miércoles, 4 de mayo de 2022

EL HOMBRE DESCORPORIZADO DEL MUNDO VIRTUAL


Escrito por Luis Roca Jusmet, filósofo

“Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un

 soberano poderoso, un sabio desconocido- llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita,


 es tu 
cuerpo.”

Friedrich Nietzsche

 Lo que se pierde con lo virtual es el cuerpo, queda la imagen, pero no hay cuerpo.

Perdiendo el cuerpo perdemos la vida en su sentido fuerte. Vivir es experimentar

desde el cuerpo, gozar y sufrir desde el cuerpo. El cuerpo sintiente, pensante y

hablante. Perdemos la experiencia y esta queda reducida a una versión plana,

superficial y también ilusoria.

Pero en lo virtual queda la imagen, la que nos hace sentir, pensar y hablar.

Pero , no nos engañemos : es un simulacro. El cibersexo es un buen ejemplo.

Si alguien se masturba contemplando una escena erótica puede experimentar

una eyaculación y un orgasmo. Tiene una interacción manual con su cuerpo,

cierto. La imagen que contempla también es real, incluso desde el punto de

vista físico, pero todos sabemos que es un simulacro de relación sexual porque

no hay una relación entre cuerpos. Si uno habla con una persona querida por

Skype sabe perfectamente que este contacto es un sucedáneo de lo que sería

un encuentro entre cuerpos. Una clase virtual no permite la interacción entre

profesor/alumno, que está en la base de la buena comunicación entre ellos, por

mucho que a veces parece que se niegue.

Francisco J.Varela, Evan Thompson y Eleanor Rosch escribieron hace unos

años un libro muy interesante, cuyo título inglés “The Embodied Min, que 

fue traducido con el equívoco título de “De cuerpo presente”. Equívoco

porque esta expresión se utiliza par el difunto, pero que hoy recupera su valor.

Porque lo presencial, que oponemos hoy a lo virtual, es la presencia corporal. E

ensayo defiende la eneacción, entendida como cognición corporizada. La idea

es que la percepción está guiada por los modelos sensorio-motores del cuerpo.

Es el cuerpo en acción el que percibe. La psicología genética de Jean Piaget

sería una prueba empírica de este enunciado, a través de la observación de l

proceso cognitivo desde la infancia. Conocer es el acoplamiento corporal que

hace emerger un mundo a través de una red que consiste en múltiples niveles

de subredes sensorio-motores conectadas entre sí. La cognición funciona en la

medida en que transformamos el entorno, ya que es nuestro cuerpo el que nos

el criterio de lo real. Entender la percepción como la captación, por parte de un

sujeto, de un determinado objeto, el que se muestra a través de la imagen, es

un error de planteamiento. Un elemento interesante es que Valera intenta

vincular esta concepción de la cognición corporizada con la vía media del

budismo. Quién esté familiarizado con el budismo zen, sobre todo la escuela

Soto de Dôgen, saben que la experiencia básica que proponen, que es el

zazen, es una meditación sentado donde la postura corporal y la respiración

son fundamentales.

El mismo Martín Heidegger puso de manifiesto lo ilusorio de este

planteamiento . El Dasein es el ente que puede preguntarse por el Ser, pero lo

 hace desde la comprensión del mundo circundante en el que opera. 

Es desde nuestro cuerpo que interactúa que nos hacemos las preguntas

del mundo del que formamos parte.  Por su parte Nietzsche dice :“Dios ha muerto”

que  quiere decir que los Valores, el ideal que había determinado la civilización 

europea está en declive final. Civilización europea que surge de los valores

negativos del cristianismo, que combina el platonismo con el judaísmo para

darnos una concepción negativa de la vida. Esto se plasma en la negación de

este mundo, en función de otro que vendrá; y la negación del cuerpo en función

del alma. Subordinarse, en definitiva, a ficciones que justifican el poder del

sacerdote, que con sus valores niegan la vida y el cuerpo, las dimensiones

reales de nuestra experiencia en el mundo. Pero esta crisis, la provocada por

“La Muerte de Dios”, no da lugar a una afirmación de la vida y del cuerpo, como

podría pensarse. Porque después de siglos en que nos hemos acostumbrado a

pensar que el sentido de la vida está en lo que la trasciende, al caer la Idea de

