Fragmentos de antropología
anarquista
David Graeber
(Traducción de Ambar Sewel)
Barcelona: Virus editorial, 2011
Reseña de Luis Roca Jusmet
El
título resulta, de entrada, curioso. Incluso casi diría que algo
desmotivador : a mí, lector que ni soy antropólogo ni me considero
anarquista, ¿ que puede interesarme del tema ? Después de leer el
libro puedo dar un sí rotundo: es un libro sugerente no sólo para
antropólogos i/o anarquistas sino para cualquier ciudadano
comprometido con la emancipación humana.
David Graeber no hace concesiones: sin reservas se
define como antropólogo y también como anarquista. Formado en
Chicago, enseñó como profesor asociado en Manchester hasta que no
le renuevan el contrato por su radicalismo y su activismo político,
a pesar de su lúcido itinerario como antropólogo. Destaca su
brillante trabajo de campo en Madagascar, de la que tomara buena nota
para sus propuestas políticas. Graeber insiste en su posición
política anarquista, que en ningún momento diluye, y considera que
es la ideología que mejor expresa el espíritu de los movimientos
actuales contra el capitalismo y contra el Estado.Hoy está en primera línea en el movimiento de los indignados contra Wall Street.
Después de una primera parte que es, podríamos decir, más
anecdótica ( los antecedentes de antropólogos que simpatizaron con
el anarquismo o cómo los antropólogos dan materiales para el
anarquismo) entra en cuestiones que me parecen muy interesantes. La
primera de ellas es su reflexión sobre la democracia, en la que de
entrada entra en polémica con Castoriadis, al considerar Graeber
que es una experiencia universal y no un invento griego, como
defendía el anterior. Hay también un planteamiento muy renovador
sobre lo que sería una democracia real, tomando como base el
consenso a partir de la democracia directa y no como la victoria de
las mayorías sobre las minorías (el voto a mano alzada). Graeber,
que tiene la buena costumbre de no perderse en teoricismos, avala su
propuesta con experiencias como la de comunidades existentes en
Madagascar o la del Ejercicto Zapatista de Liberación. Por supuesto,
y fiel a su tradición anarquista, considera que las instituciones
políticas, como ya puso de manifiesto otro antropólogo anterior que
fue Pierre Clastres, no implican la existencia del Estado. El Estado
es jerárquico y antidemocrático ( esto lo vincula con otros
demócratas radicales cómo Jacques Rancière o el mismo
Castoriadis). Propone una teoría sobre el Estado que ponga de
manifiesto su carácter dual : ideología ( un modelo en el
imaginario social) y de forma de dominación. Considera que la gran
ilusión de la teoría democrática moderna es la ficción de la
soberanía popular, cuando lo que históricamente pasó en realidad
fue que se desplazó el poder soberano del rey a la burocracia.
Expone también que la noción actual de ciudadanía tiene una doble
vertiente : la defensa de los derechos ciudadanos en Atenas y la
defensa de los privilegios feudales en la Inglaterra medieval.
Entender la formulación ciudadana pasa por ver el origen paradójico
de su origen y nos lleva a preguntarnos también si ambos eran
Estados. De todas maneras no me queda del todo claro que es lo que
entiende Graeber por Estado y cómo serán en la práctica sus
instituciones alternativas. Pero en todo caso aunque no tenga la
respuesta sí nos da buenos materiales para pensarla.
Otra
sorprendente propuesta es la de dejar de pensar la historia de la
Humanidad en términos tradición/modernidad. ¿ Y si esta narración
fuera un mito para justificar el eurocentrismo ? ¿ y si las sociedades supuestamente tradicionales hubieran sido más dinámicas
y complejas y en las supuestas sociedades modernas pesara más lo
conservador ? ¿ y si el Estado-nación fuera simplemente un invento
europeo para emular a China ? Preguntas provocadoras que tienen el
valor de formularse, ya que parece que rompen el tabú sobre el cual
se constituye supuestamente Occidente.
Hay
también un intento de definir el capitalismo ( que es junto al
Estado la bestia negra del anarquismo emancipatorio, que justamente
lo separa radicalmente del anarcoliberalismo ). Pero hay aquí
algún punto discutible. El autor identifica capitalismo con mercado
( y la lógica del beneficio que implica) y relaciones salariales. Me
parece que es Immanuel Wallernsetien el que, con todas las
limitaciones de una teoría tan global, ha definido mejor el
capitalismo. Para él no es ni el mercado ni las relaciones
salariales las que lo definen. El mercado, como apunta Karl Polanyi,
ha existido casi siempre. ¿ Es malo en sí mismo, sería la pregunta
? Parece que para Graeber ( al contrario que, por ejemplo, para
Castoriadis) sí lo sería, igual que para el marxismo clásico. Pero
es curioso que nos dé como ejemplo de autogestión las cooperativas
de Mondragón, que están plenamente inmersas en la lógica del
mercado. ¿ Son malas las relaciones salariales ? No estoy seguro,
aunque de lo que sí lo estoy es que el capitalismo podría
complementarse ( y lo ha hecho) con otros sistemas, como el
esclavismo. En todo caso me parece que de lo que se trata ahora no es
de plantearse si en un plano ideal deberían existir o no las
relaciones salariales, sino cuales son los límites éticamente
aceptables. Para Wallernstein es la lógica del aumento del beneficio
lo esencial del capitalismo y el Estado es uno de los instrumentos
básicos para hacerlo. Pero también hay que entender que en el mismo
Estado se manifiesta la lucha de clases y que puede actuar en contra
de la lógica del capitalismo si defiende políticas contrarias a
esta.
Totalmente de acuerdo con el rechazo ( uno de los
grandes errores del marxismo) de la teoría de la vanguardia. También
con su planteamiento de que las alternativas al sistema pasan
básicamente por las experiencias concretas, por ir creando formas de
autogestión económica y social. Ir generando espacios de libertad, por mucho que la expresión fuera de un partido tan poco anarquista
como el PSUC. Lo discutible para mí es si hay que dejar las
instituciones estatales en manos de los que defienden a las clases
dominantes o bien hay que utilizarlas como instrumento de lucha.
Desde el punto de vista anarquista la respuesta es clara, por
supuesto : son las instituciones estatales las que son en sí misma
perversas y entrar en ellas es participar en su juego y
fortalecerlas. Una vieja y compleja discusión.
Querría destacar finalmente un crítica muy
lúcida del antropólogo a las "máquinas de la identidad"
como uno de los elementos ideológicos más desmovilizadores. Se
trata de convertir cualquier lucha, cualquier experiencia
transformadora en una lucha por la identidad grupal y hacerle perder
así su carácter universal y que pueda ser compartida por los otros.
Se trata de promover las diferencias para dividir el potencial
revolucionario. Pero la revolución, y aquí también Greber es muy
lúcido, no debe basarse en rupturas bruscas o violentas, debe
hacerlo en lo que el filósofo y sinólogo francés François Jullien
llama las transformaciones silenciosas.
Ahora bien, y aquí expongo una opinión personal, creo que hoy el
movimiento por la emancipación exigen formulaciones nuevas y amplias
que permitan integrar lo que han sido las tradicionales divisiones
entre anarquistas, comunistas y socialistas. Pero esto es otro tema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario