jueves, 20 de febrero de 2020

LO QUE SOMOS : UNA BREVE REFLEXIÓN


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Escrito por Luis Roca Jusmet

Lo que somos, nuestra identidad personal, es compleja. Hay elementos simbólicos, imaginarios y reales. Elementos imaginarios son la imagen de la superficie corporal, las identificaciones parciales que realizamos a partir de las figuras de los otros ( sean personas o símbolos)... es lo más inconsistente. Lo simbólico es lo que nos da consistencia. Es el nombre vinculado a un significante consistente, el núcleo a partir del cual determinamos frente a nosotros mismos, los otros y el Otro. Es algo que interiorizamos del Otro simbólico y se convierte en la base de nuestra personalidad. Yo lo llamaría el carácter. Luego está lo real, mucho más difícil de definir. Es nuestra configuración pulsional, el factor constitucional del que hablaba Freud. es genético. Pero genético no quiere decir hoy determinismo mecánico, ya que la epigenética ha mostrado que las tendencias genéticas se materializan en el tiempo inicial de existencia de una manera en la que las primeras experiencias intervienen. Es lo que llamamos temperamento, concepto que la terminología científica actual también ha recuperado. Se trata de unas pautas receptivas y reactivas, aparte del elemento pulsional que he citado. Es decir, que hay una manera básica de recibir los estímulos ( más o menos sensible ) y una manera básica de responder ( más rápida o más lenta, más inhibida o más impulsiva). Y junto a estas pautas una presión interna determinada, a nivel sexual-afectivo y agresivo. Se trata de lo pulsional. Pero lo real, como nos enseñó Lacan, es también lo irreductible, lo que se escapa a nuestra estructuración simbólica y a nuestras identificaciones imaginarias. Digamos que la personalidad es este entramado de temperamento, carácter y el entramado disursivo, simbólico e imaginario que conforman nuestro yo narrativo, la manera como nos explicamos a nosotros mismos y a los otros. La clasificación entre inconsciente, preconsciente y consciente ( primera tópica ) o entre  ello, yo y superyo ( segunda tópica) no dejan de ser modelos que son útiles si los entendemos en la dimensión que tienen, que es nominalista. Es decir, que no se trata de conceptos que describan propiedades de entidades reales sino que nos permite aproximarnos a un objeto de estudio que es irreductible a una descripción objetiva. Los conductistas tenían razón en esto, en que la mente es una caja negra. Pero si queremos entender nuestra conducta, tanto la interna como la externa, hemos de construir conceptos que nos permitan aproximarnos a ella. Porque si no lo hacemos así no podemos entender nada de lo que nos ocurre, ya que no son los hechos sino la significación que les damos lo que explica lo que hacemos o dejamos de hacer.

domingo, 16 de febrero de 2020

MICHEL FOUCAULT : EL PODER PASTORAL

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Escrito por Luis Roca Jusmet

 El poder pastoral es uno de los instrumentos teóricos fundamentales elaborados por Michel Foucault a lo largo de sus trabajos. 
 El concepto aparece por primera vez en el curso 1977-8, “Seguridad, territorio, población.”   Lo hace en las clases del  8,15 y 22 de febrero y en las del 1 y 8 de marzo. Para los griegos a los hombres solo se les gobierna indirectamente. 
La idea de que los hombres pueden ser gobernados directamente viene de Oriente. Se plantea a través de la organización conjunta de un poder de tipo pastoral y también de la de la dirección de las almas. La primera significa que el rey, el dios o el jefe es un pastor para los hombres, que se conciben como un rebaño. Es una idea que está en Egipto, Asiria, Mesopotamia . Pero sobre todo en los hebreos : Dios dirige al pueblo elegido a través de los profetas. Estos recibieron de Dios el rebaño y deben devolvérselo. Es un poder que no se ejerce sobre un territorio sino sobre un pueblo que se desplaza. Debe ser benévolo porque su función es cuidar de su rebaño y su objetivo la salvación. El pastor está al servicio del rebaño, debe velar por él y por tanto vigilarlo. Es para todos (omnes) pero también para cada uno (singulatim). Grecia y Roma eran totalmente ajenas a un poder de este tipo. La idea del poder pastoral se introduce a través del cristianismo, de la Iglesia cristiana. Fue la Iglesia la que materializó este poder pastoral en instituciones y montó su dispositivo. A partir de aquí el hombre occidental se consideró una oveja entre las ovejas, algo inaudito y extraño para cualquier sociedad.
  Foucault matiza más tarde el tema del poder pastoral y los griegos, planteando que, en algún modo, esta idea sí está presente en ellos. Lo está en la Iliada y en la Odisea. También encontramos el modelo de pastor en los pitagóricos. En los textos políticos clásicos encontramos que los dioses, en tiempos difíciles, son como pastores. También aparece el magistrado-pastor en Las leyes de Platón. Pero para Platón la política es el arte del tejedor, diferente de la del pastor que cuida al rebaño. Se trata de reunir las existencias en una comunidad política de manera justa. El trabajo del pastor es secundario . el médico, el pedagogo, el gimnasta. El gobernante prescribe. El verdadero poder pastoral debemos buscarlo en el cristianismo. Es el proceso único en el que una religión, la cristiana, se convierte en Iglesia, es decir, en un conjunto de instituciones para dirigir la vida cotidiana de los hombres, para gobernarla.  La reforma y la contrareforma fueron los dos desenlaces sobre cómo debía ejercerse este poder pastoral. El primer pastor es, desde luego, Jesucristo. Se plantea como un poder diferente del poder político. El poder pastoral, hasta el siglo XVIII estará desmarcado claramente del poder político. El soberano es el César y el pastor es Cristo.

