sábado, 14 de septiembre de 2019

POR UNA ÉTICA INMANENTE DEL DESEO Y LA VERACIDAD

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Escrito por Luis Roca Jusmet

 Más allá de las enormes diferencias del marco teórico de Baruch Spinoza, Jacques Lacan y Michel Foucault, hay en ellos un "aire de familia" por utilizar una expresión de Wittgenstein que los vincula. Es este "aire de familia" uno de los elementos ( los otros son divergentes ) que me ha atraído de los tres pensadores. Potentes pensadores dando a la palabra su sentido más fuerte, más preciso.
 Este "aire de familia" lo he formulado con la expresión "una ética inmanente del deseo y la veracidad". Para hacerlo he intentado ir más allá de los significantes. No se trata de comparar lo que cada uno dice del deseo y de la verdad, entre otras cosas porque detrás de estas palabras hay conceptualizaciones diferentes. 
 Por ética inmanente del deseo entiendo un camino singular que surge de lo más propio. No es un sistema normativo ni un Ideal, que siempre vienen del Otro. Lo cual no quiere decir que esto último no sea necesario, en el sentido kantiano de reconocer al otro como un sujeto que también debe poder hacer lo mismo que tú exiges a los otros. Pero este principio universal de carácter formal es el que debe favorecer esta ética a cualquier sujeto. Para lo cual no hay que hablar de deber, como el estoicismo o Kant, sino de deseo. Este deseo implica un trabajo interno pero no es un imperativo normativo universal. Es,como decía antes,singular. Y está ligado a la alegría más que a la tristeza. 
 Para Spinoza las esencias de los modos finitos, que es lo que somos los humanos, son singulares. El trabajo del sabio es el de reconocer sus propias necesidades. El sabio  debe ser capaz de acceder a su esencia singular, de llegar a ser lo que uno es, es decir, de desarrollar su potencia. Significa tener una idea adecuada sobre lo que uno necesita. la libertad es la conciencia de la necesidad. 
 Para Lacan también hay un trabajo, que es el analítico, que nos permite caminar hasta este deseo que nos habita, que nos deja en falta y del que no queremos saber. Es pasar del deseo del Otro, a partir del que construimos nuestro fantasma, a este deseo al que, paradójicamente, nunca accedemos directamente. La libertad es pasar del Yo al Ello, de la ilusión de la identidad a la de la Otra escena, al inconsciente. 
 Para Foucault, finalmente, es el trabajo de construirse como sujeto ético, es la apuesta por una estética de la existencia propia, de este cuidado de sí la que no deja de ser una ética inmanente del deseo ( aunque a él no le guste la palabra). 
 Respecto la veracidad o ética de la verdad vemos en los tres una práctica de desmontar ídolos, de no dejarse engañar por los cuentos que nos cuentan, por las ilusiones que nos engañan y nos llevan al autoengaño. La crítica de Spinoza a lo imaginario, la de Lacan al yo como desconocimiento, la de Foucault a los discursos de normalización.
 Fueron tres hombres cuya vida fue testimonio de este compromiso ético, que no cedieron en su búsqueda de un camino propio y que nos legaron tres cajas de instrumentos para que pudieramos encontrar el nuestro. Ninguno de los tres quiso discípulos, aunque todos los tuvieron. 

