Escrito por Luis Roca Jusmet
Si seguimos las indicaciones de Nicolás
Abbagano en su Diccionario de Filosofía
podemos considerar que la diferencia entre imaginación y fantasía
se basa en una distinción moderna establecida por los racionalistas
franceses en su lógica de Port Royal, que pasan a considerar la fantasía como una
imaginación sin regla o freno. Kant, en esta misma línea consideraría que
la fantasía es la imaginación en cuanto que produce imágenes sin
quererlo. Desde el polo opuesto, el romanticismo exalta la fantasía en su
carácter de imaginación creadora. Podemos constatar en todos los casos
un elemento común, que es atribuir a la fantasía un carácter transgresor con
respecto a las reglas ordinarias del conocer. Esta cuestión se valora
negativamente desde una epistemología realista en su versión más clásica, en la medida en que considera
que se quiere sustituir el mundo real por otro irreal.
Pero lo que centrará mi trabajo teórico sobre la
fantasía es la vinculación que podemos establecer a través de ella entre
las nociones de imaginario, de simbólico y de deseo. La
tradición psiconalítica es la que ha elaborado más esta noción de fantasía,
y esto desde el nuevo horizonte abierto por Freud hasta las brillantes
aportaciones de Melaine Klein, Jacques Lacan o Jean Laplanche .
Se la concibe en esta línea como un elemento estructurante de la vida del sujeto, en el sentido de que su actividad es la que modela y organiza el psiquismo desde el deseo. Para entrar en este planteamiento de la fantasía y sus vicisitudes, nos orientaremos por lo que dicen Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis en su riguroso y clarificador Diccionario de psicoanálisis. Lo primero que sugieren es la dificultad de traducción al francés del término alemán phantasie ( que es el originario freudiano), porque éste tiene un sentido excesivamente amplio que le da una cierta ambigüedad, ya que se refiere a la vez a la facultad y al producto de la actividad. La traducción francesa elegida mayoritariamente es fantasme, que le da al término una resonancia más limitada pero más específicamente psicoanalítica y que quedó plenamente consolidada por la corriente lacaniana ( en contra de la opinión de Daniel Lagache, que quería traducirlo por fantasie, que refleja mejor para él este doble aspecto de actividad creadora y de sus producciones). La definición propuesta por Laplanche y Pontalis es muy interesante: " Guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y, en último término, un deseo inconsciente. La fantasía se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños diurnos; fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias."
Se la concibe en esta línea como un elemento estructurante de la vida del sujeto, en el sentido de que su actividad es la que modela y organiza el psiquismo desde el deseo. Para entrar en este planteamiento de la fantasía y sus vicisitudes, nos orientaremos por lo que dicen Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis en su riguroso y clarificador Diccionario de psicoanálisis. Lo primero que sugieren es la dificultad de traducción al francés del término alemán phantasie ( que es el originario freudiano), porque éste tiene un sentido excesivamente amplio que le da una cierta ambigüedad, ya que se refiere a la vez a la facultad y al producto de la actividad. La traducción francesa elegida mayoritariamente es fantasme, que le da al término una resonancia más limitada pero más específicamente psicoanalítica y que quedó plenamente consolidada por la corriente lacaniana ( en contra de la opinión de Daniel Lagache, que quería traducirlo por fantasie, que refleja mejor para él este doble aspecto de actividad creadora y de sus producciones). La definición propuesta por Laplanche y Pontalis es muy interesante: " Guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y, en último término, un deseo inconsciente. La fantasía se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños diurnos; fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias."
La teoría psicoanalítica habla de lo que Freud
llamaba la novela familiar del neurótico, que es el resultado de la
narración imaginaria que el neurótico se inventa sobre su historia familiar, es
decir, que siendo una verdad-a-medias adquiere desde el punto de vista psíquico
un peso absoluto en el psiquismo del sujeto. Los factores que intervienen en la
formación de esta narración son variados: deseo edípico, confrontación con el
progenitor del mismo sexo, rivalidad fraterna. Pero no sólo el neurótico
sintomático el que realiza esta novela imaginaria, sino cualquier ser humano en la solución
subjetiva de su devenir edípico. Esto nos lleva a la formulación radical
del psicoanálisis, planteada por Freud y por Lacan, de cuestionar los límites entre el sujeto
psíquicamente normal y el sujeto anormal, para acabar afirmando que
todos tenemos una estructura clínica que, latente o manifiesta, siempre estará
presente. La implicación es que incluso los sujetos supuestamente
normales tienen una estructura
neurótica ( histérica, obsesiva o fóbica) perversa o psicótica ( esquizofrénica,
paranoica o melancólica). La estructura puede manifestarse o no, según la
determinación biografía de cada sujeto, pero desde esta planteamiento todos arrastramos,
en mayor o menor medida, alguna ficción sobre nuestra propia historia familiar,
que sería uno de los aspectos que configurará nuestra fantasía personal.
