es la igualdad de las
inteligencias, que lo único que necesitan es voluntad y atención. Y no
como resultado de unas prácticas pedagógicas sino como punto de partida.
La emancipación de la inteligencia es la única que puede garantizar que
la población trabajadora, ilustrada o no, sea capaz de emanciparse
políticamente.
La ciencia es, efectivamente, parte de la teoría como ya apuntaba Marx,
pero su propuesta política, en contra de lo que decía Althusser, no es
una propuesta científica. Lo que propone Marx es opinión sobre lo que
es el sistema capitalista y lo que debe hacer la población trabajadora
para emanciparse y crear una sociedad más justa y más libre. Y es una
buena opinión, o una opinión portadora de una verdad moral que puede
entender cualquiera que piense con la razón común.
Volvamos ahora a las nociones de ideología y de ciencia. La ideología
podemos entenderla ( y aquí sí que seguimos la pista althusseriana),
como un sistema de representaciones que tiene como función ocultar los
conflictos reales para justificar un estado de cosas. Desde la ideología
se conforman opiniones que distorsionan la realidad y funcionan como
prejuicios. Desde las ciencias sociales también se conforman opiniones
más fundamentadas, más verdaderas. Y desde la capacidad humana de
reflexionar sobre la propia experiencia, de pensar desde esta razón
común de la que hablábamos también pueden conformarse opiniones que
pueden ser verdaderas. El límite no son otra cosa que las
identificaciones perceptivas verdaderas, es decir contrastadas entre sí
de manera intersubjetiva. Dicho de otra manera, solo puedo saber que una
identificación perceptiva es verdadera si la sitúo en un proceso que a
la larga me dirá si lo es o no lo es, sea comparándoles con las propias o
con la que tienen los otros. Esto es lo que cualquiera puede entender
por experiencia y la razón humana está ligada naturalmente a ella. Esto y
no otra cosa es alo que podemos referirnos cuando hablamos de
racionalidad. Autores de la misma filosofía analítica como Quine ya
criticaron en su momento el dogma positivista ( inspirado en Hume) de
separar la lógica y la experiencia. Como decía Kant los conceptos sin
experiencia son vacíos y la experiencia sin conceptos es ciega. Pero
estas afirmaciones filosóficas, insisto, no son exclusivas de expertos
sino que cualquiera que quiera pensar con rigor las puede ver por sí
mismo o entenderla cuando se la explican.
Pero
de lo que hablamos cuando hablamos de ética o de política es siempre de
opiniones y son estas las que no pueden situarse en la dicotomía entre
ciencia o ideología. Por supuesto que siempre se refieren a una realidad
social, de la que puede decirse que hay que conservar o cambiar, y el
discurso sobre esta realidad debe basarse al máximo en la ciencia i/o la
experiencia y combatir la ideología que siempre la distorsiona. Pero la
posición es siempre una opinión que puede ser mejor o peor según la
racionalidad y la humanidad que la sostenga. No hay aquí relativismo
porque las opiniones se pueden comparar y hay que hacerlo. Slajov Zizek
dice que la verdad está siempre del lado de la víctima, de los
excluidos. Esta afirmación no puede tomarse al pie de la letra pero
apunta una cuestión imprescindible que es la de escuchar siempre a
aquellos que quieren y pueden hablar desde su experiencia de exclusión y
a quién los poderes ideológicos niegan la palabra : hay aquí siempre
una verdad moral.
En el diálogo del sofista Protágoras con Platón el primero reivindica
la democracia como defensa de la opinión, en el sentido que en política
solo hay opiniones y que son todos los humanos y no los expertos en
política las que las tienen. Otra cosa es que está capacidad puede
quedar claramente adormecida cuando hay, como ahora, una planificación
sistemática desde todo tipo de poderes para adormecerla. Todos podemos
comprobar como la propia política se ha convertido en un espectáculo
contra la inteligencia, sea desde las propias campañas electorales o
desde programas de televisión que la trivializan. La inteligencia, decía
Descartes es la facultad mejor repartida, solo hay que utilizarla bien.
