Escrito por Luis Roca Jusmet
En contra de lo que muchos creen el neoliberalismo no es sólo una opción económica y política. El neoliberalismo es la propuesta de una forma de vida en la que uno autogestiona su propia vida, es el empresario de sí mismo que debe competir con los otros. Esta propuesta es atractiva y la izquierda no debe combatirla con un comunitarismo que niegue la libertad individual ni siquiera el individualismo.
El individualismo es bueno en la medida en que parte del individuo como sujeto básico, tanto ético como político. Pero hay que desmontar el mito del individuo independiente, capaz de casi todo y para él que el otro es un obstáculo o un rival. Primero porque la independencia es una ilusión. Los individuos necesitamos a la sociedad y a los otros, somos producto de una sociedad y no somos nada sin los otros, sin los bienes y los recursos producidos. Segundo porque los otros son un elemento fundamental para nuestro bienestar. Esto ya lo supo ver un liberal como John Stuart Mill. Lo que se trata no es de contraponer desde la izquierda un comunitarismo al individualismo liberal. Lo que se trata es buscar el equilibrio entre el yo y el otro, entre nosotros y los demás. Cornelius Castoriadis reivindica la autonomía del individuo y la autogestión de la colectividad. Hay que ver como se concreta pero es un buen planteamiento.
El gran sociólogo Richard Sennett reivindica la cooperación como relación humana básica en la que todos podemos obtener beneficios del intercambio. Se trata de recuperar la cooperación contra la competencia. Lo cual no quiere decir eliminar totalmente la competencia, que a veces es inevitable. Se trata de entender que si podemos cooperar es casi siempre mejor que competir. Y que incluso si competimos hemos de buscar un espacio simbólico común, es decir de cooperación.Hay que contraponer no la comunidad al individuo sino el individualismo cooperativo al individualismo competitivo.
Tzevetan Todorov escribió en 1995 un libro que editó Santillana en el 2008, con una muy buena traducción de Héctor Subirats. El título es La vida en común.Todorov critica el ideal moderno de la independencia que se inicia con Maquiavelo y Hobbes. En este ideal se considera que hay que depender solo de uno mismo porque los otros son nuestros adversarios.
También critica a Montaigne en su apología de la soledad, en la que parece que siempre estamos mejor solos que en compañía del otro. Esta idea, comenta Todorov, es ajena a los antiguos. El desarrollo de este ideal tendrá su formulación más radical en Nietzsche. El superhombre, es el hombre que se supera a sí mismo, lo cual pasa entre otras cosas por no depender de nadie.Las relaciones humanas son siempre relaciones de poder, o sometes al otro o el otro te somete a ti. Georges Bataille se extrañaba que Nietzsche no hubiera ensalzado la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, en la que planteaba con gran precisión que el deseo de reconocimiento solo se logra en la lucha a muerte entre dos sujetos del deseo, en el que el deseo de uno cede al del otro.
A través del ruso Alexandro Kojève esta idea hegeliana del deseo de reconocimiento tuvo mucha influencia en los filósofos franceses de las primeras décadas del siglo XX. Lacan lo tomará como una de las bases para su registro imaginario. Hay una lucha por el reconocimiento de la propia imagen por el otro y esto lleva a un conflicto permanente con el otro. Hace falta la mediación simbólica del lenguaje y de la ley para pacificar la relación.
¿ Por qué, se pregunta Todorov, hemos de entender la lucha por el reconocimiento, por el prestigio, de manera negativa ? Los antiguos siempre vieron en el reconocimiento de la sociedad algo valioso y su búsqueda era legítima. ¿ Qué ha pasado ? Quizás empezó el cristianismo hablando de la vanidad como pecado el que empezó a degradar este deseo de ser reconocido. Pero Spinoza, en su excelente tratado de las pasiones humanas, ya formuló que el deseo de reconocimiento podía y debía ser una fuente de alegría, si no cae en el exceso de la vanidad. Rousseau planteó una reflexión interesante.Separa el amor por sí mismo, que sería una pulsión positiva de conservación, del amor propio, que es negativo porque aparece cuando nos comparamos con los otros y siempre nos encadena a la opinión ajena. Es la vanidad, fuente de muchos males sociales. Pero Rousseau plantea el deseo de reconocimiento como algo diferenciado de las dos tendencias anteriores. Es el resultado de nuestra sociabilidad, que finalmente Rousseau admite, "de unir nuestros corazones con el otro".
Todorov matiza aspectos igualmente interesantes. Uno es la diferencia entre ser reconocido y ser valorado. Ser reconocido es fundamental para cualquier ser humano y ser valorado es importante, pero secundario. Antes de ser valorados necesitamos no ser ninguneados, ignorados. Sentirse negado es incluso mucho peor que sentirse rechazado. Todorov nos explica lo bien que lo muestra Dostoievski a través del protagonista de Memorias del subsuelo.
El otro aspecto que trata Todorov es como escapamos de esta necesidad de reconocimiento, Refugiándonos en un refugio interno ( salida autista); a través de la fusión con el otro ( el mimetismo : siempre me acuerdo de la película Zelig de Woody Allen); el orgullo ( la ilusión de la independencia) . Finalmente a través del papel de víctima.
Aceptemos un individualista cooperativo y basado en una autonomía que implica el reconocimiento del otro.Esta es la única opción interesante que contraponer al individualismo competititivo y que se apoya en el reconocimiento oculto a través del éxito.
Qué coincidencia, acabo de termnar Buscadores de Absoluto de este mismo autor.
ResponderEliminarUn libro genial sobre el arte cmo absoluto y los que en ello se empeñaron contra viento y marea.
Lecciones que podemos aprender de Wilde, Rilke en especial.
Todorov es un autor de lo más interesante, culto, erudito, profundo y asequible a todos los públicos.
No decepciona, enseña.
En especial este libro que yo he leído trata sobre el sentido que le damos a la vida y que la hace satisfactoria sean cuales sean las circunstancias. El sentido tiene que salir dese dentro la vida misma
Me alegro d ela coincidencia, Ana, aunque sea relativa, ya que nuestros intereses son muy afines. Un abrazo
ResponderEliminarEn la génesis de nuestra cultura occidental, de su belleza y grandeza, pero también de sus miserias, está el individuo agonístico, competidor, tan excelentemente radiografiado por Jacob Burckhardt en su Historia de la cultura griega. Aquiles y su cólera, Ulises y su oportunismo. Y es cierto que sin competencia, nos volvemos incompetentes. Esta es una de las razones principales del fracaso de los sistemas comunistas. Tu artículo es ecuánime, Luis, pero tiende a la paradoja. Reitera la de Kant: lo de la sociable insociabilidad de los humanos, o insolidaria solidaridad.
ResponderEliminarSin duda, en la conciliación entre el yo y el otro, el amor propio y la solidaridad, nos va la vida. Igual que en la conciliación de la cultura y la naturaleza. Y me parece aceptable tu propuesta de un liberalismo comunitario o de un comunitarismo que dé margen creador a la excelencia, y la reconozca jerárquicamente. Pues ya se sabe que cuando el igualitarismo entra por la puerta, la libertad sale por la ventana. Y es porque la libertad alienta diferencias, y también y por lo mismo, ay, soledades...
Muchas gracias por tu excelente complemento a mi refelxión, José. Un abrazo
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