Escrito por Luis Roca Jusmet
Immanuel Wallerstein es un analista que me parece clave para entender la sociedad en que vivimos. Lo es desde la perspectiva rigurosa, clara y crítica de un científico social que niega la división de las dos culturas, la científica y la humanística. Y que plantea una concepción integradora de todas las ciencias sociales: lo que él llama la sociología histórica. Esta sociología no sólo no está separada de la historia sino que además rompe las barreras entre la antropología, la sociología, la economía y la política. Porque esta división lo que marca una concepción del saber que se corresponde con el tipo de sociedad que emerge a partir del siglo XV y que ya está globalizada el siglo XIX. Esta sociedad es lo que Wallerstein llama un Sistema-Mundo. Con este término se refiere a un tipo de sociedad que tiende a la máxima expansión, a un dominio global. Hasta ahora estos sistemas eran los Imperios, que estaban basados en un poder político absoluto. Pero el Sistema-Mundo moderno es una Economía-Mundo. Esto quiere decir que su dominio no es político sino económico. Este dominio económico es impersonal, es la lógica que rige el funcionamiento del sistema, que es el de la acumulación de capital. Todo se ha ido ordenando alrededor de esta finalidad, que es totalmente irracional.
En contra de otros planteamientos, Wallerstein no cree que lo esencial del capitalismo sea su naturaleza de economía de mercado. En este sentido sigue la línea del historiador Fernand Braudel y del economista Karl Polanyi al considerar que el capitalismo es, en cierta forma, una economía anti-mercado. Lo es en la medida en que la lógica del sistema tiende al oligopolio o al monopolio y no a la libre competencia. Aunque lo que sí es cierto es que esta acumulación de capital la realiza a partir de una mercantilización progresiva de todos los elementos sociales. Otra cosa es lo que dice el liberalismo, que es una ideología que oculta más de lo que muestra respecto al funcionamiento real del capitalismo. Aquí es fundamental entender el papel del Estado, pieza fundamental para garantizar este mecanismo. El Estado es ambivalente. Aunque pueda recoger los frutos de los movimientos reivindicativos ( a los que él llama antisistémicos) y ser así un elemento de redistribución de los recursos, no hay que olvidar su papel fundamental. El Estado crea las infraestructuras ( de comunicación, de información, de energía..), las fronteras y la legalidad que necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio de la violencia, que le permite garantizar el orden interno centrado en la propiedad privada ( policía) como la competencia por los mercados ( ejército) . Pero también se dedica a socializar las pérdidas de los oligopolios y los monopolios a través de subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente inyectandoles el dinero que necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más que nunca me parece que es evidente esta última afirmación. Otro elemento fundamental en el planteamiento de este gran sociólogo es la división entre países centrales y países periféricos. No se trata de algo contingente o accidental sino de algo sustancial. Hay un intercambio desigual que hace que las clases trabajadores de los países centrales recojan una parte del beneficio del excedente de esta relación de dominio de unos países sobre otros. Aunque aquí hay que decir que no es justo atribuir a Wallerstein la sustitución de la lucha de clases por la lucha entre países. Son dos aspectos del sistema que hay que entender de manera entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases. La realidad es compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.
En este denso resumen que Immanuel Wallerstein hace en este libro de sus propias teorías hay otros aspectos que vale la pena remarcar. En primer lugar su noción de estructura dinámica, de crisis y de bifurcación. Estos conceptos los extrae de un científico que es Ilya Prigogine. Como él mismo este Premio Nobel de Química quiso trazar un puente entre las ciencias naturales y las sociales. Una estructura dinámica es un sistema ordenado de una determinada manera. Cada estructura tiene un inicio, una desarrollo, una crisis y dos salidas posibles. Aplicado a la sociedad humana la historia es la transformación de estructuras (larga duración) o lo que ocurre en cada estructura ( corta duración). En este proceso no se contempla la idea de revolución porque un sistema se acaba por sus propias contradicciones internas y es en este momento cuando la acción humana decide cual será la salida. El capitalismo no fue resultado de una revolución burguesa, que según Wallerstein nunca existió, sino de una salida favorable a los grupos más poderosos del feudalismo, que se transformaron en la nueva burguesía. Otra opción hubiera sido la formación de comunidades más igualitarias de pequeños propietarios. El capitalismo llegará pronto a su fin porque es incapaz de resolver sus contradicciones internas. Será la lucha entre las élites económicas y los movimientos antisistémicos la que decidirá lo que vendrá después, que puede ser mejor o peor en función de quien gane la lucha. Sí se le puede criticar a Wallerstein la poca precisión de este término, por lo menos tal como aparece en el libro al situar en un mismo plano el nacionalismo y el socialismo ( que por otra parte tiene un contenido muy poco matizado).
