domingo, 6 de febrero de 2011

LA CULTURA-MUNDO

Gilles Lipovetsky habla de los cambios en las relaciones modernas ...


La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada.

Gilles Livopetsky y Jean Serroy
( traducción de Antonio Prometeo Moya)

Barcelona : Anagrama, 2010, 222 páginas

Escrito por Luis Roca Jusmet

Gilles Lipovesky es el perfecto paradigma del ensayista mediático, que es un oficio muy propio de nuestra época. Sociólogo de formación, Lipovesky ganó un gran prestigio a partir de su ensayo La era del vacío. De su amplia producción posterior destacan El crepúsculo del deber, La Tercera mujer y últimamente La felicidad paradójica. Jean Serroy, menos conocido, es un crítico de cine con el que ya escribió otro libro anteriormente ( La pantalla global).
 El título es sugerente y el ensayo también. Su definición de cultura-mundo es impecable : "la universalización de una cultura mercantil que conquista todas las esferas sociales y casi todas las actividades de la vida. La cultura relacionada con la tecnología, el mercado y el consumo. De esta manera "El mundo se vuelve cultura" y "La cultura se vuelve mundo." Todo responde a un proceso global de mercantilización de la cultura.
 Pero no nos engañemos: si el mérito de los autores es desplegar un mapa bien construido de las temáticas actuales relacionadas con la cultura, su defecto es la falta de radicalidad en la crítica. Se pasean por muchos temas pero sin profundizar en ninguno y manteniendo siempre un límite, que es el respeto al sistema. En cierta forma son una buena expresión de lo que Žizek llama el capitalismo cultural. Es decir, de una forma ideológica que pretende darle un rostro humano al tardocapitalismo globalizador pero sin cuestionarlo. Es curioso también el título de Cultura-Mundo, que no puedo evitar de relacionar con el Sistema-Mundo de un sociólogo crítico al que por supuesto no citan, Immanuel Wallernstein. 
 Livopesky es inteligente y como siempre sabe anticiparse en el tratamiento de los temas contemporáneos. Sabe hacerlo de una manera clara, con una retórica sugerente y de una manera relativamente certera. Pero su pecado es la superficialidad, ya que cierra temas sin abordarlos en profundidad ni dar armas al lector para hacerlo. Siempre escurre el bulto cuando se trata de cuestionar la propia lógica del sistema y no entra nunca alternativas reales. Aunque el proceso de Lipovesky le ha llevado de un optimismo ilusorio hasta un cierto pesimismo, a verdad es que nunca cuestiona a fondo la sociedad en que se mueve. Su función respecto a ella continua siendo ideológica ya que su horizonte es siempre el de que no hay alternativas posibles ni deseables a lo que el llama la hipermodernidad. El mismo término me parece un neologismo bastante inútil que no acaba de aportar nada interesante. Su punto de vista es cínico, ya que situá a los discursos críticos como una manifestación más de lo que critican, con lo cual quedan totalmente desarmados. Mantiene además la confusión entre liberalismo y democracia y entre individualismo y autonomía personal.