Laplanche y Pontalis son autores que han trabajado a fondo el tema del estatuto ontológico de la fantasía a partir de la obra de Freud, sobre todo con su estudio sobre las fantasías originarias , que para él tienen un carácter universal. Estas serían la de la escena originaria, la de la castración y la de la seducción, cuya función es dar una respuesta al niño a los enigmas que se le presentan respecto a su propio origen ( la escena originaria fantaseada del acto sexual de los padres) a la diferencia sexual ( fantasía de castración de la niña) y del propio despertar de la sexualidad ( la fantasía de ser seducido por el progenitor del otro sexo). Son fantasías que funcionarían como una especie de esquemas que imponen su ley al imaginario y que son irreductibles a la experiencia individual. Freud parece considerar que las fantasías inconscientes individuales lo que hacen es llenar las lagunas de estas fantasías originarias universales, que por otra parte están sometidas a la represión originaria que constituirá las base del inconsciente. Serían una especie de prehistoria mítica de la especie que se mantendría de forma inconsciente como huellas amnésicas heredadas; pero el problema que se le presenta a Freud es el de cómo justificar estas herencias arcaicas filogenéticas sin caer en la teorización de un inconsciente colectivo, precisamente en el momento en que sostiene la batalla teórica más dura con Jung. La explicación dada por Freud ( que no resulta convincente para Laplanche y Pontalis), es que deben ser comprendidas como una prehistoria en la historia del sujeto, en el sentido de una preestuctura que es actualizada y transmitida por la fantasía de los padres. En todo caso es evidente que el niño fantasea sobre unas cuestiones que despiertan su curiosidad, que podemos aceptar que son a grandes rasgos las que define Freud, por lo menos en un marco cultural compartido.
Laplanche y Pontalis son autores que han trabajado a fondo el tema del estatuto ontológico de la fantasía a partir de la obra de Freud, sobre todo con su estudio sobre las fantasías originarias , que para él tienen un carácter universal. Estas serían la de la escena originaria, la de la castración y la de la seducción, cuya función es dar una respuesta al niño a los enigmas que se le presentan respecto a su propio origen ( la escena originaria fantaseada del acto sexual de los padres) a la diferencia sexual ( fantasía de castración de la niña) y del propio despertar de la sexualidad ( la fantasía de ser seducido por el progenitor del otro sexo). Son fantasías que funcionarían como una especie de esquemas que imponen su ley al imaginario y que son irreductibles a la experiencia individual. Freud parece considerar que las fantasías inconscientes individuales lo que hacen es llenar las lagunas de estas fantasías originarias universales, que por otra parte están sometidas a la represión originaria que constituirá las base del inconsciente. Serían una especie de prehistoria mítica de la especie que se mantendría de forma inconsciente como huellas amnésicas heredadas; pero el problema que se le presenta a Freud es el de cómo justificar estas herencias arcaicas filogenéticas sin caer en la teorización de un inconsciente colectivo, precisamente en el momento en que sostiene la batalla teórica más dura con Jung. La explicación dada por Freud ( que no resulta convincente para Laplanche y Pontalis), es que deben ser comprendidas como una prehistoria en la historia del sujeto, en el sentido de una preestuctura que es actualizada y transmitida por la fantasía de los padres. En todo caso es evidente que el niño fantasea sobre unas cuestiones que despiertan su curiosidad, que podemos aceptar que son a grandes rasgos las que define Freud, por lo menos en un marco cultural compartido.
Las definiciones que Freud va
haciendo del término fantasía a lo largo de su obra son variadas pero
siempre se la considera como una formación psíquica nuclear, sea
consciente o inconsciente. Por un lado, nos dice, tenemos fantasías inconscientes, que son el
contenido primario y latente de lo que se manifiesta secundariamente en los
sueños y en los síntomas de los histéricos, que se ocultan por la censura de la
represión y sólo son accesibles de manera indirecta, a través de la
construcción en el análisis. Por otro lado están las fantasías conscientes,
que van desde las ensoñaciones diurnas hasta las sexuales, cuya formulación más
dura es la de los perversos. Pero Freud considera que las fantasías son básicamente inconscientes y este origen
es decisivo para entender cual es su destino, ya que aunque son incapaces de
volverse conscientes se aprovechan de este sistema para manifestarse por vía
indirecta. También queda clara su relación compleja con el deseo ya que también
aparecen en la narración mecanismos defensivos que lo distorsionan.
Freud tiene un texto paradigmático sobre la formación de la fantasía que
es Pegan a un niño, en el que Freud analiza un caso clínico de fantasía
de flagelación que padece una niña, y cuyo proceso se inicia entre los
cinco o seis años. En la primera fase hay el un proceso asociativo que
transforma una escena en la que un
padre pega a un niño en otra en la que el padre pega al niño odiado por
mí. La segunda fase implica la transformación de esta fantasía en otra que
produce un goce masoquista y que muestra que yo soy golpeada por mi padre.
La tercera fase implica otra transformación importante, ya que la persona
que pega permanece indeterminada, ya no es el padre. Las últimas fantasías
producen una intensa excitación sexual a la niña, que se resuelve con la
masturbación. La pregunta freudiana es cual es el cambio a través del cual una
fantasía sádica se transforma en una fantasía sexual masoquista. Sin entrar en
los detalles me interesa aquí señalar que con este ejemplo clínico Freud muestra
la continuidad entre fantasías conscientes e inconscientes, ya que en este caso
la sujeto recuerda la primera y tercera fase y es la segunda la que cae bajo
los efectos de la represión, precisamente porque es la que tiene un carácter incestuoso que
sirve como enlace entre la primera y la tercera.