Desde el punto de vista ideológico el capitalismo es paradójico porque vive la tensión entre el universalismo y el particularismo. Su universalismo es el del mercado y el de la ciencia. Su particularismo es el del nacionalismo, el racismo y el sexismo. Wallerstein es contundente: el racismo es un invento del capitalismo para justificar las desigualdades económicas. Antes del capitalismo existió xenofobia, no racismo. Respecto al sexismo también sostiene que nunca fue tan claro como con el capitalismo, donde se convierte a la mujer en un ser improductivo y se forma una familia nuclear patriarcal. Aquí, evidentemente, habría mucho que discutir porque en lo que respecta al sexismo lo cierto es que el capitalismo ha sobrevivido a la crisis del patriarcado en los países centrales. Respecto al racismo habría aquí toda una reflexión sobre si hay un racismo cultural que es herencia del racismo genético.
Wallerstein no es marxista. Respeta a Marx pero considera que tuvo sus aciertos y sus errores, como podemos comprobar por los comentarios anteriores. Pero quizás la diferencia básica es que para Wallerstein el capitalismo no tuvo un carácter progresivo. Es un sistema totalmente irracional, sin ninguna función histórica y que ha empobrecido a la mayor parte de los habitantes del planeta, que viven peor que antes. Tampoco es comunista, ya que para él el llamado socialismo real no fue nunca una alternativa a la Economía-Mundo capitalista. Esta es una de las contradicciones de los movimientos antisistémicos : al tomar el poder del Estado se acaba convirtiendo en una pieza más dentro del sistema global. Esta afirmación es, sin duda, un escándalo para muchos sectores de la izquierda.
Quizás esta reseña sea un resumen del propio resumen que es en sí mismo el libro, sobre todo de su monumental estudio El moderno sistema mundial. Pero no puedo evitar dar a conocer en estas líneas la teoría del quizás más importante analista crítico del capitalismo en el momento actual. Nacido en Nueva York en 1930 Immanuel Wallernstein completa su inmenso trabajo teórico ( con una indudable base empírica) con artículos y entrevistas sobre el momento presente. Comprometido en una posición claramente de izquierdas nos proporciona un material que es, bajo mi punto de vista, imprescindible para cualquiera que quiera entender lo que estamos viviendo hoy a nivel mundial. No es desde lo más simple como vamos entendiendo lo más complejo ( los ilusorios “hechos” del positivismo) sino construyendo un marco global dinámico como podemos ir situando y entendiendo lo más concreto.
Para Wallerstein vivimos en una época que ha producido un saber que impide entender y mejorar el mundo en que vivimos. No es que este saber sea inútil para el sistema. Es útil en dos aspectos : funciona como una ideología y como un saber instrumental. Desde el siglo XIX se ha consolidado un tipo de saber orientado por la ideología liberal positivista. Este saber se ha extendido enormemente siguiendo un determinado modelo organizativo, que es el universitario. Cada Universidad se divide en facultades, estas en departamentos y estos en cátedras. Cada una ocupándose de lo suyo, de una disciplina tan específica y precisa como fuera posible. Sin saber nada de las otras. Con sus jerarquías y sus publicaciones académicas. Este tipo de saberes se basan en una serie de supuestos que son falsos y que además impiden una visión global del proceso .La primera es el axioma de que las ciencias físico-naturales son el modelo de cualquier saber, que debe seguir siempre su método y que es prioritario por su aplicación tecnológica. El segundo es que el conocimiento de la sociedad está basado en la diferencia entre el conocimiento del pasado ( historia) y del presente ( ciencias sociales) . No podemos hacer una historia del presente. La historia se basa exclusivamente en los archivos. El tercero es que el estudio científico de la sociedad se basándose en primer lugar entre Occidente ( progreso) y Oriente ( tradición). Y dentro de la sociedad occidental en establecer la diferencia entre la Sociedad civil, el Mercado y el Estado, las tres supuestas formas de racionalidad. La Sociedad civil la estudia la Sociología, el Mercado lo estudia la Economía y el Estado las ciencias políticas. Occidente somos nosotros mismos, que nos estudiamos de manera científica. Oriente es el Otro, que estudiamos a través de los Estudios Orientales ( grandes civilizaciones : India, China) o la Antropología cultural ( sociedades primitivas). Esta distribución del saber impide que entendamos el mundo en que vivimos porque nos plantea una serie de conocimientos cada vez más parcializados y especializados, que nuca se relacionan en una visión global. Se mitifica el conocimiento científico como algo objetivo, neutro y desinteresado. Se concibe la ciencia de una manera dogmática. Queda excluida cualquier transformación : queda relegado al ámbito de la opinión, de las preferencias, de los subjetivo.
Entre 1945-1960 este sistema se consolida. Richard Peet, geógrafo de izquierdas algo más joven que Wallerstein ( Peet nació en 1940 en Gran Bretaña y Wallerstein en 1930 en New York) nos ha explicado como el neoliberalismo está privatizando el saber y convirtiéndolo en un negocio. El acceso al conocimiento académico corre cada vez más a cargo de empresas privadas. Empresas de comunicación controlan la producción académica de alto nivel. Las revistas más prestigiosas pueden generar unos beneficios de un millón de dólares al año: la suscripción puede costar hasta 5.000 dolares anuales. Cito ahora a Peet como un analista del tema que pone de manifiesto la radicalización de la lógica de la que habla Wallerstein.