martes, 4 de febrero de 2020

LA ACTUALIDAD DE EPICURO

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  Escrito por Luis Roca Jusmet

Epicuro nació en Samos ( Costa de Asia Menor) en el año 341 a.j.C. en pleno imperio alejandrino. Viajó a Atenas y allí fundó su escuela, abierta a cualquiera (incluso mujeres y esclavos) en el Jardín de su casa, donde explicaba y conversaba con los que querían escucharle.
 De sus enseñanzas conservamos los textos recopilado un siglo después por Diógenes Laercio. Son las tres cartas a sus amigos ( Heredoto, a Pitocles y a Meceneo) y algunos fragmentos con aforismos ( de los que destacan sus “máximas capitales”).
 En las dos primeras cartas vemos que la concepción de Epicuro sobre la Physis (Naturaleza) era atomista. Era por tanto seguidor de Demócrito, contemporáneo de Sócrates. La naturaleza se entiende como agregaciones de átomos ( invisibles) que forman cuerpos ( visibles ) que interaccionan entre sí moviéndose en el vacío. Los átomos tienen una determinada forma, con un tamaño y un peso específico.  Esta interacción provoca encuentros por azar que generan necesariamente unas consecuencias en función de la naturaleza de los cuerpos. Incluso las mentes o almas deben entenderse así. Todo se transforma : el nacimiento y la muerte son producto de estos canvios en lo que se forman y se diluyen los cuerpos. Es por tanto una ontología materialista. Los dioses, si existen, están en otras esferas y no tienen nada que ver con nosotros. Plantea igualmente una epistemología empirista que entiende las ideas como representaciones en nuestra mente a partir de las sensaciones. Van quedando en nuestra mente, por la memoria, restos de estas sensaciones, en forma de imágenes. Forman un conjunto, nuestro imaginario, a partir de ideas e imágenes conectadas entre sí, que nos permiten interpretar y anticipar los hechos. El sabio debe distanciarse al máximo de las opiniones que genera y no dejarse condicionar por ellas.
 En la “carta a Meceneo” y en  algunos fragmentos ( entre los cuales sus “Máximas capitales”)  es donde aparece lo fundamental de la filosofía de Epicuro, que es su ética, entendida como una terapia del alma.  La filosofía, por tanto, es necesaria siempre, ya que es la garantía de la libertad y felicidad. Las causas de la infelicidad (o enfermedades del alma) son el miedo y las pasiones (o deseos inmoderados y vanos que nos atrapan). Hay que meditar sobre los principios y aplicarlos.
 Estos principios son básicamente cuatro ( el quatrifármaco) : El primero es entender que la muerte no existe ( cuando existimos estamos vivos, cuando estamos muertos no existimos). No hay que preocuparse ni temer la muerte).
  El segundo es que los dioses o no existen o, si existen, no tienen nada que ver con nosotros: por lo tanto hay que perder el miedo a los dioses.
  El tercero es que vivir bien es fácil. Hemos de ser autónomos, no depender de nadie ni casi de nada, porque lo único que hemos de desear son los deseos naturales y necesarios (eliminar los artificiales y los naturales no necesarios). Hay que ser autosuficiente al máximo El bien es el placer y hemos de basarlo en el mero hecho de existir y saber disfrutar de ello). Para ello es fundamental para trabajar internamente para llegar al estado de la ataraxia, que es esta tranquilidad de ánimo, esta serenidad que nos permite disfrutar de la vida sin depender de elementos externos que nos perturben. Basar el placer en lo que tenemos y no en lo que nos falta. Recordar lo bueno y disfrutar de ello como si estuviera presente. La búsqueda del placer ha de ser racional, hemos de calcular los efectos de nuestros actos, porque algo doloroso puede ser benéfico y algo placentero puedo acabar siendo doloroso.
 El cuarto es que podemos evitar el sufrimiento. El dolor físico es inevitable pero es la actitud que tenemos delante de él y de otras cosas que nos ocurren la que genera sufrimiento. 

sábado, 1 de febrero de 2020

DOMENICO LOSURDO : UN MUNDO SIN GUERRAS

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Reseña de 

Un mundo sin guerras. La idea de paz,de las promesas del pasado o las tragedias del presente.