La fantasía es para el psicoanálisis
uno de los destinos posibles de la pulsión, que es el término que
utiliza Freud para referirse a la versión humana del instinto, cuya
característica es que no tiene un objeto específico y natural propio, El ser
humano, que por sus características de desvalimiento esta completamente
supeditado al Otro Primordial ( la Madre), pierde este objeto esencial al entrar en
el orden simbólico. El objeto de la pulsión es, por tanto, un objeto perdido ya
que se refiere a una especie de incesto mítico. El yo se opone entonces
a la pulsión de tres maneras : con la represión, con la sublimación y con la
fantasía y ésta última opción implica interiorizar el objeto prohibido
distorsionando la imagen a la que está ligada; con esto la pulsión se orientará
entonces hacia alguien que nos recuerde al objeto oculto de nuestra fantasía,
sin que ni siquiera seamos conscientes de ello. Si recordamos la página
introductoria de la famosa novela de Lawrence Durrell titulada Justine
hay una cita de Freud en la que dice que en una relación sexual
siempre intervienen cuatro personas. Lo cual quiere decir que aparte de las
personas reales implicadas están las fantaseadas por sus participantes reales.
En una de las mejores películas de Woody Allen, Delitos y faltas, hay un
viejo profesor judío de filosofía que tiene un magnífico discurso la
imposibilidad del amor, en el que dice que las personas amadas nos recuerdan a
los que amamos en nuestra infancia, pero a las que a la vez les exigimos corregir sus defectos y todo lo
injusto que hicieron con nosotros. Creo que es una explicación muy lúcida de lo
que puede ser la fantasía amorosa y también de la imposibilidad de que la
relación de pareja sea armónica ( que es lo que pretende decir Lacan con
su provocadora expresión de que no hay relación sexual).
Hay en Freud una búsqueda cada vez más insistente del origen de la
estructura y los contenidos de la fantasía y esto le lleva al
estudio del mito, que más allá del planteamiento positivista ( que lo
considera un estadio superado y
primitivo del conocimiento humano) contiene siempre para él un núcleo de
verdad. Verdad que no es evidentemente de carácter fáctico sino de carácter
psíquico, como es el expresado en su estudio “Tótem y tabú” donde el Padre
de la horda posee a todas las mujeres y tiene aterrorizados a sus hijos,
que acaban uniéndose entre ellos para matarle.
La palabra mito no es
casual, ya que el contenido tiene clara relación con el enigma de los
orígenes, al que aporta una representación y una solución (es interesante
constatar que los estudios históricos de Mircea Elíade confirman esta visión
del mito como modelo ejemplar sobre los orígenes).
Aunque Freud acepta que biológicamente es insostenible buscar una
fundamentación al mito, también considera que es necesario mantener una crítica
radical a la teoría jungiana del inconsciente colectivo, que se basa en
una concepción de los arquetipos a los que se accedería a partir de una
imaginación creadora captadora de símbolos innatos y
universales. A pesar de las dificultad
de construir una teoría propia sobre
estos mitos colectivos Freud recoge un
material muy rico, relacionado básicamente con la religión, pero también con la
tragedia ( Edipo, Electra, Antígona) o con el drama ( Hamlet). Lacan.elabora un
estudio muy interesante sobre este último
y más en general sobre el mito individual del neurótico, que
define de la siguiente manera :“ Una cierta representación objetivada de una
gesta que expresa de modo imaginario las relaciones fundamentales
características de cierto modo de ser humano en una época determinada; si lo
comprendemos como la manifestación social latente o patente, virtual o
realizada, plena o vaciada de su sentido, de este modo de ser, es indudable que
podemos volver a encontrar su función en la vivencia misma de un neurótico” Jacques Lacan toma como referencias
para esta formulación el ejemplo del Hombre
de las ratas, que es el ejemplo freudiano paradigmático de una neurosis
obsesiva, y también del de Goethe, que extraerá de sus escritos
autobiográficos. En ambos casos, dice, hay unos elementos comunes que adquieren
un carácter mítico y sobre los que desarrollan su neurosis particular. Estos
cuatro elementos, que también reflejan la actitud existencial del hombre
moderno, son: el Padre, la
Madre, el Yo ( la relación narcisista) y la Muerte.
Hay que hacer también una breve referencia a
otra gran psicoanalista, Melaine Klein, que también da a la fantasía un
lugar clave en su teoría. Para ella las fantasías inconsciente son
determinantes del estado psíquico del sujeto y la expresión mental de sus
pulsiones, que buscan un objeto en el que concretarse. La fantasía. adopta
también según su análisis la función de activarse como un mecanismo de defensa
que se pone en marcha contra peligros internos, que pueden ser emociones
negativas o incluso otras fantasías de carácter destructivo.
Laplanche y Pontalis consideran que aunque Melaine Klein asigne un papel muy
importante a la fantasía no por ello deja de plantearlo en un término
convencional, ya que las considera que pueden actuar como percepciones falsas
de los objetos, por lo que nos separan del mundo real. Tenemos entonces
con Melaine Klein ( y por supuesto en el
psicoanálisis más convencional) una línea que sigue la formulación básica de
Sartre : la percepción debe separarse de lo imaginario en nuestro conocimiento
de la realidad.
Pero para Laplanche y Pontalis, así como para
Castoriadis y Lacan, esta separación entre percepción, por un lado, y fantasía,
por otra, no aparece tan clara por el papel configurador del imaginario
en la propia interpretación de la percepción.
