lunes, 7 de octubre de 2024

ELOGIO DE LO SINGULAR Y DE LO UNIVERSAL

 


                                                          

 

Luis Roca Jusmet

 

Una secta es algo habitual, normalizado y aceptado en nuestra sociedad. Al darle a la palabra un sentido tan extremo, destructivo y negativo nos privamos de una palabra/idea que es fundamental para entender las dinámicas de nuestra sociedad. Una secta es un grupo cerrado, con una jerarquía interna que se considera en posesión de la verdad y con una propuesta salvadora, en el sentido que sea. Los partidos, las iglesias, muchos círculos en torno a unos textos que se asumen como dogmas tienen tendencias sectarias. Las sectas siempre polarizan por las certezas sobre las que se constituyen y porque los miembros se identifican con ellas, les da un sentido de pertenencia y una identidad.

  Por otra parte, están los grupos de poder económico y corporativo que se mueven por intereses particulares y quieren imponerlos, por la fuerza o manipulando. Tanto uno como otro son tendencias antidemocráticas de una sociedad democrática.

 Lo único que puede neutralizarlas a nivel político son las leyes, las instituciones y

la separación de poderes. La idea de un Estado de Derecho que debe garantizar los derechos de todos los ciudadanos que pertenecen a él. La idea de que los sujetos del Estado son todos y cada uno de los ciudadanos. Es decir, lo universal y lo singular (todos y cada uno) contra lo particular (lo grupal). Y una aceptación del pluralismo que va contra estas tendencias sectarias y que implica la aceptación del otro como adversario con el que competir no como un enemigo a destruir.

 A nivel cultural me parece que el pluralismo pasa, no por la competencia, sino por la cooperación. No por la tolerancia del multiculturalismo sino por la apertura de un diálogo intercultural. Porque los grupos culturales cerrados, homogéneos, también son sectas. Pienso que algo que tiene de bueno la globalización, aparte de ir hacia un derecho común, como antes he apuntado, es la creación de un espacio intercultural, en el que cada tradición cultural huye tanto de la arrogancia como de la culpa y del victimismo, y es capaz de reflexionar críticamente sobre sí misma, potenciando lo bueno y excluyendo lo malo. ¿Desde qué perspectiva? Desde la defensa de la universalidad de los derechos humanos y la búsqueda de un espacio compartido desde lo  intercultural. Pero sobre todo desde esta reivindicación de lo singular, de este sujeto capaz de construirse éticamente y trazar su propio camino.

 Hay en la modernidad una tensión entre lo universal y lo singular en contra de lo particular. Lo particular es lo grupal, propio de las sociedades tradicionales premodernas y que hoy, como he dicho al principio, se conserva en forma de sectas. Todos tenemos múltiples influencias culturales y una la compartimos con unos y otras con otros. No hay una identidad única con la que identificarnos. Pero la propia modernidad ha generado particularismos muy peligrosos, como el nacionalismo, que me parece algo contra lo que también hay que luchar. No un patriotismo razonable, una identificación relativa con una nación política sino una identificación absoluta con lo que bien se llamó “una comunidad imaginaria”. Y el otro particularismo es el totalitarismo, que esto si coincide con la peor expresión de lo sectario.

 

DOS REFLEXIONES SOBRE LO COTIDIANO



Luis Roca Jusmet

Vamos caminando con nuestros pensamientos, sin saber la inmensa red en la que estamos atrapados en cada momento. Todo lo que ocurre que, directa o indirectamente, está causado por nuestros actos pasados. Todo lo que se está haciendo cerca o lejos que directamente nos afectará. Todos los que, desde el amor o desde el odio piensan en nosotros. Todos los acontecimientos que nos afectan sin que lo sepamos. Toda la red de recuerdos no conscientes o inconscientes que hay detrás de lo que pensamos y sentimos en cada momento. Pues esto es lo que somos, un cuerpo ( en el sentido amplio: con alma, con espíritu) que forma parte de un tejido temporal (proceso) y espacial (relaciones). 