Pero a partir de los años 60 surgen toda una serie de movimientos de protesta antisistema : movimientos anticoloniales, estudiantiles, obreros, pacifistas que sacuden todo el planeta. Todo esto se refleja en la aparición de un concepción del saber crítica y alternativa, de las que el propio Immanuel Wallerstein será un excelente ejemplo.
Wallerstein aprende mucho de Franz Fannon, al que conocerá en los años 60. Aprende de él, dice, la racionalidad de la violencia anticolonial. Wallerstein va aprendiendo de diferentes maestros. Destacan Karl Polanyi, que le enseñara que que hay tres modos de comportamiento económico. El primer modo es el de la reciprocidad, que funciona a nivel de microsistema ( pequeñas sociedades autónomas). El segundo es la redistribución ( que funciona el los Imperios como Sistema-Mundo). El tercero es el intercambio, que es el que funciona en el Capitalismo como Economía-Mundo.Pero hay dos influencias teóricas que serán determinantes para Wallerstein . Por una parte la del historiador Fernand Braudel. Él introduce en los estudios históricos la larga duración, término excluido entre lo permanente y lo cambiante. La larga duración se corresponde con los sistemas estructurales de la historia humana. Este descubrimiento enlaza con la otra, la de Ilya Prigogine, físico renovador con su noción de la flecha del tiempo como característica de los fenómenos físicos irreversibles. Esta flecha del tiempo permite establecer el estudio de estructuras que tienen un inicio, una duración y un final. Plantea también la absurdidad de considerar que el tiempo es reversible. Braudel y Prygogine proponen una nueva alianza entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, entendidas ambas como ciencias de la complejidad. Tanto el mundo natural como el mundo social están indeterminados. O mejor, funcionan por un determinismo caótico. No son leyes mecánicas previsibles sino una conjugación de factores imprevisibles los que determinan lo que ocurre.Finalmente Wallerstein reconoce también la importancia de los estudios culturales. Con ellos aprendió que todo saber es una construcción social.
Hay que plantearse entonces, nos dice, una ciencia unificada, unas bases comunes para la ciencia. El estudio de la sociedad debe correr a cargo de una ciencia social histórica única. Evidentemente hay que especializar los estudios pero siempre dándoles una perspectiva global.
Propuestas metodológicas para la ciencia social histórica ( partiendo de la base que todas las interpretaciones son parciales y que hay que llegar a acuerdos) :
En primer lugar entender el Sistema-Mundo como unidad de base para el análisis de la ciencia social histórica. Excepto si hablamos de microsociedades el punto de partida no es lo simple sino lo complejo. Son los sistemas globales los que te permiten entender los hechos locales. Estamos en una economía-mundo que es la del capitalismo.
La diferencia entre duración y tiempo. La duración es la dimensión estructural y el tiempo la dimensión histórica. En el tiempo está los agentes sociales que modifican las estructuras. Las estructuras nacen, se desarrollan y mueren. Tienen su lógica y su dinámica pero la acción humana puede modificarla. Hay que distinguir entre los cambios cíclicos ( históricos) y los sistémicos ( estructurales). En estos últimos se da una crisis que desembocará en un final. Todo sistema tiene unas tendencia y un límite. La concepción de la crisis como generadora de una bifurcación que permite siempre dos salidas diferentes.
Giovanni Arrighi, con el que Wallerstein compartió muchos planteamientos y discutió otros, me parece un excelente complemento de Wallerstein. Son quizás los mejores analistas del sisteam capitalista. Ambos comparten una posición ético-política crítica con el sistema pero saben mantener una visión rigurosa y al máximo de objetiva. No diría imparcial porque quizás la imparcialidad es imposible pero su sentido crítico es la distancia que les permite ver los procesos reales y sus consecuencias sin distorsiones ideológicas.Propuestas metodológicas para la ciencia social histórica ( partiendo de la base que todas las interpretaciones son parciales y que hay que llegar a acuerdos) :
En primer lugar entender el Sistema-Mundo como unidad de base para el análisis de la ciencia social histórica. Excepto si hablamos de microsociedades el punto de partida no es lo simple sino lo complejo. Son los sistemas globales los que te permiten entender los hechos locales. Estamos en una economía-mundo que es la del capitalismo.
La diferencia entre duración y tiempo. La duración es la dimensión estructural y el tiempo la dimensión histórica. En el tiempo está los agentes sociales que modifican las estructuras. Las estructuras nacen, se desarrollan y mueren. Tienen su lógica y su dinámica pero la acción humana puede modificarla. Hay que distinguir entre los cambios cíclicos ( históricos) y los sistémicos ( estructurales). En estos últimos se da una crisis que desembocará en un final. Todo sistema tiene unas tendencia y un límite. La concepción de la crisis como generadora de una bifurcación que permite siempre dos salidas diferentes.
Estoy completamente de acuerdo con lo que has expuesto, salvo que la realidad no creo que deba ser mirada desde arriba hacia abajo sino al revés, en una especie de biopolítica.
ResponderEliminarPero de todas formas ésta es mi manera, que habrá otras, lógicamente, todos los caminos o casi todos, salvo los que se enfoquen con envidia del pene o angustia de castración, llevan a Roma.
Vicent