viernes, 17 de septiembre de 2010

DESIGUALDAD Y FELICIDAD



Reseña del libro

Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva

Richard Wilkinson y Kate Pickett

( traducción de Laura Vidal)

Ed. Turner ( Colección Noema), Madrid, 313 páginas, 2009

 Escrito por Luis Roca Jusmet

El libro que nos ocupa hay que analizarlo a dos niveles diferentes. El primero es cómo un trabajo empírico muy interesante por su contenido y por el rigor con que lo han tratado. Se trata de un estudio basado en un largo proceso de investigación sobre la relación entre desigualdad e infelicidad en las sociedades más ricas del mundo y en el interior de EEUU. Es evidente que la infelicidad es un término cualitativo difícil de cuantificar pero lo es también que hay unas medidas objetivas de bienestar/malestar (salud, esperanza de vida, fracaso escolar, delincuencia…). Es un trabajo conjunto entre un economista especialista en epidemiología y una antropóloga anglosajones que no han tenido reparo en interpretar y en formular propuestas a partir de los análisis objetivos. En este sentido es muy positivo el carácter interdisiciplinar del estudio y la decisión de no encerrarse en una lógica positivista que excluye las valoraciones. Ahora bien hay que criticar el plantear que lo que interesa en este análisis es el presente y no el pasado, lo que pasa y no lo que llevado a ello. Difícilmente podemos plantear un análisis sociológico global si nos olvidamos de la historia.
El primer nivel, que creo que es el más válido, ocupa las dos primeras partes del libro y trata según sus palabras del éxito material acompañado del fracaso social y del coste ( en términos de felicidad) de la desigualdad. Esta parte está fundamentada en múltiples análisis estadísticos que figuran en gráficos que relacionan la desigualdad con la infelicidad. Está bien tener estos datos empíricos para dar más solidez a lo que muchos ya sabemos: que el crecimiento económico actual contribuye a la desigualdad y no nos ofrece una vida mejor. Estos datos contrastan con alguno de los tópicos al uso, como que los ejecutivos tienen más enfermedades cardiovasculares que los obreros. Pero es sobre todo muy clarificador la constatación de que es la desigualdad interna la que repercute de manera negativa sobre toda la sociedad, aunque evidentemente de manera más dura en los sectores económicamente desfavorecidos.
Pasemos a la crítica, que hace referencia al segundo nivel. Por un lado tendríamos la conceptualización utilizada, que por supuesto no es neutra. Los autores hablan constantemente de “democracia de mercado” como si hubiera un vínculo esencial entre las dos. Aunque habla de desigualdad, de pobres y ricos, no habla nunca de clases sociales. Tampoco se refiere nunca al capitalismo como un sistema con una lógica global, a la manera de Wallernstein, sino como un conjunto de empresas que pueden elegir entre seguir o no seguir principios éticos. Con este planteamiento se atomizan tanto las empresas como los individuos, que se presentan como unos agentes racionales que se equivocan al no entender que la desigualdad nos perjudica a todos. De esta manera parece proponernos un capitalismo con rostro humano perfectamente posible a medida que aumente la conciencia de la necesidad de la igualdad como un bien para todos. Así el gramsciano “optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia” se convierte en un optimismo intelectual bienintencionado que no me parece que lleve a nada. Sabemos que las pasiones como la codicia y la ambición, son el material humano que se complementa con la lógica voraz de acumulación de beneficio del sistema capitalista y que contra él sólo nos queda la lucha, no la natural evolución de las conciencias.