El tema de la fantasía es una de las
problemáticas privilegiadas de Jacques Lacan., ya que recorre transversalmente
muchos de sus seminarios y Escritos ,
siendo el centro absoluto de uno de ellos, Kant con Sade, donde llega a formalizarla en una fórmula que la relaciona con el sujeto
dividido y con el llamado objeto a. No voy a explicar lo que
significan ambos términos en el discurso lacaniano porque este trabajo no es
una introducción a Lacan, pero sí hacer una breve aproximación para que podamos
entender de lo que hablamos. Partimos de
una paradoja, que es que el sujeto es anterior al Orden simbólico y
al mismo tiempo es su efecto. Cuando constituimos este Orden simbólico,
perdemos nuestra realidad natural y dejamos de ser un organismo biológico para
pasar a constituirnos como ser hablante, con lo cual quedamos constituidos como
sujetos de la enunciación. Hablamos de lo que nos pasa, de lo que tenemos e
ilusoriamente de lo que somos, ya que nuestro ser, que es la sustancia natural,
lo perdemos con la alineación que implica entrar en el mundo del lenguaje, que
es el del Otro simbólico. Quedamos atrapados en este Otro simbólico,
ya que nos inscribimos en un mundo de significaciones ( que es el de la lengua, la ley y la familia
en una determinada línea de filiación)
que nos conduce a ocupar un lugar establecido. Pero esta inscripción en
el orden simbólico no es absoluta, ya que queda un resto, que es lo que
Lacan llama el objeto a ( a del autre
de pequeño otro) y que es lo más singular y la causa de nuestro deseo, el sujeto del
deseo que de alguna manera recoge lo que es anterior al lenguaje. El orden
simbólico tiene la función de posibilitarnos construir la realidad a través de
un discurso simbólico que habla de ella, porque nos separa de lo real,
que es lo traumático insoportable que el sujeto humano no puede asumir en su
socialización, que no puede tolerar y
que le produce angustia. El objeto a, que es lo que queda de lo real,
es dónde se sitúa el núcleo de nuestro goce y también el agujero
alrededor del cual gira la pulsión. Aquí hay que entrar en la diferencia
lacaniana entre goce y placer, en la que éste último, siguiendo a
Freud, significa la eliminación de la tensión, ya que todo organismo busca su
homoestasis, es decir, un equilibrio mínimo sin perturbaciones desagradables.
Pero Freud constatará ( sobre todo a partir de los dos textos “Más allá del
principio del placer”y “El problema económico del masoquismo”) que el sujeto
humano busca la excitación y también la repetición, aunque le produzca dolor.
El término que introducirá Freud a partir de esta reflexión será el de pulsión
de muerte, como tendencia a la repetición y, paradójicamente, a la
aniquilación de lo vivo para pasar a un estado de reposo absoluto. Pero el
mismo Freud constatará falla en esta formulación, ya que lo que buscan los
humanos en la sexualidad no es la eliminación de la tensión sino la estimulación
y la excitación, que ya es opera como una fuente de satisfacción. Lacan
introduce la noción de goce ( jouissance en el original francés )
para referirse a una satisfacción del exceso puede estar vinculado al dolor y
en su límite a lo insoportable. El filósofo esloveno. Slavoj Žižek, va más lejos al identificar
el goce con la pulsión de muerte, dando a este término un sentido
nuevo, con lo que nos encontramos con una nueva paradoja55:
porque este goce absoluto que buscamos y que hemos perdido al
inscribirnos en el lenguaje no ha existido nunca, con lo cual perdemos algo que
solo tenemos como un efecto retroactivo. En realidad la pérdida que lo
constituye sólo puede entenderse desde la dimensión simbólica: el símbolo es
justamente una presencia hecha de ausencia. En esta línea Lacan trabajará
lo que ha aprendido de Jackobson: los mecanismos básicos del lenguaje son la
condensación y el desplazamiento, de las que surgirán la metáfora y la
metonímia. En realidad Freud ya había hablado de estas figuras, pero dándoles
una relación inversa, ya que para Freud el desplazamiento da lugar a la
metáfora y la condensación a la metonimia. Lacan, afinando en el tema a partir
las aportaciones de la lingüística, considera la cuestión con este matiz
de diferencia. La metáfora es entonces una condensación, donde
colocamos la parte en el lugar del todo
porque es la sustitución de una palabra por otra. La metonimia es un
desplazamiento en la que vamos de un lugar a otro porque es la conexión de una
palabra con otra y en la primera el sentido se produce a partir del
sinsentido, ya que hay una sobreimposición de significantes que mantiene un hilo de continuidad. Y aquí
Lacan saca conclusiones fundamentales sobre el psiquismo humano relacionadas
con la cuestión de la falta, consecuencia de la represión, que es la que
posibilita el deseo, como producto del límite establecido por la anterior. La
inscripción del ser humano en el Orden simbólico lo transforma en un sujeto
divido, ya que por una parte es consciente y por otra inconsciente, que es
adonde apunta finalmente el deseo, que es la diferencia entre lo que lo que
pedimos ( la demanda ) y lo que
encontramos ( que no se corresponde nunca con el objeto imposible que buscamos
). Lo que posibilita y hace
indestructible al deseo es que su objeto en el fondo está vacío, ya que
su única existencia posible es ir desplazándose de un objeto a otro sin
satisfacerse nunca plenamente, ya que siempre es deseo de Otra Cosa. Y
paralelamente a esta metonimia del deseo, que se va desplazando de un lugar a
otro, están las metáforas del inconsciente ( síntoma, sueño) que lo que hacen
es colocar un significante en el lugar del otro, que está reprimido.