jueves, 12 de septiembre de 2019

LA FIGURA DEL GUIA ESPIRITUAL EN LA FILOSOFIA ANTIGUA

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Escito por Luis Roca Jusmet

 Ilsetraut Marten era una filósofa alemana, estudiosa de la filosofía antigua como forma de vida y cuyo trabajo más importante fue "Séneca y la dirección espiritual". Su matrimonio con Pierre Hadot fue un fecundo encuentro personal e intelectual. A partir de entonces adoptó el nombre de Ilsetraut Hadot.
  En un libro publicado el año 2019 que recogía diferentes artículos y entrevistas de Pierre Hadot, ya fallecido, hay un postfacio muy interesante de Ilsetraut Hadot. Se llama "La figura del guia espiritual" en la Antiguedad, que es la traducción de una conferencia que dió en alemán el año 1989.
 Voy a comentar la última parte del texto, que titula "La filosofía como guía espiritual". Nos explica que en el siglo IV y III a.C. aparece la figura del filósofo como guía espiritual. El guía espiritual debe ser a la vez un maestro y un amigo. El objetivo de la filosofía antigua, no hay que olvidarlo, no era construir un sistema teórico sino enseñar un arte de vivir. La finalidad era la buena vida, la vida feliz, que se entendía casi siempre como la vida virtuosa. En el caso de los cínicos y los escépticos ni siquiera había teoría- Si la había en Platón y en Aristóteles y, en la época helenista, en los epicúreos y los estoicos. Casi todos se inspiraban en Sócrates y todos consideraban que la comunicación oral, el diálogo, superaban con mucho la comunicación escrita. El guía es el que muestra la vía y los principios debían aplicarse a la vida cotidiana. Por ello era tan importante el autoexamen, matutino y vespertino, que muchas veces se compartía con el maestro. Era uno de los ejercicios espirituales que practicaban, sobre todo los estoicos. De estos ejercicios espirituales antiguos el cristianismo hizo la transformación que los convertiría en reglas monacales o en los formulado por el fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola. 
 La autoridad del filósofo como guía espiritual estaba, precisamente, en que vida ejemplificaba los principios que enseñaba. Los maestros no enseñaban en el mercado sino en los lugares elegidos y seleccionaban solo a los alumnos que mostraban un esfuerzo, una intención de progresar en la virtud.
 Se trataba de interiozar, meditándolos, memorizándolos, los principios como dogmas que debían guiar la propia vida. La vida, y no otra cosa, era la prueba de su comprensión. Debían, por tanto, transformarse en hábitos. 
 Un breve pero denso texto que no hace sino complementar lo que plantea su marido, Pierre Hadot, de la filosofía como forma de vida. Ella, de alguna manera, fue su inspiradora. 

MICHEL FOUCAULT : HISTORIA DE LA SEXUALIDAD ( IV)



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Reseña

Historia de la sexualidad IV. Las confesiones de la carne
Michel Foucault
Edición establecida por Fréderic Gros
Edición y presentación Edgardo Castro
Traducción de Horacio Pons
Madrid:  Editorial Fondo de Cultura Económica, 2018
454 páginas

