Reseña de
Deseo (y) libertad. Una investigación sobre los presupuestos de la acción colectiva
Montserrat Galcerán
Ed. Traficantes de sueños, 2009, Madrid
205 páginas
Montserrat Galcerán Huguet, catedrática de filosofía de la UCM, es una de las promotoras de la Universidad Nómada y coordinadora de la revista virtual Youkali. Pero no sólo es un potente teórica de la izquierda real en nuestro sino también vieja militante antifranquista que se ha mantenido en el combate anticapitalista sin caer en el cinismo ni en el oportunismo. En este último libro plantea un proyecto ambicioso, que es el de buscar un concepto alternativo de libertad al que formula la ideología liberal y ligarlo a los presupuestos de la acción colectiva.
La libertad es, para el individualismo atomista, la capacidad individual de elegir; los otros son básicamente el límite a nuestra libertad, aunque hemos de alcanzar entre todos pactos y acuerdos. Montserrat Galcerán nos propone buscar raíces más antiguas y más filosóficas para definir la libertad cómo la capacidad común que nos permite ver al otro como una oportunidad y no cómo un obstáculo. El otro se convierte entonces en alguien con el que compartir y no un adversario con el que negociar. Esto nos permite cuestionar el mito tardocapitalista de la independencia, tan negativo como ilusorio. Es en la autonomía y en la dependencia mutua donde podemos contemplar la libertad posible y deseable. Es en el terreno de lo común y no en el de lo individual desde dónde la libertad tiene la posibilidad de materializarse. El hilo conductor es muy interesante y da una coherencia a un escrito que de todas maneras me parece excesivamente disperso. El tema central me parece suficientemente complejo para no perderse por las ramas cómo me parece que hace la autora a lo largo del libro. Estoy de acuerdo que Spinoza es clave para entender la libertad porque es uno de los filósofos que han profundizado más y mejor sobre la libertad desde un materialismo crítico. Pero creo que Montserrat Galcerán se pierde en excesivas referencias al autor que no vienen a cuento. La genealogía de la noción de libertad me parece por otra parte muy precipitada, tanto que se olvida de sus raíces griegas y romanas. Los análisis de los planteamientos de Marx son, por el contrario, muy acertados.
La referencia a la cuestión de la mujer y de cómo ha sido excluida sistemáticamente al hablar de la libertad también es fundamental y necesaria, ya que es un tema que no se acostumbra a tener presente. Pero la simpatía de Montserrat Galcerán hacia las polémicas teorías supuestamente radicales de feministas como Judith Buttler merecen una polémica que se aparta del tema del libro. En realidad la autora del libro está demasiado inscrita en un itinerario teórico que conduce a la anterior pasando por Althusser, Deleuze y por Negri. Me parece que para algunos de los temas que trata, como el del sujeto, la identidad y el deseo se olvida de un pensador mucho más interesante, que es Lacan (y algunos de los trabajos de Zizek a partir de su inspiración). Se pierde en las especulaciones de Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo sobre máquinas deseantes que trivializan aportaciones sugerentes del psicoanálisis y derivan en juegos retóricos. Por otra parte se olvida de Michel Foucault, el cual me parece imprescindible para entender el tema del poder y el dominio, muy ligadas al de la libertad. Esto no quita que muchas de las ideas que recoge sobre la acción colectiva sean muy productivas, como el análisis de cómo la acción colectiva no está necesariamente al servicio de un proyecto emancipador sino que también puede estarlo también al de un proyecto reaccionario.
Las nuevas propuestas a nivel de prácticas políticas, planteadas al final del libro, es el que más esfuerzo teórico y práctico requiere para la izquierda radical. Hay elementos sugerentes, como por ejemplo las reflexiones sobre la crisis de la democracia representativa, pero aquí encuentro a faltar las aportaciones teóricas de Cornelius Castoriadis o de Jacques Rancière, que permiten recuperar la democracia en un sentido emancipador. Pero este capítulo me parece que en su desarrolla queda fallido. Por una parte porque se centra demasiado en una propuesta que me parece poco consistente, que es la de la Multitud (presentada por Negri y por Virilo), olvidándose de cómo continuar enfocando hoy la lucha de clases en un contexto más complejo. Servirse de las redes informáticas y de formas organizativas más flexibles, como propone Montserrat Galcerán, es sugerente pero no podemos dejarnos seducir totalmente por ellas si no queremos caer en el peligro de un movimiento líquido que no adquiere consistencia. La manera como acaba el libro, volviendo al feminismo supuestamente radical, me parece que le hace perder profundidad en el punto final.
De todas maneras el libro es muy útil desde el planteamiento de la editorial y de la colección, que lo presentan como una carta para orientarse en el análisis y en las propuestas de la izquierda radical.
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