Domenico Losurdo
( traducción de Juan Vivanco )

Editoria El Viejo Topo, Vilasar de marc,2016

 Domenico Losurdo (1941-2018) es uno de los importantes filósofos de la izquierda contemporánea. Este libro traza un riguroso y crítico recorrido sobre las promesas de paz perpetua y sus continuos fracasos.
 El primer capítulo se titula "Kant, la revolución francesa y la paz perpetua". El ideal de "paz perpetua" lo formula justamente Kant a partir de la experiencia de la revolución francesa, que es cuando aparece esta aspiración. Y lo hace paralelamente al rechazo del colonialismo y los desmanes coloniales.Lo contrapone al contraideal de una monarquía universal, que no será otra cosa que el peor despotismo de un tiranía sin límites, que somete y uniformiza. Francia y Alemania son los terrenos más receptivos para esta formulación. Su principal adversario parece ser, inicialmente, el Antiguo Régimen y las Monarquías absolutas, que conducen al pueblo a la muerte y a la destrucción por sus intereses e intrigas. El imperio Austríaco y el Reino de Prusia serían buenos ejemplos. Pero la contradicción aparece con Inglaterra. Por una parte es el primer país donde la soberanía se desplaza al pueblo  Pero por otra es el más importante impulsor de la esclavitud y de las guerras en Europa y en el ámbito colonial. Y es el mismo pueblo, soberano, el que las apoya. Paralelamente a esto Kant se opone a la intervención de las potencias reaccionarias en Francia. Pero se encuentra también con la política expansionista de Napoleón. Aparece entonces la idea de una organización federal con leyes comunes. Pero la idea kantiana de que cuando la soberanía la tuvieran los ciudadanos a través de una Constitución y un Parlamento, que era lo que consideraba un estado republicano, acabarían las guerras, bien pudo comprobar que era falsa. El segundo capítulo es "Fichte, la paz y la exportación de la revolución". Fichte defiende radicalmente la revolución francesa y la idea kantiana de la paz perpetua, en lucha con su principal enemigo que eran las monarquías absolutas expansionistas. Y a partir de aquí una intervención desde los países que han hecho la revolución republicana contra los peligros de las tiranías circundantes. Pero aparece un problema importante, que es que Napoleón, con el 18 brumario, gobierna una Francia que no es la misma que la había surgido de la revolución francesa. Y que su expansión no parece que tenga que ver demasiado con una ayuda a la emancipación de los pueblos. Al mismo tiempo Losurdo señala que eran los jacobinos y Robespierre los que más se habían opuesto a exportar la revolución, mientras que eran los girondinos, que representaban políticamente a la burguesía ascendente, sus más firmes defensores. Al mismo tiempo la expansión de los países colonizadores y la guerra comercial, más allá de lo que había sugerido Kant, se convierte en un problema de primer orden en cuanto a la injustícia global.El tercer capítulo se llama "Pax napoleónica y guerrad de liberación nacional". A través de los cambios en la trayectoria de Fichte, el autor analiza como las expectativas de que la expansión de la Francia napoleónica sea una extensión de los valores republicanos cada vez se desmienten más. Lo que quiere Napoleón es imponer la "monarquía universal" que Kant y Fichte habían considerado las antípodas de la paz perpetua. Fiche pasará así a defender la resistencia alemana al dominio napoleónico. En parte por esta razón pero también por un giro peligroso en que defendera la pax cristiana entre lo que él llama las sociedades civilizadas, lo cual le llevará a justificar el colonialismo y la esclavitud.
 El cuarto capítulo, "La paz perpetua. de la revolución a la Santa Alianza", entra en la valoración que hace Hegel de la revolución francesa, el expansionismo napoleónico y de la Santa Alianza ( muy valorada por Novalis). Para Losurdo, Hegel tiene una lúcido visión histórica al elogiar la primera, como manifestación de un universal concreto emancipador, y condenar las segundas como maneras de expansión y dominio bajo la falsa justificación de un "universalismo abstracto".En el quinto capítulo, "¿ Comercio, industria y paz ? entra en el espinoso tema del colonialismo del siglo XIX.  Se quiere presentar a Gran Bretaña y los recién fundados EEUU de América como defensores del comercio mundial y de que con él llegarán el progreso ( a través de la industria) y la paz. Pero los hechos son tercos y lo que llevan con ellos son guerras comerciales, colonialismo genocida y esclavismo. Los positivistas August Comte o Hebert Spencer fueron ( con algunas reservas en el segundo caso) sus defensores.incluso liberales progresistas como John Stuart Mill o políticos como Washington lo defenderán más o menos abiertamente. es la ideología de las sociedades civilizadas frente a las sociedades salvajes, incluyendo en este término civilizaciones milenarias como India o como China. O la ocupación de Argelia por Francia. Dejan como menores los colonialismos que ellos mismos critican como propio de las sociedades guerreras como España y Portugal. Ahora es el Imperio Británico el que ocultará sus ansias expansionistas bajo la ideología de ser el defensor de la paz mundial y el progreso en el mundo.
