La
sociedad gaseosa
Alberto Royo
( Prólogo de Enrique Moradiellos )
Plataforma editorial : Barcelona, 2017
De lo sólido a lo gaseoso
La
sociedad gaseosa
Alberto Royo
( Prólogo de Enrique Moradiellos )
Plataforma
editorial : Barcelona, 2017
Lo contrario de lo sólido tanto puede ser lo líquido
como lo gaseoso. Marx ya avisó de que el capitalismo disolvería
todo lo sólido y el sociólogo Zygmung Baumann acuñó, a finales
del siglo XX, el término "modernidad líquida", que no es
otra cosa que lo que algunos han llamado postmodernidad o
hipermodernidad. Alberto Royo ( Zaragoza, 1973), músico y profesor
de secundaria, retoma la cuestión con un término, que, bien
pensado, puede ser todavía más gráfico que el de sociedad líquida
: la sociedad gaseosa. Porque lo gaseoso puede indicar todavía
mejor, la inconsistencia de lo volátil.
Vamos a ser claros. Aparte del término, Alberto Royo no
plantea ninguna teoría nueva. Pero lo que sí hace, con un estilo
claro y personal, es recoger de manera original el testigo. Lo pone
de manifiesto desde una lúcida visión personal, en la que nos
muestra a través de anécdotas y reflexiones la naturaleza de este
mundo efímero, superficial y banal. El libro no profundiza en ningún
tema concreto : no es lo que pretende. El objetivo del libro es
presentar con inteligencia, ingenio y algo de humor, algunos de los
elementos que constituyen puntos significativos del imaginario
colectivo de esta sociedad gaseosa.. Los ejemplos son elocuentes y
actuales. En este sentido quiero señalar la referencia a la
extraordinaria película de Woody Allen, que me parece, al igual que
al autor una reflexión muy profunda sobre la condición moral del
hombre.
¿ Qué reivindica Alberto Royo bajo el término sólido
? Pues nada más y nada menos que lo más consistente de la condición
humana, lo que le dignifica : la responsabilidad, el compromiso, el
conocimiento. Y por supuesto la libertad, pero no entendida solo como
una simple capacidad de elección sino como un trabajo interno, algo
que vamos conquistando frente a los otros pero también sobre
nosotros mismos. Alberto Royo también nos invita a recuperar
tradición, no como repetición de lo viejo sino como el punto de
partida del camino a andar; desmintiendo la ilusiones adánica de un
comienzo desde cero y el mito que hace de lo nuevo un valor
incondicional. Esto tiene, como bien señala el autor, mucho que ver
con la educación. Lo dijo muy claramente Hannah Arendt : la
educación es la transmisión de una herencia y sin ella no hay nada
que compartir. Sin esta diferencia las generaciones pueden la
distancia y lo único que reina es la confusión. El filósofo
italiano Giorgio Agamben señalaba que se ha perdido la experiencia.
Este vivir efímero, instantáneo, hace que no seamos capaces de
sedimentar lo que vivimos, de que no seamos capaces de aprender de
ello. En este sentido podemos decir que no hay experiencia y sin
experiencia no hay adultos.
Quisiera acabar con un punto en el que insiste
especialmente el autor, y que sirve un poco de hilo conductor : la
enseñanza secundaria. Es su experiencia profesional y también es la
mía. Debo decir que, en general, comparto el análisis de Alberto
Royo, sobre todo en su denuncia de que al demonizar la LOMCE
ignoramos el origen del problema, la LOGSE y las reformas entra una y
otra. Comparto su crítica a la ideología pseudopedagógica de la
educación emocional y todos los mitos asociados. Igualmente me
parece admirable su confesión de que él es un profesor de música
en educación secundaria pero su auténtica vocación son los
conciertos de guitarra. Dice, correctamente, que al profesor no se le
debe exigir vocación sino que haga bien su trabajo. Mi
puntualización tiene que ver con el deseo,
pero no en el sentido hedonista que acompaña
al consumismo contemporáneo, sino en un sentido mucho más profundo,
que es el de Spinoza. El esfuerzo es fundamental, queda claro, pero
es el deseo el que lo mueve y no puede haber enseñanza sin deseo de
enseñar, por parte del profesor, y de aprender, por parte del
estudiante. Pero seguro que Alberto Royo estará de acuerdo con esta
afirmación, justamente porque lo que señala es que el profesor ha
de querer primero lo que enseña. Su pasión es la música y la mía
la filosofía y esto es lo que podemos enseñar con entusiasmo a
nuestros alumnos. El problema es que esta sociedad gaseosa no solo
desprecia el esfuerzo sino que no posibilita este deseo de aprender y
aquí, como dice, hay muchas responsabilidades y de diferentes
grados. Pero si no hay este deseo en el profesor nada se puede
transmitir.
El libro es ligero, pero en el mejor sentido del
término. Porque no hay que confundir lo sólido con lo pesado. Lo
sólido no es fácil, porque como dijo Spinoza, el camino que conduce
a la auténtica felicidad es tan arduo como dificil. Alberto Royo nos
invita a este camino, que es el que nos puede proporcionar auténtica
alegría, que nada tiene que ver con la diversión. La lástima es
que para seguir esta vía tengamos que ir contracorriente en una
sociedad cuya única norma parece ser el “pásatelo bien”. Os
invito a todos a la lectura de este libro que seguro que no os
decepciona.
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