Esbozando este proceso es como podemos
entender el lugar nuclear que da Lacan a la fantasía, que nos proporciona un
escenario imaginario que articulan lo simbólico y lo real. La fantasía
tiene elementos imaginarios que se articulan simbólicamente con significantes y
siguiendo las reglas del lenguaje y en el que está presente lo real ( ya
que el objeto a es su resto, que no es ni simbolizable ni
representable). Pero el deseo se sostiene en la fantasía porque lo que hace
ésta es encerrar el sujeto en el objeto a, porque lo que hace es
transformar el goce en placer adecuándolo al deseo. A partir de aquí Lacan
formula su noción de la fantasía
fundamental , que tiene la
función de dar a cada ser hablante una respuesta inconsciente frente al trauma
y al vacío con el que nos encontramos al inscribirnos en el orden simbólico y
enfrentarnos al enigma del deseo del Otro ( ¿ que quiere de mí mi Madre,
cuya mirada me dice que quiere algo que no le puedo dar ?). Lo que hay de
insoportable en nuestro deseo es justamente lo que nos pone en contacto con
este resto cuya proximidad con lo real traumático nos produce angustia.
Pero lo mismo que nos angustia es lo que posibilita el deseo, el objeto a, aunque
sea siempre su causa innombrable. La fantasía cubre el espacio vacío dejado por
el objeto natural perdido, que nos permite reconstruirla desde esta Otra
escena. Sólo podemos acceder una realidad articulada por el
lenguaje y necesitamos una fantasía
desde la que elaborar la ficción que nos permita simbolizarla.. La realidad se
sostiene, en algún sentido, desde esta Fantasía fundamental, ya que la verdad del sujeto está en el
inconsciente y no en el yo, que es una pura construcción imaginaria, una
ilusión. Esto es lo que Lacan defiende en su ética, en su no ceder al deseo,
en su llevar al yo donde está el Ello ( en contra de la interpretación
convencional del psicoanálisis ortodoxo de llevar el Ello donde está el
yo.
La fantasía tiene en la tradición psicoanalítica las características
siguientes: hay una escena y unos personajes (el papel del sujeto puede ir
cambiando de rol) que desarrollan una acción que se manifiesta a través del
verbo empleado y que se asocian a una parte delimitada del cuerpo, que son los
bordes, el resto del goce del viviente que perdemos al entrar en la mediación
de la palabra. El lenguaje nos ha vaciado de goce y éste solo queda en los
bordes del cuerpo, en las zonas erógenas donde aparece una pulsión sin objeto.
Pulsiones que formulamos a través de la demanda simbólica., en unas imágenes
que se articulan en un argumento perverso ( que es diferente del argumento de
un perverso, porque éste lo concreta en el mundo real) que en la medida que es
consciente produce vergüenza y es vivido como algo que nos llega de forma
extraña e involuntaria.y que produce afectos ambivalentes de placer y
sufrimiento.
Slavoj Žižek
desarrollará, a partir de la teoría lacaniana, toda una elaboración que vincula
a ejemplos concretos y a situaciones actuales. Lo primero que señala es la necesidad
de mantener este espacio vacío, que es el que nos separa de lo real
y nos permite nuestra construcción simbólica de la realidad56
desde la cual ésta puede ser formulada y asumida. Es decir, que la fantasía no
es por tanto una forma de escapar a la realidad, sino, por el contrario, una
forma de posibilitarla al permitir separarnos de lo real insoportable. Žižek considera que la fantasía fundamental
de cada sujeto es el mito primordialmente reprimido57, que es una sombra espectral y no un
conjunto de ensoñaciones diurnas vinculadas a nuestras formulaciones simbólicas
y que nos permiten soportarlas. La fantasía, nos dice, representa el pecado
del goce y al mismo tiempo la narrativa mítica de cómo éste se perdió. Para
entender mejor lo que quiere decir utilizaré un ejemplo concreto utilizado por
el mismo Slavoj Žižek nos propone: hay una ensoñación
masculina, nos dice, y que además es visible en el cine, que consiste en
representar a la mujer como una máquina sexual, mientras que la ensoñación
femenina es, por el contrario, la de un macho animal. La fantasía sexual
masculina quiere que la mujer sea un objeto sexual y la fantasía sexual
femenina quiere un macho potente que la satisfaga. Pero esta ensoñación de
cada sexo por su lado, dice Žižek, simplemente complementa la
ideología de que es posible una relación sexual armónica. Pero lo reprimido
aquí es lo que es insoportable, que es la imposibilidad de la relación sexual
armónica y en este sentido la fantasía reprimida es imaginarse la pareja ideal
como un simio copulando con una cibermujer.
Slavoj Žižek utiliza también el ejemplo de
la última película de Stanley Kubrick, Eyes Whide Shut, para poner de
manifiesto el carácter ilusorio de la fantasía, ya que su realización no lleva
a un éxtasis sino más bien a una experiencia vacía y fatua. Experimentar la
fantasía sirve para ver su esterilidad : la sofisticada orgía colectiva es
totalmente aséptica. Como dice Žižek, atravesar la fantasía sólo
sirve para manifestar su estupidez.
En “Los siete velos de la fantasía”
la presenta a través de la metáfora de los siete velos: El primer velo nos
muestra que la posición del sujeto en
la fantasía es la de ser sólo el sujeto de la enunciación, que es el
sujeto vacío que la explica.. No tiene
porqué ser además el protagonista de la narración, ya que el sujeto que
fantasea no tiene porque coincidir no con el protagonista, el yo del enunciado.