 Después de 34 años de espera a principios del 2018 se publica el tomo IV de la “Historia de la sexualidad” de Michel Foucault. El año 1984 es además el de su muerte prematura, a los 56 años y a causa del SIDA. Con el tomo IV culmina el proyecto iniciado bastante años antes, que debía constar de cinco volúmenes y cuyo primer tomo aparece en 1976. Los tomos segundo y tercero se publicarán en 1984, poco antes de su muerte. Hablar de historia de la sexualidad es, en realidad, poco preciso, ya que es la historia que va de “la aphrodisia de los antiguos” (griegos y romanos) a “la sexualidad de los modernos”, pasando por la “carne” del cristianismo medieval. Si los nombres son distintos es porque se constituyen como tres “objetos” diferentes. En lo que ahora llamamos “sexualidad” no hay nada, considera Foucault, de natural. Es un fenómeno histórico constituido por campos de saber, por relaciones de poder y por formas de constituirnos como sujetos. Pero el recorrido que realiza Foucault en este trayecto es totalmente discontinuo, tanto conceptual como temporalmente. No es una historia cronológica y sistemática.
 El primer tomo se llamó “la voluntad de saber” y se refería al concepto moderno de sexualidad. Es, en cierta manera, una arqueología del psicoanálisis, sobre todo en la medida en que esta disciplina es la más paradigmática e influyente de nuestro tiempo. Este primer tomo, muy denso y poco extenso, tendrá un gran impacto en muchos campos. Pasarán los años y en este tiempo Foucault dará un giro importante en sus invesatigaciones. Señalemos sobre todo su preocupación, a principios de los ochenta, por la relación entre sujeto y verdad. ¿Cómo el hombre se constituye a la vez como sujeto y objeto de un saber y de sus propios actos ¿cuándo comienza a aparecer el imperativo de decir la verdad de lo que uno es?   Toda esta problemática le lleva a interesarse por unas épocas bien diferentes de la que había tratado en sus investigaciones anteriores (la formación de la modernidad) : son la época antigua grecorromana y los inicios del cristianismo. El resultado es un vuelco de su historia de la sexualidad. Los volúmenes segundo y tercero (“El uso de los placeres” y “La inquietud de sí”) retroceden bruscamente en el tiempo. Es el momento en que Foucault trata el tema de la parrhesía en la Antigüedad. “El uso de los palceres” trata como el pensamiento griego clásico reflejó el comportamiento sexual (“aphrodisia”) inicialmente en función del placer y luego va introduciendo una ética ascética para limitarlo, todo ello expresado en cinco ejes: relación con el cuerpo, relación con la esposa, relación con los jóvenes y relación con la verdad. Esto último llevará a la problemática de “La inquietud de sí”, el de una ascética entendida como arte de vivir y el del cuidado de uno mismo, que coincidirá con lo tratado en su curso 1981-2 del Collège de France, “La hermenéutica del sujeto”.
 La elaboración del cuarto volumen, que es el que nos ocupa, es compleja. Lo hace en el momento de su estudio sobre “los actos de verdad” y el “poder pastoral” articulados con prácticas de obediencia en el marco de la gubernamentalidad de 1978.  La redacción definitiva fue entre 1981 y 1982. Para el establecimiento de esta edición póstuma se ha contado con el manuscrito que en 1982 Foucault entregó a la editorial Gallimard.
 El libro, hay que plantearlo de entrada, es mucho más largo y más duro de lectura que los tres anteriores. Hay mucha documentación comentada, de Clemente de Alejandría a Agustín de Hipona pasando por otros Padres de la Iglesia.  A veces resulta algo arduo, por lo preciso y rigurosos, pero su interés es fundamental. “La carne”, teorizada por los pensadores del cristianismo de los primeros siglos de nuestra era, es una conceptualización clave para entender el nexo que se establece en Occidente entre la sexualidad, el sujeto y la verdad. Es a través de esta relación como se va configurando una hermenéutica del sujeto centrada en el deseo sexual.

viernes, 6 de septiembre de 2019

ELOGIO DE MIRCEA ELÍADE

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Escrito por Luis Roca Jusmet

