
Siria. Revolución, sectarismo y yidah.
Ignacio Álvarez-Ossorio
Madrid ; Editorial Catarata, 2016
La
verdad es que Siria es uno de los temas más sangrantes de nuestros
días, pero es un asunto tan complejo que es difícil aclararse y,
por tanto, posicionarse sobre las partes en el terreno. Pretender que
un libro, breve aunque denso, como el que nos ocupa, acabe de
clarificarnos las cosas sería mucho pedir. Pero no lo es lo que
realmente consigue este análisis, que es situarnos de una manera
didáctica, aunque sin por ello perder rigor, sobre el papel de los
actores y la dinámica del conflicto sirio.
Ignacio Álvarez-Ossorio sabe de lo que habla, esto se
percata desde la primera a la última página del ensayo. Profesor
titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de
Alicante, coordinador de Oriente Medio y Norte de África en el
Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas,
investigador del instituto interuniversitario de Desarrollo Social y
Paz, miembro de la Junta Directiva del Comité Español de la Agencia
de las Naciones Unidas para los Refugiados palestinos.
Álvarez-Ossorio es, por tanto, un buen conocedor del tema y, al
mismo tiempo, una persona políticamente implicada en la defienda de
los derechos humanos. Esta doble condición le permite un trabajo
descriptivo-explicativo bien fundamentado y al máximo de objetivo,
pero también el adoptar una posición que no es imparcial, ya que él
se define como alguien que aborda el problema desde la perspectiva de
la defensa de los derechos humanos. Lo interesante es que los dos
registros quedan perfectamente delimitados.
De
los diez capítulos en los que ha estructurado el libro, el primero (
"La Siria de los Asad") sirve para una caracterización muy
poco amable de la Dictadura de Bashard al-Asad y su padre Hafez. Una
dictadura, corrupta y con amplias redes clientelares, manejada con la
mano de hierro de una represión sistemática y feroz contra los
posibles disidentes políticos. En este contexto, el capítulo
segundo ( "El pueblo quiere la caída del régimen") sitúa
las movilizaciones populares contra la Dictadura en el marco de los
movimientos aparecidos en la Primavera árabe. Lo que se pedía eran
reformas democráticas y más justicia social. El capítulo tres hace
referencia a la reacción de la Bashard al-Adad a la revuelta :
aumentar la represión de manera brutal ( "La estrategia de la
tierra quemada"). A esta reacción, que se transforma en acción,
le corresponde una nueva reacción del movimiento rebelde ; la
problemática militarización del levantamiento ( capítulo cuatro)
Si ya la situación se presenta complicada en este momento, lo que
viene después acaba convirtiendo el proceso en un círculo vicioso.
Por una parte la fragmentación de la oposición ( capítulo cinco ),
por otra la tempestad yihadista ( capítulo seis ) y, finalmente la
intervención de potencias externas ( capítulo siete : el gran juego
regional). La intervención yihadista tiene que ver con la
desmoralización progresiva de una oposición duramente castiga,
divida y sin un proyecto conjunto claro. También con la falta de
esperanza de apoyos claros por parte de EEUU ( con un Obama
excesivamente prudente por las malas experiencias de las
intervenciones en Afganistán y en Irak) y de Occidente en general.
Por otra parte la deriva islamista, sectaria, del conflicto. Todo
ello lleva a refugiarse en lo religioso : solo queda Alá en la
desesperación final. Asad tiene apoyos exteriores claros : Irán y
sus satélites chiies ( como Hezbollarch) y Rusia. Los dos tienen
intereses geoestratégicos fundamentales en apuntalar al régimen
sirio. Por otra parte tenemos a Arabia Saudí, Qatar, los Emiratos
Árabes, es decir todas las petromonarquías del Golfo Pérsico. A
estos países les aterrorizó los movimientos de la Primavera árabe
en defensa de justicia social y libertad. Entre ellos, solo Qatar
apoyó a los Hermanos Musulmanes, que inicialmente no tenían
presencia porque habían sido aniquilados en el interior por la
represión del régimen, pero que tenían una base en el exterior y
aprovecharon la guerra civil para intentar encabezar la revuelta.
Turquía tenía una posición ambivalente. Por una parte le
interesaba la caída de Asar pero lo que era fundamental era impedir
un Kurdistán sirio. EEUU, como ya hemos comentado, no quiere
implicarse y solo realiza acciones puntuales contra el ISS, como los
países europeos atacados por el yihadismo.