El segundo velo que presenta es que la fantasía no es la proyección del
deseo sino la condición que lo hace posible, por lo que la escena
que monta la fantasía no es la de la satisfacción sino la de la construcción
del deseo. A través de la fantasía aprendemos a desear, ya que su espacio tiene
que dejar un vacío en la medida en que posibilita el deseo, cuya condición es
la falta. El tercer velo que la fantasía que tiene un carácter
intersubjetivo radical, ya que el Otro siempre está implicado, ya
que el objeto a, causa del deseo, es el núcleo de la fantasía es el que
me hace percibirme como digno del deseo del Otro. La pregunta original
alrededor de la cual se articula la fantasía no es ¿ Qué quiero yo ? sino ¿ Qué quieren los otros de mí ?
la fantasía es mi respuesta al enigma, al enigma de qué soy para los otros. Lo
que fantaseo es lo que el Otro ve en mí, es decir, su deseo. El cuarto
velo que la fantasía siempre tiene un carácter narrativo, que contamos
para ocultar el antagonismo reprimido, la ruptura radical de la Unidad originaria.
El quinto velo muestra que lo que es importante en la narración de la
fantasía no es que tenga un carácter transgresor sino la propia
instauración de la ley, el acto mismo de lo que llama la castración
simbólica, que es la aceptación de la pérdida primordial que permite la
constitución del Sujeto, su entrada en el orden simbólico. El sexto velo
plantea que lo que encontramos siempre en la fantasía es una mirada
imposible porque el sujeto es a la vez el que mira y el que es mirado. El
séptimo velo dice que la fantasía debe ser implícita, debe mantener
una distancia con la textura simbólica que la sostiene, lo cual quiere
decir que siempre es una mentira. Aquí podemos incluir al arte como fantasía,
en cuanto que hay una distancia, en cuanto que la obra artística no se presenta
como real.
Otro tema interesante que plantea Žižek es la relación de la fantasía con la realidad
virtual del ciberespacio. En un artículo titulado “¿Es posible atravesar la
fantasía en el ciberespacio?”
desarrolla el tema de una manera muy sugerente, ya que Slavoj Žižek cuestiona el tópico de que el ciberespacio
sea el universo posible para la realización de nuestras fantasías más íntimas.
Precisamente para Žižek lo que pone de manifiesto el
ciberespacio es que el ser humano ha perdido su ser, su sustancia vital al
integrarse en el orden simbólico, el Gran Otro y por esto no es extraño,
continua, que la mayoría de fantasías que se ponen en escena sean masoquistas,
ya que se trata de sentirse vivo a través del dolor. Y también que sean
pasivas, ya que en este lugar que es el ciberespacio no somos un agente libre y
espontáneo, como podría parecer porque siempre estamos a merced del Otro,
ya que la interfaz está totalmente determinada, porque que mi relación con el
otro siempre está mediatizada por la maquinaria digital interpuesta ( que es la
que ocupa el lugar del Gran Otro que genera también un orden simbólico,
aunque sea con una estructura laberíntica, Ahora bien, continua Žižek, lo que
sí nos permite el ciberespacio es atravesar nuestra fantasía, en el sentido de
que si nuestra fantasía fundamental es inaccesible ( no podemos hablar
de ella) el ciberespacio nos permite escenificarla y ganar alguna distancia con
respecto a ella. Y este atravesar la fantasía fundamental es, de
alguna manera el objetivo del psicoanálisis, ya que distanciarnos de ella
significa liberarnos de su determinación y dejar de ser un esclavo de ella. Žižek plantea otra vez que la categoría de lo
real tal coma la usa es justamente lo opuesto a la realidad, ya que la
realidad social, que es la única posible, se
sostiene en una ficción narrativa, en una fantasía social. Por lo tanto
también nuestra percepción de la realidad está condicionada por la fantasía,
que es quién decide que es la realidad y ésta no es lo que está afuera sino lo
que uno constituye como tal: lo no aceptado, el resto, esto es lo real.
Cornelius Castoriadis, por su parte, nos
plantea, una doble batalla respecto al
tema de la fantasía. Por una parte contra los supuestos planteamientos
realistas que van desde Sartre hasta las principales corrientes psicoanalistas,
desde la llamada psicología del yo hasta Melaine Klein. Recoge la aportación de
Laplanche y Pontalis pero les critica su poca radicalidad y su incapacidad para
entender la actividad fantaseadora como producto del imaginario
radical, que es la única raíz de todas nuestras representaciones, incluida
la percepción. Para él no tiene sentido contraponer la percepción a la
fantasía porque ambas surgen de la misma matriz psíquica, que es el flujo
que configura las representaciones, acompañadas siempre de un afecto e
insertadas en un proceso intencional. La impresión de los sentidos se convierte
en percepción-representación en función de una elaboración compleja que surge
de este imaginario radical de la psique y las fantasías participan
también de este proceso como huellas de nuestras percepciones anteriores.