 Lo cotidiano oscila entre un hacer mecánico y un hacer vivido. La diferencia no es si hay o no hay repetición. Puedes cambiar mecánicamente o puedes repetir con sentimiento. Esta es la clave, la capacidad para sentir lo que hacemos. Taisen Deshimaru, maestro zen japonés, decía que los occidentales viviamos a medias : hacíamos una cosa pensando en otra, sin entregarnos al acto. Me parece que el reto es cómo vivir intensamente lo que hacemos, con plena intención y atención, y al mismo tiempo manteniendo una distancia de la conciencia con respecto al afecto que nos produce lo que hacemos y viivimos. Esta es, por lo menos, la propuesta del hinduismo y el budismo

viernes, 3 de mayo de 2024

PSICOLOGIA BUDISTA

Luís Roca Jusmet


Voy a partir de mi lectura del libro de Mark Epstein "Pensamiento sin Pensador. Psicoterapia desde una perspectiva budista". No resumir el libro sino señalando lo que me resulta más relevante. En primer lugar me parece interesante su referencia a la Rueda de la Vida. Es un mandala en el que en el centro aparece el círculo vicioso de las tres pasiones (diría Spinoza, pero también Lacan) que nos encadenan, que se alimentan y se devoran mutuamente: el apego (representado por el Gallo Rojo), el odio (representada por la Serpiente Verde) y la ignorancia (representada por el Cerdo Negro). Estas son las causas del sufrimiento que se dan en los Seis Reinos en los que existen los seres conscientes ( los Reinos humanos, animales, celestiales, de los fantasmas hambrientos y de los titanes). Entiendo que estos seis reinos del mandala de la Rueda de la Vida es a la vez el del karma y el del samsara aplicados a los seres humanos. Karma es el encadenamiento de nuestras vidas a partir de las consecuencias de nuestros actos. Lo de vidas (muertes y renacimientos) lo podemos entender en sentido literal (reencarnación) o en sentido metafórico: todas las veces que "morimos" o "vivimos" en una vida, entendido desde nuestras crisis y transformaciones. Aunque aquí en hay otro planteamiento posible, como el de René Guenón y Ananda Coomaraswamy. El Reino humano es el que nos encadena a la ilusión del yo y al narcisismo. A lo que el psicoanalista Winnicott llama "el falso yo" o Lacan "el yo imaginario". Es el apego para considerarnos "algo" acabado y consistente a lo que adorar o conservar. Un yo defensivo, narcisista, paranoico. Nos quedamos atrapados en el apego narcisista y la ignorancia. El Reino Animal sería, si lo aplicamos al ser humano, el de las pulsiones (nombre que Freud da a lo instintivo del ser humano, separado de la parte natural. Son las pulsiones sexuales y violentas, que nos dejan atrapados en el apego y el odio. Sin salida. Lo mismo el Reino de los Fantasmas Hambrientos, que es el que los psicoanalistas llamarían de las pulsiones orales y que lleva a las dependencias de todo tipo y, en el límite, las adicciones. Por supuesto que lo hace es dejar totalmente atrapado en los apegos e ilusiones. Los reinos que quedan son el infernal, el celeste y el de los titanes. El infernal es el del mayor sufrimiento, porque es el del odio contra uno mismo y contra los otros, el de la locura y de la destrucción. Los reinos celestes son los de las experiencias de lo que Freud llamó "sentimientos oceánicos", pero también estados eróticos, como bien nos mostró Georges Bataille, o creados por drogas psicodélicas, como describe Ernst Jünger en "Acercamientos" o Aldous Huxley en "Las puertas de la percepción". No tienen, por muy interesantes que sean, un papel necesariamente liberador. Igual que tampoco debemos considerar negativamente el Reino de los Titanes o de la afirmación del yo, que el budismo sitúa cercano al anterior. Porque una cosa es el yo imaginario del narcisismo y otra las estructuras de yo, necesarias para afirmarnos frente a los otros. El mismo Arnaud Desjardins, uno de los grandes practicantes del Vedanta, nos explica lo que le dijo, después de muchos años de práctica, un Maestro, fue, para su sorpresa: "Lo que usted necesita es fortalecer el carácter La propuesta de Mark Epstein no es la de mantenerse al margen de estos dominios de la existencia ( lo que llama "los reinos") sino la de atravesarlos. Porque no es posible ni deseable no pasar por estas experiencias. Forman parte de lo que nos toca pasar como humanos, y todos lo hacemos en mayor o menor medida. En este sentido hay también afinidad con el psicoanálisis. Y que el resultado de pasar por el dolor que supone esta travesía es una transformación de sí, es decir, una nueva posición subjetiva respecto al dolor, uno mismo, los otros. Lo cual supone una eliminación de la ficción de un yo unificado y del narcisismo implicado en ello. Hay que atravesar los "reinos" y no dejar restos que alimentan los apegos, el odio y la ignorancia. La primera verdad: La constatación