Y a nadie podemos dar la potestad de señalar el camino correcto.
Apoyemos la ciencia, por supuesto, pero no la dictadura de los expertos ni al dirigismo de las vanguardias, que conducen a la mayoría, como dice Rancière, al silencio. Todos podemos opinar y debemos hacerlo somos muchas cuestiones: sobre política, sobre religión, sobre el sentido de la vida, sobre valores, sobre educación. Es el ideal ilustrado del sapere aude, una de las manifestaciones de la emancipación humana, su emancipación intelectual.
Apoyemos la ciencia, por supuesto, pero no la dictadura de los expertos ni al dirigismo de las vanguardias, que conducen a la mayoría, como dice Rancière, al silencio. Todos podemos opinar y debemos hacerlo somos muchas cuestiones: sobre política, sobre religión, sobre el sentido de la vida, sobre valores, sobre educación. Es el ideal ilustrado del sapere aude, una de las manifestaciones de la emancipación humana, su emancipación intelectual.
Vaya, al final vas a conseguir que me interese por Zizek al que veo, lo siento, un poco estrafalario en algunas "opiniones" como ese vídeo en el que habla entre montones de basura.
ResponderEliminarMi experiencia me lleva a opinar que el poder se lleva fatal con la verdad. Y que como sugiere Zizek, los excluidos por el poder suelen tener la razón de su parte. Por ahora me parece que es casi una proporcionalidad matemática inversa.
El problema de los opinadores profesionales es que opinan de demasiadas cosas heterogéneas sin profundizar en ninguna. Y con el mismo aplomo. Y ahora que ha salido el tema educativo en la tele por las manifestaciones recientes, no he visto "opinar" a practicantes de la enseñanza, sino a periodistas que saben mucho de política madrileña y de su línea editorial, pero de educación nada. O a personas que están en la universidad enseñando pedagogía sin tampoco haber practicado pedagogía. Algo sabrán los pedagogos universitarios, pero todos los que hemos tenido que pasar de la teoría a la práctica sabemos que hay un largo trecho y que los teóricos universitarios deberían "encuestar" más tiempo y observar más a pie de obra para emitir opiniones. Como lo que dices de Kant, experiencia y teoría que vayan de la mano.
Hola Ana,
ResponderEliminarEl buen Zizek se ha perdido, ahora se lo cree demasiado y ha perdido el norte. Una lástima. Murió de éxito.
Has dado con la palabra exacta : opinadores profesionales. A estos es a los que hay que criticar porque se cargan la opinión como ejercicio y derecdho común. Y la mayoría de veces ni siuiera son interesantes.
un abrazo
Hola luís,
ResponderEliminarUna entrada muy interesante. Como siempre. Estoy de acuerdo en que todos debemos opinar (yo lo hago) pero a mí me parece que los "opinadores" profesionales que hay en España son, en general, una catástrofe. Dicen que hay tantas opiniones como culos, pero resulta que en Cataluña y en el resto de las Españas los opinadores que salen en los medios son siempre los mismos. Opinar está bien pero los medios de comunicación -sobre todo los públicos- tienen una función social y deberían servir para enriquecernos, no para volvernos más sectarios y estúpidos de lo que ya somos. Para eso ya tengo suficiente conmigo. Y en la mayor parte de tertúlias televisivas y radiofónicas de España no hay diálogo -intercambio de ideas- sino una sucesión de monólogos (y en general muy malos) poco argumentados que no nos llevan a ninguna parte. Simplemente son periodistas hablando de sus filias y de su fobias. Nada más.