 
Mircea Elíade nació en 1907 en Rumania. A finales de la segunda década se traslada a Italia para entrar en contacto con Giussepe Tucci para que le diriga su tesis sobre el Renacimiento, A Elíade le interesaba la dimesnión mística del yoga y el hinduismo. Tucci le puso en contacto con un guru Surendranath Dasgrupa, que será su mentor mientras aprendía sánscritos y estudiaba los textos védicos en su lengua original. Pero con el que acabará mal a raíz de la relación que mantendrá con su hija. Escribe su testimonio en "Diario indio (1929-1931), los primeros de sus espléndidos diarios. Y también su novela "Maytreya", que le dará a conocer como un valor literario en Rumanía. De 1932 a 1949 dará clases en la Universidad en Bucarest.
 Inicia ertonces una carrera política como representate del gobierno pronazi de Antonescu. Mircea Elíade simpatizaba con la Guardia de Hierro, que formaba parte del gobierno del dictador. Elíade es nombrado agregado cultural de la embajada rumana, primero en Londres y luego en Lisboa.Mircea Elíade escribe su " Diario portugués" de los 34 a los 38 años, entre1941 y 1945. Exigió que solo se publicaran de forma póstuma. ¿ Por qué esta decisión ? No lo sabemos. En todo caso es muy diferente que sus diarios anteriores y posteriores: es mucho más problemático. Lo es por dos motivos. El primero porque es humano, demasiado humano. Es una época crítica en la que manifiesta sus debilidades, su lado oscuro, su angustia, el dominio de las pasiones tristes. El segundo porque pone de manifiesto que el fascismo de Elíade no es solo una veleidad juvenil. Es profunda y visceralmente anticomunista, simpatiza con Hitler y respeta a Salazar y a Franco. El diario tiene un gran valor literario, biográfico y filosófico. No tiene desperdicio. " El diario portugués" de Mircea Elíade tiene un valor excepcional como testimonio biográfico de uno de las biografías más apasionantes del siglo XX. Es una expresión sincera de la lucha interna entre la búsqueda de la espiritualidad y las pasiones humanas. Pasiones tristes, que diría Spinoza. Pero también pulsiones sexuales. Mircea Elíade escribe muy bien y lo hace con absoluta sinceridad. Dice en su diario, en sus último días en Lisboa : "Pienso ser el único para quien los fracasos repetidos, los sufrimientos, las melancolías, las desesperaciones pueden ser superados en el momento en que, mediante un esfuerzo de lucidez y de voluntad, comprendo que representan, en el sentido concreto, inmediato del término, un descenso a los Infiernos. En cuanto se "comprende" que se está realizando ese extravío laberíntico al infierno, se sienten de nuevo, duplicadas, esas fuerzas espirituales que se creían perdidas desde hacía mucho tiempo. En un instante, todo sufrimiento se convierte en una prueba iniciática."
 El 27 de agosto de 1946 llegó a París como profesor visitante de l´Ecole practique des Hautes Etudes, donde impartirá clases hasta 1957. Mircea Eliade conforma, con Émile Cioran y Eugene Ionesco, la trilogía de los rumanos universales que después de la Segunda Guerra Mundial se instalaron en París. Empieza aquí su tercera etapa de diarios ( 1945-1969), que acabará en Chicago. El año 1957 se traslada a Chicago, donde ejerce como catedrático de Historia de las Religiones. Morirá allí el año 1986, a los 79 años.
 Henry Rocquet publica sus conversaciones con Mircea Elíade, el mismo año de su muerte. Se habían realizado al final de la vida de Elíade. Resulta muy interesante la explicación que da el mismo Mircea Elíade a Rocquet de porque quiso titular el libro que recoge estas conversaciones " La prueba del laberinto": " Si, se me ocurrió este título como fruto de mi experiencia. no del diálogo, sino de la grabación, que impone entre nosotros en todo momento la presencia de "la máquina", cosa que para mí viene a ser una prueba, una verdadera "prueba iniciática", ya que no estoy habituado a tal cosa. De ahí el título de "La prueba del laberinto". Dice Elíade : "En efecto, por una parte supone la prueba para mí de verme en la necesidad de recordar cosas casi olvidadas. Y luego está el hecho de este ir y venir, de este empezar constantemente de nuevo, que es como caminar por un laberinto. Pero pienso que el laberinto. es la imagen por excelencia de la iniciación. Por otra parte considero que toda existencia humana está constituida por una serie de pruebas iniciáticas; el hombre se va haciendo al hilo de una serie de iniciaciones conscientes e inconscientes."  "Un laberinto es muchas veces la defensa mágica de un centro, continúa diciendo, de una significación. Todos hemos tenido la experiencia de perdernos en un laberinto. Pero la vida no está hecha de un laberinto. la prueba se renueva." Es una entrevista inteligente y completa que nos permite seguir muy bien la trayectoria espiritual de Elíade.
 La obra de Elíade dedicada al estudio moderno de las religiones, desde su valor simbólico, es impresionante. No solamente trabajará una fenomenología y una hermenéutica del fenómeno religioso y las religiones, sino también sobre el símbolo, el rito y el mito. 
Es interesante la relación entre Mircea Elíade y René Guenón. Los  seguidores de Guenón sostienen que tuvo una influencia decisiva sobre Elíade, que este no reconocía para quedar bien con el mundo académico. Mircea Elíade lo cita un par de veces en el diario portugués, planteando que en parte es el personaje más interesante de su época. En una de las entrevistas que le hicieron al final de su vida, Elíade relativiza mucho la influencia que tuvo sobre él, calificándolo de soberbio y dogmático. En todo caso Elíade no quería desmarcarse del mundo académico aceptando a personajes malditos como Guenón en su trayectoria espiritual.