Castoriadis recoge la expresión freudiana de fantasías compensadoras del deseo para
nombrar las fantasías conscientes ( la religión, el arte ...) que intentan
compensar esta falta primordial del ser humano. Castoriadis considera
que ésta surge de la carencia de algo que tuvimos y que nos dio plena
satisfacción. Pero éste es uno de los puntos centrales en que Castoriadis
diverge también radicalmente con Lacan y sus seguidores60 al considerar que esta falta no
tiene ninguna relación con el significante ni con un objeto perdido. Castoriadis
no está de acuerdo con el papel determinante que Lacan da a la lingüística y
considera que en ningún caso puede aceptarse que el inconsciente está
estructurado como un lenguaje. No es el inconsciente, dice Castoriadis, el que
funciona como un lenguaje, sino el consciente y el preconsciente. y los tres
están atravesados por el imaginario radical. Es absurdo, dice, querer
entender el inconsciente desde las reglas de la lógica y la lingüística ( la
metáfora y la metonimia), ya que ambas son una formalización del funcionamiento
psíquico y no sus elementos constitutivos. Tampoco acepta que esta carencia
básica del ser humano sea resultado estructural de un objeto perdido, como dice
Lacan, y no porque no halla falta sino porque no hay objeto perdido, ya que lo
que se ha perdido es un estado, que sería el de la fusión originaria en el
Todo, con el que formamos primordialmente una Unidad indiferenciada (
Mónada psíquica).. Para Castoriadis la separación entre el afuera/ adentro es
un mecanismo defensivo que se va estableciendo desde el imaginario, con lo cual
inicialmente el exterior es vivido inicialmente como una cloaca en la que
tiramos lo que no queremos, lo que no toleramos en nuestro interior. Son
creaciones imaginarias, parciales, en las que poco a poco se va estableciendo
el esquema triádico: sujeto, objeto, otro. A partir de aquí Castoriadis
desarrolla una crítica a la teoría lacaniana del deseo, remitiéndose
inicialmente a Platón para recordar que, tal como dice éste en El Banquete,
se puede desear también aquello de lo que no se carece, en el sentido de querer
mantenerlo. Por lo tanto, en contra de lo que dice Lacan, el deseo no remite
exclusivamente a la carencia, a la falta, y es siempre la búsqueda de
satisfacción de algo que ya hemos tenido y a lo que queremos volver, por lo que
presupone siempre una imagen, ya que para existir tiene que haberse realizado
con anterioridad.
El deseo absoluto, continua Castoriadis, es el de
volver a este estado anterior a la primera separación, como nos recuerda la
nostalgia de lo orígenes que Mircea Elíade muestra a lo largo de su obra en
los mitos e incluso la continuidad del ser que Georges Bataille descubre
tanto en lo sagrado como en el erotismo61.
Pero también hay que considerar la crítica que hace Freud a la búsqueda ilusoria de estados
oceánicos ( de disolución del sujeto) cuya función no es otra que la de
encontrar una salida (regresiva) para evitar el dolor. Aunque Freud quizás no
compartiría plenamente este punto de vista sí le daría la razón en dos aspectos: En primer lugar en que originalmente el yo incluye
todo; luego, desprende de sí un mundo exterior.. En segundo lugar en que la vida psíquica la
conservación de lo pretérito es la regla.
A partir
de estas teorizaciones Castoriadis concluye que en la fantasía el sujeto no
ocupa un lugar en la escena fantaseada porque se identifica con toda la escena
en su totalidad,, ya que ella misma representa en su conjunto esta Unidad.
Estas fantasías compensadoras de carácter consciente son sobre todo las
elaboradas desde el imaginario social: creaciones imaginarias que permiten una
salida a partir de la sublimación de las pulsiones (arte, religión...) y que en
caso de fracaso conduce a las salidas privadas (neurosis). Pero lo que no acaba
de explicar es cual es la relación entre las pulsiones sexuales que hay que
sublimar con este deseo de recuperar el estado perdido: la Unidad orginaria.
Para Lacan y sus seguidores el vínculo es tan contundente como perturbador:
esta supuesta unidad no es otra cosa que el Goce del Otro, de
carácter mítico, que es el de una relación sexual incestuosa imposible.
No hay Unidad perdida porque no siquiera ha existido una originaria
fusión con la Madre,
ya que ésta siempre ha estado marcada por una ausencia, ya que un deseo apunta
siempre a otro lugar como el niño percibe frente a la Madre.
Quizás podríamos definir la
fantasía, siguiendo la sugerente expresión de Mannoni, como la Otra escena de
nuestro psiquismo, puesto que, consciente o inconscientemente es la red
desde la cual damos una significación emocional, desiderativa a las
percepciones y por lo tanto, desde la que construimos la realidad. Lo que
aporta la tradición psicoanalítica, desde Freud a Castoriadis, pasando por
Meliane Klein y Jacques Lacan es muy interesante pero no dejan de ser
especulaciones, que como tales son muy discutibles. La metapsicología de
Freud, como el mismo reconoce, es una construcción teórica no directamente
contrastable, desde la que explicar los procesos mentales que generan la
conducta. Freud se centra, por otra parte, en las fantasías sexuales y sobre
ellas aporta análisis imprescindibles pero quizás con este enfoque
reduccionista limita el campo de la interpretación de la fantasía. También
Jacques Lacan y Melaine Klein son dos mentes brillantes que desarrollan líneas muy radicales en un sentido profundo
pero parcial. Estos dos psicoanalistas son, sin duda, los que han aportado a
esta tradición elementos más creativos y sugerentes. Pero han generado escuelas
que precisamente por ser lo que son caen en el dogmatismo y en el sectarismo,
aunque sin negar que también han producido estudios y análisis que merecen
tenerse en cuenta. En el caso de la tradición lacaniana hay una reflexión
filosófica polémica pero muy potente que es la del ya repetidamente citado
Slavoj Žižek.