Y es así porque en el fondo una opinión es un " mí me parece que.." Y tengo la impresión de que en los medios de comunicación españoles los opinadores siempre se quedan en esta primera parte, pero nunca pasan a la segunda: "porque..." Creo que la diferencia entre un buen opinador y un mal opinador no se ve por lo que piensa, sino por el cómo piensa y cómo argumenta eso que piensa. Y es que si no tengo mal entendido, tan buen "opinador" era Aistóteles como Platón y eso que uno era materialista y el otro idealista (y creo que más adelante la iglesia crsitiana, que también sabía argumentar sus opiniones, fue capaz de fusionar ambas cosmovisiones a su particular cosmovisión).
Y creo que eso es lo que falla en la mayoría de "opinadores profesionales" que hay en las Españas. Sueltan cosas pero no las argumentan, o cuando lo hacen muy a menudo se basan en mentiras, falacias o medias verdades. Y lo más triste es que si trataran de trabajarlas y argumentarlas posiblemente aburririan a las audiencias. Pero este ya es otro tema.
Por poner un ejemplo muy actual (y permíteme la "trampa" de llevarlo a "mi" tema): "Una Cataluña independiente no es viable económicamente. O al revés". Muy bien, pero arguméntamelo. La mayoría de veces no se dignan ni a eso pero cuando, ¡milagro!, lo hacen, los únicos argumentos que sacan -como no puede ser de otra manera- son argumentos de autoridad, ya que ellos no son economistas. "Fulanito, que es doctor de no sé qué, dice que..." Y los argumentos de autoridad, como bien sabes, suelen ser fácilmente rebatibles con otro argumento de autoridad "pues menganito, que es doctor en X dice lo cotrario...", ya que a estas alturas de la crisis parece bastante claro que los economistas tampoco se ponen de acuedo pq en el fondo tampoco lo saben ya que hay muchos factores que no pueden controlar...Llegados a este punto, ¿no crees que sería más razonable saltarnos el primer paso (los opinadores profesionales) e invitar directamente a dos economistas de prestigio con visiones diferentes para que opinen del asunto?
Hasta ahora y en plan provocativo, te diré que creo que en este asunto el debate "lo estamos ganando" los partidarios de la independencia, ya que al menos intentamos cargarnos de razones, mientras que el discurso contrario (seguro que tb hay argumentos de peso para oponerse), monopolizado por el nacionalismo español,de momento no ha ofrecido ni un solo argumento en contra. Y es que el nacionalismo español es el mejor aliado de los independentistas catalanes. Y lo cojonudo del tema es que no se dan cuenta.
Gracias de nuevo por tu paciencia por lo caótico y "tramposo" de la exposición y un abrazo.
Toni
Y Luís, por favor, dale un vistazo a la bitácora "Catalanadas y otros cuentos":www.tonibellido.blogspot.com y dime que opinas. Ya sé que no lo vas a compartir, pero me gustaría saber tu opinión.
ResponderEliminarEn las últimas entradas de la bitácora trato de desmontar, desde mi punto de vista de nacionalista catalán, los psudoargumentos que a mi modo de ver utiliza el nacionalismo español para oponerse al nacionalismo catalán. Y creo que el juego me está resultando bastante fácil porque sus argumentos son muy pobres. Si "dialogara" con un federalista de Izquierda Unida o del PSC posiblemente lo tendría más difícil, pero no imposible: me bastaría con hacerles jurar que el nacionalismo español desaparecerá del mapa con una república federal y que jamás volverá a gobernar ni a controlar las instituciones del Estado.
Un abrazo! Toni
Hola Toni, me alegro de tenerte otra vez pòr aquí. Estoy de acuerdo con lo que dices. Los opinadores profesionales que tenemos son nefastos. pero es que ademnás sobran. Yo creo que por televisión no se debería opinar demasiado. Se debería informar y formar. Formar quiere decir justo lo que dices: que expertos en temas que sean polémicos nos dieran sus opiniones de expertos. Porque las opiniones de no expertos somos nosotros . en casa, en el bar, en internet, en las asociaciones, los que las discutimos.
ResponderEliminarLeeré tu blog, amigo y te daré la opinión.
un abrazo