Escrito por Luis Roca Jusmet
François Cheng escribe un pequeño libro ( titulado El diálogo ) en el que describe una autobiografía muy interesante. Es la de un chino curioso y con una inteligencia abierta que llega a
Francia, aprende francés y se hace traductor, ensayista y poeta. Todo
ello en un proceso difícil y complejo en el que sin renunciar a sus
orígenes lingüísticos y culturales aprende y ama otra lengua y otra
cultura. Pero sin ponerse a la defensiva, queriendo aprender del otro.
Aquí digo cultura, palabra que utilizo con reservas, porque sí hay, entre el modo de pensar y sentir chino y el francés una diferencia radical.
El
diálogo es así un diálogo interno, amoroso, respetuoso. Cheng no tiene
que dejar lo que era para ser otra cosa. Es capaz de integrar lo nuevo
con lo viejo. Con una soledad y un dolor inicial, pero con una alegría
final. Su propia experiencia es un testimonio de la posibilidad de
diálogo, que es interno pero podría ser externo. Es el movimiento
contrario del que hace Francois Jullien, que va de la filosofía francesa
a la sabiduría china.
François
Cheng obtiene muchos premios en Francia, tanto por su trabajo de
traductor como de ensayista. El año 2002 es elegido miembro de la
Academia francesa. Los ensayos de Cheng sobre estética, sobre arte y
sobre filosofía son absolutamente singulares y siempre muy sugestivos.
Es además, un gran poeta en lengua francesa. Vemos siempre en él un
espíritu tan abierto como creativo. Al mismo tiempo hay que señalar su
fecunda relación con mentes tan potentes como las de Jacques Lacan. El
polémico psicoanalista quiso aprender chino con él y entender lo más
genuino de los textos clásicos. Ambos aprendieron en el diálogo que
supieron llevar. Cheng escribió un precioso texto al respecto : "Lacan y
el pensamiento chino".
El
libro, tan breve como denso, contiene una parte autobiográfica muy
interesante.. Hay también una exposición muy sintética de lo que Cheng
entiende por la esencia del pensamiento tradicional chino. La
combinación de taoísmo, confucionismo y budismo. Nada original, pero
expuesto con una gran elegancia y sutilidad. Pero lo que resulta
impresionante es la manera como se acerca a las palabras en su dimensión
poética. François Cheng nos regala finalmente con una apología de lo
mejor de las dos culturas, la francesa y la china, en nombre de un
cosmopolitismo abierto e integrador. Lo que defiende Cheng esta en las
antípodas del multuculturalismo. El multiculturalismo parte de las
identidades culturales homogéneas. De esta manera Cheng sería un China
que se aproxima a Europa manteniendo su identidad y el grupo de
procedencia. La actitud correcta sería de tolerancia mutua. El
cosmopolitismo intercultural parte de la identidad singular de cada
ciudadano, que forma parte de muchos grupos heterogéneos porque no tiene
una identidad grupal fija y cerrada. En un mundo globalizado en el que
estamos me parece la mejor opción. Ni nos diluimos en lo uniforme del
capitalismo consumista ni buscamos identidades perdidas que solo han
existido en la fantasía de la tradición. La identificación imaginaria
con un grupo lleva al sectarismo y a la violencia. Estar abierto e ir
construyendo una identidad a partir de múltiples experiencias.
El
libro es una pequeña joya que vale la pena de ser gozada por cualquiera
que tenga una mínima sensibilidad. Sentarse tranquilamente, relajarse y
leerlo. Disfrutar de una lectura que es tan liviana en su estilo como
profunda en su contenido. No hay que perdérselo.
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