Escrito por Luis Roca Jusmet
Consideremos que toda ideología política se basa en mitos construidos en torno a determinados ideales. Los mitos son ficciones que transmiten un mensaje, y en este caso el mensaje es un determinado ideal de sociedad. El mito del Estado de derecho, base de la propuesta que llamaré republicano-liberal, es el contrato social y el derecho natural. La ficción del contrato social quiere decir que hemos de actuar como si hubiéramos establecido un contrato con el Estado. Este contrato nos obliga a seguir las leyes a cambio de recibir el estatuto de ciudadanos, que quiere decir que el Estado garantiza nuestros derechos a través de leyes. La segunda ficción es la existencia de unos derechos naturales. Me parece que con diferentes formulaciones esta segundo mito es necesario, sea creyendo que tienen un origen divino como Locke o los establecidos en la declaración universal de derechos humanos.
En la modernidad han salido otras propuestas que me parece que llevan al totalitarismo. Es por ejemplo el mito del nacionalismo. La nación como mito de la comunidad homogénea igual a sí misma, imposible en la modernidad. Nacionalismo que puede ser, por supuesto más o menos agresivo y cuyo peor expresión es el nazismo. O el mito de la clase obrera como sujeto revolucionario redentor, producto del marxismo-leninismo y que en Stalin se combinará con el nacionalismo. O el pueblo como comunidad emancipadora.
Hay en todos los casos una especie de herencia del mito judeocristiano del pueblo elegido, el mesías y la redención.
El ideal de la tradición liberal-republicana es el ilustrado. Ciudadanos autónomos con unas leyes establecidas por ellos mismos, que por tanto han de obedecer, Ciudadanos autónomos que tienen capacidad de decidir, siempre limitada, sobre su vida privada y la vida pública. Esta propuesta liberal-republicana me parece la única que permite, en último término, realiza el ideal de igualdad y de libertad. Otra cosa es que la posición de la derecha y de la izquierda determinará si estos derechos son los individuales y políticos o también los sociales. Pero aunque las clases como entidades metafísicas con una función revolucionaria no existen, si existen las clases y por lo tanto solo las clases económicamente altas y medias pueden acceder a la libertad del ciudadano. La izquierda socialdemócrata, que es liberal y republicana pero también socialista debe ser la corriente que la represente, huyendo siempre de las derivas burocráticas y socialliberales.
La derecha liberal solo contempla un Estado que garantice los derechos individuales y de las empresas. El mito de la derecha es actualmente es el neoliberalismo, que consiste en primer lugar en la idea de que la sociedad está formada por individuos autosuficientes y emprendedores que deben defender sus intereses y que a partir de su competencia progresa el conjunto de la sociedad. En segundo lugar que la gestión privada es por definición mejor que la pública. El tercero es que la vida humana debe funcionar como una empresa. El primero es falso porque todos los sujetos humanos somos dependientes y la sociedad progresa, en la práctica, más con la cooperación que con la competencia. Y que el Estado es necesario y debe intervenir, aunque por supuesto no de forma arbitraria. Philippe Pettit lo aclara. La libertad debe entenderse como no-dominación, no como no-intervención. La intervención está justificada cuando es necesaria para garantizar la igualdad de derechos. El segundo es un axioma empíricamente falso. La gestión de los recursos puede ser buena o mala al margen de que sea privada o pública. El tercero es que la vida humana no puede ser reducida a una empresa.Este mito se basa en el modelo individualista-competitiva del mercado sin regular, que en realidad es la lógica d eun capitalismo en la que el Estado se pone al servicio del Gran capital.
El resto de propuestas diluyen el ciudadano en una comunidad imaginada que lo acaba asfixiando su capacidad de decidir porque tiene que someterse a algo superior ( sea la nación, la raza, la clase social o el pueblo) que está representado por un partido y un líder. Es el totalitarismo, fenómeno moderno, que definió mejor que nadie Claude Lefort. Es la psicología de masas que, como enseñó Freud, tiende a identificar el ideal con el líder. Es la identificación única, que como enseñó Amartya Sen, conduce al sectarismo y en el límite a la violencia.
Respecto a la noción de pueblo de Ernesto Laclau la verdad es que no la he conozco a fondo pero su excesivo teoricismo y su jerga lacaniana hace que me de le impresión de que acaba perdiéndose en un discurso que al final no se sabe lo que acaba proponiendo en la práctica. En todo caso sus referentes p´racticos, el peronismo y Podemos, no me gustan nada. La noción de Jacques Rancière la conozco mejor y no me convence. o mejor dicho, me parece interesante para describir a los movimientos que luchan por la igualdad de derechos pero al final no hay una propuesta política de gobierno, como él mismo reconoce. para mí sin gobierno no hay política. El término multitud que recogen los seguidores de Toni Negri en su interpretación de Spinoza me parece, como la de Laclau, confusa. Es como establecer un término fetiche que adquiere un valor mágico. En todo caso Spinoza es para mí uno de los mejores reflejos de lo que defiendo: la política democrática como cooperación de ciudadanos autónomo. Si la multitud es el conjunto de los ciudadanos bien.
En todo caso el mito del contrato social y de los derechos humanos son el camino para el ideal de este ciudadano autónomo con derechos garantizados por el Estado de derecho, que defiende como participante activo.
¿ Emancipación? Si emancipación quiere decir transformarse en sujeto de derechos entonces sí. Si quiere decir creación de un hombre nuevo huyamos de ellas como la peste porque los sueños acaban transformándose en pesadillas, como la historia nos ha demostrado bastantes veces.
Estoy de acuerdo, los sueños acaban trasformándose en pesadillas, no hay otra sociedad que la sociedad de derecho, que viene, pese a que no sea una verdad admitida por todos, del contrato roussoniano, pero un ser, un ente, un sistema ha de admitir siempre una grieta, incluso estructural, para que sea vivo, planteémosla como la planteemos siempre hay un ser vivo que la nutre, con sus vaivenes, y quizá sólo sea su planteamiento del tipo simbólico.
ResponderEliminarVicent