del dukhha o insatisfacción constante, provocado por la incertidumbre, la falta de ser y el narcisismo herido, los deseos insatisfechos, la conciencia de la finitud, la vejez, la enfermedad, el dolor. Aquí hay una coincidencia con Schopenhauer y con Freud. La segunda verdad: La raíz de esta insatisfacción es el deseo ilusorio de un yo completo al que adorar (narcisismo) y de objetos que nos puedan completar. La ignorancia de que somos necesariamente incompletos y que nada podrá completarnos. Esto tiene que ver también con la aceptación de la castración simbólica que planteaban psicoanalistas como Françoise Dolto o Jacques Lacan. La tercera verdad: Para salir del dukhha hay que ir a la raíz y tener una recta visión de cómo eliminarla. La cuarta verdad: Es el Sendero dr la Vía Media. No se trata de retroceder a un estado regresivo anterior al yo, ni de fusionarse con la Naturaleza, ni una experiencia transpersonal. Tampoco de una pretensión de gestión, control o supersión de emociones por parte del yo. Se trata de aceptar nuestra falta, es decir, el medio-vacío que nos corresponde. Es decir, la impermanencia, la incompletud. Para ello, plantea Mark Epstein, hay que combinar los ejercicios de atención plena y de meditación con la psicoterapia de orientación psicoanalítica (básicamente la relacional de Bion y Winnicott). Siguiendo el planteamiento de Mark Epstein en su libro "Pensamientos sin pensador. Psicoterapia desde una perspectiva budista" ¿qué es la meditación? . No se trata de un ejercicio para relajarse. Bien al contrario, es una manera implacable y sin conces
iones de despejar la realidad desnuda de nuestra mente. Se trata de una atención plena a lo que va ocurriendo en nuestra mente, lo cual tiene por sí mismo un aspecto transformador. Hay una posición de observador, lo cual supone una distancia, una no identificación con ideas y emociones. Una atención que incluye las sensaciones corporales. Cuando somos capaces de conseguir este estado de imparcialidad, de conciencia, - testigo, nos distanciamos de las reacciones automáticas y aparece un tipo de espontaneidad sin sujeto, sin agente, sin un yo que la produce. Hay una afinidad con el "entre" del espacio transicional que formula el psicoanalista Winnicott con el que los niños trabajan el objeto materno perdido. Una manera de reciclar el material emocional, incluido el dolor. Para Mark Epstein, aunque sean complementarios, meditación y terapia no son lo mismo. La meditación, en su doble vertiente de concentración (sobre un objeto único de la conciencia) y de atención plena al momento lleva a estados, dice, de terror y de deleite. Terror porque ponen de manifiesto nuestra precariedad. La concentración explora nuestra metáfora espacial del yo como entidad: el lugar del yo está vacío, solo hay una red. La atención plena explora la metáfora temporal de la permanencia. Lo único que hay es la continuidad de un proceso. Pasamos a poner atención a las sensaciones corporales y, sobre todo, a la respiración. Se trata de crear una resonancia en lugar de uns aceleración. No se trata de alcanzar un Yo superior o verdadero sino de la comprensión profunda, real, radical ( no verbal) de que el yo es una ilusión. Cuestión que coincide con la visión psicoanalítica de Jacques Lacan. Se trata de que el paciente sea capaz de repetir las emociones no resueltas del pasado para aprender a convivir con el dolor que implican. La atención plena puede ser útil. Las emociones que repetimos son aquellas con las que nos identificamos, pero somos menos conscientes y nos resistimos a aceptarlas. Lo que repetimos no es lo traumático sino el intento de repararlo. Es una repetición en la que estamos atrapados en un intento de reparación imposible de un vacío que no se acepta. De lo que se trata es de enfrentarse a este vacío que se vive como insoportable. A veces los antepasados son fantasmas que nos persiguen. Hay que reconocer las heridas que consideramos que los otros nos hacen para transformar el resentimiento en lamento. Al final se trata de reelaborar y de resignoficar lo vivido, empezando por aceptarlo. Pero para esto hay que identificarse con lo traumático para atravesarlo y poder distanciarnos. De lo que se trata es de eliminar la repetición y su causa, que es esta idea de reparación. Aceptar que lo ocurrido no tiene reparación y hay que aceptarlo. Este es el cambio de posición, la de la aceptación de que nuestro yo ocupa un lugar vacío y que este este vacío el que hay que aceptar O quizás, pienso yo, sería mejor llamarlo, como plantea François Cheng, un medio-vacío. Hay que confrontarse con el yo para vaciarlo de esta ilusión de completud. Esto está cerca de lo que planteaba Lacan o Bion cuando decía que "los pensamientos existen sin pensador", que es el que le inspira el título del libro.