Dios y (los Valores absolutos a él ligados), entonces la vida se nos aparece

como absurda, como sin sentido. Pasamos entonces de la voluntad de

negación a la negación de la voluntad. No es un juego de palabras. Quiere

decir que la voluntad del cristianismo era una voluntad contra la vida y que lo

que viene ahora, el nihilismo, es la negación de la voluntad, es decir de la

propia vida. Nietzsche planteará entonces que la única alternativa es la

transformación del nihilismo pasivo en uno activo, en que sea un tránsito para

crear valores afirmativos de la vida. Hemos de ser capaces de una apuesta

radical por la vida desde la inmanencia, hacer que la se justifique desde sí

misma, la propia experiencia, que pasa por el cuerpo gozante y sintiente. Cierto

que somos entes que piensan y que hablan, pero lo somos desde nuestros

cuerpos. Solamente desde la reivindicación del cuerpo podemos afirmar la vida

con plenitud. Si el cristianismo niega el cuerpo defendiendo una entidad

imaginaria que es el alma. ¿Cómo lo niega el nihilismo? Pues afirmando que la

vida no tiene sentido y, por tanto, no tiene valor. Nietzsche nos avisa del peligro

de la consolidación del nihilismo, de que el ser humano acabe acomodándose

a esta posición. Pasaríamos entonces de un nihilismo trágico al reino de la

insignificancia.

Hay que ver entonces como niega el cuerpo hoy este “último hombre” que

expresaría este nihilismo banal que Nietzsche intuía como el peor escenario

futuro. Estamos ahora en este futuro que anunciaba con pesar Nietzsche.

¿Cómo es este “último hombre” del siglo XXI? Vayamos al libro paradigmático

del filósofo alemán, “Así habló Zaratustra”. En el prólogo nos lo define en varias

características. “Nosotros hemos inventado la felicidad” dicen.   “Un poco de

 veneno de vez en cuando”, esto proporciona sueños agradables”.

¿De qué nos habla? Anticipaba así nuestra vida llena de antidepresivos y

ansiolíticos, que son por cierto el gran negocio de los mercados farmacéuticos.

Para anestesiarnos así el cuerpo pensante y sintiente. Se trata, entonces,de

vivir a mínimos, sin gozar ni sufrir demasiado. La vida no tiene sentido, pero

eliminemos el dolor (y con él la alegría y el placer en sentido fuerte). En otro

capítulo nos vuelve a hablar del último hombre: “De la virtud

empequeñecedora”. “Todo se ha vuelto más pequeño” dice Zaratustra

contemplando a este “último hombre por venir”.

 Me quiero referir ahora a cómo este “último hombre” se ha convertido también,

por una vía diferente del cristianismo, en lo que Nietzsche llama, en otro

capítulo de su Zaratustra, “un despreciador del cuerpo”. La descorporización

del “último hombre” en los tiempos actuales. tuvo una primera fase que

consistía en anestesiar el cuerpo o en domesticarlo, utilizando desde los

sedantes hasta el culturismo. La segunda fase, que es la que nos encontramos,

pasa por el dominio de los dispositivos electrónicos y a través de ellos en

experimentar el mundo a través de las pantallas. Encerrarse con una pantalla

para gozar con los video juegos, sustituir la sexualidad como encuentro de

cuerpos por el cibersexo… Pero con la pandemia estamos dando un salto

cualitativo porque el cuerpo aparece directamente como peligroso y se van

potenciando a nivel laboral y educativo El teletrabajo y las clases virtuales

parece que han aprovechado la coyuntura para quedarse. En el campo

educativo me parece terrible. Ya lo fue la moda de los power points, que

sustituían muchas veces la clase auténticamente presencial por una mucho

más mortecina. Pero ahora se está perdiendo lo que el alma de la educación,

que es esta comunicación entre un cuerpo que habla y transmite y un cuerpo

que escucha. Algo vivo. Este hombre descorporizado va a ser la nueva

formulación de este nihilismo tecnológico y banal en el que vivimos. En lo

virtual el cuerpo queda reducido a su sombra. Cierto que también pasa cuando

leemos, escuchamos música o vemos una película. Pero estas experiencias las

recibe el cuerpo en un momento concreto y se enriquece para continuar con

sus encuentros, que siempre lo son del cuerpo. De lo que hablamos ahora es

de algo muy diferente: la transformación del sujeto corporal en un sujeto vitual.

Por aquí vamos, si no hacemos algo para evitarlo. Un proyecto ético

emancipador tiene que pasar hoy por la reivindicación del cuerpo.



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