 "Como acabar con la guerra: Lenin y Wilson" es el enigmático título del capítulo sexto, que no dice nada de Wilson. Lo que sí presenta es el giro que la idea de paz perpétua a partir del Marx y Engels y el movimiento comunista que genera. Se denuncia la guerra colonial y se vinculan las peores guerras al capitalismo. Desgraciadamente los partidos socialistas de los países europeos que entran en guerra acabarán apoyando los créditos para la guerra. Pero la idea de paz perpetua tiene más fuerza que nunca, asociada a una superación de las injusticias.El capítulo siete es "1789 y 1917: dos revoluciones comparadas". Plantea que lo que tienen en común ambas revoluciones es que desencadenaron un movimiento anticolonialista. La diferencia es que la primera se enfrenta a la monarquía absoluta y la segunda al sistema capitalista. la primera reivindica la democracia representativa y la segunda la democracia directa. En ambos casos se plantea si hay que exportar o no la revolución : es objeto de polémica. La segunda se plantea, en todo caso,como una crítica al napoleonismo. El proceso de liberación nacional acababa, en todo caso, contra la expansión del régimen que había surgido de la revolución francesa. En ambos casos lo que sí hay es una defensa sincera del ideal de la paz perpetua.
Capítulo ocho : "Wilson y el paso de la pax británica a la pax estadounidense". La Guerra Fría supone el declive del planteamiento de Lenin sobre la paz perpetua y la hegemonía de un planteamiento alternativo, que era el del presidente Wilson, como el de una cruzada de los "países libres" para democratizar el mundo. Esta sería la garantía de la paz en el mundo, la llamada "doctrina Monroe". Washington se atribuía así el papel de "policía internacional". La realidad es que los gobiernos de EEUU estaban impulsando una política imperialista muy agresiva y generando muchos conflictos armados, con planteamientos claramente racistas."La revolución neoconservadora" es el nombre del capítulo nueve. Viene a ser la formulación ideológica clara y explícita de lo que ya estaba concretando Georges H.W. Bush. Pero ahora EEUU se atribuye esta función sin reservas no mediaciones de la OTAN o la ONU, que viene a considerar como obstáculos burocráticos a su labor. Pero este supuesto internacionalismo democrático-liberal viene a ser en realidad una nueva versión de la pax napoleónica, es decir de lo que Kant denunció como una monarquía universal. Dicho de otra manera : una burla cínica del ideal de la paz perpetua. Esto nos lleva a la pregunta del capítulo diez : "¿ Democracia universal y paz definitiva?. El panorama internacional cambia a finales del siglo XX por una serie de procesos imprevistos. Por una parte la rápida ascensión de los países emergentes y más específicamente China. Por otra las dificultades de la intervención de EEUU en Afganistán y en Irak. El Estado mundial fantaseado por los ideólogos de la revolución conservadora made in USA pasaba a ser una quimera. Y también el "teorema de Wilson" que estaba en el fondo : las democracias liberales ni hacen la guerra entre sí ni contra otros países: son los salvaguardadores de la paz. La historia empírica desmentía una y otra vez este postulado. Podemos ir más lejos : la relación entre democracias liberales y guerras coloniales no es accidental. Las confrontaciones bélicas entre Francia y Gran Bretaña, las dos democracias liberales más antiguas. O la propia Guerra de Secesión en EEUU. Incluso la Primera Guerra Mundial, ya que Alemania era también una democracia liberal. De hecho, tanto Rousseau como Kant como Fichte había entendido que la paz perpetua solo era posible sin colonialismo ni esclavitud. Incluso los ideólogos del liberalismo industrial, Comte y Spencer lo habían aceptado. Pero no fue hasta la aparición del movimiento socialista y, sobre todo, comunista, como este ideal consecuente de paz perpetua ligada al anticolonialismo y a la opresión se formula de manera clara y radical.