No hay que ceñirse por tanto de manera
exclusiva a la perspectiva psicoanalítica sobre la fantasía, aunque continuo
afirmando que es la que realiza los trabajos teóricos más interesantes sobre el
tema. A Castoriadis también hay que tenerlo en cuenta de manera crítica porque el
imaginario radical es la supuesta clave absoluta para entenderlo todo y
volvemos otra vez a la pretensión desmesurada de pretender haber descubierto la
fórmula mágica a partir de cual crear un sistema teórico completo.
Aunque Castoriadis es muy interesante en sus
argumentaciones no deja de ser reduccionista en sus conclusiones, tanto en su
teoría del imaginario radical como en la de la Unidad originaria
perdida. Hay en los dos casos ( el de Lacan y el de Castoriadis) una doble intuición muy penetrante, que es la
del papel del sentimiento de falta en el ser humano y la existencia de un
deseo que nunca acaba de satisfacerse. Lo que ocurre es que esta realidad,
tan profunda y compleja, no tiene una respuesta definitiva como la que pretende
dar cada uno de estos autores. Podemos concluir, esto sí, que la fantasía es
una creación simbólico-imaginaria que tiene que ver con esta carencia, que
quiere cubrirla de alguna manera.
Hay una última aportación, imprescindible, vinculada al psicoanálisis
pero regulada desde los descubrimientos de las neurociencias, que es la de
Ansermet y Magistretti. Plantean que la percepción deja una huella que se
transforma en imagen mental ( del que dirán, por influencia lacaniana que
adopta el papel del significante); que sigue una dinámica propia que lo puede
alejar completamente de la percepción inicial. Es a partir a partir de este proceso que se va tejiendo
la red de las fantasías, tengan éstas un carácter consciente o inconsciente. En
nuestra relación con el mundo tenemos percepciones que nos conectan con el
entorno en el que estamos insertos y al mismo tiempo hay una información
interna que nos llega desde nuestra mente y que parte de nuestras fantasias y
que da un significado emocional a lo que percibimos. Aquí salgo del
psicoanálisis para continuar con otra aportación de la neurociencia, la de
Antonio Damasio, que plantea que hay en nuestra mente un depósito de
conocimiento, que es el que hacemos valer en nuestra interpretación de las
percepciones y que debe mantenerse separado del de la fantasía. Este depósito
está formada, igual que la propia fantasía, y desde un punto de vista
neuronal, por lo que él llama unas
representaciones disposicionales, que es la potencialidad latente que nos
permite construir ideas y pensamientos desde las que entender lo percibido.
En todo caso la vida humana está tejida de
fantasías que vienen a ser guiones imaginarios a la vez que simbólicos, ya
que aunque son básicamente imágenes tienen algo de narrativo, de lingüístico.
Estos guiones imaginarios no tienen que ver únicamente con el deseo sino
también con la ley por lo que tienen de imperativo para el sujeto. El erotismo,
entendido como lo que la sexualidad humana tiene de singular, está vinculado al
imaginario y a la fantasía. Esto es cierto en un sentido social porque hay
un imaginario colectivo y fantasías más comunes en el seno de cada sociedad y
que lo diferencia de lo biológico, de lo natural. Pero también hay algo de
singular que está vinculado a este resto que deja la socialización en
cada sujeto. Freud ha insistido en la importancia de la sexualidad y ha
considerado las fantasías como relacionadas con ella y aquí recoge uno de los
aspectos que el ser humano tiene de más extraño, de más peculiar.
¿ Porqué la sexualidad, que es una inclinación
biológica, tiene este poder sobre la condición humana ? ¿ Porqué el deseo como producto social está
tan vinculado a la sexualidad ? ¿ Porqué
las fantasías humanas son básicamente sexuales ? En todo caso Freud es muy certero
cuando define la pulsión como algo que está en la frontera entre lo somático
y lo psíquico y Lacan también nos da una pista cuando nos dice que la
entrada en el Orden simbólico nos deja un agujero que deja un círculo alrededor
de las zonas erógenas.
La función de lo simbólico es construir una estructura social a través
de la lengua y de la institución social y esta estructura es una red
solidificada, dura, en la que nos inscribimos y que interiorizamos y nos
permite un vínculo con el mundo humanizado. Es el Otro simbólico al
que nos anclamos una vez perdido el Otro primordial, la Madre.
El imaginario social son estas
creencias que va tejiendo el orden simbólico en un marco social determinado y
que van constituyendo una ideología, que viene a ser una fantasía social.
Pero es la dimensión subjetiva del imaginario y de la fantasía la que me parece
que tiene más interés porque es la red fluida en la que vamos tejiendo nuestros
deseos, que es lo que nos mueve, lo que nos hace salir de la pasividad. Esta
red es necesaria pero tiene sus peligros porque puede convertirse en un
obstáculo cuando nos conduce a la ilusión o delirio o cuando nos encierra en el
círculo vicioso del narcisismo.
Buenas noches amigo.
ResponderEliminarEncantada con tu texto...Mañana volveré a leerlo pero quería manifestarte mi admiración.
Cariños.
Gracias Salomé, ya sabes que tu reconocimiento me llena de alegría.
ResponderEliminarUn abrazo
Buen texto. Me ha gustado mucho todo lo que escribes. A mi me encanta leer sobre la fantasia... es otro mundo
ResponderEliminarSaludos
Gracias Ana. Estás invitada al blog y agradeceré tus aportaciones.
ResponderEliminarUn abrazo